CAPITULO 1

CAPITULO 1. LA LEYENDA DE HARRY POTTER:

Hace dieciseis años Harry Potter que entonces era un bebe derrotó a Lord Voldemort, un mago tan terrible al que todos los otros magos, incluso sus propios seguidores, temían, tomó el ministerio de Magia y subió al poder. Ni siquiera su nombre era pronunciado en alto, se temía que fuera como una maldición, en lugar de el nombre le llamaba quien-tu-sabes o el-que-no-debe-ser-nombrado. Una noche, el mago tenebroso atacó a la familia Potter, mató al hombre y a su mujer, pero al intentar matar al niño, la maldición imperdonable rebotó en su contra y lo mató.

Pero ese terrible ser volvió de entre los muertos e intentó recuperar el poder para dominar el mundo mágico una vez más. Ahora, hace poco más de un mes, Harry Pooter al que llaman el-niño-que-vivió y El Elegido derrotó finalmente a Lord Voldemort como ya lo hiciera hace años. La pregunta del mundo mágico es, ¿será esta vez definitiva la derrota?

El buen clima de una tarde de verano dejaba ver un hermoso valle.

El verde se extiende por donde la vista alcanza. Árboles de colores vivos, flores de distintos matices que dan al lugar un aspecto paradisíaco y que le dan a un chico tumbado en la hierba una hermosa sinfonía de aromas.

A lo largo del valle, un rio de aguas cristalinas bañaba el verde como si fuera una cicatriz.

Un precioso y claro cielo azul picado con nubes blanquecinas cada pocos metros cubre el valle dándole a todo el escenario el autentico aspecto de un antiguo y perdido paraíso.

Un gran numero de flores y árboles de muchas clases, de una inmensa cantidad de colores y aromas, sumado a la libertad que allí demuestran tener los animales y unido al hecho de que solamente se encuentra en él un joven hacen parecer al valle un lugar aun por descubrir.

Ciervos, mapaches, ardillas, aguilas y otros cuyos nombre Harry no conocía corrían y volaban libres a lo largo y ancho del interminable valle gozando de total libertad. Las serpientes de enroscan en las ramas de los árboles, los peces, delfines, tiburones… nadar sin ningún temor.

Parece que los animales ni siquiera se temen unos a otros, como si fuera un sueño en el que la ley de la naturaleza no se cumple, ¿alguna clase de magia puede lograr este milagro?

Alrededor de éste paraíso perdido se alzan enormes montañas, grises y de aspecto, como si fueran gigantes que rodean el enorme valle en función de centinelas, como si protegieran al valle de un ataque e incluso, de ser descubierto.

Un chico delgado y alto, de pelo azabache desaliñado y ojos verdes brillantes permanece tumbado sobre la hierba, completamente ajeno a los animales, a las plantas, a las nubes que se deslizan por el cielo unas con otras como si jugaran al quidditch…

Harry Potter, el chico que vivió, el elegido, permanece tumbado en la húmeda hierba como si quisiera convertirse en parte del valle, transformandose mágicamente en uno de esos curiosos animales salvajes y libres. El chico parece tan en comunión con la naturaleza que se diría que de repente le saldrá cola, alas, pico y plumas convirtiéndose en un ave que recorrerá el valle perdido formando ya para siempre parte de su fauna.

Harry sentía su corazón latir, sentía las arterias de su cabeza bombear sangre, escuchaba los múltiples sonidos que proferían los distintos animales que habitaban el valle, veía pasar las nubes como si se tratase de un espectáculo preparado expresamente para él, si no supiera que era imposible, Harry Potter habría jurado que incluso podía escuchar como crecía, lenta y placidamente, la hierba bajo su cuerpo tumbado boca arriba.

Desde hacía ya un mes, no era raro ver por las tardes allí al chico tumbado como ahora boca arriba en aquel jardín y tampoco era extraño ver que se marchaba cuando el sol y la misma claridad del cielo se iban por el toque de queda de la noche.

Estaba un poco apartado de la Madriguera, pero no le importaba, a veces no le apetecía estar con otros, era tan duro, era tan doloroso.

¿Con qué cara podía mirar a todos ahora?

