Yo, otra vez, regresando con esa idea creo no tan bizarra para compartir con mis lectoras ^^ Era esto o dormir, lo cual no quiero hacer aún xD ¡Más notas abajo y disfruten! :3
Summary: Los demonios son como las aves Fénix: Mueren, y renacen de las cenizas... No, corrijo; los demonios puros son como las aves Fénix. Demonios híbridos, mitad humanos, al morir, ésta parte humana que tienen, la cual naturalmente lleva las verdaderas emociones y sentimientos del híbrido, es destinada a vagar en la nada hasta que su cuerpo reencarne, quizá con recuerdos de su anterior vida, quizá con su último nombre y apariencia... / Nueva York actual: ¿será posible que ese joven heredero haya vuelto luego de su secuestro?¿Y con un extraño joven que le sigue como su sombra?
Disclaimer: Kuroshitsuji no es de mi propiedad; le pertenece a Yana Toboso, yo solo utilizo sus personajes y demás...
Sirviente de la Oscuridad.
Capítulo I:
—¡Suéltame, maldita escoria! —gruño el niño de cuerpo pequeño y delgado, de aparentes ocho a diez años, mientras el hombre a su lado, de unos cuarenta años y rostro cubierto, le sujetaba del cuello contra una pared. Éste sonrió de forma maquiavélica.
—No, pequeño, no lo haré —rió con voz profunda—. Ni pienso hacerlo. Por primera vez me pagan como a un rey por hacer este simple trabajo, ¿sabes? Mis socios no son muy buenos, pero ellos te han traído hasta mi. Malditos miserables —escupió la palabra, riendo, mientras el pequeño del cual sujetaba se revolvía, e intentaba escapar.
Ese niño tenía delicadas facciones, y con sus manos de uñas delicadamente largas trataba de causar rasguños en la mano del hombre, la cual era tan grande que con solo ésa podía aprisionar y mantener la fuerza del niño contra la pared. El pequeño jadeo, sintiendo que el aire le era arrebatado de sus pulmones gracias a un golpe propinado por la otra mano del hombre.
Las lágrimas comenzaron a escurrir por los finos y hermosos ojos del niño, y su piel pálida comenzó a enrojecerse por la falta de aire. Sus jadeos se intensificaron en busca de éste, más también sus chillidos y manotazos.
El hombre rió.
—Tan pequeños... como renacuajos... no deberían siquiera nacer —espetó, riendo con su gruesa voz. El niño trato de mantener los ojos abiertos, o al menos no dejarse arrastrar por una negrura que le consumía Sería capaz de cualquier cosa para librarse de ello. No sabía cuanto tiempo estuvo allí, si fueron semanas, meses... el tiempo era relativo. Sus captores se turnaban en llevarle comida y agua, alimentarle como si de un perro se tratase... lo tenían siempre con cadenas, excepto cuando él —ese repugnante cuarentón de pacotilla, el cual no solo le golpeaba, si no que le manoseaba siempre que podía—, venía. Lo soltaba de las cadenas, pero a cambio se encargaba de dejarlo afónico con los gritos de dolor que profería.
El niño soltó un ligero gruñido, mientras pataleaba para soltarse del agarre del adulto.
Él estaba seguro. Haría cualquier cosa. Sería cualquier cosa con tal de librarse de aquella tortura. ¡Hasta daría su alma por ser capaz de librarse de aquello!¡De sobrevivir!
¡Daría su alma por vengarse y asesinar a todos esos bastardos que le habían arruinado la vida!
El niño jadeo, cuando, de repente, se encontró en el suelo. Delante suyo, observo a un hombre, alto, delgado, con cabello largo hasta el cuello y desordenado, pero lacio y de apariencia suave bajo la única luz que daba una lámpara titilante y azul en un costado de la gran y vacía habitación. El hombre, alto y delgado, sujetaba a el cuarentón del cuello en el aire, de la misma manera en que había sido sujetado él, con una sola mano, rodeando totalmente su cuello.
—Está dispuesto a vender su alma por su venganza, ¿no es así? —el hombre le sonríe al pequeño con una sonrisa capaz de dar terror. Éste le mira, con admiración en sus grandes ojos. ¿Cómo era posible que tuviera sujeto del cuello a ese gordo y viejo hombre?
—¡Si! —chilla el pequeño, aún jadeando por la falta de aire—. ¡Quiero que todos mueran!¡Que se pudran en el infierno!
