La trama es mía, se prohíbe su copia, y los personajes de Crepúsculo pertenecen a Stephenie Meyer.
Bienvenidas las que no habían leído. Este es mi primera historia publicada en y la estoy editando, para las que ya me leyeron, muchas gracias.
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1. Pinceladas
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Me arden los talones de los pies, hoy me he puesto botas y he caminado mucho.
Llegué al instituto de arte y en el ascensor se subió un grupo de niñas con un estatus social mucho mas elevado, no se porque me molesta su presencia siendo que no las conozco, pero es algo extraño, va en mi no tenerles mucha estima aunque sé que eso no esta bien ya que no debería juzgarlas sin conocerlas. Es extraño pero, ¿Cuándo algo ha sido normal en mí?
Después recordé que fuera de este instituto yo también era como una de esas niñas, no igual, pero monetariamente parecida. Suspiré.
Entré rápidamente a la sala D, donde el profesor Ítalo nos enseñaba pintura, y noté como el grupo de alumnos que se quedaban rezagados en la entrada me quedaba mirando más de lo normal. Esta bien, sé que soy extraña, sé que piensan que soy extraña, aunque quizás creen que no lo sé, pero lo sé cuando en sus miradas puedo notar la incredulidad al ver que una persona se siente sola durante toda una clase que lleva mas de ocho meses en ejecución, rodeada de sillas vacías mientras todos los demás están en grupo conversando y prestando atención. Así soy yo, pero este día había algo especial, se me quedaban mirando más que de costumbre, los hombres con incredulidad y sorpresa y las mujeres con desdén. Estaba acostumbrada a eso, así que como acto maquinal bajé mi rostro para que mi cabello formara una cortina entre ellos y yo. Pero esta no llegó.
Ahí fue cuando recordé que había sujetado mi cabello en una coleta alta debido a la sorpresiva ola de calor de treinta grados que azotó a la ciudad hoy, muy poco habitual en fines de noviembre, y mas extraño en la ciudad de Washington. ¿Será por eso que me miran más que de costumbre? Que una persona que lleva siempre el cabello suelto y cubriéndole el rostro lo cambie por una coleta no significa que sea algo como para quedarse pegado mirándole.
Y las voces e imágenes difusas me golpearon como ya se estaba haciendo costumbre desde hace algún tiempo:
« Me gusta mas cuando recoges tu cabello o lo apartas de tu rostro, así puedo ver lo hermoso que es ».
Nuevamente escuché esa hermosa voz aterciopelada que solo aparecía en mi mente. Al igual que siempre que la escuchaba, como acto reflejo una sensación de vacío se apoderó de mi y se me llenaron los ojos de lagrimas que pedían desbordarse.
No, no tenía esquizofrenia como para escuchar voces, ya que esta era una sola voz que nunca me había incitado a hacer nada bueno o malo, además podía ser muy artística, pero mi mente ni chiflada imaginaria una voz varonil tan hermosa. Había que decirlo, era hermosa.
Esa voz me daba la sensación de antigüedad, de que esas palabras habían sido parte de un hecho pasado, es como si pudiese recordar solo partes de un dialogo mas un flash de imágenes relacionadas a él, entre ellas la de unos ojos verde esmeralda, que estaba segurísima que correspondían al dueño de esa voz. Era una sensación extraña de deja vu.
Pero la parte mala de todo esto era la sensación de vacío e impotencia con la que me quedaba luego de escuchar esa voz o ver esas imágenes. Vacío, porque comenzaba a sentir una añoranza por esa voz, por lo que me pudiese estar recordando, por lo que hubiese estado pasando en aquel dialogo, e impotencia, por no poder recordar nada por mas empeño que le pusiera. Además esto no era normal.
El sonido de la puerta cerrándose me alerto de que el profesor ya había llegado, y tan rápido como llegó nos dio las indicaciones para que comenzáramos una pintura libre con óleo en los lienzos.
Miré mi blanco lienzo esperando que ha mi mente llegara alguna gota de imaginación, cerré los ojos y me dispuse a pensar cuando llegó nuevamente:
« ¿Te gusta? es para ti, es para nosotros. ».
La misma voz suave como el terciopelo volvió a surgir en mi mente, pero esta vez con una gota de nerviosismo.
Como de costumbre los ojos se me aguaron y mi mano se movió involuntariamente hacia lienzo. La sensación de vacío me embargó, pero a medida que iba moviendo mi mano y haciendo pinceladas en el lienzo, se fue disipando hasta ser remplazada por una nueva y extraña emoción de bienestar.
