Lo difícil que es amarte
La vida contigo
A pesar de cinco años de vivir juntos como pareja, Draco y Harry continuaban siendo muy distintos. Todos sus amigos seguían sorprendidos de que la relación entre ellos siguiera adelante después de varios años, porque no sólo diferían en hábitos y formas de vestir, sino en tópicos importantes como 'la ideología de vida'.
Por un lado, Harry se había criado con Muggles sin saber de la magia hasta que tenía once años de edad, mientras que Draco había sido educado como hechicero desde el primer día que nació y para él los Muggles eran seres inferiores.
Por esa razón, cuando salían a pasear por Londres, Draco detestaba vestirse como un Muggle para guardar las apariencias y miraba con reproche el que Harry se detuviera a charlar durante mucho rato con la chica muggle que atendía el café al que asistían continuamente. No comprendía como un mago de su altura, el famoso Harry Potter, podía rebajarse a charlar con una simple y llana muggle que, desde su punto de vista, valía menos que un elfo doméstico. Harry, por su parte, trataba de ignorar el disgusto de Draco, e intentaba que participara en la plática con Laura. La pobre chica que atendía el café siempre trataba de conversar con ambos, pero el rubio que acompañaba a su amigo, nunca le concedía la más mínima atención.
Por otra parte, mientras que para Harry el dinero no era importante (pues vistió durante muchos años la ropa que su primo dejaba y convivía mucho con los Weasley), para Draco lo era todo, y las múltiples compras de ropa y artículos innecesarios eran pieza clave en su rutina diaria. Por si fuera poco, mientras que las fiestas del ministro y los reporteros disgustaban al "Elegido", a Draco le encantaba ser el centro de atención. Su padre le había enseñado que la fama iba acompañada por adoración y respeto, así que el rubio no perdía ocasión para recordarle al mundo entero quién era Draco Malfoy.
Y es que observándolos con detenimiento, las diferencias en su carácter y psique eran más grandes aún. Harry nunca supo lo que era ser amado durante su niñez, y Draco aunque fue extremadamente mimado, nunca pudo escapar de la sombra fuliginosa de su padre, quien le exigía una disciplina casi militar y pocas veces pudo disfrutar de una idea propia.
Por esa razón, el primer año fue difícil de sobre llevar cuando decidieron vivir juntos. Al principio, cuando dejaron de ser rivales y aceptaron que su atracción era más fuerte que cualquier resentimiento que tuvieran, Draco quería que Harry despertara todos los días a su lado, y le molestaba encontrar la cama vacía cuando la luz del día comenzaba a filtrarse por la ventana de la recámara. Después de comprender que Harry rara vez podía dormir una noche completa gracias a sus pesadillas, comenzó a entenderlo mejor. Así fue como, varios meses más tarde, se dio cuenta que aprender a respetar y amar los hábitos de la pareja era algo necesario que a la larga los uniría más.
Cuando Harry tenía reunión con sus amigos todos los viernes por la noche, generalmente en casa de Ron Weasley, Draco en lugar de molestarse o sentirse olvidado prefería aprovechar para tener su propia reunión con Blaise y Pansy en su restaurant favorito, y así ponerse al tanto de los chismes de la alta sociedad.
En los quehaceres del hogar, los elfos domésticos no estaban permitidos gracias a la intervención de Hermione, así que Harry se encargaba de la cena cuando terminaba sus labores como auxiliar del nuevo ministro de Magia. Draco jugaba Quidditch de manera profesional y siempre tenía entrenamiento por las tardes, así que rara vez se podían ver durante el día. El horario de Harry era de lunes a viernes de 9 de la mañana a 5 de la tarde, mientras que el de Draco comenzaba a las 4 de la tarde y terminaba a las 10 de la noche. Por esa razón, cuando Draco llegaba tarde y cansado del trabajo, Harry lo esperaba con la tina llena de agua caliente, sales mágicas para aliviar los músculos y una cena deliciosa recién salida del horno.
Juntos solían tomar un baño largo mientras platicaban de los acontecimientos del día, y después de cenar hacían el amor antes de quedar profundamente dormidos.
Y es que cuando uno cedía en algo, el otro lo hacía con respecto a otra cosa distinta. Draco no soportaba el desorden que Harry dejaba en el baño cada vez que se disponía a comenzar el día y le tocaba a él limpiarlo cada mañana cuando su amado partía para el trabajo.
