Solía viajar única y exclusivamente en su flamante moto, sin embargo ese día no fue así, por algunos motivos que sólo él conocía. No eran su prioridad, sin embargo. Su mente estaba repleta de misceláneos pensamientos.

El fiscal y estrella del rock Klavier Gavin se apeó de su lujoso y moderno coche deportivo negro, justo enfrente de un edificio que no le resultaba exactamente familiar. Dio una gran bocanada de aire para sí y se adentró en dicho bastimento. Ciertamente, había pensado y recordado mucho, y todavía tenía muchos otros aspectos que debían correr la misma suerte.

Encontró a una mujer a la que expuso los motivos de su visita, que no eran poco importantes, no: iba a visitar a alguien. Era una visita especial, qué duda cabía, al menos para él. Después de las consultas de rigor, ella se ofreció para acompañarle a la estancia que estaba buscando.

Conque allí se encontraba… Tras aquella puerta número trece, parte de su familia, a la que ya llevaba demasiado tiempo sin ver, esperaba su visita. Su peculiar visita.

Su guía abandonó la escena, él hizo los agradecimientos pertinentes en alemán, por descontado, su idioma natal, y antes de llamar a la puerta, cerró un momento sus ojos de ese azul cautivadoramente imposible: había pasado mucho tiempo… Quizás demasiado. Pero la situación era la que era, muchas cosas habían pasado, y Klavier tenía que asumirlo. Ya nada podía cambiarse.

Solamente se podía actuar en consecuencia con el inexplorado futuro.

"Ja.", se dijo a sí mismo, "Eso es lo que debo hacer." Pero aquello era, de momento, a grandes rasgos. Lo que hizo en ese instante, más concretamente, por fin, fue llamar delicadamente a la puerta.

—...Adelante.—le respondió una educada y serena voz.

Bandera blanca: podía abrir la puerta. Una vez más, se repitió en su cabeza lo que era lo que debería pretender a largo plazo, con los ojos cerrados. Ya estaba: listo para entrar. Y así lo hizo: su mano abrió el pomo y movió la puerta hacia un lado…

Y allí estaba. En medio de la habitación, silente. Esperándole.

—H-Hallo. C-Cuánto tiempo...—saludó Klavier, en estado de shock. Cuánto tiempo.

—Volvemos a vernos… Tío Klavier.

Al escucharse interpelado de esa forma, el susodicho abrió un poco más sus orbes, sin salir de su aturdimiento. Observó con más detalle a su interlocutora: una muchacha de recientes dieciocho años, de porte formidable pese a su juventud, cabellos cristalinos color rubio platino perfectamente cortados y peinados asimétricamente, piel clara, ojos brillantes en tono azul grisáceo secretados por unas elegantísimas gafas de montura fina y delicada. Su cara le resultaba tremendamente familiar, nunca mejor dicho. Sus vestimentas, portentosamente regias y formales, alternaban el azul cielo, el blanco y algún que otro detalle en amarillo y negro. Ciertamente, había cambiado muchísimo desde que Klavier la vio por última vez… A su sobrina.

—Fräulein Kristheia… Cuánto tiempo sin verte, ja.—se esforzó en mostrar su sonrisa más cordial.—Dieciocho años ya, nein? ¡Estás maravillosa!

—...Gracias, tío Klavier. Pues sí, ha pasado bastante tiempo...—respondió la jovencita, cruzándose de brazos.—Y así es: cumplí los dieciocho hace poco.

—Ja, claro. Mein gott, la última vez que te vi… ¡Eras una niña! Ahora ya eres grande.—rio.—Lo siento, sé que suena tonto, pero…

—Oh, no importa.—ella articuló una media sonrisa mientras sacudía la cabeza.—Supongo que es comprensible.

—Supongo que te estarás preguntando qué está haciendo aquí tu tío Klavier después de tanto tiempo, nein?

—...Créeme, algo me imagino, tío Klavier.—confesó, frunciendo la mirada.

En su mente, resultó acertar: dieciocho años era sinónimo de mayoría de edad. Recientemente había terminado los estudios que el internado donde se encontraba le ofrecía y, tal y como su tío le contó, él se encargaría de ella mientras cursaba sus estudios superiores, fuera de dicho internado. Por lo que se iba a quedar en su casa, por el momento.

