Hola mis queridos lectores y lectoras, este fic es mi regalo de San Valentín para todos ustedes, aunque lo subí un poco desfasado, lo siento. Como ya saben es un Seiya/Miho, últimamente me he sentido atraída por esta pareja, y esta historia es la continuación de mi fic anterior titulado "Huellas".

Los personajes pertenecen a Masami Kurumada, esta historia no persigue fines de lucro, sólo busca algo de romance :)

Cualquier similitud con personas reales vivas o muertas, o con otros fics es sólo coincidencia.

Este fic no es apto para diabéticos ni alérgicos al romance.

Chocolates para ti

Por Mel-Gothic de Cáncer.

San Valentín, un honmei-choco para Seiya.

Amar profundamente a alguien nos da fuerza. Sentirse amado profundamente por alguien nos da valor. (Lao Tsu)

Los días estaban realmente helados en Tokyo, incluso había caído un poco de nieve y los niños del orfanato se divertían jugando en el patio o en la calle, pero para Miho y Eris siempre había más y más trabajo, ya que algunos llegaban empapados hasta las orejas y había que ayudarles a secarse para que no se resfriaran, y otros ya estaban en cama con fiebre y dolor de garganta, teniéndose que quedar junto a ellos durante casi todas las noches para ver como evolucionaba la gripe.

Ese día en particular, habían amanecido con suerte ya que quedaba una niña enferma, pero no de gravedad, sólo debía hacer un poco de reposo, y una tercera muchacha que trabajaba con ellas la cuidaría. Ambas debían salir de compras con suma urgencia, y la razón era muy sencilla, faltaban dos días para el día de San Valentín, la fecha que llenaba de ilusión a todos los niños y niñas del orfanato porque se tenía la costumbre de realizar un desayuno donde se les repartía a todos chocolates, obsequio de la Fundación Graude.

En Japón el día de San Valentín comenzó a celebrarse a partir de 1936, cuando la empresa de dulces Morozoft inició la extraña costumbre de que las mujeres regalaran a sus novios, aspirantes a novios, esposos, amigos, compañeros de estudio o trabajo chocolates, a diferencia de los países de occidente donde las parejas suelen hacer un intercambio de regalos. La festividad con el paso del tiempo se transformó en una tradición a tal punto, que en las escuelas era motivo de frustración que un joven no recibiera un solo chocolate durante ese día, y además, se incorporó otra costumbre, un mes después del catorce de Febrero, aquellos hombres que habían recibido algún presente por parte de una dama, debían devolverle la atención con chocolates o algún otro obsequio, ese día se le conoce como el White Day.

Pero para los niños y niñas más pequeños, el catorce de Febrero era un día de intercambio de golosinas, y los benefactores del orfanato compraban chocolates para obsequiarlos a los pequeños que vivían ahí, de lo contrario se corría el riesgo de que no todos recibieran algún presente, y más de alguno quedaría con su corazoncito destrozado, como sucedió en un comienzo en las escuelas, cuando recién se adoptó esta forma de festejo. Por eso las dos chicas salían con un par de días de anticipación para comprar cajas de dulces y chocolates y hacer pequeñas bolsitas de papel atadas con listones de colores para entregarlas llenas de caramelos durante el desayuno de aquel día.

Y allí estaban, con los pies adoloridos de tanto caminar buscando buenos precios para sus compras. Cansadas decidieron hacer un alto antes de regresar al orfanato cargadas con cajas y bolsas de golosinas, y entraron a beber un chocolate caliente con galletas de miel a una cafetería.

- Es increíble, faltan dos días para San Valentín y la mayoría de las mujeres parecen andar desesperadas buscando chocolates finos o regalos extravagantes para sus seres queridos- comentó Miho probando una galleta de miel.

- Eso no me extraña, leí que una encuesta revelaba que lo hacen para que el regalo que reciban el White Day sea igual de fino y costoso que el que ellas dieron, y los comerciantes sacan provecho de ello, los precios de los dulces suben descaradamente en estas fechas, no tienen consideración- se quejó Eris bebiendo un poco de chocolate.

- Aún debemos llenar las bolsas de regalo para los niños con golosinas, y debemos preparar los giri-choco que debemos obsequiarles a los benefactores del orfanato, al señor de la pescadería, al de la verdulería al sacerdote…parece que no podremos dormir mucho estos días- suspiró Miho recordando además que debían hacer sus labores cotidianas como lavar, planchar, barrer, cocer, cuidar a los niños y jugar con ellos, por suerte había una cocinera que se encargaba de esa tarea, de lo contrario no serían capaces de tener todo en orden.

