Es la primera vez que escribo algo de este tipo, así que si es un poco confuso o totalmente raro, me disculpo.
N/A (1): Como se irán dando cuenta las ciudades tienen nombres de dioses y monstruos de la mitología nórdica, pero en sí la historia es inspirada en un libro con el que últimamente estoy obsesionada.
N/A (2): Sólo para que no se pierdan:
*Enir es el reino de los humanos; Valkyria es su capital gobernada por los Novak.
*Vanadis es una de las ciudades más importantes del reino de Enir ubicada en las costas sureñas. Es la encargada de vigilar el Mar Tenebroso que llega hasta las costas del reino de Agatión.
*Agatión es el reino de los Demonios y las sombras.
*Skoll es un reino pequeño, muy al norte y siempre nevado.
PRÓLOGO
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El fragor del acero todavía retumbaba en sus oídos. Dean había luchado al frente de la caballería del ejército de su padre, había sudado y sangrado, sentido el miedo cuando las murallas cayeron, y vuelto a sangrar cuando su caballo fue asesinado por una lanza y él tuvo que desmontar y arremeter contra las filas enemigas. Pero de nada había servido.
La ciudad sureña de Vanadis, que vigilaba que las huestes demoníacas del reino de Agatión no cruzaran el Mar Tenebroso hacia el hermoso reino de Enir, había caído. La flota del enemigo había cruzado el Mar Tenebroso meses antes, arribando a las costas de Vanadis la noche del solsticio de invierno, cuando la mayoría de soldados y vigilantes estaban borrachos o dormidos después de las celebraciones.
Las huestes de Demonios se habían deslizado como sombras, en completo silencio, y habían trepado la muralla de Vanadis sin ser escuchados. Ensartaron a un par de guardias en sus lanzas y descendieron a la ciudad. No les fue difícil prenderle fuego a los barrios pobres cuyas casas eran de madera. Con la ciudadela señorial les costó algo más de trabajo, puesto que sus murallas eran más fuertes y estaban vigiladas por un centenar de arqueros.
Pero ni todos los arqueros pudieron hacer la diferencia.
Dean todavía recordaba haber despertado en sus habitaciones del torreón mayor. El tañido de cinco campanadas le había oprimido el corazón pero sus miedos solo se materializaron cuando su padre, John Winchester, había entrado.
-Dean, nos atacan –esas fueron las palabras que lo hicieron reaccionar-. Los Hombres de Letras enviaron palomas a todo el reino. Media ciudad está en llamas.
Después de ello todo había sido una pesadilla. Dean no recordaba ni cómo se había puesto su armadura pero de pronto estaba en las calles y plazas de Vanadis, al frente de la caballería peleando contra esos seres de forma humana y ojos tan negros como sus armaduras.
Peleó hasta con la última gota de sus fuerzas. Maldijo a los dioses cuando le anunciaron que su padre había caído en la muralla sur. Y replegó los ejércitos a la ciudadela. Pero de nada sirvió. Los Demonios y las demás criaturas de las sombras no tardaron en derribar las puertas.
Dean Winchester habría preferido morir en batalla a huír, de no ser porque ello hubiese significado sacrificar a su pueblo.
Por las catacumbas que recorrían el risco calizo donde había sido erigida Vanadis, escaparon quienes pudieron sobrevivir al fuego y a la batalla. Entre ellos Dean a lomos de un viejo caballo gris, guiando a lo que quedaba de su pueblo.
Dean, el primogénito de la Casa Winchester, hijo de Lord John y la difunta Lady Mary, había visto arder su cuidad hasta los cimientos. Nunca olvidaría el aroma a sangre y muerte de las calles, los gritos de la gente a quien juró proteger ardiendo en el fuego, y el brillo de esos ojos negros que eran los culpables de que lo hubiese perdido todo.
"Todo no –se recordó-. Sam está vivo"
Y precisamente su hermano menor era la razón por la estaba marchando al norte. De no ser porque Samuel Winchester se había unido a la logia de los Hombres de Letras hace un par de años, en contra de la voluntad de su padre, y había marchado a vivir en la capital, Dean se habría unido a un grupo de caballeros errantes y bandidos para tomar venganza contra los Demonios.
Pero, a lomos de su viejo caballo, seguido de una caravana de mujeres, ancianos y hombres heridos continuó hacia el norte. En especial porque, en su paso por Embla, una pequeña ciudad sureña gobernada por la Casa Harvelle, una paloma llegó de la capital, con un mensaje del mismo Rey Michael Novak.