De igual forma, Harry detestaba las horrendas reliquias de la familia de Draco que colgaban de la pared de la sala y que solían encontrarse casi en cada rincón de la casa, pero recordaba que si se trataran de reliquias que sus propios padres, Lily y James, le hubieran regalado, también las colocaría con orgullo y cariño en su casa; así que prefería llevar la fiesta en paz y aprender a respetar las posesiones de su novio.
Es así como después de esos largos cinco años viviendo juntos, ambos habían aprendido a ceder y conocerse perfectamente bien. Sabían cuando ser más cariñosos y considerados, sabían cuando explotar y dejar que sus gritos fueran escuchados por los vecinos, o cuando pedir perdón antes de que fuera demasiado tarde y algo se dañara entre ellos.
Hoy por ejemplo, era un día especial. Era su aniversario y Harry pretendía preparar una cena riquísima en la que le expresara a Draco todo el amor que le tenía y lo agradecido que estaba con la vida por ofrecerle la oportunidad de conocerlo mejor y sobre pasar la rivalidad que durante años existió.
Así, cuando Harry comenzó a hacer sus compras esa hermosa mañana del sábado, nunca se imaginó que la lluvia se desataría de forma tan intensa sobre la ciudad. Los demás transeúntes de Diagon Alley comenzaron a correr a las tiendas como refugio momentáneo, y Harry no fue la excepción. Cuando entró a la tienda de Madam Malkin estaba casi empapado. Inmediatamente fue atendido con un gran saludo y una taza de té apareció servida a su lado.
--- "Sr. Potter, que bueno verle. ¿Gusta una taza de té?" -- dijo Madam Malkin.
--- "Ah… sí, gracias. La lluvia está cada vez más fuerte y… ¿no sé si pueda permanecer aquí mientras escampa?" --- comentó Harry con la esperanza de que la dueña no lo corriera de su establecimiento.
---"Oh, claro que sí. Puede quedarse el tiempo que quiera. ¿Se… se… siente bien?"
¿Bien? – pensó Harry – ¿que quería decir con bien? La lluvia lo había mojado un poco pero gracias a la chaqueta café que vestía y a que todavía no estaba cargado de bolsas con sus compras, pudo correr rápido y así evitar empaparse.
--- "Sí, gracias. Creo que sólo estoy un poco mojado. Nada de importancia." --- La mujer lo miró con cierta consternación. Una mirada que Harry no alcanzó a comprender, y luego sin más preámbulos le sonrió forzadamente.
--- "Sí… claro. Es que… bueno, supongo que no quiere hablar del asunto. Lo comprendo. Tome su té mientras le traigo una charola con panecillos." --- y diciendo esto se dirigió a la parte trasera del negocio y desapareció tras una cortina morada.
Harry se quedó ahí parado sin alcanzar a comprender qué sucedía, pero no le dio importancia y decidió asomarse por la enorme ventana para contemplar el caos de la calle. Sin embargo, cuando llegó al ventanal la lluvia era tan fuerte que difícilmente lograba distinguir el negocio que se hallaba cruzando la acera y decidió sentarse en una de las butacas que se encontraban junto al mostrador.
Tomando la taza de té por el asa, comenzó a beber a pequeños sorbos. A Harry nunca le había gustado por completo el té. Prefería el café por las mañanas, el té ligero por las tardes y una taza de chocolate caliente por las noches.
Draco siempre se despertaba gracias al olor a café que inundaba la casa cuando Harry ponía la cafetera para poder beber la primera taza de café recién hecho. Le había costado mucho trabajo convencer a Draco de tener varios aparatos muggles dentro de su vivienda, hechizados para poder funcionar en el mundo mágico, como un aparato de televisión, un refrigerador y la cafetera; pero Harry terminó convenciéndolo después de una noche en la que complació a Draco en cada una de sus fantasías.
Harry sonrió. No debería de estar pensando en esas cosas a tan temprana hora por la mañana y menos en la calle cuando se encontraba tomando té en la butaca de Madam Malkin. '¡Merlín!, debo de aprender a controlar mis pensamientos pecaminosos en público', pensó Harry mientras trataba de calmar a cierta parte de su cuerpo que comenzaba a reaccionar.
--- "Veo que le ha dado un poco de calor el té, Sr. Potter. Está usted sonrojado." --- Harry se sonrojó más mientras despegaba de sus labios la taza y levantaba la mirada para ver a la mujer que le hablaba y que había regresado con una bandeja llena de numerosos pastelillos.
--- "Sí… gracias" --- dijo Harry La lluvia siguió alrededor de veinte minutos, pero para Harry parecieron horas, o quizás días, pues Madam Malkin no le quitaba la vista de encima y cada vez que Harry alcanzaba a interceptar su mirada, lo que veía en ella no le gustaba. Era una especie de lástima, o quizás…
--- "Disculpe, la lluvia ya cesó. Creo que ahora sí es hora de partir. Muchas gracias por todo."