- Dime una cosa ¿Comprarás algo para Seiya?- preguntó traviesamente Eris, escondiendo una leve sonrisa tras su taza de chocolate y observando a su amiga.

- ¿Qué cosas dices? Yo…no lo sé- la muchacha comenzó a tartamudear tras aquella pregunta, y sus mejillas se había encendido por completo.

- No te sonrojes, eso es muy normal ¿Cuánto tiempo llevan saliendo? Desde que regresó por ti de Grecia han pasado casi dos meses- Eris continuó conversando relajadamente. Cuando se enteró de que el gran amor de su amiga había vuelto, puso atención a aquella relación, Miho se veía más contenta y llena de vida, todos lo habían notado, pero si él se marchaba de nuevo, ella estaba segura que la chica volvería a desmoronarse y quedaría hecha un mar de lágrimas, no podía permitir eso, pero tras un largo interrogatorio, logró confirmar que las intenciones de Seiya eran buenas y que todo iba muy en serio- ¿Le obsequiarás un giri-choco o tal vez un tomo-choco? O quizás un sewa-choco … ¿Lo comprarás o lo harás tú misma?

Sin embargo, Miho la escuchaba en silencio, estaba inmersa en sus propios pensamientos ya que no estaba muy segura de qué tipo de chocolate regalarle a Seiya. El giri-choco era aquel que se obsequiaba por cortesía a algún compañero de trabajo, a algún jefe, por ejemplo el director del orfanato y los benefactores que invertían capital en él para que funcionara, el tomo-choco era el chocolate de la amistad, lo regalaban con frecuencia los niños pequeños, y también se acostumbraba a regalar a las amistades más cercanas como Eris o Ritsu, la otra chica que trabajaba con ellas, pero Seiya era más que un amigo, ese no era el chocolate apropiado para él, el sewa-choco era para los agradecimientos, como al señor de la pescadería y al de la verdulería que siempre regalaban un poco más de lo que el orfanato requería para su despensa, además de darles alimentos frescos y a un buen precio, o la cocinera que siempre le guardaba algo de comida a Seiya, existía también un chocolate llamado fami-choco, que como su nombre lo indicaba, se obsequiaba a los miembros de la familia, pero eso era algo que Miho jamás había experimentado, no tenía padre, hermanos, ningún pariente, por eso el fami-choco prácticamente no existía en su vocabulario, por último estaba el honmei-choco, de sólo pensar en él, a la joven se le erizaba la piel, su corazón se aceleraba y sentía un nudo gigante en el estómago.

- ¿En qué piensas Miho?- preguntó Eris al percatarse que la chica no la estaba escuchando mientras parloteaba.

- Yo, sólo pensaba que quizás no le regale algo a Seiya este año- contestó con timidez.

- ¿Estás loca? Debes obsequiarle algo, entiendo que te parece un día consumista, pero tú si tienes a alguien a quien hacerle un regalo, piénsalo, volvió de Grecia y renunció a su armadura por ti, te visita todas las noches y hasta consiguió empleo, creo que de verdad quiere algo serio contigo, si no le entregas nada se decepcionará- comentó la joven alarmada, aunque solía quejarse del consumismo de esa festividad, era la primera en mirar chocolates, tarjetas con corazones, globos y cuanta mercancía se atravesara por su camino, luego de reprender a su amiga, se puso a fantasear en voz alta, recordando que hace poco había recibido una carta de Hyoga- Si pudiera enviar chocolates a Siberia ten por seguro que lo haría, pero no sé si a Hyoga le guste celebrar estas cosas, de todas formas ya lo decidí, dejaré de ser tímida, le envié una carta a principios de este mes donde me declaré, si todo sale bien llegará justo el catorce de Febrero y quizás me responda, pero si me rechaza…

Eris palideció de golpe, no había contemplado un "no" por respuesta a su carta.

- Si me rechaza haré el ridículo y perderé su amistad ¡debo recuperar esa carta!- dijo afligida.

- Tranquila Eris, si te rechaza al menos será sincero- Miho intentó calmarla pero la rubia bebió con rapidez su chocolate y se puso bruscamente de pie- ¿Qué harás?

- Paga la cuenta, después te devuelvo el dinero, debo ir al correo, si tengo suerte aún no la han enviado a Rusia- y más veloz que un rayo, Eris se esfumó de la cafetería en dirección a la oficina postal.

Miho sonrió pensando en lo soñadora y enérgica que era su amiga, incluso en la adversidad. Bebió su taza de chocolate y para su fortuna se encontró con Makoto, Akira y Jaco que regresaban de la secundaria rumbo al orfanato y le ayudaron con las bolsas y paquetes que ella tuvo que cargar.

