Los primeros rayos de sol se infiltraban entre las cortinas que se mecían ligeramente ante el suave roce del viento.
Al sentir la luz en su rostro bufó molesto, despertando de su plácido sueño. Se sentó torpemente en aquella cama que compartía con su ahora esposa quien dormía aún.
Se frotó un poco los ojos para después desviar su mirada hacia ella. La joven permanecía boca abajo ladeando un poco su cabeza para evitar asfixiarse con la almohada. Su cuerpo desnudo estaba parcialmente cubierto por aquellas sábanas, dejando ver solamente su espalda y una de sus perfectamente torneadas piernas. Él sonrió, orgulloso de tener a esa belleza como esposa. Se veía tan tranquila al dormir, muy diferente al torbellino que era estando despierta.
Se acercó y acarició su sedoso y rubio cabello, maldiciéndola por que, gracias a que ella lo había obligado a buscar trabajo, ahora tenía que levantarse justo a las 6:00 a.m. mientras que la gran señora Asakura podía seguir durmiendo todo lo que quisiera.
Se levantó a duras penas buscando entre todo lo que la noche anterior habían dejado regado en el suelo algo con qué cubrirse, ya que no le gustaba merodear desnudo por su casa. Al encontrarlo se dirigió lentamente al baño para darse una buena ducha antes del trabajo.
Pasados cinco minutos el joven salió de la regadera, agradeciendo el caluroso clima que estaba haciéndose notar en el ambiente. Si algo odiaba era bañarse cuando hacia frio. Eso sí que era una tortura aun mayor que trabajar.
Entró en la habitación sin prestarle mucha atención a su esposa. Total, de seguro estaba dormida, como siempre. Se puso de pie frente al espejo para anudarse la corbata, maldita y apretada porquería…!Como odiaba tener que usarla! Pero al trabajar en una oficina no le quedaba de otra.
-Hoy te levantaste más temprano de lo usual- una voz lo sacó de sus pensamientos. Él volteó, encontrándose a su esposa envuelta en sábanas, acercándose a él.
-Lo hice para no tener que escuchar tus quejas. Por cierto…tú también te despertaste mucho antes de lo norm…
Sus palabras se vieron interrumpidas en el momento en el que la rubia atrapaba con su boca los labios de su marido, quien, disfrutando del exquisito sabor al que se había vuelto adicto, la abrazaba por la cintura haciéndola retroceder hasta caer ambos en la cama.
-Hana…detente-decía ella entre risas al sentir la respiración del rubio en su cuello.
-¿Por qué? –preguntó divertido mientras sus labios recorrían esa fina piel- ¿Te estoy haciendo cosquillas?
-Tienes que irte ya…no quiero que llegues tarde-respondió al quitárselo de encima-Lárgate de una vez imbécil.
-Plana amargada- le susurró al oído para después levantarse y arreglar un poco su desordenado cabello. Ella sonreía, era la forma de decir "te amo" que él tenía.
Pasados unos minutos, el rubio se dirigió a la puerta, dispuesto a irse de una vez a su maldito trabajo. Deteniéndose en el umbral, desvió la mirada hacia ella, quien comenzaba a vestirse.
-Cuando regrese terminaremos nuestra "discusión" –le guiñó un ojo mostrando una sonrisa pícara- Prepárate, pecho plano.
-Vete al carajo idiota-dijo ella sonriendo del mismo modo. Así era su relación, donde "vete al carajo" significaba "cuídate", o "púdrete" era un "te amo".
Así eran ellos… ¿Qué se le iba a hacer? Casi nadie comprendía esa extraña manera de demostrarse afecto, porque, a decir verdad, ¿Qué pareja normal se insultada las 24 horas del día? Aún si estaban en público, o haciendo el amor en lo más íntimo de su alcoba, todo lo que se decían eran insultos, que para ellos demostraban cuanto se amaban.
Ambos tenían 20 años, la edad perfecta para casarse, según los Asakura.
Contrajeron matrimonio apenas un mes después de que Hana alcanzara dicha edad. Para entonces, Hana ya había admitido su amor para con la rubia, así que no hubo muchos inconvenientes en la preparación de la boda.
La ceremonia fue fantástica, a excepción de que Gakko había quemado accidentalmente más de la mitad de la decoración del lugar, llevándose, por supuesto, una paliza por parte de Namaha, Por otro lado, Yohane también se llevó la noche al ser acosado por las aprendices a itako que Anna tenía. Fuera de eso, todo fue perfecto.
Al terminar de vestirse, la rubia bajó a la cocina para preparar el desayuno, pues el hambre atacaba más temprano de lo usual.
Al llegar a su destino, la joven, aún somnolienta, tomó un mandil del perchero situado a lado de la puerta. Estiró un poco su mano para alcanzar el cuchillo y comenzar a cocinar, sin embargo, este cayó al suelo.
-Alumi-san, debería tener cuidado-la rubia se estremeció al oír esa voz tan cerca de su oído, pero no era nadie a quien temer. Por el contrario.
-Namaha-chan, buenos días-saludó con una gran sonrisa-Por favor trata de no matarme de un susto la próxima vez, ¿vale?
-Está bien-respondió el espíritu haciendo muecas- Pensé que ya te habías acostumbrado a mis "visitas sorpresa" Alumi-san.