—¿Así que voy a mudarme a tu casa, tío Klavier?

—Pues ja, si no supone ningún problema para ti, por supuesto.—le comentó el fiscal, tratándola con amabilidad.—Me encargaré de tus estudios a partir de ahora, y… Nada, olvídalo.

—No supone problema alguno, tío Klavier.—sonrió un poco más acentuadamente Kristheia.—Te agradezco tu hospitalidad.

—Nein, no es necesario. Ven, te llevaré a casa. ¿Llevas la maleta? Yo me encargo, tranquila.

—...Gracias.

Tan pronto como lo tuvo todo, Kristheia, acompañada por su tío, salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí, al tiempo que le lanzaba un último vistazo a la placa con el número trece que la identificaba. Se quedó un momento parada, pero cuando su tío llamó su atención, prosiguió con él.

—Así que… Pretendes ir a la universidad, ¿Ja, Fräulein Kristheia?

—Pues sí. En cuanto comience el nuevo curso, supongo.—declaró, solemne.

—¿Abogacía?—preguntó Klavier.

—...Por supuesto.—sonrió escéptica, mientras giraba la mirada en dirección a Klavier, con un mensaje implícito de obviedad.

La estrella del rock le devolvió el gesto, con algo de sorna. Sinceramente, se parecía mucho a alguien que conocía demasiado bien…

—Dime, Fräulein Kristheia, ¿Has progresado con los idiomas?

—No quiero parecer pretenciosa, pero la verdad es que sí. Bastante.

—Oh, really? Do you really consider that you have a great talent for languages, niece?

—I do, uncle Klavier. Perhaps I still have got a lot to learn, but I improve quite well. You don't have to worry about that.

—Et le Français? Est-ce que tu es aussi bonne en Français, chérie? C'est une langue un peu différent, tu ne crois pas?

—Oui, tu as raison, oncle Klavier. Mais c'est une belle langue, et j'aime la étudier, même si c'est un peu difficile. Pas de panique pour ça.

—Oh, ja? Wie haben Sie deutsch? Vielleicht haben Sie ein Problem mit dieser Sprache?

—Nein, Ich habe kein Problem. Ich bin ein Mädchen, das effizient lernt. Sie müssen auch keine Sorgen darüber, dass.

—Sie tun gut, wirklich. Alles, was Sie nicht wissen?

—На самом деле , я тоже русский . И я довольно хорошо, как вы можете видеть…

Era oficial: Kristheia tenía todas las papeletas para ganar esa batalla. Realmente era muy estudiosa, y había trabajado duro. Se notaba.

—Me rindo, me rindo, Fräulein Kristheia. Si tu talento con las leyes es similar a tu dominio de las lenguas, los tribunales pueden prepararse, ja.

—También sé griego y latín clásicos, pero claro… Esas no se hablan oralmente. En cuanto a las leyes… Me gustaría progresar significativamente en la universidad.

—Por supuesto, ja.

La encarnizada batalla de idiomas les había conducido al coche, nunca más apropiado. Klavier guardó el equipaje de su sobrina en el maletero y le abrió con cortesía la puerta del asiento del copiloto.

—Hubiese traído mi moto, pero algo me decía que el viaje no se te haría confortable, Fräulein Kristheia. Espero que mi coche te parezca más dócil.

—...Te agradezco la consideración, tío Klavier.—pronunció, algo irónica.

Sin más preámbulos, tío y sobrina subieron al coche, camino a casa del primero. La joven Kristheia, educadísima pero silenciosa, miró por la ventanilla durante todo el trayecto, observando con atención una ciudad que hacía mucho que no veía, aunque fuese tras sus gafas. De vez en cuando, al parar en los semáforos, Klavier la miraba de arriba abajo: seguía sorprendido, en realidad. Quizás… Demasiado tiempo. Demasiados asuntos.

Finalmente llegaron a la enorme, como cabía esperar de Klavier, vivienda, el fiscal estrella del rock ayudó a su sobrina a apearse, con delicadeza.

—Bienvenida a mi humilde morada, Fräulein Kristheia.—Esa casa tenía de 'humilde' lo que su tío tenía de moreno.—Este será tu hogar ahora, ja.

Klavier abrió la puerta y le dio la bienvenida gesticulando al interior, que era tan o más lujoso que el exterior. Su nuevo hogar. No se podía decir que le disgustase tener uno.