Con que cara mirar a los Weasly, tras la desfiguración de Bill por su culpa, tras la muerte de uno de los gemelos… ¿cómo podía él mirarlos a los ojos?

Ni la señora Weasly, ni el señor Weasly ni siquiera George le había tratado de forma diferente, no habían cambiado en absoluto con respecto a él. La señora Weasly continuaba tratándolo igual que siempre, preocupándose por el a todas horas e intentando engordarle, el señor Weasly había perdido parte de su tranquilidad, la había reemplazado por tristeza y George… sabía muy poco de George, aunque por lo que le habían contado, tras la caida de Lord Voldemort había vuelto a los sortilegios Weasly ya que los productos de defensa ya no daban dinero.

Hacía mucho que no le veía pasar por la Madriguera. No iba a comer ni a cenar allí.

Recordaba haber visto el cuerpo de Fred tendido, muerto junto a los de Tonos y Lupin en Hogwarts, en el gran comedor, junto a otros muchos cuerpos de muertos y al otro lado un sinfín de heridos.

Recordaba perfectamente como a finales del curso pasado, Voldemort había lanzado un ataque a gran escala contra Hogwarts por su culpa.

Gracias a su conexión magica, Harry había descubierto que Voldemort iba tras algo muy poderoso, pero no estaba seguro de que hasta que descubrió la historia de las reliquias de la muerte y comprendió que lo que Lord Voldemort buscaba era la varita de Sauco, la varita de la que se decía que era la más poderosa de todas, que era imbatible en batalla.

Harry recordaba haber visto a Voldemort, con un ejercito de magos y criaturas magicas dispuesto a reducir el antiguo castillo a cenizas a menso que el se entregara.

Recordaba como se había sentido, el dolor que había tenido que soportar, sobre todo cuando, tras ver en el pensadero de Dumbledore los recuerdos del difunto Severus Snape, comprendió finalmente que la única manera de derrotar a Voldemort era morir. Aún le faltaba por destruir a Nagini, la cual pensaba que era el ultimo Horacrux, aunque por los pensamientos de Snape vió que el mismo era el septimo Horracrux, que Voldemort nunca había querido crear, nacido accidentalmente la noche que el mago tenebroso intentó matarle. Eso le daba el poder de hablar parsel y la conexión psiquica con Lord Voldemort.

Aquella conexión… le daba tanto miedo. Recordaba cuando estaba dentro de la mente de Voldemort. El más amargo recuerdo que tenía acerca de aquella conexión era cuando como Nagini intento matar al señor Weasly.

Recordaba haber entrado en la serpiente, haber sido la serpiente… haberse sentido dentro de ella, haber sido ella, cuando reptaba, como podía ver en la oscuridad como si fuera un claro dia, atacar al señor Weasly.

Gracias a ese poder había salvado al padre de Ron, pero por culpa de ese poder, de esa simetría con Voldemort había llevado a sus amigos a un gran peligro cuando el mago tenebroso lo engañó haciendole ver que estaba torturando a Sirius para que el acudiera al departamento de misterios del ministerio de magia a salvarle y en vez de eso entró de lleno y metió a sus amigos con él en una trampa.

Para salvarle, Dumbledore se había enfrentado cara a cara a Voldemort, gracias a Dumbledore Harry había comprendido el secreto que escondía su regreso, los Horracruxes. Dumbledore le había dado las armas para derrotar a su enemigo: la profecia, el secreto de la vida de Tom Ryddle, los horracruxes… le había guiado, aun después de morir, le había guiado hacia las Reliquias de la muerte hacia su destino al enfrentarse a Voldemort, a no temer a la muerte, como derrotar a la varita de Sauco… cuanto le debía a su antiguo director.

Recordaba a sus padres, a Lupin y a Sirius caminando junto a él, siendo más que un fantasma pero menos que un cuerpo viviente, actuando como un patronus para su andar, actuando como la mejor compañía que pudiera desear, como lo mejor que podía querer y lo único que necesitaba.

Una lágrima escapó de sus ojos verdes. Brillaba en su mejilla resplandecía ante la luz del sol que se alzaba en el cielo azul como un dios dorado al que nadie podía alcanzar y que todos adoraban.

