Odiaba sentirse de esa manera; ¡ese Kûrodo definitivamente era un sin vergüenza!, ¡un libertino!; ¡él y todas esas que gustaban de abrazarlo y acariciarlo cuando se encontraba en su forma de peluche!
‒¡Es adorable!‒ solía decir Inoue Orihime, mientras le llevaba colgando a un costado de su cadera…
‒¡Se ve igual que Chapiri!‒ exclamaba Kuchiki Rukia, asfixiándolo casi por el fuerte abrazo y esas caricias escandalosas, cada vez que se encontraban…
¡Estaba realmente enfadada! Tanto, que sentía unas inmensas ganas de llorar…, tanto que no fue capaz de alejar al peluche en forma de león que tomaba asiento a su lado…
‒No deberías ponerte así…‒
‒No sé a qué te refieres‒ contestó tratando de sonar lo más indiferente posible. Es cierto que ellos siempre discutían, pero había ocasiones, cuando estaban solos, en las que se hacían compañía como si de hermanos se tratase.
‒Somos almas modificadas…‒ levantó la cabeza para mirar el cielo; se encontraban fuera, en la tienda de Urahara, mientras el resto discutía dentro‒ y aunque yo soy el más guapo, debo reconocer que ese conejo genera una reacción extraña en las mujeres‒ hizo una pausa, esperando que sus palabras hicieran reaccionar a la pequeña gallina que le acompañaba; la que sólo frunció el ceño en señal de desagrado‒ definitivamente podría aprovecharse de la situación en la que se encuentra…, si fuera yo, disfrutaría cada instante en los brazos de mi querida nee-san, o de la princesa de voluptuosa delantera…o…¡cualquiera de esas mujeres que suelen querer asfixiarlo contra sus pechos!…‒ la vio apretar los puños y abrir el pico para decir algo, por lo que se apresuró a interrumpirla y continuar, agregando‒ es por eso que no entiendo por qué nunca hace nada…‒ la gallinita pestañeó algo confusa por sus palabras, mientras le miraba con el rostro desencajado por la sorpresa. Kon sonrió para sí mismo; ¡definitivamente el mensaje estaba siendo recibido!‒ debe estar muy enamorado para no caer en la tentación de disfrutar su condición de peluche…‒ decidió que con eso ya era suficiente, y poniéndose de pie, dijo‒ me pregunto si ya habrán llegado a algún acuerdo ahí adentro…, será mejor que vaya a poner las cosas en orden…‒ y dando media vuelta, dejó que esa chiquilla meditara un poco a solas…
‒Arigatô, Kon…‒ murmuró al verlo partir, con una leve sonrisa. Definitivamente había entendido las palabras del león; Kûrodo nunca le sería infiel…, ni si quiera estando en su forma de peluche…