El resto de la tarde transcurrió con aparente normalidad, Miho tuvo mucho trabajo que hacer especialmente porque Eris no aparecía y ella tuvo que arreglar las bolsitas de San Valentín para los niños sola, mientras Ritsu le ayudaba en los otros quehaceres.

- ¿Dónde se habrá metido? Espero que no esté en algún problema- pensó mientras terminaba de poner los listones de colores para atar las bolsas, luego aprovechó la ausencia de su amiga para envolver el chocolate que había comprado para ella. Aunque se debía regalar dulces a los hombres, Miho y Eris acostumbraban a intercambiar algún presente en agradecimiento por su mutua amistad.

Las horas siguieron pasando y nada se sabía de la chica. A las nueve en punto apareció Seiya como todos los días a visitar a su novia después del trabajo, porque ella le tenía algo de comer.

- ¿Qué sucede?- preguntó luego de besar a Miho en la frente.

- Salí con Eris esta mañana, pero fue al correo sola y aún no ha regresado- explicó ella con pesar mientras le daba algo de ramen.

- Tal vez decidió autoenviarse de regalo de San Valentín a Siberia- dijo el joven para tranquilizar a su novia mientras engullía los fideos.

- ¡Seiya, esto es serio!- le reprendió la muchacha.

- Mi respuesta también es seria, desde que regresé de Grecia tu amiga no ha hecho más que preguntarme por Hyoga todos los días- contestó Seiya mientras miraba su tazón de ramen vacío con cara de pena, y luego fijaba su vista en Miho para que le sirviera más comida.

Ella con un suspiro le dio otro poco, pero mientras llenaba el tazón, Seiya descubrió los chocolates para los niños del orfanato.

- ¡Ya compraron los chocolates! ¿Puedo comerme uno?- preguntó con ansias de probarlos.

- Seiya, son de los niños- le reprochó Miho- además, ya te serví otro poco de ramen.

- Pero yo también soy un niño, estoy sólo, no tengo papá, mamá, mi hermana murió, sólo te tengo a ti- el joven puso una expresión de profunda inocencia, de esas que convencen a cualquiera incluso a su novia.

- Esta bien, puedes tomar uno, pero sólo uno- hizo énfasis en lo último, pero ya era demasiado tarde, Seiya se había zampado cinco de un viaje y ya iba por el sexto chocolate.

- ¡Detente!- rápidamente le quitó la docena de chocolates que tenía en sus manos y los guardó bajo llave, o los niños se quedarían sin dulces.

- Sigues siendo una ingenua- se burló Seiya, quien había guardado un par de caramelos en su pantalón.

- ¡Y tú un tramposo!- la joven enojada por la actitud de su novio se cruzó de brazos y le dio la espalda.

- ¿Te enfadaste? Si te enojas te saldrán arrugas- dijo Seiya traviesamente tratando de mirarla a los ojos, pero Miho no le dirigía la palabra- Oye, no me trates así, sólo fue una travesura.

El joven insistió, pero ella no le hacía el menor caso y se puso a lavar los platos.

- Veo que te comieron la lengua los ratones- se quejó Seiya poniendo las manos en la nuca y columpiándose en la silla hasta que tuvo una idea, sacó unos cubos de hielo del congelador y sigilosamente los deslizó por el cuello de la blusa de Miho.

- ¡Seiya!- gritó dando un salto con la piel erizada mientras los cubitos resbalaban por su espalda.

- Sí, así me llamo, entonces no te comieron la lengua los ratones- rió divertido escapando del agua de la lavaza que la muchacha le estaba arrojando, al final, terminó con su camiseta y su abrigo empapado.

- Esta vez te pasaste de la raya, enfermaré y tendrás que cuidarme-

- Tú también te pasaste del límite- contestó ella con una leve sonrisa acariciando el cuello de su novio, sus bromas la sacaban de quicio pero también adoraba las reconciliaciones, se miraron fijamente por unos segundos en silencio, sólo escuchando sus agitadas respiraciones, el abrazo que los unía se hizo aún más estrecho, ella se empinó para quedar a la altura de él, sus labios estaban casi rozándose…y la puerta de la cocina se abrió bruscamente, la cocinera entró desesperada matando el momento y diciendo que la policía había llamado al orfanato porque habían sorprendido a Eris abriendo el buzón de la oficina postal y estaba detenida en la jefatura de policía.