Harry giró la cara y miró el paisaje. Era tan hermoso, tan vital.

Ahora lo entendía, entendía porque Ginny iba allí cuando necesitaba estar sola. Ella le había enseñado aquel lugar, ella le había llevado allí la primera vez.

Cuando necesitaba estar sola, sobre todo durante el pasado año en que Harry no estuvo con ella y antes de que salieran juntos, iba muchas veces allí a estar sola, a pensar a recordar y a olvidar.

Voldemort había sido vencido finalmente. Él lo había vencido. Cada vez que lo recordaba una calida y agradable sensación aparecía en su estómago, recordar que por fin había cumplido la profecia, que por fin había logrado lo que nadie más había conseguido, que por fin estaban a salvo, Ginny, Ron y Hermione, la familia Weasly, Teddy el hijo de Lupin y Tonks al que ahora criaba la madre de Tonks… todo el mundo mágico estaba ahora a salvo.

-Harry- le dijo suavemente una voz conocida.

Harry abrió los ojos. El cielo estaba oscureciendo, parecía que había sido hacía nada tenía los ojos abietos. No podía asegurar si se había o no dormido, no sabía cuanto tiempo había pasado, en un primer momento, ni siquira recordaba donde estaba.

-¿Ginny? Dijo timidamente sin estar seguro de que le decía a ella, de que ella estaba allí, ni siquiera de que él estaba allí.

-¿estás bien?- preguntó la chica preocupada.

-si- dijo Harry levantándose y quedando sentado en la hierba.

El cielo estaba mucho más oscuro de lo que recordaba haberlo visto hacía un momento.

Miró a Ginny a los ojos. La cara de la chica era claramente de preocupación. Le miraba muy fijamente como si pudiera usar la legremancia para averiguar cualquier secreto que Harry le ocultara. Le recordó a las miradas que le echaba Dumbledore en su despacho, cuando terminaba una de sus aventuras, parecían atravesarle de lado a lado.

-tranquila- dijo Harry levantándose del suelo y poniéndose en pie finalmente.

No se había dado cuenta hasta ahora, pero sentía frio, el aire que tocaba su cuerpo era fresco y Harry solamente llevaba su capa, no llevaba nada de abrigo.

Un escalofrio le recorrió la espina dorsal mientras se levantaba e instintivamente cogió a Ginny de la mano.

La chica lo miró de nuevo fijamente haciendo una mueca de desaprobación y clavó sus ojos castaños en él con gran preocupación.

La mirada de la chica era penetrante, chispeante. Sus ojos eran enormes, por un momento, a Harry le pareció que eran dos enormes lagos en los que caería y se perdería fácilmente.

A Harry le parecía que estaba preciosa. Llevaba su pelo rojo y largo suelto, dejándolo caer sobre sus hombros y su espalda sin ponerle trabas, a pesar de estar preocupada visiblemente, le sonreía.

-mama dice que ya está la cena- dijo la chica calmadamente.

Harry se acercó a ella y la besó en los labios, la besó durante unos pocos segundos, suave y dulcemente, pero esto no pareció convencer a la pelirroja que pasó todo el camino de vuelta a la Madriguera echándole miradas de preocupación de reojo.

La casa de los Weasley no había cambiado apenas, seguía pareciendo deformada por haberle añadido gran cantidad de dormitorios y sostenerse por arte de magia. Ginny decía que le encantaría salir de allí cuanto antes e irse a una casa de verdad.

Harry pensaba que había sido una gran indirecta.

Al entrar en la cocina, la señora Weasley estaba colocando sin magia los platos y las fuentes con la cena que iban a tomar esa noche y al verles entrar les dirigió una sonrisa.

-¿dónde estabas Harry?- preguntó con voz preocupada -¿te encuentras bein? ¿necesitas algo?- preguntó más calmada pero mirandole atentamente como Ginny le había mirado hacia un momento.

Harry no sabía que decirle. Llevaba en la Madriguera apenas un par de meses y en ese tiempo, habitualmente se escabullía de todo para ir a aquel lugar a pensar tranquilamente, a dejar que el tiempo pasara sin hacer nada, como si el estar allí tumbado, fuera un poderoso hechizo que le permitía desafiar al tiempo.

