Disclaimer : todo lo que hay aquí es de Rick Riordan.
Este fic participa en el reto temático de septiembre "Mortales que saben demasiado" del foro Monte Olimpo.
-Tacere la mia vita, non piangere. Dormire e sognare felice. María Di Angelo cantaba una canción de cuna a sus dos pequeños bebés, una niña de tres años y un bebé de un año recién cumplido.
Los dos se durmieron en seguida debido al efecto de pasarse todo el día jugando y a la dulce voz de su madre.
-Bueno, ya se han dormido-notificó María a un hombre trajeado con aspecto sombrío. El hombre estaba sentado en la parte trasera del jardín sobre una manta verde. -Hace una noche preciosa- dijo- ¿Quieres ver las estrellas?
-Me encantaría- respondió ella con una sonrisa.
Ambos se sentaron y se cogieron de las manos. Sus mejillas se sonrojaron y se besaron intensamente.
-Hades, te quiero. María estaba más feliz que nunca. Tenía a un hombre al que amaba más que a nada, un hogar estable y dos hijos maravillosos. No quería que nada cambiase.
-Yo también te quiero- respondió Hades. Entonces levantó la mano y mostró a Maria un diamante que le ocupaba toda el puño.
-María, ni la estrella más brillante; ni el diamante más valioso se pueden comparar con tu belleza. Hades, en toda su vida inmortal, nunca había sido tan feliz. María le completaba. Ella le comprendía mejor que nadie, le quería de verdad (a diferencia de su esposa Perséfone).
-Oh, Hades- contestó María con lágrimas de emoción- ojalá el resto de los dioses te vieran como yo te veo.
-Ellos no me quieren- soltó el dios esperando que alguno de sus familiares le oyesen- Ellos me mandaron a la parta más fría, lúgubre e inquietante del mundo. Ellos me exiliaron del Olimpo sin importales lo que yo sintiera. Les daba igual que les ayudara con la guerra contra los titanes, nunca me consideraron uno de ellos. No se molestaron en comprenderme, en conocerme, en escucharme. En cambio tú sí. Hades tomó el rostro de María en sus manos, normalmente frías, sin embargo esa noche rebosantes de calor; y besó a María en sus labios de fresa. Esos labios dulces y suaves, que siempre saben que palabra decir para consolar al dios de los muertos. Algo que hizo en ese instante.
-Hades, no puedes seguir así-dijo María- Tienes que hacerte escuchar. Tienes que decirles a los dioses lo que sientes. Ellos lo entenderán. Y no lo harás solo. Yo estaré a tu lado.
-Me enfrentaría al mismísimo Tifón, si tú estás a mi lado.
Aquella noche, María y Hades hicieron el amor sobre el tacto de la hierba y bajo la mirada de las estrellas.