Ambos preocupados fueron en su ayuda, y allí la encontraron llorando como una Magdalena por no haber podido recuperar la carta que envió a Siberia, y de hipo en hipo, les explicó que cuando el empleado de la oficina de correos se negó a ayudarla, abrió el buzón para impedir que llegara a su destino, pero para su desdicha ya había sido enviada y de pronto se vió rodeada de policías quienes la habían llevado detenida por violación a la privacidad de los usuarios del servicio postal.

Después de aclarar el asunto y pagar la fianza con la promesa de que Eris no volvería a entrar al correo, los tres regresaron para dar las explicaciones pertinentes en el orfanato. La joven se fue a dormir apenada por todo lo sucedido pero la posibilidad de ser rechazada por Hyoga le aterraba aún más. Miho y Seiya se quedaron un momento a solas, sentados bajo un frondoso árbol observando las estrellas.

- Desde que me fui a la mansión Kido cuando era niño, no volví a celebrar jamás el día de San Valentín- pensó él en voz alta- recuerdo que siempre comía mis chocolates y luego te quitaba los tuyos, entonces Seika me tiraba las orejas y te devolvía lo que no lograba engullir ¡Qué recuerdos!

Miho observó a su novio con ternura, aunque Eris tenía razón sobre darle algún presente ese catorce de Febrero, Seiya tenía una mente sencilla, tal vez sólo bastaba con llevarle unos chocolates y él quedaría muy feliz, quizás estaba exagerando al preocuparse tanto por el tipo de chocolate que quería obsequiarle pero también sabía que la razón por la cual no se atrevía a regalarle un honmei-choco era porque tenía miedo de "entregarle su corazón" y que luego se marchara a pelear otra vez dejándola completamente sola, o peor aún, que su relación no funcionara.

De pequeña siempre supo que el honmei-choco era aquel chocolate que se regalaba a un novio, futuro novio, esposo o al amor de su vida, y desde entonces se había hecho la promesa de entregar ese chocolate a una sola persona, a su verdadero amor. Pero este había desaparecido por catorce años, seis de entrenamiento en Grecia y otros ocho donde fue a pelear contra dioses malvados para proteger a la humanidad, al menos eso es lo que le había dicho, y aunque sonaba de locos y una chica normal no aceptaría tamaña excusa, ella le creía, pero por sobre todas las cosas, aún tenía grabadas a fuego en su mente las palabras que Seiya le dijo cuando regresó por ella: "aunque ahora por culpa de los años, no somos más que un par de desconocidos, no me marcharé nunca más", él tenía razón, eran unos perfectos desconocidos, volver a tenerlo cerca significó conocerlo de cero a pesar de haber sido grandes amigos de infancia, ese nuevo Seiya le gustaba, lo amaba con locura, pero tenía miedo de equivocarse, que él no fuera para ella, o que ella no fuera lo suficientemente buena para él.

- Seiya ¿extrañas tu vida de caballero en Grecia?- preguntó sin querer.

- ¿Por qué dices eso?- el joven la miró sorprendido, no esperaba que ella mencionara algo así. Notó la tristeza en sus ojos, no necesitó de muchas explicaciones para comprender lo que le sucedía, Miho aún tenía miedo de volver a ser abandonada- Era una vida muy sacrificada y bastante activa, no me arrepiento de haber sido un caballero de Athena, porque pude proteger lo que más amaba, a pesar de todo el sufrimiento por el que tuve que pasar, ahora sé que valió la pena porque estamos en paz, pude reencontrarme con Seika antes de que muriera, y los niños del orfanato y tú pueden estar tranquilos porque ya no habrá más guerras, ni nadie que quiera dañarlos abusando de su poder de dios, podemos vivir como nosotros lo elijamos, cumplí con mi deber aunque el precio que tuve que pagar fue mi niñez y el poder vivir con mi hermana, pero sabes, no extraño para nada el Santuario, tanta violencia me ha hecho valorar lo que tengo y disfrutar de mi presente, me gusta mi trabajo de jardinero en el parque Ueno, ese lugar me trae mucha paz y te tengo a ti, no puedo pedir más, me siento muy afortunado.

Al oír sus palabras Miho apoyó su rostro en el hombro de Seiya y tomó su mano con fuerza cerrando los ojos para no llorar, él la rodeo en un abrazo y acariciando su espalda la besó con ternura bajo el cielo estrellado y el mismo árbol que los acompañó en aquella despedida, cuando el partió a Grecia a cumplir su deber como caballero de Athena.

- Hace mucho frío, entremos, tienes que descansar mañana tendrás mucho trabajo y yo también, debo regresar a mi pensión- sonrió Seiya limpiando una lágrima rebelde que caía por una de las mejillas de Miho, la joven asintió y tomados de la mano entraron al orfanato.