En éste se solicitaba la presencia de Lord Winchester en la corte de Valkyria, la capital. A Dean le provocó dolor de cabeza y un mal sabor en la boca saber que ahora él era Lord Winchester. Tenía veinte años y estaba más que preparado, pero saber que su padre había muerto…
El camino fue largo y tortuoso, muchos murieron y otros tantos tomaron rumbos distintos. Pasaron por Ansus, una ciudad que se alzaba sobre un río de agua rojiza como sus muros y torreones. Y también pasaron por el Bosque Antiguo, un lugar donde los árboles parecían cantar al son de las arpas de la ciudad sin nombre donde gobernaba la Casa Milton.
Tardaron dos tediosos meses en divisar las altas colinas azules que amurallaban la capital. Y, les tomó dos días más, cruzar el amplio valle hasta las murallas blancas de Valkyria.
Cuando estuvieron ante la magnificencia de esa ciudad a Dean, por un instante, se le olvidó todo el peso que ahora aplastaba sus hombros. Fueron recibidos en la Puerta Real por una comitiva de Custodios, los guardias personales de la familia real, y quienes condujeron a Dean por las calles de la ciudad rumbo al palacio.
Valkyria era, sin duda, la ciudad más hermosa que había visto Dean, o soñado alguna vez. Jamás había estado allí pero no pudo evitar poner atención a la magnificencia de la capital.
En sus puertos estaban atracados barcos mercantes de todas partes del reino de Enir e incluso de otros, en sus plazas la vida bullía. Un mercader ofrecía sedas traídas desde Embla, y también pieles del reino norteño y nevado de Skoll. Otro ofrecía barriles del mejor vino del Bosque Antiguo, e hidromiel de la ciudad de Bor. Incluso había un par de piratas que vendían baratijas de Agatión, lo cual parecía llamar mucho la atención. Tanto nobles como plebeyos se mezclaban por las estrechas calles atestadas, apenas diferenciándose los unos de los otros gracias a sus ropajes.
El retumbar de un yunque se mesclaba con el aroma a pan recién horneado. El mar azotaba contra las murallas blancas de no menos de treinta metros de altura sólo superadas por el torreón Real. Y la gente hablaba en enochiano y en las lenguas comunes por igual.
Poco a poco Dean fue tirando de las riendas de su caballo hasta hacer que retrocediera lo suficiente para alejarse de la escolta real.
-Este lugar está infestado de gente –musitó a un chico de la escolta, de apariencia atolondrada. Debía ser un escudero o algo así, a juzgar por su edad.
-Es el puerto más importante del reino de Enir, y por ende su capital. Las murallas tienen grabados de plata, en enochiano; símbolos para repeler demonios y toda clase de criaturas de las sombras. Fueron grabaron por los Primeros Reyes, descendientes de la misma Luz. –explicó Kevin, el menudo muchacho que iba a caballo junto a Dean-. Es la mejor ciudad de todas ¿No le parece magnífico, milord?
-Espero que también tengan los mejores burdeles de todos –soltó el rubio. Kevin lo miró por un momento y después se echó a reír-. Has estado con una mujer ¿Verdad? –preguntó Dean, por si acaso.
-Sí, milord. Digo… no… no lo sé… es decir -respondió Kevin, tartamudeando. Dean rio.
Subieron por las calles rumbo al palacio real. Atravesaron la muralla de la ciudadela, allí las calles eran más estrechas, pero las casas más altas y lujosas, con plantas trepadoras creciendo por sus paredes blancas, y soldados vigilando sus aceras.
A su paso por la Plaza de la Luz, Dean alcanzó a observar como entrenaban los ejércitos reales a nuevos soldados. En el centro de la plaza, en un grupo bullicioso y variopinto, entrenaban los jóvenes reclutas; con espadas de acero, y algo de indisciplina. Dirigidos por un grupo de exasperados Maestres y dos Capitanes.
Dean se preguntó por qué Sam había preferido unirse a la logia de Hombres de Letras en lugar de al ejército. Como hijo de una casa noble podía haber aspirado a convertirse en un Capitán o incluso en General de las siete legiones.
Finalmente llegaron a las puertas del palacio. Una fila de Custodios con armaduras blancas y otra de soldados de armaduras doradas flanqueaban las escaleras que llevaban hasta las puertas principales.
Dean desmontó y un par de Custodios se llevaron su caballo y el de Kevin. Subió las escaleras, seguido del muchacho.
Kevin lo guio por varios pasillos, y tantos recodos que marearon a Dean, pero pronto estuvieron ante el arco que describía la entrada a la sala del trono.
El rubio traspuso el umbral con paso decidido, y atravesó la sala. Sus pasos retumbaron en el desolado lugar haciendo que el hombre que estaba sentado en la alta silla de roble blanco tallado con repujados de oro, bebiendo una copa de vino, alzara la cabeza.
