DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Twilightholic-Tanya. Yo solo me adjudico la traducción.

Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)

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Capítulo uno: Memoria

6 de junio de 2012

La suave piel contra mi mano estaba molestándome. Traté de moverla, pero obviamente malinterpretaron mi reacción. Me la apretaron y pude escuchar un suspiro de alivio. Gemí.

¿Era mi madre? ¿Por qué estaba viéndome dormir? Mejor aún, por qué estaba en mi apartamento. Tendré que cambiar las cerraduras. De nuevo.

Me giré un poco y sentí la dura textura de la sábana bajo la mejilla. Esta no era mi cama. Un bajo pitido comenzó a sonar en mi cabeza. Mientras todos los sonidos extraños comenzaron a sonar en mi mente, el pitido se hizo más fuerte, sacándome de mis perezosas fantasías acerca del hogar y las nuevas cerraduras.

—Ssh, ssh, Bella, cariño, está bien. Está bien, ssh —trató de consolarme la suave y extraña voz. Definitivamente no era mi madre. El pitido se aceleró, imitando el ritmo de mi acelerado corazón.

—¿Por qué no puedo abrir los ojos? —gemí, sintiendo el peso de los párpados. La voz se rio. Me gustó el sonido, demasiado.

—Puedes hacerlo —dijo él.

—Si pudiera, lo haría —murmuré, debatiendo el dormir de nuevo. Él rio de nuevo y sonreí mientras el pitido se atenuaba y me sentía sucumbir al sueño que aún estaba enredando sus suaves zarcillos a mi alrededor.

—Abre los ojos, Bella —dijo la voz. Traté y los sentí cerrarse de nuevo. No. Puedo hacer esto. Puedo hacer esto.

Lentamente abrí los párpados. Me tomó un momento porque de repente sentí como si cada una de las pestañas pesara un kilo. Pero cuando finalmente lo hice, fui recompensada con un premio mucho mejor que la parte de atrás de mis párpados.

La voz, esa maravillosa y suave voz, pertenecía a un rostro igualmente tentador.

—Ahí estás —susurró y sonrió con alegría. El pitido comenzó a sonar sin control. Él miró por encima de mí y rio.

—¿Ese es mi corazón? —pregunté, notando como era más que una coincidencia que el pitido imitara el ritmo de mi corazón.

—Sí —contestó él.

—Rayos. Eso es vergonzoso —dije, mi filtro se había ido por completo.

Él se rio de nuevo y me miró. Sus ojos de repente estaban tristes.

—¿Quién eres? —pregunté. Sus ojos se ensancharon y retiró su mano de la mía. Huh, ahora la extrañaba.

—¿Q-qué dijiste? —tartamudeó. El corazón me comenzó a latir con fuerza al ver su pánico. ¿Por qué estaba tan asustado? Y ahora que estaba en ese tema, ¿por qué estaba en el hospital?

—¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —gemí, tratando de sentarme. Él puso su mano en mi hombro con ligereza.

—No, no, descansa. No deberías levantarte. ¿Sabes quién soy? —preguntó, pasando una mano por su hermoso cabello cobrizo. Realmente me gustaba su cabello. De repente sentí el deseo de tocarlo.

—No, pero eres muy hermoso —contesté. Mierda, esa no era yo. Tenían que ser las medicinas. Me estaban dando medicinas, ¿verdad? Por la apariencia, tenía que estar en una habitación de hospital.

Él sonrió, pero el sentimiento no llegó a sus ojos.

—Iré a buscar al doctor.

Y con eso, se retiró.


—¿Recuerdas qué pasó? —preguntó el doctor Cullen (como se había presentado). Sacudí la cabeza.

»Hmm, ¿recuerdas tu nombre? —preguntó el doctor, apuntando con una linterna a mis pupilas. Seguí la luz y contesté su pregunta.

—Isabella Marie Swan, pero prefiero Bella.

