Este fragmento es de un libro de Nieves Hidalgo, una escritora española, del libro EL ÁNGEL NEGRO.
Esta parte me encantó mucho y quiero compartirla con ustedes. El personaje de Oliver es de Rowling pero los personajes: John y Sara son de mi invención.
Como si el pequeño los hubiera oído, gimoteó en su cuna. Sarah abandonó los brazos de su esposo para acudir a su llamada y a Oliver se le inundó el corazón cuando volvió con el niño en brazos. Lo maravillaba el modo en que el pequeño John se calmaba en cuanto sentía cerca el pecho de su madre. Fascinado, veía la conexión madre-hijo, un lazo invisible que permanecía incluso después de cortar el cordón umbilical, y casi se sintió un intruso.
Sarah ofrecía ya el pecho al niño, que se sujetó a él con su puñito, reclamándolo con plenos derechos. Estiró una mano, llamándolo, y Oliver se les unió, abrazando a ambos. Por unos instantes, John dejó de mamar y unos ojos enormes y verde esmeralda, como las aguas del Caribe, escrutaron el rostro oscuro de su padre. Dejó escapar un gorjeo y regresó a la posesión del pezón.
Sarah se recostó contra su esposo sin dejar de observar el cabello oscuro de su hijo. La embargaba una dicha increíble. Allí, en aquel camarote, rumbo a España, estaba todo cuanto necesitaba: el amor de sus dos hombres. Entrelazó los dedos con los de Oliver, que se los estrechó con fuerza.
Ella depositó al bebé en su cuna y lo arropó con mimo infinito. Antes de cubrirse el pecho, Oliver se apoderó de él acariciando su contorno. Ella le palmeó en la mano, pero no se tapó, sabía leer muy bien el fuego de sus ojos verdes.
—¿Es que no puedes esperar?
—Me tientas demasiado como para que no repitamos. Y te hago gozar bastante como para que te resistas.
- Te demostraré que no miento…
Ella cedió a un arrebato de picardía. Colocó las manos sobre el pecho masculino y sus dedos lo acariciaron sensuales, explorando provocativamente de arriba abajo.
—¿Lo harías, mi amor? ¿Me lo demostrarías una vez más esta noche?
Él devoró su boca, la levantó en brazos y la llevó a la cama.
El niño se removió en la cuna.
—John, ahora no, ¡por todos los infiernos! —protestó Oliver.
La criatura balbuceó, se metió el dedo en la boca y succionó, volviendo a quedarse dormido.
Espero que os guste, tanto como a mi al escribirlo.