-lo siento señora Weasley- empezó a decir Harry. No sabía exactamente lo que iba a decir, pero no le hizo falta hablar de nuevo. La cara de la señora Weasley, que siempre había sido tan buena y amable con él desde que la conociera hacia ya tantos años, le sonrió tiernamente, como una madre sonrie a su bebe cuando éste hace su primera gracia.

-tranquilo Harry- dijo la mujer regordeta y de rostro afable.

Ginny le miró.

Su mirada era extraña, no era una mirada de cariño ni una mirada de reproche, Harry no entendía el significado. Miró de soslayo a la señora Weasley que había vuelto a sus quehaceres.

Los ojos de Ginny se movieron de Harry a su madre y Harry creyó entender un "contigo no se enfada" implicito en aquellos ojos.

Harry le devolvió una mirada afirmativa.

Los dos chicos se cogieron de la mano y se dirigieron hacia el salón, ya hacia casi dos meses que todo había terminado, y aunque habían estado tonteando, ninguno de los dos había dicho nada de salir ni nada parecido, aunque Harry suponía que estaban saliendo de nuevo, aunque quería hablar con ella.

En el salón no había nadie, por suerte para él.

Para su sorpresa, la chica no esperó en el salón y se encaminó hacia arriba por las escaleras.

Harry se quedó mirandola una fraccion de segundo.

-Gin espera-

La pelirroja giró sobre si misma y se quedó allí, en el cuarto o quinto escalón, mirando a Harry como si no le conociera de nada.

Ginny bajó la escalera muy suavemente, a Harry le recordó a como caminan lo fantasmas.

Cuando llegó a su lado su cara cambió. Le miraba con picardía.

-Gin…- dijo entre dientes –interesante- dijo más para si que para Harry al que tenía tan cerca que sus labios casi se rozaban.

-¿te molesta?- preguntó dulcemente sabiendo la respuesta.

-me gusta- dijo ella también con voz dulce.

Se quedaron mirando, uno a los ojos del otro y viceversa. Durante un momento o dos, parecía que el tiempo y el espacio se habrían contraido y que lo unico que existía eran ellos dos. Allí, de pie en el salon e los Weasley parados mirandose directamente a los ojos, tan cerca el uno del otro que parecían fundidos en un tierno beso.

Harry pensaba que decirle, como podía decirle aquello.

-¿quieres salir conmigo?- dijo finalmente.

Ginny rió débilmente.

-Harry, Ginny- llamó la señora Weasley desde la cocina.

Harry se sintió como cuando salía del pensadero de Dumbledore, pareció que toda la escena se había disuelto y de repente se encontraba siguiendo a Ginny hacia la cocina como si estuviera bajo la maldición imperios.

-a ver chicos- dijo la señora Weasley mientras con una floritura de su varita colocaba ollas en los fuegos –he pensado que como tu Ginny cumples los años el 11 de agosto- dijo mirando con ternura a su hija –y Harry los cumple el 31 de Julio- dijo fijando de nuevo sus esfuerzos en las ollas que empezaban a emitir sonidos desagradables –podríamos celebrarlos ambos juntos- dijo finalmente con un tono que denotaba algo de inquietud y miró a la pareja expectante.

A Harry y Ginny solo les hizo falta una mirada para entenderse mutuamente.

Acto seguido, ambos se giraron ahcia la señora Weasley y dijeron "de acuerdo" al mismo tiempo.

-bien, de acuerdo- dijo la pequeña señora más concentrada en la cena que en ellos –entonces prepararé dos pasteles… habrá que ir al callejón diagon a comprar algunas cosas y…- murmuraba la señora Weasley más para si misma que para Harry y Ginny que se habían quedado mirando el cielo ya bastante poscurecido.

De repente, la señora Weasley pareció volver a la realidad e inmediatamente comenzó a dar ordenes.

-necesito que pongais la mesa y aviseis a Ron- dijo sacando el fuego una de las dos ollas que había colocado y poniendola mágicamente sobre una placa de piedra.

-yo avisaré a Ron- dijo Ginny dirigiéndose hacia el comedor –y así me cambio- dijo en voz baja y sólo Harry la oyó.