Pero no era un hombre. Es decir, era un muchacho; debía tener a lo mucho diecisiete años. Estaba ataviado con un jubón marrón, una cota de malla de acero común, y sus cabellos castaños oscuros estaban despeinados. Sin embargo sus ojos…
Dean se detuvo al instante. Había escuchado muchas cosas sobre Michael Novak, pero no esperaba que sus ojos fueran tan… tan… azules.
-Alteza –dijo, algo abrumado, postrando una rodilla en el suelo y haciendo una reverencia quizá para esconder que se había sonrojado.
-Yo… -repuso el joven de ojos azules, algo sorprendido. La copa se le cayó de las manos y rodó por las escaleras del trono con un estrépito ensordecedor mientras derramaba todo el vino-. Yo lo siento… yo…
Antes de que Dean pudiera incorporarse o Kevin pudiera decir algo, alguien más intervino.
-Castiel –era una voz tensa, grave y prepotente-. ¿Qué demonios crees que haces?
El castaño saltó del trono, como un resorte.
-Lo siento, Michael… digo, alteza…
Dean parpadeó varias veces. Quién entró era un sujeto alto, de ropajes ostentosos, cabello rubio y ojos celestes.
-Castiel, vete de aquí. Largo –le espetó el Rey al muchacho de ojos azules quién no tardó ni un instante en abandonar la sala-. Lord Winchester –Michael volteó hacia Dean, quién hizo una reverencia algo torpe.
-Lo lamento, alteza, creí que… -intentó excusarse Dean.
-Lo comprendo, y también me disculpo –dijo Michael, con un atisbo de sonrisa-. Pero qué podía esperar del bastardo –se dejó caer en el trono con gesto arrogante.
Dean asintió. Por todo el reino de Enir se habló de la grandeza del rey Charles Novak, y así también la gente hablaba del joven Rey Michael que había sucedido a su valeroso padre. Dean jamás había imaginado que éste fuera un déspota arrogante.
-Mi padre tenía un gran gusto por las prostitutas. Castiel fue uno de sus más grandes errores. Es torpe, indecoroso… además de bastardo –rió el Rey.
Dean volvió a asentir, sin saber qué decir.
Michael Novak debía estar más avergonzado por que su hermano Lucifer hubiese traicionado al reino de Enir decidiendo marchar a Agatión junto con los Demonios.
O debía estar preocupado porque su hermano Ephraim hubiera muerto en una batalla, y sus hermanas Rachel y Hannah no podrían heredar el trono.
Pero el bastardo parecía incomodarlo más que cualquier cosa.
-Kevin –ordenó de pronto el Rey-. Lord Winchester debe estar muy cansado. Llévalo a sus habitaciones. Brindaremos un banquete para honrar su valerosa batalla en Vanadis, y después –Dean alzó sus ojos verdes hacia el rey, temiendo sus palabras-: se formará el consejo de Guerra.
Para cuando Kevin le indicó cuales eran sus habitaciones en la cima del torreón de las cocinas reales, Dean se sintió aliviado de tener un techo sobre su cabeza tras meses a la intemperie. Pero nada pudo describir su alegría y su alivio cuando, al abrir la puerta, se encontró con Sam de pie a mitad de la habitación.
-Dean –su hermano menor había crecido tanto en los últimos años que cuando abrazó al rubio éste sintió que lo levantaba del suelo.
-¡Sammy! Mírate –le revolvió el cabello, agradecido de que, a pesar de la caída de su amada ciudad, su hermano todavía estuviese vivo-. Todo un Hombre de Letras.
Sam sonrió, orgulloso. Vestía el hábito gris de la logia, y tenía el cabello algo largo y descuidado.
-Apuesto a que no has dejado los malditos pergaminos en un buen tiempo –bromeó Dean, acercándose a una mesa dispuesta con una jarra de vino. Necesitaba emborracharse un poco.
-Es necesario, Dean. Son cinco años de estudios para ser iniciado en la Logia, cuatro más para ser nombrado Hombre de Letras.
Dean sacudió la cabeza, y se volvió con una copa de vino a rebosar, la cual se bebió de un trago.
-Sabes que no es necesario el celibato para ser un Hombre de Letras ¿Verdad?... ¿Hace cuánto no visitas un burdel? –Sam soltó un bufido, dibujando esa cara de cachorro que sólo él podía hacer-. ¡¿Hace cuánto?! –Insistió Dean-.
-Jódete.
-¡Vamos, Sammy, no puede ser tanto tiempo!
-¡Un año! ¡¿Bien?!
Dean escupió el vino y rompió a reír. Era la primera vez que se sentía en casa, después de la caída de Vanadis.
-Perra –dijo, entre risas.
-Idiota –respondió Sam.
Nos leemos…
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Si la odiaron, la amaron o tienen alguna sugerencia o algo no se olviden de dejarlo en los Reviews; de verdad es una especie de fanfic "experimento" del cual todavía tengo dudas de que le guste a alguien…