—Pasa, por favor, estás en tu casa, ja. Ven, te acompañaré a tu habitación, ¿De acuerdo?—ante el asenso de la chica, prosiguió.—Estupendo. Por aquí, por las escaleras. Espero que te guste.

Sin duda, tenía que admitir que su tío estaba siendo muy considerado con ella, aunque hubiese pasado un buen período de tiempo. Le dio una habitación coqueta y bien equipada, y le concedió unos minutos para que dejase sus cosas y se acomodara un poco. Así lo hizo.

Kristheia se sentó unos instantes en su nuevo lecho, seria y pensativa. ¿Saldría a colación el tema de conversación que suponía que iba a salir? Era probable que sí. Aquello la incomodaba un ápice, pero… No podía tratar de evitarlo. No podía cambiar el pasado. Ni sus orígenes.

Pensando en todo aquello, se dispuso a abandonar los malos presagios de su mente y procurarse un futuro prometedor en la abogacía, como siempre había querido y como su tío parecía querer preocuparse por garantizar. Tenía pensado deshacer su maleta con calma, pero algo no la dejó…

—¡Así que ya has vuelto, petimetre pomposo! ¡No sé cómo tienes las agallas para volver después de esto!—los gritos de una mujer sonaron en el piso de abajo. Y no parecía que iban a cesar pronto.

La muchacha, extrañada, abandonó su habitación y se dirigió a las escaleras, observando la escena desde arriba, curiosa. Allí estaba su tío, enfrente de una mujer de cabello castaño oscuro, ojos verdes, bata blanca y cara de pocos amigos. ¿Adivinaría quién podía ser…?

—¡Ah, Fräulein Skye…!

—¡Ni Fräulein Skye ni Fräulein Monsergas! ¡Dime ahora mismo quién es esa!

—¿"Esa"? ¿A qué te refieres, Fräulein? Y cálmate, ¿Ja? ¿Acaso estás...Con dolores femeninos? Ya sabes...—le contestó, jugando con su cabello.

—¡Yo sí que haré que tengas 'dolores masculinos' como no me lo cuentes ahora mismo! ¡¿Quién rayos es Kristheia?! ¡¿Alguna de esas fulanas que te acosan?! ¡Si ya sabía yo que si eres un cretino, lo serás siempre, cretino!

—Oh, ¿Escuchaste decir a alguien que iba a buscar a Kristheia, Fräulein Skye? No es lo que piensas, nein, te lo juro...—No estaba incómodo… Se divertía incluso. Qué podía esperarse…

—¡Sí, ya, qué típico, so petimetre! ¡Cuéntame ahora mismo quién…!

—Perdón, ¿Interrumpo algo importante…?

La voz de la 'famosa' Kristheia resonó por la sala, atrayendo la atención de la mujer de la mala uva, que la observó, crítica y sorprendida. Por lo visto, a ella también le sonaba muchísimo su cara, y pudo adivinar quién era en realidad.

—Kristheia, te presento a Fräulein Ema Skye, mein liebe con humor de perros. No se lo tengas en cuenta, en realidad no muerde. Fräulein Skye, ella es Kristheia Gavin… Mi sobrina.

—Mucho gusto, señorita Skye.—saludó educadamente la rubia.

La otra fémina de la sala estaba sin habla. Sobrina. Eso solo podía significar una cosa.

—O-Oh… T-Tú eres la sobrina de Klavier…¿No? Así que era eso...—bufó hacia un lado, apartando la mirada.—S-siento lo de antes, es que… Tu tío me saca de mis casillas, ¿Sabes? En fin, no me hagas caso. Kristheia, ¿Verdad? E-Es un placer, de veras. Llámame Ema.

—O 'tía Ema', que es más adorable.—intervino Klavier, risueño.

—¡Tú calla, cretino! ¡Esto es culpa tuya! ¡Si me contases las cosas para variar, no estaría haciendo el ridículo ahora mismo delante de tu sobrina…!

—Oh, no te lo tengo en cuenta, Ema. De veras.—sonrió.

Por fin, después de la discusión, pudieron presentarse más formalmente. Cualquier malentendido ya estaba desterrado, además de que Ema aseguró no tener ningún problema con ella. Una llegada si no exactamente tranquila, pacífica, por lo menos. Todo había salido bastante bien.