Pero Miho no logró conciliar el sueño esa noche, la respuesta de Seiya había alegrado su corazón, debía obsequiarle algo el día de San Valentín, deseaba demostrarle que ella también era feliz teniéndolo a su lado. Con sumo cuidado se levantó de su cama y salió rumbo a la cocina sin despertar a Ritsu y Eris con quienes compartía la habitación, tomó un libro de repostería y buscó recetas para elaborar galletas de chocolate y cómo preparar un honmei-choco para su novio, mientras leía los ingredientes pensaba con entusiasmo en que ese sería el primer catorce de Febrero que pasarían juntos como pareja, después de tantos años de ausencia y como si el tiempo retrocediera recordó la última vez que habían estado juntos en aquella festividad.

"Seika estaba triste, sentada en un columpio con una bolsa de papel con chocolates totalmente intacta mientras los otros niños del orfanato jugaban y reían mientras intercambiaban golosinas, no podía sonreír, extrañaba a su hermanito y no sabía nada de él. Miho caminó hacia ella al verla tan sola, no quería que estuviera triste y de su pequeña bolsa sacó un chocolate y se lo obsequió.

- Seika, feliz día de San Valentín- dijo poniendo el dulce en su falda pero la niña no quiso aceptarlo- ¿Qué sucede?¿Te duele el estómago?

- Pensaba en Seiya, no sé nada sobre él y me pregunto si le habrán dado chocolates en ese lugar donde lo llevaron- ambas se quedaron en silencio, el chico siempre las alegraba cuando estaban tristes, su presencia les hacía falta, más aún a Seika quien desde que se había marchado no paraba de llorar. Miho la quería como una hermana mayor y quiso hacer algo para alegrarla o cuando menos la dejara más tranquila y así una extraña idea iluminó su cabeza.

- ¿Qué te parece si juntamos nuestros chocolates y se los llevamos a Seiya a la mansión Kido?- dijo con voz optimista.

- Pero recuerda que cuando fuimos a visitarlo no nos permitieron verlo- contestó la muchacha con voz grave.

- Tranquila, sé una forma de entrar a la mansión sin que se den cuenta los guardias y sin lastimarse con el cerco electrificado- dijo la pequeña decidida. Juntaron sus bolsas y armaron una sola de color blanco con un listón rojo, y Miho salió del orfanato corriendo. La mansión quedaba a media hora de caminata y se alzaba al final de una larga y empinada calle, cuando la niña llegó se escondió tras unos basureros cerca del lugar de ingreso de los vehículos que transportaban todo tipo de cosas para abastecer el enorme recinto de la familia Kido, tuvo que esperar un poco pero finalmente un camión que traía implementos de jardinería apareció, y mientras el chofer se identificaba la niña se trepó al vehículo por la parte de atrás sin que nadie lo notara.

Una vez dentro cuando todo parecía seguro, salió de su escondite y comenzó a buscar a Seiya. La mansión era enorme, no tenía idea de dónde encontrar a su amigo y mientras caminaba dio con un estanque artificial lleno de nenúfares, un brillo plateado llamó su atención y al acercarse vio en el agua una multitud de peces de colores anaranjados, amarillos, blancos y dorados.

- ¡Carpas Koi! ¿De verdad Seiya vive aquí?- pensó mientras sonreía al ver los peces y poniendo con delicadeza una de sus manitos en el agua, mientras que con la otra sujetaba la bolsa con chocolates.

- ¿Quién eres? ¿Por qué juegas con mis peces? Nadie te ha dado permiso- escuchó una voz tras ella, y con algo de vergüenza dio la vuelta con lentitud para dar explicaciones. Frente a ella había una niña de su misma edad, de cortos cabellos lilas, piel blanca como el marfil y hermosos ojos azulados, llevaba un vestido rosa como el de una princesa de cuentos de hadas, parecía una muñeca, se notaba que no era japonesa.

- Mi nombre es Miho y …busco a Seiya- dijo la pequeña con timidez.

- ¿Por qué lo buscas? Esta mansión es un lugar privado, las niñas de la calle como tú no pueden entrar- la niña quien no era otra más que la mismísima Saori se cruzó de brazos esperando una respuesta y entonces notó la bolsa que la desconocida tenía en sus manos- ¿Qué traes ahí? Te ordeno que me enseñes lo que guardas en esa bolsa.

- ¡No! Es para Seiya nadie más puede verlo- A Miho no le había agradado la actitud de esa niña y rápidamente escondió la bolsa tras ella.

- Yo soy la futura heredera de esta mansión niña, debes obedecerme, dame esa bolsa- ordenó Saori nuevamente, pero la pequeña no hizo el menor caso y le sacó la lengua.