-No es que no me haya acostumbrado- le dijo la joven mientras acomodaba un mechón de su rubio cabello detrás de su oreja- Es solo que siempre llegas por detrás, justo cuando no me lo espero.
-¿Qué me estás queriendo decir?- cuestionó la pequeña Namaha tomando una galleta del plato que se encontraba al centro de la mesa. Alumi seguía preparando los ingredientes para el desayuno.
-Nada, nada, Namaha-chan. Es solo que últimamente he estado muy nerviosa. –respondió la mujer mientras cortaba algunas verduras- No sé qué me ocurre, y tampoco quiero decírselo a Hana. –la chica prefirió no hablar más al descifrar preocupación en el rostro de su amiga-Pero no te preocupes por eso, y te pido una disculpa si te hice sentir mal. ¡Mira! Hana me trajo un pastel de vainilla delicioso, ¿quieres un poco?
La rubia sacó del refrigerador un enorme pastel (o bueno, lo que quedaba de él) para después colocarlo en la mesa, partir una rebanada y dársela a Namaha, quién no tardó en probarlo mientras Alumi volvía con las dichosas verduras.
-¿Qué cocinas, Alumi-san? –preguntó la pequeña chica observando a su amiga introducir las verduras, ya picadas, en un sartén con aceite hirviendo.
-Quiero preparar algo de curry para Hana-respondió con una enorme sonrisa en su rostro, le encantaba cocinar para él- Alguna vez me comentó que le gusta el curry, así que me propuse prepararlo yo misma. Es una manera de agradecer los detalles que tiene para conmigo.
-Ya veo…-Namaha no podía imaginar al odioso de Hana como un esposo detallista- ¿Quieres que te ayude?
-No te preocupes, terminaré pronto. Además tú eres mi invitada, ¿no?
-De acuerdo- dijo sonriente probando más de ese exquisito pastel. Terminado el curry, ambas conversaron un buen rato, tal vez horas. Alumi estaba sola la mayor parte del día, pues Hana trabajaba en una oficina, junto a Yohane y Gakko, con quienes en ocasiones se iba a tomar un trago, o algo por el estilo, así que Namaha también pasaba mucho tiempo sola. Ambas se volvieron muy cercanas durante el F.O.M, al grado de que ahora eran muy buenas amigas, por tanto, Namaha siempre estaba en casa de Alumi.
Una vez terminados los deberes de la casa, Alumi pidió a Namaha que la acompañara a hacer unas compras, ella, encantada, aceptó. Así además podría ayudarla en caso de necesitarlo, pues ya había oscurecido y Alumi solía dejar a sus Silver Arms cuidando de su casa.
Habían ido sin contratiempos al supermercado, intentado no tardar más de la cuenta ya que Namaha tenía que regresar a lado de Gakko, y Hana seguro estaría por llegar. Ninguna de las dos se percató de que las seguían.
-Vaya, vaya, cuanto tiempo sin verte, Alumi-chan- escuchó ella justo antes de ser tomada bruscamente del brazo y acorralada contra la pared- Te has vuelto muy bella.
-Oye tú…-Namaha intervino rápidamente, sin embargo, uno de los sujetos colocó una especie de pergamino en su frente, sellándola en una tablilla que él llevaba consigo.
-¡Namaha-chan! –la rubia intentó liberarse, siendo acorralada nuevamente por su agresor.
-Tranquila cariño, te la devolveremos, pero debes cooperar, o no hay trato- él le guiñó el ojo mientras acariciaba una de las mejillas de la joven.
-¿Qué quieren?- el miedo se apoderaba de ella, haciéndola temblar un poco. Debía ser cuidadosa si quería ayudar a Namaha.
-No te esfuerces, Alumi-chan, no querrás que le pase nada… ¿verdad? Escucha, cuídate mucho preciosa, pronto vendremos por "eso" que nos pertenece.
Las palabras de ese hombre le sorprendieron sobremanera. ¿"Eso"? No tenía ni la menor idea de lo que quería decir. La rubia intento soltarse una vez más, siendo sujetada ahora de la cintura. Ella pudo ver su rostro más de cerca, era un hombre repugnante, en su vida lo había visto. De pronto, él soltó el agarre del que la joven era sujeta, arronjándole también la tablilla, de la que, al instante, Namaha salió libre.
-Por favor, querida, toma en cuenta mis palabras.- dijo él relamiéndose los labios, Alumi le miraba de forma desafiante- Cuida mucho tu cuerpo…lo necesitaremos.
Ella frunció el ceño un tanto confundida. Intentó preguntar algo, pero cuando apenas las palabras salieron de su boca, los tres hombres desaparecieron.
Se recargó en la pared, aún asustada, deslizándose en ella hasta llegar al suelo. Le costaba respirar, su cuerpo temblaba y ni siquiera podía moverse o hablar.
Namaha intentaba desesperadamente hacerla reaccionar, sin éxito. Alumi estaba totalmente ida, preguntándose quiénes eran esos sujetos, y que era "eso" que supuestamente les pertenecía.
Pasados unos minutos, la rubia, ya más tranquila, se puso de pie e intentó sonreír para Namaha, quien seguía a su lado.
-Alumi-san… ¿te encuentras bien?- preguntó el espíritu quedando frente a frente con ella.
-Claro…Namaha-chan. Vámonos a casa, Hana debe estar por llegar-respondió la rubia intentando disimular su miedo. Ambas recogieron las bolsas que llevaban y, en silencio, regresaron a casa.