—En fin, mis disculpas, Fräulein Kristheia, pero debería ir a ocuparme de unos asuntos. Aunque...—meditó el rockero.—Si quieres, puedes acompañarme. Así verías un poco la ciudad, tal vez…

No era una petición demasiado fuera de lo común, pero pareció sorprender gratamente a Kristheia, quien abrió sus orbes de par en par.

—¿De...De verdad? ¿Puedo...Acompañarte?—inquirió, sorprendida.

—Pues claro que ja, querida. ¿Por qué no ibas a poder? Bueno… Quizás tengas que esperarme fuera un momento, pero por lo demás… Si te apetece, por supuesto. Si lo prefieres, puedes esperar en casa a que vuelva.

—Oh, no, no. Me apetece acompañarte… Si no te molesta, tío Klavier.

El susodicho también estaba sorprendido: ¿Por qué le resultaba tan extraño a su sobrina el hecho de que le propusiera venir con él? Prefirió no preguntar, en especial para no incomodarla, y ambos se encaminaron a las oficinas judiciales próximas a los tribunales.

Por el camino, Kristheia tampoco decía gran cosa, paseaba por la ciudad, mirándolo todo a su alrededor como si proviniese del mismísimo espacio exterior. No se la veía muy habituada al lugar…

Tal y como su tío le había explicado, tenía que tramitar unos asuntos, por lo cual lo tuvo que esperar en la sala de espera unos instantes. Sin embargo, no tardó demasiado y los dos pudieron volver a la casa de la que habían venido.

—¿...Va todo bien, tío Klavier?—le notaba algo más… Distante.

—¿Hm? Oh, ja, ja. No te preocupes, Fräulein Kristheia.

No obstante, Klavier estaba serio, algo más serio que de costumbre. Y aquello solo podía deberse a un motivo. Iba a estudiar abogacía: conocía esa clase de reacciones. Esperó poder enterarse más tarde.

Así fue: regresaron a casa. Allí estaba Ema, esperándoles, pues ya se había hecho un poco tarde. Podría haber hecho algún comentario añadiendo la palabra 'cretino' al final, pero la sola visión que tuvo del semblante de su pareja sentimental la hizo abstenerse de ello. Así lo notó la recién llegada.

—...Fräulein Kristheia… ¿Puedes venir a la cocina un momento?

No tenía razón para negarse, por lo que aceptó, y ambos fueron allí, seguidos por una curiosa Ema. En la cocina, Klavier tomó asiento en una de las sillas de la esquina de la mesa y Kristheia ocupó otra que la encaraba con él. Ema prefirió mantenerse de pie, observándolos a ambos. A Klavier algo le rondaba por la cabeza, y finalmente, aunque todavía con incomodidad, se pronunció.

—Dime, Kristheia… ¿Sabes jugar al póquer?

La pregunta la pilló un poco desprevenida. Sinceramente, se esperaba que el cariz de la conversación virara en otra dirección…

—Así es. Sé jugar al póquer. ¿Por qué, si puedo preguntar…?

—¿Jugarías una partida conmigo?—le pidió un serio Klavier.

—...C-Claro. Por qué no.—aceptó, formalmente.

No fueron necesarias más palabras. Ema trajo los naipes y las fichas de donde Klavier le indicó y comenzó la partida. Su sobrina y él tenían la mirada cruzada en todo momento: se observaban atentamente.

—...La hora de la verdad, Fräulein Kristheia. ¿...Preparada?

—...Sí. Adelante.

Descubrieron sus manos de naipes. El resultado era bastante claro…

—...M-Me has ganado… Fräulein Kristheia.—sonrió, con ¿Alivio?

—Impresionante...—susurró Ema para sí misma, con una mano en su cara.

Kristheia optó por mantenerse silente, de nuevo. Quizás también estaba un poco sorprendida por haber ganado a su tío al póquer, pero lo que más le interesaba eran las razones que había tenido para pedirle una partida… Porque dedujo que no había sido una partida por mero entretenimiento.

—...Tío Klavier, ¿Por qué…?

—Luego hablaremos, ja? Ahora, ve a darte una ducha, si quieres. Estarás agotada. Cenaremos todos juntos. Anda, ve.—le dedicó una media sonrisa.