El hombre alto sonrió y apretó con más fuerza el cuello del hombre. Se oyó un tronido, seguido del desplomarse del hombre contra el suelo como si de un saco de papas se tratase. El niño observo el acto con admiración en los ojos.
—¡Fantástico! —chilla el pequeño, recuperando el aire. Entonces, comienza a sentir un ardor... un profundo ardor en su frente... Grita y se retuerce bajo el escozor que se presenta en su frente, jadeando nuevamente. El dolor no alcanza a los diez segundos, hasta que se difumina. El niño alza la mirada, con los ojos llorosos por el fuego que se había concentrado en su frente. Ante sus ojos, un rostro de finas facciones le observaba... con dos grades ojos de radiante color rosa e iris fino y negro.
El niño se estremeció. Ese hombre, en el lapso de un segundo, paso de ser su salvador a su terrorista.
—Tranquilo, pequeño... —susurro el mayor, alzándole del suelo con cuidado, sujetándole en sus brazos como si de un bebe se tratara—. No pienso hacerte daño. Es más, a partir de ahora, cuidaré que no te hagan daño. Nada ni nadie, mi Lord.
El pequeño se apego más aún a el hombre, cuyos ojos ahora habían cambiado de color, tomando un tono más humano, más corriente.
—¿Por qué?¿Por qué harás eso? —preguntó, mientras observaba el extraño traje con el cual vestia desde sus brazos; un traje negro, elegante, con un moño en el cuello y una camisa antigua, blanca como la nieve—. ¿Porque me cuidarás?
El hombre le sonrió al pequeño.
—Porque ahora usted me pertenece, Amo.
El niño parpadeo.
—¿Amo?¿Y porque te pertenezco?
El hombre sonrió suavemente, y sus ojos volvieron a brillar de esa manera que le hizo al niño dar escalofríos de nuevo.
—Pues... desde el momento que dijo que sería capaz de vender su alma por su venganza... o mejor dicho, pensó su deseo... —la sonrisa del mayor creció— y yo he accedido a comprarla... me he vuelto su fiel sirviente, Amo.
Los ojos del niño soltaron destellos.
—¡¿De veras?! —chilló, con felicidad. El hombre sonrió.
—De veras —afirmo, mientras avanzaba por la vacía habitación con el pequeño en brazos hasta la puerta que estaba del otro lado de ésta. Los cerrojos y candados que la puerta tenía se rompieron ante la fría mirada del mayor, y la puerta pareció abrirse por si sola. El niño observo maravillado la escena.
—¿Eso significa que ahora tu tienes mi alma o debo dártela? —el pequeño alzo la vista hasta el hombre, que le miraba alzando una ceja—. Por cierto, ¿cómo te doy mi alma?
El mayor observó a el niño unos segundos antes de echarse a reír con una carcajada suave y relajada. La inocencia del pequeño era demasiada. Éste niño observo al mayor reírse con una sonrisa, deleitándose con el ruido acampanado que producían sus carcajadas.
—Cuando llegue el momento, Amo, y su deseo esté cumplido —el hombre sonrió de lado, mientras el pequeño abría más los ojos con maravilla—, su alma sera mia.
El niño sonrió.
—¿Y la guardarás?
El hombre se volvió a reír.
—La devoraré.
Hubo silencio durante unos segundos; el único sonido que se escucho fueron los pasos del mayor por un lúgubre pasillo.
—¿Te comerás mi alma? —dudo el niño, con un brillo llamativo en sus ojos. El mayor asintió.
—Es lo que los demonios hacemos —indicó, como si fuera lo más normal del mundo. Los ojos de el pequeño soltaron nuevos destellos en la oscuridad.
—¡Eres un demonio! —chilló de forma efusiva, más éste demonio no pudo detectar miedo en su voz. Solo detecto emoción, una emoción quizá de un niño pequeño ante un regalo de cumpleaños o la llegada de Santa Clause en navidad—. ¡Esto es maravilloso! ¿Tu eres mi propio demonio?
Éste rió de forma sombría.
—Soy su propio demonio, Amo —aceptó, mientras el niño le contemplaba con quizá más alabanza que la de hace momentos atrás. Luego, soltó una risita.
—¡Es fantástico! Podrás ayudar a papá con sus problemas, y a mamá, podrás ayudarla con las cosas de la casa y de la hermanita Angie, ¿no? Porque creo que los demonios pueden hacer todo, ¿no? —los ojos del niño se perdieron en la fría mirada del mayor, cuyos ojos no podían ocultar el dolor. El pequeño desvio su mirada, y su sonrisa se perdió en una mueca de frialdad—. Pero si no quieres, no debes hacerlo...