Eran 9 personas a cenar esa noche, venían Bill y Fleur, venía Percy y Kingsley Shackebolt.

Kingsley había sido nombrado ministro de magia temporalmente, pero por decisión del mundo mágico, se había quedado hasta que se celebraran unas elecciones completas, pues aun faltaban muchos magos que estaban en el hospital o con sus hogares destruidos, muchos otros lloraban la pérdida de miembros de sus familias y todos los mortifagos que habían capturado debían ser juzgados y enviados o no a Azkaban.

Gracias a que ya podía usar la magia (aunque apenas la había utilizado desde la derrota de Voldemort) a Harry le fue fácil colocar platos, vasos, cubietos y otros enseres para las diez personas en la mesa que había colocado la señora Weasley en el jardin.

-aquí fuera hará frio mama- dijo Ron saliendo al patio donde Harry terminaba de poner la mesa.

-pues haz un encantamiento de Control de Temperatura, Ronnie- le dijo a Ron su madre.

Ron pareció bastante molesto (sus orejas habían enrojecido) por lo que le había dicho su madre, aunque Harry no estaba seguro de si era por lo de Ronnie o porque no sabía hacer un encantamiento de Control de Temperatura.

Desde su vuelta, la madre de Ron estaba más cariñosa con su hijo que de costumbre seguramente, pensaba Harry, porque había hechado mucho en falta a su hijo pequeño.

Ron buscaba inútilmente su varita en el bolsillo de su tunica pero no estaba allí.

Harry sacó su varita del bolsillo de la suya y apuntó al cielo, haciendo una complicada figura pronunció "climato dominare".

Harry estaba sentado con Ron en la mesa esperando a que vinieran el resto de los invitados.

Ron pareció darse cuenta de algo y saltó de su silla.

-mañana por la tarde partido de Quidditch- dijo el pelirrojo con gran entusiasmo.

Harry dio un salto en su silla.

-¿quidditch?- preguntó Harry con voz de bobo -¿partido?-

La mente de Harry parecía haberse quedado en blanco.

-¿entonces vienen finalmente Neville y los demás?- preguntó la señora Weasley mirando a Ron suspicazmente.

-si- dijo Ron radiante –la que no viene es Hermione- dijo Ron algo nervioso.

-¿cómo?- preguntó Harry intentando centrarse.

-Hermione se retrasará- dijo Ron mirando hacia su madre que, al igual que Harry, estaba desconcertada.

La señora Weasley parecía a punto de hablar, pero en ese momento, alguien se apareció en los terrenos de la Madriguera con un sonoro "crak"

Un hombre alto y delgado, con el pelo rubio, no tan platino como el de Malfoy pero si bastante claro y ojos brillantes y azules acababa de aparecer.

Harry sacó instintivamente su varita y apuntó al hombre.

En cuanto vió la varita, el hombre se detuvo en seco.

Llevaba su varita en la mano, pero no estaba alzada, Harry sabía que si ocurría algo, él podía lanzar un hechizo antes que el hombre.

-tranquilo- dijo el hombre que acababa de aparecer con voz seria –no te haré daño- dijo dejando caer la varita y alzando las dos manos.

Harry sintió que Ron se movía tras de él. Por el rabillo del ojo vió que se iba hacia la cocina, probablemente quería coger su varita que debía estar arriba en su habitación.

-¿quién eres?- preguntó Harry bajando un poco la varita pero no del todo.

La señora Weasley fue hacia Harry.

-me llamo Norin Radd- dijo el hombre mirando a harry interesado.

-tranquilo Harry- dijo la señora Weasley cogiendo cariñosamente al chico del hombro y bajándole el brazo para que dejara de apuntar al recién llegado.

-es un auror- se explicó al ver que Harry no bajaba la varita y la miraba interrogante.

Al oir aquello, finalmente bajó la varita.

Harry sabía que los aurores estaban entre los magos más poderosos del mundo, ¿podría acaso haberle vencido si su contrincante, que le miraba fijamente sin moverse, hubiera peleado?