Casi al final de la hora, ya tenía prácticamente terminada la pintura de una hermosa casa de campo junto a un árbol con hojas anaranjadas por el otoño. Y volvió a aparecer:
« Es hermosa amor, gracias » esta vez la voz era la de una mujer, caí en pánico cuando me di cuenta que era mi voz « lo que sea por ti, mi vida » y la ya conocida voz aterciopelada fue la que me respondió, o mas bien respondió a la voz parecida a la mía.
La voz fastidiosa del profesor me saco de mis pensamientos:
— ¿Qué es eso Isabella? — no me caía bien el profesor, a veces notaba que se me quedaba mirando mas de la cuenta, y no solo a mi sino que también a varias jóvenes. Era escalofriante.
— ¿Una casa? — dije aburrida.
— No quieras ser graciosa niña, me refiero a ¿Por qué pintaste eso? — Dijo con reproche —, es tan común, pensé que tenias mas imaginación. —ahora estaba hablando lo suficientemente alto como para que todos quedaran en silencio y escuchando.
— Usted está aquí para revisar mi técnica, no para comentar sobre mi imaginación. — ¿Quién se creía? Viejo gordo, maloliente y calvo.
— Bueno, veamos tu técnica, — dijo con burla en la cara — ¿Qué técnica usaste? ¿La técnica del charco de lodo? — todos rieron mientras yo empezaba a guardar mis cosas. Él era el puerco que se iba a ahogar en un charco de lodo. —. Si quieres que sea mas justo podemos preguntar — miró a su alrededor — ¿Stanley, que le parece la técnica usada por la Srta.? Swan?
— Creo que hubiese quedado mejor si lo hubiese pintado un chimpancé. — Jessica Stanley era una rubia teñida e idiota que no sabia dibujar siquiera un circulo, pero permanecía en la clase por que a ella no le parecían escalofriantes los comentarios y miradas del profesor como a mi.
— ¿El mismo chimpancé que pinto tu cara, idiota? —dije yo lo suficientemente fuerte como para que todos quedaran en silencio y Jessica me mirara con furia para luego pararse y dirigirse hacia mi.
— ¿Dijiste algo estúpida? — dijo con su voz chillona mientras tomaba mi bolso azul con las pinturas y mi lienzo.
— Piérdete —dije bajo y acercándome a su sobrepintado rostro.
Me fui directo a secretaria ignorando los llamados insistentes del estúpido profesor.
Los ojos se me llenaron de lágrimas, como siempre ocurría cuando escuchaba aquella voz y cuando ocurrían injusticias, y las lágrimas de ahora eran por esto ultimo.
El profesor Ítalo, era un hombre gordo, pequeño, maloliente y calvo. No tenía nada que ver como el profesor de pintura de mi imaginación, ni siquiera sabia si en realidad sabia pintura. Ítalo era conocido entre los alumnos por su actitud humillante y burlesca hacia ellos, o por lo menos hacia los que tenían mucho talento — mucho más que el — y hacia las chicas que no correspondían a sus miradas o insinuaciones. Yo lamentablemente estaba en los dos casos.
Si bien nunca aceptaría nada de lo que el depravadamente me ofrecía, también tenia un gran talento para la pintura, talento que era de familia y que Ítalo no podía soportar al ver que una alumna que aparte de rechazarlo, lo superaba en creces. No era pagada de si misma, pero a veces pensaba que hasta Stanley lo superaría algún día.
Mi familia era la dueña del instituto pero aquí, por petición mía, nadie lo sabia, solo Inger, la directora del instituto.
El talento mío, como dije antes, venia de familia. Mi madre, Reneé era la fundadora del instituto, una gran pintora y mi padre Charlie, era un conocido escultor. Ambos murieron en un accidente de coche cuando yo tenía diecisiete años y estaba saliendo de la escuela, pero yo no sabía que ellos tenían preparado todo en caso de una posible tragedia.
Inger, la hermana y socia de mi madre, quedó a cargo del instituto hasta que yo me pudiese hacer cargo, cosa que aun a mis veinte años no había querido hacer ya que sabia que ella era una buena persona que no llevaría el instituto a la ruina porque también era su sueño. Ella muchas veces me había ofrecido un puesto en el instituto, pero yo nunca quise. Primero, porque seria revelar mi parentesco con los fundadores del instituto, segundo, gracias a mis padres y a dios no necesitaba el dinero, ya que mis padres me habían dejado la casa y todo lo que tenían a nombre mío y suficiente dinero como para pagar la universidad de mis nietos. El único cargo que acepté fue el de alumna.
Se preguntaran ¿Por qué no denuncié a Ítalo antes? Simplemente porque fui lo bastante estúpida como para esperar que cambiara y le llegara una avalancha de arte que lo dejara como un profesor de pintura normal. Estúpido por parte mía.
Empujé la puerta de la secretaria y pasé rápidamente a dirección ignorando a la secretaria que pedía que me detuviera. Hoy no le haría caso.
