¡Hello!

Heme aquí, con la entrega de este corto que se me ocurrió de repente en mi faceta loca. Desde ya hago la advertencia, no soy fiel al anime, tampoco a las actitudes, tienen rasgos pero no son iguales lo aclaro para que luego no hagan reclamos y malos comentarios.

Sin más los dejo disfrutar, hasta la próxima.

Se aceptan críticas constructivas, más no insultos.

Aclaraciones:

Narración.

— Diálogo —

Pensamientos —

Advertencias:

Universo Alternativo.

OoC en los personajes.

Situaciones sexuales implícitas-explícitas.

Personajes: Ranma | Akane.

Género: Romance | General.

Clasificación: T | M.


Primera vez.

"Cada uno de los movimientos de todos los individuos se realizan por tres únicas razones: por honor, por dinero y por amor."

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Bien, él no era un romántico empedernido, tampoco tan demostrativo. Sin embargo, no quisiera decir que no tuviera ciertos detalles, no meramente llamativos al punto de morirse, pero sí diminutos. Al punto de que enternecían, no solo por algo tan simple, si no simplemente porque era él quien lo hacía.

Recibirlo ya significaba más de lo que cualquier otro podría calcular. Aparte de que ver su hermoso y angelical rostro sonrojado por un pequeño detalle, para él era más que suficiente.

Preparó la habitación con esmero y minuciosidad, algunas velas aromáticas, sus llamas otorgaban a la habitación un ambiente romántico, misterioso y cálido. Los pétalos de rosas esparcidos por el suelo y la cama daban un detalle extra, pétalos que se deshojaron e hicieron añicos en cuanto cayeron en la cama presos de los besos apasionados y las caricias desenfrenadas.

— ¡Ah! — se quejó ella, sus ojos estaban cerrados y el entrecejo arrugado; se mordía los labios evitando soltar algún gemido quejumbroso.

— ¿Quieres que pare? — preguntó con un leve tono de preocupación en su masculina y profunda voz, erótica y ronca que la hizo estremecerse por su cercanía.

Ella negó, hizo presión en sus labios y trató de relajar su semblante.

— No… sigue… — pidió con voz frágil y un poco débil, realmente la situación era dolorosa y él se dio cuenta, dudoso e inquieto hizo otro movimiento.

Ella soltó otro quejido, aun más doloroso.

— Akane… — murmuró en un tono que demandaba atención y reprehensión, pero también preocupación.

No quería lastimarla, no quería hacerle daño… no más del que le había hecho ya en el pasado. No se lo perdonaría jamás.

— N-No Ranma… no te detengas… — solicitó, o más bien suplicó abriendo sus hermosos y grandes ojos avellana, estaban cristalinos.

Suplicantes y angustiantes, así le parecieron, él juntó sus cejas en un claro gesto de desaprobación y culpabilidad.

— Por favor… — musitó la peliazul, verla tan frágil le partía el corazón.

Sabía que ya habían llegado hasta ahí por una razón, ceder y entregarse a él era una gran prueba de amor, lo sabía. Podía parar, con tal de no lastimarla; pero también era consciente de que su prometida no lo tomaría como tal si no todo lo contrario.

Se tragó un suspiro y lo pensó de nuevo, sus ojos avellana lo miraban a la espera de una respuesta. Así que decidió acercarse y besar sus labios, lenta, suave y dulcemente.

— Relájate… — le susurró con voz enronquecida trasladándose hacia su cuello depositando esporádicos besos y succionando su piel enrojeciéndola un poco — Estás tensa… tienes que relajar las piernas… — le musitó succionando el lóbulo de su oreja estremeciéndola.

Era verdad, sus piernas y todo su cuerpo estaba tenso, él lo supo en cuanto se acomodó entre sus piernas e intentó penetrarla, se retraía, ya fuera por miedo o por instinto. Los músculos de sus piernas estaban tan templados como la cuerda de una guitarra y la presión que ejercía sobre sus caderas no mejoraba la situación.

Escuchó un gemido por parte de su prometida mientras se amamantaba de sus generosos senos, deslizó una de sus manos entre sus cuerpos hasta llegar a su monte de Venus… y ahí, debajo y unos centímetros se encontraba esa protuberancia carnosa y erecta.

Akane lanzó un gemido alto y arqueó su espalda en cuanto sintió las yemas de sus dedos tocar ese pequeño botón que le daba interminables descargas de placer, y sus dedos hacían magia estremeciéndola con un mero roce. Poco a poco sus piernas se fueron relajando junto al resto de su cuerpo, e hizo que las abriera un poco más, ayudaría un poco con lo que tenía planeado hacer.