No es que tuviera nada en contra de los aurores, pero ellos trabajaban para el ministerio de magia y Harry Potter nunca había tenido una buena relación con el Ministerio de magia, primero lo aclamaban como a un héroe, pero cuando lo que les dijo no les gustó lo atacaron como a un perro y luego cuando demostró que era verdad lo aclamaban de nuevo para que les salvara la vida.

Miró al hombre que acababa de aparecerse en el fondo de los terrenos de la madriguera que le miraba escrutadoramente y Harry notó inequívocamente como los ojos azules del hombre alto y delgado se dirigían hacia su cicatriz.

Harry lo miró con tenacidad, no le gustaba que estuviera allí, de hecho, ¿qué hacía allí un auror?

Desde que el mundo magico había decidido dejar a Kingsley en el puesto hasta que se pudieran celebrar unas elecciones en condiciones, pues la mayoría del mundo magico estaba destrozado, gente lloraba perdidas y los aurores debían apresar al resto de los mortifagos que no había sido detenido tras la batalla de Hogwarts…

Harry no creía que Kingsley le enviara un auror, él no era de esos.

Harry miraba fijamente al hombre que no se había movido del sitio.

Alzó una mano a la altura de su pecho.

-accion varita- dijo con calma.

Su varita, que había dejado caer al suelo cuando Harry le apuntaba, se elevó en el viento como si fuera una escoba y llegó hasta su mano abierta, que le hombre se apresuró a cerrar.

Norin Radd se acercó a Harry mirándolo con interés mientras, usando el segundo y el tercer dedo, el mago hacía que su varita diera vueltas en su mano.

-lo siento- dijo Harry educadamente cuando el mago estuvo a su lado.

Se había asustado, de hecho ni siquiera se había dado cuenta de que llevaba la varita en su mano hasta que le estaba apuntando con ella, ¿había sido un reflejo? ¿aquel hombre lo había asustado? Realmente no le conocía de nada y por como lo miraba la señora Weasley parecía conocerle, no era solo un auror para ella, sino que le miraba como Harry la había visto mirar a Moody, Kingsley o Lupin. Que gran diferencia de cómo miraba al recién llegado y como había mirado a su padrino.

Norin se giró a mirarle extrañado. Su expresión acababa de cambiar radicalmente de seriedad a una profunda sonrisa.

-no te disculpes Harry Potter- dijo con la amplia sonrisa –si hubiera más como tú habría menos muertes- dijo y acto seguido se dirigió a la señora Weasley y Ron que estaban un poco más atrás y había bajado con la varita en la mano bajada al ver que su madre saludaba al recién llegado.

-señora Weasley- dijo haciendo una sencilla pero elegante reverencia –siempre es un placer verla- dijo deteniendo finalmente su varita que hasta ese momento había dado vueltas en su mano –con su permiso me gustaría asegurar las medidas de seguridad de la casa antes de que llegue el Ministro-

-si… si- dijo la señora Weasley que parecía no acertar con las palabras –por supuesto Norin-

-muchas gracias señora- dijo el mago rubio haciendo otra reverencia.

Norin Radd se encaminó hacia los terrenos de la Madriguera con la varita en la mano y comenzó a investigar las medidas de seguridad. Durante unos momentos, la señora Weasley posó su mirada sin parpadear en el hombre que la había tratado con tanto respeto.

-¿Quién era ese?- preguntó Ron a Harry que negó con la cabeza -¿mama?- preguntó el pelirrojo al ver que su madre tenía la vista clavada en él.

La señora Weasley pareció comprender al escuchar la voz interrogante de su hijo que aun estaba en el mundo real con otras personas y tras un momento de vacilación decidió responderle.

-es un auror, trabaja para Kingsley- dijo esquivamente volviendo a entrar en la cocina sin mirar a Harry ni a Ron.

Harry y Ron se miraron intrigados, pero la señora Weasley no parecía dispuesta a agregar nada más.

Una ráfaga de frio le llegó a Harry por detrás y se dio la vuelta con un escalofrio. ¿había hecho correctamente el encantamiento de Control de Temperatura? Al principio había funcionado, aunque una de las maniobras que había que seguir no le salía del todo bien, así que bien podría haber dejado de funcionar.