Y nuevamente su voz suave:
« Pareces una gatita enojada, me gusta mucho cuando luchas por lo justo linda»
La forma dulce en que dijo las cosas me dejo algo atontada ¿Qué me estaba sucediendo?
La tía Inger se encargo de sacarme de mis musarañas.
— ¿Sucede algo hija? — dijo la voz dulce de mi tía Inger.
Inger era una mujer algo robusta, pero muy hermosa, con su cabello negro que caía en ondas por su espalda, su piel blanca de porcelana y sus ojos negros enmarcados con gruesas y largas pestañas. Decían que yo me parecía mucho a ella, solo que tenia el cabello castaño, ojos chocolate y era delgada.
— Sucedió una injusticia — dije soltando mi bolso y mi lienzo, y apoyando las manos fuertemente en el escritorio de ella. Mi tía Inger soltó una risa — ¿Qué es lo gracioso?
— Te pareces tanto a mi hermana cuando le sucedía alguna "injusticia"— dijo riendo y rodando los ojos, yo bufé —, totalmente iguales, pero cuéntame linda ¿Qué sucedió? Nunca te quejas del instituto.
— Veras tía, lo que te tengo que decir es serio y tu sabes que no mentiría con algo así. — dije ahora mas calmada y sentada en una silla frente al escritorio de mi tía.
Le empecé a relatar todo lo que había sucedido, desde el principio hasta la clase de hoy, los comentarios de Ítalo, lo de Jessica e incluso le mostré mi pintura, que hizo que se le llenaran los ojos de lagrimas y murmurara un "iguales". Cuando terminé, necesité tomar varias respiraciones ya que había hablado casi sin detenerme.
—Estoy perpleja por todo lo que me dices, Bella — dijo después de pensar un rato —, pero no puedo hacer nada contra Ítalo —vio que me comenzaba a exaltar y siguió —. Te prometo que lo investigaré, yo creo en lo que dices, pero tengo que tener pruebas para despedirlo, además si lo hiciera así como así, el sospecharía de ti y quedaría al descubierto nuestro parentesco ¿no quieres eso cierto? — dijo enarcando una ceja.
— No, tú sabes que no lo quiero — suspiré—. Bueno, también quería cambiar de clase —no volvería a la clase de Ítalo— ¿Te parece dibujo en vez de pintura? —Asintió con la cabeza— ¿Cuándo es la próxima clase de dibujo? — revisó el horario por la computadora y me dijo.
— Está en el mismo horario que tenias pintura, en la sala C con la profesora Jacqueline, no tendrás problemas con ella, es muy dulce y comprensiva.
— Gracias tía — dije —, no sé que haría sin ti. Bueno, adiós me voy a mi casa—suspiré —, alguien tiene que alimentar a Pistacho y Avellana. — reí.
— Aun no me acostumbro a esos nombres — dijo riendo —, cuídate hija, te quiero.
Salí del instituto, aseguré de manera casi acrobática mi lienzo y mis pinturas en la parte de atrás de mi moto roja, me puse el casco y la monté para irme a mi casa, mi tía insistía en que era peligrosa pero y que la dejara, pero a mi me encantaba. Estaba haciéndola andar cuando la voz me llegó de improviso.
« Isabella Marie Swan, ¿Cuál es el afán de exponerte al peligro? »
La moto se me soltó, parando de manera brusca y me asusté, pero no por la moto, si no porque la suave voz de terciopelo dijo mi nombre completo, además lo sentí muy parecido a cuando mi tía me regaña por usar la moto, pero era diferente, sabia que no tenia nada que ver con la moto, sino con algo ocurrido antes tal vez, en donde esa persona me regañaba por exponer mi vida de alguna forma. Extraño y rebuscado quizás, pero no encontraba otra lógica.
Comencé a pasar las concurridas calles de Port Angels — en donde quedaba el instituto — para dirigirme a Forks, un pueblito pequeño en la península de Olympic. En Forks estaba la casa que me dejaron mis padres, mi casa. Solté un suspiro agotado, esa casa era el lugar en donde crecí, el lugar que debería ser mi hogar, pero nunca lo había sentido así, ni siquiera cuando mis padres vivían, siempre lo sentí como un lugar frío en donde era una completa extraña.
Cuando iba a llegar a las calles que daban al pueblo, desvié mi camino hacia el otro lado de la carretera, la casa no quedaba precisamente en el pueblo, sino que a las afueras de él, en un lugar apartado casi en medio de la nada, solo árboles y yo.
Comencé a estar cerca del enorme jardín de mi casa y el ruido del motor de mi moto alertó a Pistacho y Avellana. Ellos eran mis únicos acompañantes en esta casa.