—Oh. D-De acuerdo. Como prefieras.—asintió con decisión, pero confusa.

Kristheia, obediente, hizo lo propio: tomó una ducha y acudió a cenar con sus tíos. Nadie dijo nada mientras duró la cena. El ambiente pensativo impregnaba cada molécula del lugar. Klavier cenaba sin apetito, mirando el plato sin verlo, pensando en otra cosa. Ema le dedicaba miradas de soslayo cada dos por tres, sin saber qué decir para romper el silencio y mejorarlo. Ante tal panorama, Kristheia permaneció callada, tomando su ración mundanamente. Pero ella también pensaba y suponía. Y suponía de qué hablarían durante la sobremesa.

Cuando la chica acabó de cenar, pidió permiso y subió a su cuarto a prepararse para dormir. Pese a que sabía que todavía le faltaba bastante para irse a dormir. Bastante. Se vistió con su camisón de estilo más victoriano que otra cosa y bajó las escaleras de puntillas… Llegando a dictaminar que aquél lugar era perfecto para enterarse de muchas cosas sin ser indiscreta.

Klavier y Ema estaban teniendo una conversación en el sofá, cerca de las escaleras. Y era del cariz que su tercera escucha estaba esperando.

—¿Su tutor legal…?—preguntó Ema, con curiosidad.

—Ja. Solamente si lo soy podré encargarme de sus estudios… Y de ella.

—Así que es eso lo que has ido a hacer antes… Los trámites para ser el tutor legal de Kristheia.—expuso ella, siguiendo el hilo.

—Pues ja. Es mi sobrina, y quiero garantizarle un buen futuro… Aunque haga mucho que no nos vemos.—aseguró un sincero y serio Klavier.

—Ya veo… ¿Pero...Dices que no lo has logrado? ¿Por?

Por si Kristheia no estuviese ya lo bastante interesada, aquello hizo acrecentar su curiosidad… Y su atención.

—Nein, no he podido. ...Porque ella aún tiene a su padre. Aunque esté en la cárcel, sigue vivo. Y él continúa siendo su tutor legal por ello, pero…

—¿Pero qué? ¿Cuál es el problema?

—Bueno, tú sabes lo que pasó, ¿Nein, Fräulein? Yo… Yo sé lo que pasó para que encarcelaran a mi hermano, y… Conozco toda su historia. Por eso mismo… No encuentro justo que, dadas las circunstancias, no me permitan ser el tutor de mi sobrina.—admitió, con tono abatido.

—¿...Y qué va a pasar ahora? Con Kristheia y eso.—preguntó Ema, suspirando profundamente, intentando hacerse una idea precisa.

—Pues… Según lo que me han dicho… Habrá que organizar un evento judicial, donde Kristheia se reúna con su padre… Y él juzgue qué futuro quiere para su hija.

—¿Reunirán a Kristheia con su padre…?—a Ema aquello le chocó un poco.

—Pues… Ja. Ese es el plan. Ya han pasado 7 años desde que no lo ve… Fue entonces cuando lo encarcelaron. Hace 7 años… Mucho tiempo. Mucho tiempo para una hija para no haber visto a su padre. Y yo… Yo no quiero que ella lo pase mal con todo el asunto de su padre… Por su pena de cárcel, además de…

—¿De qué? ¿Además de qué? ¡Vamos, escúpelo!

—Seguro que sale en el tema de los tutores legales, ja. Kristheia tampoco tiene madre. Eso ella lo sabe, pero… No sabe lo que pasó para que así sea.

Ante una situación así, a ver quién es la hija en esas circunstancias que mantiene su voto de silencio sin intervenir.

—¿Y tú lo sabes, tío Klavier?

Ambos adultos se giraron hacia la joven rubia, con los ojos abiertos de par en par. ¿Cuánto había escuchado? ...Aunque fuera inevitable.

—Fräulein Kristheia…

—¿Lo sabes, tío Klavier? ¿Sabes qué fue lo que sea que le pasó a mi madre? ¿Y qué hay de mi padre?—preguntó apresurada y angustiosamente.—¿Voy a ver a mi padre después de tantos años, aunque esté en la cárcel?