Harry vió al auror paseándose por la entrada murmurando con la varita alzada alrededor de la madriguera.

Se imaginó a él mismo, siendo auror, protegiendo a la gente, conociendo complicadisimo hechizos…

-¿quién viene mañana?- preguntó Ginny saliendo al jardin con un par de platos en las manos que se apresuró a dejar en la mesa.

-Neville…- comenzó a decir Ron, pero no continuó.

Harry se dio la vuelta volviendo a sentir el aire frio pero lo que vió le hizo olvidar a los aurores, el encantamiento de Control de temperatura y a Norin Radd.

Ginny estaba ante él. Se había cambiado de ropa, estaba increíble. Llevaba el pelo sobre los hombros, alisado y una hermosa túnica de gala rosa. Se había puesto algo que Harry no conocía en el pelo que brillaba con tono plateado.

Por un momento, Harry creyó que se desmayaría, que no podría mantenerse en pie y caería al suelo.

-¿por qué te has puesto… tan…bueno?- Ron parecía haber perdido la capacidad de expresarse con palabras, porque no paraba de hacer complicados gestos con las manos como si estuviera ejecutando un encantamiento muy complejo, aunque en esta ocasión harry no se lo podía reprochar, estaba fantastica. Harry nunca la había visto tan guapa, ardía en deseos de lanzarse sobre ella, abrazarla y besarla sin parar, aunque con la señora Weasley y Ron allí…

Los ojos marrones, parecían hechos de miel, su rostro, perfectamente cuidado, suave y dulce, delicado, estaba más liso que nunca, el rastro de pecas que tenía su familia parecía habérsela saltado a ella.

Cuando finalmente pudo recobrar el sentido y cerrar la boca, se acercó a ella.

-estas…- dijo Harry sin saber como terminar la frase.

Ginny miraba a su hermano que la señalaba como si fuera un snorlack de cuernos arrugados.

Ginny espetó a su hermano y se giró radiante a mirar a su novio.

-estas…- repitió Harry al que parecía que había desmemorizado y solo le habían dejado esa palabra en su cerebro.

Ginny le sonreía comprensivamente.

-preciosa- acertó a decir finalmente.

-gracias- dijo la chica complacida.

-pero ¿por qué?- preguntó Ron señalándola con el dedo.

-ya basta Ronnie- dijo Ginny con picardía.

Las orejas de Ron se le pusieron rojas de nuevo. A Harry le recordó aquella escena, por un breve instante, a Hogwarts cuando Ron y Hermione no paraban de pelearse, a veces se peleaban durante horas por tonterias.

Intentando quitarse del medio se acercó un poco ahcia donde estaba Norin y de repente, Harry sintió una ráfaga de recuerdos que le llegó golpeándolo como una maldición.

Recordó el castillo, antiguo y señorial en el que había pasado tantos y tan agradables momentos.

Recordaba la primera vez que lo había visto, tan grande, tan impactante a la primera vista. Cuando había descubierto que era un mago, cuando había conocido a Ron y Hrmione, a Ginny, a Luna, a Neville y a tantos otros…

Cuantos y que bellos eran los recuerdos que conservaba de su colegio. Antes de llegar a Hogwarts no le gustaba acudir a las clases, entre que nunca se le habían dado bien y que su primo Dudley le hacía la vida imposible…

Como recordaba Hogwarts: el gran comedor, siempre rebosante de comida, con las cuatro mesas a lo largo y la mesa de los profesores, las velas colgando suspendidas en el aire y el techo que imitaba al techo de fuera… los largos corredores por los que tantas veces había paseado ilegalmente con Ron y Hermione usando su capa invisible… los enormes terrenos del colegio, en los que tantas cosas había vivido como el Quidditch o acudir a la cabaña de Hagrid a tomar te… las clases, incluso eso lo echaba de menos.

-¿estás bien?- preguntó Norin Radd.

Estaba junto a él mientras Ron y Ginny ponian la mesa, Ron mágicamente y Ginny a la manera de los Muggles mientras resoplaba y miraba a Harry de hito en hito.

-solo recordaba- dijo Harry mirando a Ginny –viejos sueños-

La tunica que llevaba le quedaba muy bien, resaltaba su figura.