Entre los ladridos de los dos perros estacioné la moto en el garaje, me saqué el casco, deje mis cosas en la silla que estaba en el porche y me giré para encarar a mis dos perritos, cada uno de cuatro meses, que a pesar de su corta edad estaban enormes. Los dos eran Golden retriever pero se diferenciaban en el color, Pistacho era un machito muy juguetón de color blanco y Avellana era una hembrita de color chocolate y muy tierna.
— ¿Cómo están mis bebes? — si, le hablo a los animales casi esperando a que me respondan. Ellos solo ladraban —, ¿tienen hambre?
Abrí la puerta de mi casa y deje que pasaran hacia adentro, cuando llegaron de un mes y después de gritar un buen rato y desesperarme por que lo desordenaban todo, termine por aceptar que no sacaría nada con prohibirles entrar. Lo bueno es que milagrosamente no rompían nada.
Mientras en la cocina les servía comida en sus platitos recordé la primera vez que escuché aquella voz, fue el día en que los compré, hace ya unos tres meses…
—Hola, necesito una mascota —le dije al vendedor de la tienda de mascotas.
— ¿No me digas? —Dijo riéndose y yo me ruboricé — ¿Qué clase de mascota?
— Mm… algo que no maúlle, que no tenga alas, ni sea un roedor —no me gustaban ni los gatos, no tenía tiempo para los pericos y me daban miedo los ratones.
—Creo que tengo algo como eso —dijo riendo.
Me llevó hacia una vitrina en donde habían unos cachorritos hermosos, pero me llamaron la atención dos de ellos. Uno era de un lindo color chocolate y tenia sus ojitos tapados con una patita y el otro era uno de la misma raza pero en blanco, que estaba junto al de color chocolate y trataba de meter su cabeza en la hondura que quedaba entre la patita y la cabeza del cachorrito chocolate.
Tenia que elegir solo uno pero me daba pena separarlos, se les veía muy unidos y me llegó la sensación de que este momento me recordaba a algo.
« ¿Qué cachorrito quieres nena? »
Me sobresalté al escuchar esa suave y varonil voz, miré al vendedor que ahora tenia cara de poca paciencia, y estuve segura de que no fue el que me habló ya que el tenia una voz tosca y fuerte, nada que ver con el terciopelo.
—Mira niña, si no vas a comprar nada…
—Me llevo esos dos. — dije antes de que me corriera de la tienda.
— Muy bien, el café es hembra y el blanco es macho. —terminó con voz monótona.
Aunque era un pesado tuve que agradecerle que me prestara una caja para transportar mis dos perritos.
Mientras caminaba iba pensando en que nombres les pondría…. Quería algo que tuviese que ver con su color de pelaje, pero no algo típico como nieve, nube, copito o chocolate, en el caso de la perrita de ese color.
— ¡pistachos, bellotas y avellanas! — gritó un vendedor de frutos secos casi en mi oreja.
Y ahí estaba mi ampolleta prendida con una idea, la perrita café se llamaría Avellana y el perrito se llamaría Pistacho. Genial.
« ¿Bellota? Es un nombre muy tierno amor »
Me volví a sobresaltar a escuchar esa voz, y agradecí que no se me cayera la caja con los perritos. ¿Qué me sucedía? Una sensación extraña me oprimió el pecho e hizo que se me aguaran los ojos. Vacío.
Esta sensación no era antigua, de vez en cuando pasaba por lugares, escuchaba palabras o canciones que hacían que el vacío se apoderaba de mí. Siempre lo encontré extraño, era como suelen describir la sensación a la perdida de un amor y yo nunca me he enamorado. O eso creí.
Volví a la realidad cuando Avellana y Pistacho salieron corriendo de mi casa con sus ladridos, hace tres meses que venia escuchando esas voces, viendo esas imágenes, pero aun no le encontraba una explicación que estuviera acorde a lo que tiene que ser una mente normal humana. Solo encontraba mi ilógica explicación.
Suspiré, no tenia ánimos de cenar, así que tomé mis cosas y fui a dejarlas a mi cuarto. Me quedé mirando la pintura de la casa de campo en otoño que pinté hoy y decidí colgarla frente a mi cama.
Al mirarla por primera vez que sentí que estaba en mi hogar…
Gracias por leer. Como dije antes estoy editando el fic y este capítulo en especial ya está editado sdiusada :3 Es raro leer lo que escribiste hace tiempo.
Mi "super edición" se limita a cambiar guiones cortos por largos, ver acentos y una que otra puntuación, porque las palabras y la redacción no las iba a cambiar, de otra forma no sería mi primer fic :)
Esta historia comenzó un 7 de Septiembre del 2011 y finalizó un 14 de Mayo del 2012. Entró en edición hoy 22 de Septiembre del 2012.
Saludos,
Isa.