—Yo… E-Es complicado, verás…

—¡Por favor! ¡Tío Klavier, quiero que me lo cuentes! ¡Nadie me ha contado nunca nada! Nunca he sabido nada de mi madre, y sobre mi padre…

—¿Q-Qué pasa con él, Kristheia?—se pronunció Ema.

—B-Bueno… Cómo decirlo… Nunca he sabido por qué acabó en la cárcel. Es cierto que… Recuerdo algo que me daba malas vibraciones a veces sobre él, pero… ¡Era un excelente abogado! ¿Cómo acabó así…? ¿Por qué? ¡Necesito saberlo! ¡Quiero saber la verdad, tío Klavier!

De repente, Klavier se quedó mirándola con más fijaciones. La había dicho: la palabra mágica. La 'verdad'.

—¿La verdad? ¿Quieres saber la verdad, Kristheia? ¿La verdad sobre tus padres… En plural?

—Sí.—ni lo dudó.—Si la sabes, por favor, tío Klavier, cuéntamela. ¡T-Te lo ruego, tío Klavier! ¡Nunca podré descubrirlo sola! ¡P-Por favor!

Antes de articular una mera respuesta, su interlocutor la observó con interés: ella se caracterizaba por su impertérrita formalidad y educación, tanto en sus acciones como en su apariencia. Por consiguiente, chocaba el verla con un semblante tan afectado y suplicante en la cara. Significaría algo…

—Fräulein Kristheia… Enseguida llegaremos a eso, de veras. Pero antes… Quiero hacerte una pregunta.—le comentó Klavier, con una media sonrisa inquisitiva.—¿Sabes por qué quería jugar contigo al póquer antes?

—¿Hm? Oh, eso. Pues… No lo sé, no se me ocurre.

—Yo te lo diré, ja. Alguien me dijo una vez… Que para ganar a alguien al póquer tienes que leer a tu adversario, conocerle bien y saber los sentimientos que está ocultando. Como abogada en prácticas que eres, es suponible que algo así se te daría bien, ¿Cierto?

—¿Un buen abogado...Conoce a sus clientes? ¿A eso te referías?

—Hum. Depende. ¿Qué es un buen abogado para ti, Kristheia?

Incluso Ema había pillado el significado implícito en la pregunta de Klavier. Y es que antes, Kristheia había hecho una breve mención a cierto 'buen abogado'...

—Tío Klavier… ¿A dónde quieres llegar? ¿Qué tratas de decirme?

—Imagino que algo sospecharás, nein? Bueno, te contaré mi versión. Cuando he dicho un 'buen abogado', me refería no a uno que siempre gana, sino a uno que confía plenamente en sus clientes. Solo si confía en ellos podrá 'leerles', ¿Comprendes?

—Creo...Creo que sí.—asintió, algo taciturna.

—Antes me has ganado porque soy alguien en quien confías, nein?—Klavier sonrió para tranquilizarla un poco...Pues vio que se estaba incomodando.—Si ese no fuera el caso y desconfiaras de mí, ¿Qué crees que habría pasado?

—Que… ¿Hubiese perdido? "Si no confías, pierdes." ¿Es eso, tío Klavier?

—Ja. Eso podría decirse que es…

Una buena regla para el póquer.

—...La razón por la que mi padre está en la cárcel. La razón por la cual ha "perdido".—dedujo, mortalmente seria.—¿No es así?

No contestó, pero era señal de que se había dado por aludido. Kristheia no tenía ni un pelo de tonta, y aunque no supiera toda la verdad, podía deducirla.

—Tío Klavier… Permíteme hacerte una pregunta también.—pidió ella, colocándose las gafas correctamente.—Cuando antes hablabas de un buen abogado como aquel que confía en sus clientes… ¿Te referías a buscar la verdad como medio para defenderlos?

La verdad. De nuevo aquella palabra clave salía a la luz. Nada más escucharla, Klavier se levantó del sillón y se excusó un momento, para volver al poco con un par de cosas en la mano, que le tendió a su sobrina.

—A día de hoy, Fräulein Kristheia...—comenzó Klavier.—Creo que hice una promesa con la 'verdad' hace un tiempo y debo cumplirla, cómo no. Por eso, quiero darte esto.

—¿...Un collar y un diario?—preguntó la joven, curiosa.