—Bien, bien. ¿Puedes decirme tu fecha de nacimiento y edad? —preguntó, pasando a revisar el otro ojo. Suspiré.

—19 de septiembre de 1985. Tengo veinte años —respondí. El apuesto doctor miró al apuesto hombre en mi habitación. Era un doctor muy guapo. Su cabello era rubio dorado. El color que solamente ves en las películas de Disney y sus ojos eran de un color azul y brillaban cuando la luz los tocaba. Él sonrió y me di cuenta de que se parecía…

Miré al hombre.

—¿Son familia? —pregunté al apuesto y joven hombre en mi habitación. Él sonrió.

—El doctor Cullen es mi padre —contestó.

—Oh.

—Bella, ¿puedes decirme el mes y el año? —preguntó el doctor Cullen, dejando su pequeña linterna en el bolsillo de su chaqueta.

—Uh… 2005. —Traté de recordar el mes pero no pude. Estaba en blanco. Lo miré con temor en los ojos. ¿Por qué no podía recordar el mes?

—Es 6 de junio, Bella —dijo con suavidad. Asentí. Sí, de acuerdo, de acuerdo, eso tenía sentido. Supongo. Dios, no tenía idea. Él pudo haberme dicho que era diciembre y yo le hubiera creído.

»Bella, voy a decirte unas noticias que pueden parecer alarmantes pero te aseguro que no hay razón para el pánico. ¿Comprendes lo que digo? —preguntó. Asentí.

»Bella, estuviste en un accidente de auto ayer por la mañana. Tuviste una contusión, además de golpes en las costillas y una torcedura en la muñeca. Estabas inconsciente cuando llegaste, pero además de la contusión, estabas prácticamente ilesa considerando lo aparatoso del accidente. Sin embargo, parece que padeces de cierta pérdida de memoria, lo cual no es raro considerando tus heridas. El cerebro tiende a sanar solo y cuando sucede un trauma repentino, toma el asunto en sus propias manos, por decirlo de una manera —explicó el doctor Cullen. No comprendí.

—Espere… ¿pérdida de memoria? ¿A qué se refiere? —pregunté. Mi memoria estaba bien, además del hecho de que había olvidado el mes.

—Bella, estamos en el 2012 —habló el hombre a mi lado. Me giré para mirarlo. Definitivamente tenía que estar bromeando.

—¿Qué? —casi chillé. Esos eran… esos eran siete años. Siete años de mi vida estaban faltando en mi mente. No había nada para llenar el vacío. Nada. Eso no podía ser posible. Sentí las lágrimas picarme los ojos.

—Bella, necesitas calmarte. La pérdida de memoria no significa que sea permanente. En cualquier momento puedes recuperarla. Puede ser de golpe o pequeños recuerdos a la vez —trató de explicar el doctor Cullen.

—¿Qué pasa si no la recupero? ¿Eso puede pasar? —pregunté, sintiendo las lágrimas correrme por las mejillas.

El doctor Cullen compartió una mirada con su hijo, su rostro se ensombreció.

—Uh, eso es posible, sin embargo, es extremadamente raro que nada regrese —dijo, luchando con las palabras. Reprimí un sollozo y salió como un jadeo.

El hombre a mi lado trató de consolarme pero me alejé de él.

—¿Quién eres? —pregunté, mis palabras sonaron rudas y asustadas. Él se alejó.

—Soy Edward Cullen —dijo. Ese nombre. Conocía ese nombre.

—¿Cómo me conoces?

Él miró al doctor Cullen. Mis ojos también se fueron hacia él. Él asintió ligeramente y miré de nuevo a Edward.

—Soy tu esposo.


¡Comenzamos con una nueva traducción!

Esta es una historia que ya teníamos ganas de publicar y espero que nos acompañen en este nuevo viaje :D

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Muchas gracias a las que, nuevamente, nos acompañen y a Yani, por estar conmigo una vez más :3

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¡Por ahora me despido, pero nos leeremos muy pronto!

xx