Tuvo que volver al principio, acrecentar su excitación y hacerla olvidar lo que podría sentir, su prometida había enredado sus pequeñas manos entre sus cabellos azabaches y deshizo su trenza. Entonces supo que era el momento, y lo hizo…

La penetró de una sola estocada, ella gimoteó de dolor y placer al mismo tiempo, aunque sabía que en ese preciso momento predominaba más la primera. Sintió como le clavaba las uñas en los hombros y apretaba sus piernas alrededor de sus caderas en un gesto de claro rechazo.

— Lo lamento… — le murmuró cerca de los labios, más ella no dijo nada.

Tenía los ojos apuñados y los labios apretados, temiendo que los hiciera sangrar, sin embargo, no podía negar lo plácido que se sentía esa calidez alrededor de su miembro, la presión que amenazaba con hacer que se corriera al menor movimiento. Él también contuvo un jadeo, tuvo que contener el aliento y las ansias de embestirla inmediatamente.

Había esperado esto por tanto tiempo… que ya había perdido la cuenta de las veces que había soñado con su prometida en situaciones indecorosas, y otras de forma que las fantasías quedarían relegadas debido a la perversión de éstas.

Escasos minutos después, notó como ella dejó de hacer presión con sus labios, más mantenía sus ojos cerrados. La besó, lentamente y automáticamente ella correspondió, con ansia y pasión; fue como obtener su permiso para poder moverse.

Y así lo hizo, comenzó a embestirla gentilmente, no solo porque su estrechez era extrema, si no porque eso mismo provocaría el término de ese acto y no deseaba que fuese así. Haciendo acopio de su gran fuerza de voluntad y la física, se acopló a su húmeda y ajustada cavidad, calurosa como el sauna y placentera como ninguna otra cosa en el mundo.

Sus jadeos se confundieron con sus gemidos, apena aplacados por los besos hambrientos y ardientes, sus pieles recorridas por el sudor quemaban a la mínima fricción. Sabía que la cúspide del clímax estaba cerca, lo supo en cuanto Akane arqueó la espalda y la cabeza hacia atrás lanzando un grito placentero con su nombre, tuvo que sostenerla de las caderas ante el enorme temblor de su cuerpo mientras continuaba embistiéndola.

Enseguida, él la acompañó en ese delicioso orgasmo… soltó un gruñido profundo y gutural que consiguió que su prometida tuviera una repentina y extraña excitación. Cayó rendido sobre su pecho, sus cabellos azabaches se pegaban a su frente, sus respiraciones eran agitadas y podían escuchar el latir de sus corazones desbocados.

Akane contempló a su prometido, apenas podía sostenerse con sus brazos en un intento por no asfixiarla con el peso de su robusto y atlético cuerpo, en esos meses había ganado más musculatura debido a su rígido entrenamiento. Su piel morena bañada en sudor le otorgaba un atractivo que quitaba el aliento…

Instintivamente acarició su melena negra, Ranma levantó la cabeza y sus bellos ojos cobaltos se clavaron en ella, con un atisbo del brillo de la lujuria pero la sincera sonrisa le decía otra cosa. Se sonrojó ante la mirada penetrante que le otorgaba su prometido.

— ¿Estás bien? — sabía que la pregunta era tonta pero quería cerciorarse de que lo estaba, su tono aun era ronco.

— Sí… — mintió, aun le dolía un poco pero no tenía por qué saberlo.

Ranma le sonrió de nuevo y besó sus labios, amorosa y dulcemente. Todavía no podía creer que él fuera así, tan detallista y tierno, pero sobretodo, que lo tenía solo para ella. Aunque las demás prometidas no lo supieran, más no se tardarían en enterarse… ya lo habían hablado.

— Bien. — articuló él levantándose y saliendo de su interior con cuidado, cuando lo hizo, atisbó una pequeña mancha de sangre en la sábana blanca.

No pudo evitar sentirse culpable, sabía que se amaban pero aun así… no importaba. Pronto su consciencia dejaría de torturarlo por haberlo hecho antes de tiempo.

Se acomodó en la cama y atrajo a su prometida hacia su pecho, ésta descansó la cabeza y emitió un suspiro cansada mientras él los cubría con la sábana.

— ¿Cuánto tiempo más esperaremos? — inquirió Akane somnolienta.

— No mucho. — contestó el azabache acariciando los cortos cabellos de su prometida, y es que… había un factor más en juego… que sabía que daría su resultado en las próximas semanas — No mucho… — repitió.

— Uhum… — apenas alcanzó a contestar su prometida antes de quedarse profundamente dormida.

Ranma la contempló por un momento mientras dormía plácidamente sobre su pecho. Sonrió sin poder evitarlo, amaba a esa mujer, su mujer. Y pronto todos lo sabrían, solo tenía que esperar… solamente eso…

Instantes después él también cayó presa del sueño y el cansancio, con solo ese pensamiento en mente.

Esperar.