El demonio trato de sonreír, mas solo hizo una mueca.
—Debo servir sus órdenes, Amo. Todas y sin ninguna excepción Si mi orden es ayudar a su familia en los quehaceres domésticos, debo cumplirla —espetó el mayor, con un monótono tono del voz. El niño soltó un bufido.
—No... tú debes tener voluntad propia, ¿no? —el niño miro a el mayor con dolor en su mirada—. Sé lo que se siente que te manejen y te traten a su antojo... —bajo la vista, observando la oscuridad de los pasos del demonio—... y no quiero que nadie más sufra nada como esto.
El demonio no pudo evitar una mirada extraña a el pequeño, mientras el pasillo se finalizaba y la luz comenzaba a entrar a mayor cantidad; luz lunar de un cielo despejado.
—Y... ¿cómo te llamas? —dudo el pequeño, mientras su mirada volvía a tener aquel brillo de siempre, tan radiante, aquel suave y dulce brillo inocente.
El demonio se encogió de hombros.
—Mi Amo debe darme un nombre —indicó—. Nuestro contrato ha sido hecho a las apuradas, Amo, ya que su vida corría riesgo fatal. Normalmente, se debe sellar el contrato al ponerle un nombre a vuestro demonio... —el mayor respondió con una naturalidad como si hubiera dicho eso miles de veces—. Por eso no tengo nombre, pasado ni presente, hasta que mi Amo lo decida por mi.
Se acercaban más a la luz...
—¡No! —se quejó el niño, cruzándose de brazos—. Todos tienen nombre. Todos deben tener un nombre.
El demonio sonrió, suavemente.
—Realmente, yo no tengo nombre Am...
—¡Debes tener un nombre! —chilló el niño, fulminando le con la mirada, para luego sonreír—. Oye... ¿puedo ordenarte lo que yo quiera?
—Mientras no perjudique su propia salud...
—¡Dime tu nombre! —chilló el niño, riendo—. ¡Así es, ahora nos presentaremos! Dime tu nombre y no me vengas con que no tienes uno, ¡todos lo tienen! Hasta yo —el pequeño le miro con brillo en sus ojos—. Me llamo Sebastian.
La luz lunar baño por completo aquella figura al salir del estrecho pasillo. Baño intensamente los negros cabellos del niño, su piel blanca como la crema, sus radiantes ojos castaños con tintes rojizos, su sonrisa pícara escrita en aquellos infantiles y delicados labios.
El demonio sonrió.
—Lamento no poder darle esa información, Amo.
El niño frunció el ceño, para luego sonreír de forma cínica.
—¡Pues nada! ¡Yo, tu amo, Sebastian Michaelis, te ordena que digas tu nombre! —ordenó el pequeño, que a pesar de tener voz infantil, en ese momento pareció poseer un autoritario tono.
El demonio sonrió, alzando su cabeza para observar la luna llena, la cual daba radiantes brillos platinados a sus hebras azules y largas hasta más del cuello; aquellos ojos afilados y radiantes, de intenso color azul mar, parecieron perderse en la nada antes de tomarse de una tonalidad rosada y alinearse, como los ojos de todo demonio que cumple una orden.
—Me llamo Ciel Phantomhive, my Lord.
.o.O.o.O.o.O.o.O.o.O.o.
¡Chan-chan-chan! (¿?) ... El hecho es que aquí va este primer capítulo, más que nada introducción e.e Me salio en cosa de quince minutos, es que se me ocurrió al ver una kawai imagen donde Ciel vestido de mayordomo esta cargando a Sebastian, quien lleva uno de los delicados y adorables trajecitos de su bocchan x3 x3 x3 ¡Y fue inspiración momentánea! *.*
Umh, esto tira mucho para drama, ¿no? Lo de arriba del Ave Fénix recuérdenlo o.o Osea, cópienlo memorizenlo .. ñah, mejor dejen el suspenso xD Como sea, ¿que les pareció? La verdad, Sebastian aparenta ser peque, pero no se confíen xDD ¿Cuantos años tiene nuestro adorado Sebas-chan? La que le atina se gana un premio (¿?) Okay, okay, ya me pase con el tequila... Hasta el próximo caaap~!
xoxo-death~!
