¡Buenas! Creo que ya era tiempo de volver a poner el emisión esta historia.

¡Disfrutad! :3

Cuando nuestra alma está herida, podemos tomar decisiones equivocadas. A veces esas decisiones son reparables, otras pueden lograr cambiar nuestro destino.

A veces el destino propio es quien se ocupa de ponernos en bandeja de plata esas circunstancias equivocadas.

...


CAPITULO PRIMERO: DESTINO

-Mascara de seducción-

El corredor estaba oscuro, solo adornado por la tenue luz del fuego de las antorchas en la pared, colocadas muy distanciadas entre sí. Las personas en los retratos colgados de las altas paredes la observaban con curiosidad mientras ella caminaba apresurada, como si quisiera llegar a algún lugar; sin embargo, ella no tenía rumbo fijo.

Sentía desesperación. En ese lugar no la aceptaban, sentía a cada momento el cómo se burlaban de ella y como otros le enviaban maldiciones cuando ella apenas hacia algo. Era verdad que su actitud no era para nada amable; incluso en el mundo muggle la trataban mal solo por ser más inteligente que el resto. Sabía que era arrogante, lo sabía... sin embargo, era algo que ella no cambiaría. Constantes veces se repetía internamente que las personas solo eran crueles porque era su naturaleza, pero es que ella de verdad no podía hacerle frente a todo ese acoso.

Por su mente se cruzaba la idea de volver a casa. Según ella, era posible decirle al Director que no quería más estar allí, y si le decía sus razones, tal vez él aceptaría. Pero igualmente estaban sus padres, quienes, en cuanto llegara a casa, le dirían un "te lo dije", haciéndola sentir como una fracasada. Ellos tenían razón, en todo caso y aunque no quisiera admitirlo; ese no era su mundo, para nada pertenecía a él. Igualmente, ella no estaba dispuesta a abandonar una oportunidad tan grande como era el ser una bruja (muy a pesar de que su familia no lo aceptara).

Se realizó la idea de no prestar más atención a todos esos. Repudiaría a todos los que la trataran mal, y mucho en especial a Ronald Weasley, que se sentía agua en el desierto con solo humillarle frente a todos. Valdría la pena esforzarse solo para verlo a él molesto y sin recursos con los cuales atacarle.

Uy, ¡pero es que tenía tanto coraje! Aun no lograba sacar de su cabeza la forma tan idiota en la que ese chico pelirrojo se reía de su estupidez. Se había burlado de ella pensando que no lo escucharía, pero aun así se sintió feliz de que ella estuviera de verdad afectada por sus palabras.

Él no se tomó muy bien el hecho de que una mujer le corrigiera en frente de todos, pero eso no era culpa de ella... Bueno, aunque ella lo hizo con un poco de malicia, eso no quería decir que tenía el derecho de denigrar a otra persona.

Era su culpa por no escuchar y decir "leviosá". Él solo se había puesto en ridículo.

Sus ojos se surcaron de lágrimas, pero se las limpió con aceptación. Era tristeza mezclada con coraje; era imposible no llorar.

Siguió caminando, esta vez hacia el baño de niñas. Tal vez ocultando las evidencias, podría regresar al gran comedor y calmar a su estómago hambriento. Iba junto a girar hacia las escaleras cuando su andar fue interrumpido por alguien. Por el imparto se fue hacia atrás y cayó sobre el frío suelo. Prontas ganas de llorar le llegaron como si la caída hubiera sido más dolorosa. Se dio cuenta de que estaba reprimiéndose respecto al problema.

No podía hacerse la fuerte, después de todo. En verdad, ser despreciada le hacía daño.

Levantó la mirada, solo esperando no encontrarse con alguno de esos que ahora le causaban la vergüenza de llorar. No obstante, se encontró con un par de ojos oscuros; se dio cuenta de que era su profesor Quirrell, que al verla, frunció el ceño.

—L-lo s-siento, se-señorita Granger. N-no la vi ve-v-venir. —defendió él con su característico tartamudeo.

Le dirigió una extraña mirada, pero Hermione no pareció sorprendida. Antes pudo sentir que él la observaba en ocasiones, pero supuso en su momento que no debería ser algo importante. Era verdad que su mirada era muy perturbarte y en ocasiones le hacía tener temblores que al momento reprimía, pero lo repelaba con la idea de su incontrolable tartamudeo.

Se sintió muy avergonzada cuando se dio cuenta de que estaba llorando. Era fácil darse cuenta de que la caída no había sido tan fuerte como para provocar su llanto, pero confiaba en que el hombre no le cuestionara nada.

Menos mal fue él y no el profesor Snape, pensó.

