Era cerca del medio día, el ejercito de Ganondorf avanzaba por la planicie de Hyrule hacia el castillo. Una parte del ejercito de Hyrule los esperaba en formación frente al castillo. Era el ejercito más grande del reino y aún así parecía miserable frente a los miles de monstruos que había convocado el señor del desierto. Zelda observaba inquieta la escena desde la torre. Su padre le había asegurado que sus hombres valían por cinco monstruos de Ganondorf, pero habían más de diez monstruos por cada hombre. Por desgracia la batalla era inevitable, no podían rendir el castillo.

Habían localizado arqueros y ballesteros en las murallas y torres. Habían soldados en la ciudadela por si el enemigo lograba entrar. La mayoría de los aldeanos se refugiaron en sus casa, aunque algunos prefirieron ir al templo. Todos le rezaban a las diosas que les concedieran protección.

Link se encontraba afuera del castillo. A pesar de su corta edad, pertenecía a una rama muy especial del ejercito. No usaban armadura, sino una túnica verde sobre una cota de malla. Pantalones blancos y botas cafés. Eran entrenados para ser ágiles y veloces. Si bien la falta de protección podría ser una desventaja en el campo de batalla, Link agradecía no tener puesta una armadura. Sentía la tierra temblar al compás de la marcha de las criaturas.

De pronto se detuvieron. Ganondorf estaba al frente de la linea sobre un garañón que parecía sacado del infierno. De piel negra y crin roja como el fuego. Contempló el castillo mientras saboreaba la tensión que se formaba en el aire. Con calma levantó su espada y dió la señal de carga con un grito de batalla. el potro se encabritó, alzándose sobre sus patas traseras antes de emprender. Los cuernos de guerra hicieron eco de la orden y todas las criaturas iniciaron la embestida. Las fuerzas de Hyrule los esperaban en formación, mientras que la linea enemiga no tardó en desordenarse. Cuando sonaron las trompetas del castillo, cientos de flechas surcaron el cielo. Los primeros monstruos cayeron, pero fueron sustituidos por muchos más. Las flechas volaban, las criaturas caían, pero el avance era constante.

El sonido que se produjo cuando los dos ejércitos chocaron fue como si el mundo entero se estuviera haciendo pedazos. Desde la torre, Zelda solo veía una masa deforme que comenzaba a bullir. Poco a poco la batalla se fue filtrando por las lineas de sus defensores hasta que le fue imposible distinguir un bando del otro.

Link atacaba a diestra y siniestra. El campo de batalla era un caos de gritos, sangre y muerte. Detenía el golpe de un bokoblin y golpeaba al Stalfo de al lado. En una ocasión consiguió vencer a un Lizalfo, o fue un Dinolfo, no tenía como saberlo. Caía un enemigo y ya debía enfrentarse al siguiente. Un bublin fue derribado de su jabalí al recibir el hechizo de un wizzrobe que Link evadió por poco.

De pronto lo vio, cinco personas lo rodeaban a él y su potro infernal. Blandía su mandoble con una sola mano, manteniendo a todos a raya. Link se abrió paso hasta él. Cuando se unió a sus compañeros, su mirada se cruzó con la de Ganondorf. El gerudo frunció el ceño, hizo un movimiento circular con la espada y el filo ardió con un fuego negro. La batalla se volvió más agresiva y los soldados de Hyrule empezaron a caer. Con el tiempo Link y Ganondorf quedaron relativamente aislados.

El armamento de Link estaba en muy malas condiciones. Su escudo ostentaba las marcas negras que dejaban la espada de Ganondorf y el filo de su espada tenía picaduras. Pero no estaba dispuesto a rendirse. Ganondorf vio la determinación en sus ojos y sonrió. Con ademán de su espada generó un círculo de llamas al rededor. Ganondorf bajó tranquilamente de su montura. Link apretó con fuerza su espada, las llamas impedían que viera el resto de la batalla, parecía como si el resto del mundo se hubiera desvanecido. Estaba cansado, el escudo le pesaba y sentía las piernas agarrotadas, pero debía seguir luchando, debía proteger el reino. La lucha fue desigual. Aunque Link estaba mejor entrenado Ganondorf era indudablemente más poderoso y aún mantenía su energía casi intacta. Al final, Ganondorf consiguió ensartar su mandoble en el vientre de Link. El tiempo pareció avanzar en cámara lenta, cuando le retiraron la espada, Link cayó de rodillas. Las manos fueron a cubrir la herida. Lo último que vio Link fue a Ganondorf montado en su potro y el circulo de llamas desapareciendo.

El estruendo le llegó poco después de que viera el muro caer. Los hechizos de los wizzrobe habían conseguido destruir la muralla externa del castillo. Zelda rezó a las diosas por las almas de los guerreros que estaban muriendo ahí abajo. De pronto entra Impa, con su armadura blanca y celeste, con el ojo rojo de los sheikhas en el pecho. Juntó los talones y golpeó con su mano derecha el pecho a modo de saludo.

-Princesa, han derrumbado la muralla exterior del castillo, no podremos detenerlos por mucho más tiempo.- Zelda giró lentamente. No mucho mayor que Zelda, Impa era más que su guardia personal, era una consejera, una confidente. Zelda la consideraba una amiga.

Sabía lo que tenía que hacer, incluso estaba vestida para hacerlo. En lugar de su armadura, llevaba un atuendo especial sheikah, utilizado en las misiones de reconocimiento. Pantalones flexibles, una chaqueta de cuero endurecido y por sobre todo una capa con una infinidad de bolsillos interiores. La capa le permitía cubrirse el rostro y el cabello, y el atuendo disimulaba su figura, por lo que nadie la reconocería.

La idea de dejar sola a Impa en el castillo le rompía el corazón. Impa vio la duda reflejada en su rostro, con desición caminó hacia una pared y activó el interruptor que daba acceso al túnel secreto que la llevaría al exterior.

-Por favor princesa, usted sabe tan bien como yo que es la única esperanza de Hyrule.- Zelda lo sabía, también sabía que Impa estaría bien, lo había soñado, aún así.

-Las profecías se pueden mal interpretar.- Dijo, alzó sus ojos llorosos e imploró. -Ven conmigo, por favor.- Impa sonrió con lastima.

-No puedo hacerlo princesa, tengo trabajo que hacer aquí. Pero le juro que nos reuniremos en Kakariko.- Zelda, resignada, tomó su espada y una antorcha y se adentró en el laberinto de túneles.

Después de muchas vueltas, subidas y bajadas, Zelda consiguió salir por una puerta oculta en una cueva hacia el sur del castillo. Al mirar hacia atrás, vio las columnas de humo que indicaban que la batalla había llegado al interior del castillo y el enemigo estaba incendiando la ciudadela. Zelda inspiró profundamente para darse valor y montó el caballo que le había preparado Impa. Golpeó las costillas del animal con los talones y este emprendió el galope. No sabía cuanto tiempo tendría antes que comenzaran a buscarla, pero el bosque estaba lejos y tenía que llegar pronto.