—Ja. Pertenecieron a tu madre antes de que… Bueno. Antes de que muriese, ja. Me pidió que te entregase estas cosas a ti, Fräulein Kristheia, y aquí te las traigo. No sé si lo sabías, pero… Para ella, la verdad lo era todo.

—La verdad...—repitió, con la mirada completamente perdida.

—Por ahora, el diario es lo que me has estado pidiendo todo el día, aunque no me lo hayas dicho, ja. ¿Quieres la verdad? Esta es la verdad que tu madre te dejó.

—¿Ese es el diario de la madre de Kristheia? ¿Cómo es que lo tienes tú?—intervino Ema, escuchando atentamente.

Klavier también miró a Ema, antes de volver a centrarse en Kristheia, que escrutaba el cuaderno con la mirada, llena de curiosidad.

—Eso, Fräulein Skye, vendrá más adelante. Supongo que… Deberíamos comenzar por el comienzo, nein, Fräulein Kristheia?

—...Sí, tío Klavier. Quiero escuchar la verdad, la verdad que mi madre me dejó, que dejó sobre ella… Y sobre mi padre, ¿Verdad? Quiero oírlo.

Kristheia, una chica de leyes, demandaba la verdad, lo que ya de por sí daba una idea sobre sus orígenes: la ley y la verdad. A veces, ambos términos se unen entre sí, mientras que otras pueden distanciarse hasta límites peligrosos. Pero Kristheia quería la verdad, la verdad sobre sus padres, sobre ambos. La verdad sobre uno involucraría la verdad sobre el otro, inevitablemente.

La verdad sobre la ley, la ley sobre la verdad. La unión de ambas uniones generaba una historia donde verdad y ley llegaban a confundirse para, más tarde, ser más antónimos que nunca. Porque los padres de Kristheia tenían su propia historia, una historia de la que ella no había sido partícipe, lo cual era ya de por sí otra historia.

Aquello, sin embargo, estaba a punto de cambiar. Para bien o para mal, dependía de para quién. Eso mismo era aplicable a la ley o a la verdad, claro que… Justamente de aquello iba la historia.

Kristheia, con una curiosidad que mataría a cualquier gato, abrió el cuaderno que contenía el diario personal de su progenitora, la verdad. Si había visto alguna vez a su madre, no la recordaba lo más mínimo, lo cual no quería decir que la imagen de alguien no estuviese llenando su mente en esos momentos.

Cerraba sus ojos, pero veía otros, en parte similares a los suyos, por algún motivo: unos ojos azules, tras unas elegantísimas gafas. Se preguntaba si a esas alturas serían capaces de leer a sus adversarios. Si ampliaba un poco más su campo de visión, o lo que era lo mismo, sus recuerdos, podía llegar a ver algún mechón de cabello platino perfectamente peinado, y una hermosa tez que había recibido de herencia de él. Además, su propia mano abriendo el cuaderno le hizo pensar en la de 'ese hombre': costaba creer cómo podía usar esa mano para interactuar con objetos, dado lo lastimada que estaba.

En realidad, había dos cosas que inquietaban a Kristheia sobre ese hombre: una era la herida de su mano. La otra, más generalizada, era lo angelicalmente diabólicos que podrían parecer sus ojos según la situación. ¿Explicaría la verdad sobre todo eso el cuaderno de su madre? Solamente había un modo de averiguarlo…

(...)

¡Muy buenas! Aquí traigo un fic sobre Ace Attorney, pues creo que ya llevaba un tiempecito sin subir nada sobre esta serie. Esta vez, he elegido un personaje cuyos orígenes me parecieron siempre muy indefinidos, por no decir 'inexistentes', y a pesar de eso, no puedo evitar que dicho personaje me fascine ^3^ Aunque haya comportado que vigile mucho más mi laca de uñas XD

Este capítulo ha sido una especie de prólogo a la historia en sí, en la cual ya aparecerán los personajes más relevantes. Tuve alguna idea, y mi loca imaginación hizo el resto XD

Espero poder actualizar con bastante frecuencia, pero no he podido evitar probar suerte en este proyecto que lleva rondando mucho tiempo por mi cabeza, y me apetecía compartirlo. Cualquier opinión, sugerencia, crítica, etcétera, será muy bienvenida :D Espero que haya gustado a cualquiera que se haya pasado por aquí. ¡Muchos saludos!

Codelyokofan210399