Él extendió la mano hacia ella, y fue que calló en cuanta de que aún seguía en el suelo. Sintió sus mejillas enrojecer mientras ella tomaba la mano que le ofrecían y se impulsaba hacia arriba. Bajó la cabeza cuando se disponía a agradecerle a su profesor y planeaba una salida de allí, pero él no se lo permitió cuando habló.

— ¿Por qué lloras?—preguntó él. Hermiones pudo notar que su voz sonó muy diferente a la que escuchaba a diario en clase, pero nuevamente no hizo nada. —Una niña tan inteligente y bonita como tú no debería de llorar.—el tono, potencia y timbre de voz era distinto al que Hermione conocía, sin mencionar que el tartamudeo jamás pareció intentar salir con sus palabras.—¿Alguien volvió a molestarte?

Eso sorprendió a Hermione. Nunca se dio cuenta realmente de si algún maestro se dio cuenta de eso. Ella no lo pensó mucho; en realidad, guardaba la esperanza de que Ron recibiera alguna reprimenda por parte de su profesor.

—Fue Ronald Weasley. Traté de ayudarlo con un encantamiento que estaba haciendo mal, pero él se enojó y me ha dejado en ridículo con sus amigos. —su voz iba bajando de volumen conforme hablaba.

—Creo que solo alguien descerebrado puede reaccionar de esa manera. Nunca debemos burlarnos de la inteligencia. —decretó el hombre. No se movió de su lugar, por lo tanto, Hermione permaneció quieta. —Deberías de estar orgullosa de que tú sabes y ellos no. Debes saber que la inteligencia es algo que pocos poseen, y tus ganas de aprender me hacen pensar que tú eres de verdad alguien que llegará a ser grande. —asintió levemente, pero era algo para sí misma, pues lo que le dijo él la puso de buen humor. Estaba totalmente de acuerdo con él. —En unos años te puedo asegurar que ellos trabajaran para ti; besaran el suelo en el que andas.

Aunque su manera de ver las cosas le parecía un poco especial, ella se sintió poderosa con esas palabras. Él tenía razón, ellos no eran nada. Solo eran parte del montón de personas incultas que buscaba arrastrarla con ellos. Sabía que quien hablaba no era más su profesor, pero no pudo estar más de acuerdo con su forma de alentarla.

—Tienes potencial, Hermione. El poder lo es todo, tenlo en cuenta.

Hermione no pasó desapercibida la mansión de su nombre, sin embargo, prestó más atención a la mención sobre el poder. Antes había deducido que el pequeño desprecio de su padres se debía a que ahora ella era bruja. Era obvio que poseía más poder que ellos, por lo que llegó a pensar que sentían celos de ella. Aunque se suponía que hablaban sobre la inteligencia, una idea sobre el poder mágico surcó su mente; esto venía de la mano, pero la idea de saber cosas que posiblemente todavía no podría aprender en la escuela le invadió la mente.

— ¿Quién eres?—preguntó ella, tratando de librar la duda sobre él. Era el cuerpo del profesor Quirrell el que estaba frente a ella, pero era más claro que el agua que con quien hablaba, no era él.

—Soy Tom Riddle—contestó con simpleza. —. Estoy en el cuerpo de este hombre porque es la única manera de que no muera... Es un fastidio no ser uno solo, pero estoy trabajando para recuperar mi cuerpo nuevamente y poder vivir con normalidad.

—Eso es horrible. —sinceró ella.

—Lo es en verdad... Tú... ¿no te gustaría ayudarme?—pidió él. Su voz ahora sonaba llena de angustia, y ella no pudo sentir lastima. Su imaginación voló, tratando de pensar el cómo sería de ella al estar compartiendo el cuerpo de alguien más para sobrevivir. Sin embargo, aunque de verdad quería ayudarlo, la duda la embargó.

— ¿Cómo podría ayudarte?

—Hablando conmigo—eso la sorprendió. —Estar solo es muy desesperante. A cambio, yo podría enseñarte todo lo que sé. Podríamos hablar sobre lo que sea... incluso yo podría enseñarte lo que no se puede hablar a los alumnos. —su voz era muy baja, pero cuando volvió a hablar, su tono era más animado.—A parte, te podría enseñar tácticas contra los idiotas que te molesten. Seré un maestro, si así lo prefieres.

Era algo raro. Hermione pensó en lo desesperado que debía estar él para querer su compañía. Sin embargo, él le agradaba, y la idea de aprender le agradaba. Tal vez, con él, las cosas se relajarían y no volvería a pensar en volver a casa de nuevo. También, si Tom se lo permitía, le podría ayudar a recuperar su cuerpo, que después de todo, y como él había afirmado, era su principal deseo.

Entonces, con determinación, ella dijo:

—Me encantaría que fueras mi maestro, Tom.


Recuerden que mi único pago son sus opiniones ;3