- ¡No quiero!- bastaron esas palabras para que Saori se enfadara, nadie le levantaba la voz, y empujando a Miho intentó quitarle la bolsa. Ambas terminaron rodando por el suelo, una defendiéndose con uñas y dientes y la otra intentando arrebatarle lo que traía en sus manos. En ese preciso momento por arte de magia aparecieron Seiya y Jabu quienes al ver la situación corrieron a separar a las niñas antes de que Tatsumi o cualquier empleado se enteraran de la trifulca y los castigaran.

- ¡Miho! ¿Qué haces aquí?¿Cómo entraste?- preguntó el pequeño Seiya al ver a su amiga.

- ¡Seiya! Seika está preocupada por ti y te envió unos dulces del orfanato por ser el día de San Valentín- contestó la niña buscando la bolsa con los chocolates mientras aguantaba el dolor de las magulladuras que se hizo peleando con Saori- ¿Dónde están los chocolates?

- ¿Así que eso traías?- la voz de esta última los interrumpió, ella también estaba magullada, con el cabello y el vestido sucio y revuelto.

- ¿Qué tiene en esa bolsa señorita Saori?- preguntó Jabu con curiosidad, no entendía muy bien de qué se trataba todo ese alboroto.

- Son chocolates que trajo esta niña huérfana para Seiya- dijo con desprecio- para tu información hoy mi abuelo les dio una barra de chocolate importado a todos los niños de esta mansión, no vuelvas a traer estas porquerías de mala calidad nunca más.

Tras decir esas palabras tan crueles, Saori rasgó la bolsa dejando caer los chocolates que Seika y Miho habían reunido con tanto cariño para Seiya y los aplastó con sus pies.

- ¡No hagas eso!- Miho con lágrimas en sus ojitos intentó proteger los chocolates, pero Jabu la detuvo, no tenía ánimos de hacerlo, ver a Saori destruir esos chocolates le parecía un crimen, pero si algo le sucedía, cualquier rasguño serían severamente castigados.

- ¡Jabu suéltala, ya basta! ¡Y tú deja de hacer llorar a Miho!- gritó Seiya- el chocolate que nos regaló tu abuelo tenía un sabor horrible, no lo quiero.

Sacando la barra de chocolate de su bolsillo, caminó hasta el estanque y comenzó a arrojar trozos de chocolate al agua.

- Tomen peces, feliz día de San Valentín- decía mientras destrozaba la barra.

- Eres un maleducado, esos chocolates le costaron mucho dinero a mi abuelo-regañó Saori- llamaré a Tatsumi.

- No le haga caso señorita, el tonto de Seiya es un malagradecido no está a su altura, no pierda su tiempo con él- Jabu intentó detener a la niña, él estaba agradecido con el señor Kido por haberlo sacado del orfanato, por eso siempre accedía a todos los caprichos de Saori y la defendía, pero verla aplastar esos chocolates mientras hacía llorar a esa niña extraña le parecía lo más bajo que le había visto hacer, y si acusaba a Seiya con Tatsumi el también tocaría parte del castigo- le daré mi chocolate si usted quiere.

- ¿Me lo darás? Está bien, lo quiero ahora- Jabu se fue con Saori a buscar el chocolate para entregárselo, mientras que Seiya veía a Miho recoger los pedazos que estaban en el suelo junto con la bolsa rasgada.

- No llores Miho- intentó consolarla, pero la niña no paraba de hacer pucheros y recoger trocitos de chocolate con la esperanza de encontrar alguno a salvo.

- Seika y yo habíamos reunido estos chocolates para ti, ella te extraña-

- ¿Mi hermana?- el niño al ver la bolsa rasgada recordó que ese día regalaban dulces en el orfanato, y al verlos destrozados una gran pena lo invadió, buscó entre ellos y encontró uno que no había sido destruido por Saori, lo tomó y lo limpió- Mira, este está intacto.

- ¡Es verdad!- Miho abrió sus pequeños ojos con sorpresa al ver el corazón de chocolate que Seiya había encontrado, el niño lo partió en dos partes iguales y se llevó una a la boca, la otra se la entregó a la niña.

- Ten, cómelo, es lo menos que puedo hacer después que Seika y tú se esforzaron tanto para traerme estos chocolates, dile que estoy bien y que haré lo que sea para volver a reunirnos pronto- con una enorme sonrisa tomó las manos de Miho dejando en ellas el trozo de chocolate- ahora debes irte o Saori le pedirá a Tatsumi que libere a los perros.

Miho guardó el chocolate con cuidado para que no se derritiera, salió lo más pronto que pudo de la mansión y corrió hacia el orfanato en donde le dio a Seika el mensaje de Seiya y también compartieron el trozo de chocolate que él les había dado.

- Ese día, tú fuiste quien nos obsequió un trozo de tu corazón a Seika y a mí, ahora es mi turno para entregarte el mío- Miho al fin se había convencido de regalarle un honmei-choco a su querido Seiya.

Al día siguiente salió muy temprano a comprar todo lo que necesitaba para las galletas y el chocolate, y en la noche después de terminar sus deberes, y de la visita de su novio, puso manos a la obra y se encerró en la cocina a preparar su regalo, al amanecer del día 14 de Febrero, Eris entró a la cocina para preparar el desayuno para Ritsu, Miho y ella, encontrando a su amiga dormida junto a una bolsa de papel blanca atada con un listón rojo que contenía galletas y un enorme corazón de chocolate, un honmei-choco.

Aquel día de San Valentín fue como siempre divertido para todos los pequeños del orfanato, hubo dulces y muchos juegos, todos disfrutaban de eso menos Eris quien temblaba a cada momento cuando oía sonar el teléfono pensando que se trataba de Hyoga llamando para rechazarla. Después del almuerzo, mientras le daba una probadita a los chocolates que le habían regalado Miho y Ritsu, apareció el cartero quién traía algo para ella, comenzó a darle taquicardia de solo pensar que era una carta del joven Caballero del Cisne pidiéndole no escribirle más porque no era correspondida, pero el señor le entregó un sobre muy familiar, de hecho era la misma carta que le había enviado a Hyoga, pero sin abrir, el cartero le dijo que no habían logrado dar ni con la persona ni con la dirección en Siberia y enviaron la carta de regreso.

- ¡Qué alivio!- pensó, pero un par de horas después nuevamente estaba en el idilio de qué hubiera pasado si Hyoga hubiera leído la carta, quizás no iba a rechazarla y a lo mejor si correspondía a sus sentimientos y ahora se quedaría con la duda.

- Pero si esta mañana tenías pánico de ser rechazada por él- le recordó Miho, sin embargo Eris se seguía lamentando.

- Lo sé, pero estar con la incertidumbre es mucho peor ¡si Hyoga estuviera aquí!- otra vez la chica comenzó a soñar despierta- Si él estuviera aquí, lo invitaría a pasar y le ofrecería un poco de té, y cuando tome asiento le daría este chocolate que le hice con toda mi ardiente pasión- decía llena de emoción, sacando un chocolate que efectivamente había hecho para obsequiárselo al ruso.

- Estás exagerando Eris ¿Crees que ese chocolate dure hasta que Hyoga regrese algún día?- preguntó Miho con curiosidad.

- ¡Claro que sí! Si nuestro amor es puro y verdadero como yo creo que es, no importa lo mucho que tarde, este chocolate sobrevivirá- dijo la chica con determinación- cuando él entre por esa puerta, lo estaré esperando con este corazón que representa todo lo que siento y le diré "Te amo Hyoga".

Tan eufórica estaba Eris dramatizando su gran declaración, que no se dio cuenta cuando Seiya abrió la puerta de la cocina y entró en compañía del mismísimo Hyoga quien escucho todo el discurso cursi de la rubia y se había puesto completamente de color rojo.

- Pareces semáforo- se burló Seiya, y Eris al salir del mundo de sus sueños, se encontró frente a frente con el Caballero del Cisne. Su cuerpo se paralizó por completo.

- ¿E-es-cu-chaste to-todo?- tartamudeó mientras Hyoga asentía tan tieso como había quedado la joven, pero Seiya no se pudo quedar callado.

- Y quien no, gritabas tan fuerte que se escuchaba desde más de dos cuadras-

- ¡Noooo!- Eris avergonzada se cubrió el rostro con sus manos y salió corriendo de la cocina. Hyoga observó el chocolate que ella había preparado para él, lo tomó y corrió tras ella.

- ¡Eris, espera! ¿Es verdad lo que dijiste en la cocina?- pudo preguntar al fin cuando logró alcanzarla junto a la parada del autobús. Eris bajó la mirada, sus mejillas estaban sonrosadas y le ardían. Tomó aire por unos segundos, de nada servía huir y armándose de valor fijó sus ojos en los de Hyoga y respondió.

- Así es, siempre he estado enamorada de ti, desde que me salvaron de esa mujer que se metió en mi cuerpo, pero tenía miedo de que me rechazaras o te alejaras de mi si te lo decía y por eso no me atrevía a decir lo que siento-

Hyoga sonrió con ternura, acarició un rizo del cabello de Eris que caía en su frente, y acercándose a ella depositó un suave beso en sus labios.

- Me alegra que sientas eso por mí, en todos estos años no he dejado de pensar en ti pero también tenía miedo de que me rechazaras, por eso cuando recibí tu carta en Siberia no me atreví a abrirla, creí que tenía malas noticias como una invitación a tu boda, que tonto fui, por eso la envié de regreso al correo para que te la devolvieran, después me arrepentí, fui a buscarla y ya venía de viaje a Japón, decidí venir para recuperarla antes de que llegara a ti-

- ¡Hyoga!- Eris no podía creer lo que escuchaba, llena de alegría se abrazó al joven, después de mucho tiempo, surgía una oportunidad para que pudieran estar juntos.

- Veo que todo está bien- Miho los observaba desde lejos. Preocupada por su amiga había salido a buscarla y se llevó una grata sorpresa al verla junto a Hyoga besándose mientras atardecía.

- Te lo dije, no había de qué preocuparse, mejor nos hubiéramos quedado en el orfanato para pedirle a las niñas que me regalaran un chocolate- Seiya venía tras su novia con los brazos cruzados, pero al ver la novedad de Hyoga y Eris cambió de opinión- ¡Vaya! Debí traer mi cámara para sacar unas cuantas fotografías.

- ¡Seiya! Ya vámonos- Miho lo tomó del brazo y se lo llevó para dejar a la pareja en paz. Ambos caminaron tomados de la mano hasta llegar a la playa donde un par de meses antes se habían reencontrado.

- ¿Por qué me traes aquí? No hay chocolates, sólo arena- se quejó Seiya medio en broma.

- Eso es lo que tú crees- sonrió Miho sacando la bolsa que llevaba de regalo para Seiya- Cuando regresaste me dijiste que por estos años de ausencia éramos unos desconocidos, aun así volviste por mí a pesar de ser una completa extraña, no te negaré que tengo miedo de que vuelvas a marcharte, pero confío en ti, porque te amo, y por eso Seiya quiero que sepas que mi corazón desde ahora en adelante te pertenece para siempre, feliz San Valentín-

La joven entregó el presente a Seiya, y este sorprendido lo abrió de inmediato encontrando las galletas y el honmei-choco, ese que se entregaba a alguien muy especial, a aquella persona a quien una mujer estaba dispuesta a amar para toda la vida.

- Gracias, Miho- Seiya la abrazó con fuerza y la besó con pasión, ese chocolate significaba mucho para él, era la prueba irrefutable de que ella había perdonado su abandono y que estaba dispuesta a seguir con él hasta el final.

Aquella noche, en su pensión, Seiya estaba feliz comiéndose las galletas de chocolate, el honmei-choco lo estaba guardando para después de terminárselas.

- Te va a dar indigestión- reclamó Hyoga quien compartía la habitación con él.

- No puedo evitarlo, los dulces que prepara Miho son sabrosos- contestó llevándose ocho galletas a la boca al mismo tiempo- ¿Qué te sucede? Ya tienes novia, deberías estar feliz y no como amargado preocupándose de lo que como.

- Lo estoy- contestó Hyoga mirando el techo.

- Pues con esa cara que tienes lo dudo- se quejó Seiya.

- Tengo que decirte algo, no vine solamente por Eris a Japón. Me enviaron del Santuario, Athena desea que todos sus caballeros estén junto a ella, por eso me enviaron para llevarte de regreso, pero tranquilo tienes un mes para tomar una decisión-

- ¿Un mes? ¿De qué demonios estás hablando? Yo renuncié, no regresaré- protestó el joven.

- Un mes es el tiempo que me tomaré de vacaciones mientras estoy en Japón, no tenemos nada más que discutir, buenas noches- y dándole la espalda el Caballero del Cisne se quedó dormido. Seiya molesto se preguntaba qué haría, él había tomado ya su decisión cuando se fue del santuario para siempre y quería estar con Miho, si regresaba, quizás a ella la aceptarían con él, pero no deseaba una vida como la mujer de un caballero de Athena para ella.

- ¿Por qué justo ahora que empiezo a disfrutar de una vida sencilla, quieren hacerme regresar?-

Continuará…

Espero les haya gustado, el próximo capítulo lo subiré el White Day, 14 de marzo ;) ese será el final.

Un saludo especial a mis queridas amigas Inatziggy Stardust, Alyshaluz, Fabiola Brambila, y June Star este fic va de regalo para ustedes por el día de San Valentín, y también para Saint Lu, sé que no te gusta el Seiya/Miho pero hay un Eris/Hyoga implícito. Saludos y nos leemos ;)