--- "No es nada Sr. Potter, después de todo, lo poco o mucho que todos nosotros tenemos se lo debemos a usted por salvarnos de "el que no debe ser nombrado"."
Harry dejó el comentario sin contestar, después de varios años, era inútil recordarle a la gente que él solo no lo había logrado y que muchos valientes dieron sus vidas por la misma causa.
Prefirió salir de ahí con rapidez, tratando de recordar qué le faltaba para la cena que tenía planeada, pero comenzó a notar que la gente en la calle se volteaba a verlo y murmuraba constantemente. Era extraño. Aunque desde pequeño se había acostumbrado a esa clase de comportamiento, llevaba aproximadamente tres años que ya no era parte de los murmullos de la calle y el que ahora volviera a serlo sin saber el porqué, era algo que le preocupaba.
Cuando llegó a la última tienda a la que planeaba dirigirse ese día, la encontró casi igual de vacía que aquella que le sirvió de refugio, la diferencia eran la hermosa variedad de flores que adornaban la tienda, tanto por fuera como por dentro, y el gran estante de periódicos y demás publicaciones que se encontraban en una de las paredes. Rápidamente eligió un par de ramos de lilas y se dirigió a la sección de los diarios. Tomó uno de los ejemplares y después de pagar la cuenta se dirigió a casa.
Cuando llegó ya era casi medio día, así que decidió tomar una ligera merienda y descansar un rato antes de comenzar los preparativos de la cena. Harry comió en silencio mientras intentaba escribir en una pequeña libreta cuáles palabras utilizar para lo que quería decir, tenía muchos nervios, pero todo valía la pena con tal de que la respuesta que recibiera fuera la que esperaba.
Terminando de comer se dirigió a su recámara y del segundo cajón del armario extrajo una pequeña caja de terciopelo rojo, que al abrirla mostraba un delicado anillo de platino opacado con una capa gris oscuro. Era muy elegante y muy discreto. Era perfecto para pedirle esa noche al amor de su vida que compartiera el resto de sus días con él.
Para Draco era un día nefasto. Primero sale esa estúpida nota en el diario, después llueve constantemente impidiéndole hacer alguna de las cosas que planeó hacer ese día, y para colmo de los males Harry lo esperaba en casa para reclamarle no haberle avisado antes.
Pero lo peor era el miedo. El miedo de perder a Harry y todo lo que habían construido juntos. Miedo a terminar como su padre, amargado, exigente, desesperado por otra oportunidad. No, no podía permitir que la felicidad se le fuera tan fácil de las manos. Si era necesario hablaría con Harry hasta que entendiera.
Draco abrió la puerta de su casa intentado calmase ante la tempestad. Las luces estaban en semi-intensidad, había un par de velas encendidas dentro de una vasija pequeña llena de agua y pétalos, y el aroma que provenía de la cocina era exquisito. Debía estar soñando, no era posible que Harry estuviera preparando la cena en pleno aniversario cuando la nota de ese día había arruinado todo.
--- "Llegaste antes" --- dijo Harry mientras se asomaba desde la cocina con una enorme sonrisa. Estaba vestido con unos pantalones negros y una camisa color beige muy elegante. Se veía guapísimo. Draco se quedó sin aliento cuando su pareja se acercó a él y le dio un apasionado beso en la boca.
El tiempo parecía detenerse cada vez que Harry lo besaba así. Era algo especial, nada comparado a los besos que todos los días compartían antes de despedirse por la mañana o cuando hacían el amor por la noche. No. Eran besos inesperados y de una pasión mezclada con ternura, con promesa.
Draco lo tomó de la cintura y respondió al beso con la misma intensidad. Hace un momento pensaba que todo estaba cayéndose a pedazos y ahora la vida lo premiaba con ese beso incomparable.
Harry se apartó casi sin aliento y lo contempló durante un momento. Su mirada era limpia, con una ligera chispa de esperanza y en ese momento Draco supo que todo estaba peor de lo que imaginaba, que Harry aún no sabía nada y que pronto ese idilio que vivía terminaría en desastre y dolor.
--- "Te preparé una cena deliciosa, siéntate para que podamos comenzar."
--- "Harry…" --- la voz de Draco se quebraba.
--- "No… cualquier cosa que me quieras decir puede esperar. Anda, siéntate." --- Draco fue interrumpido tan abruptamente que no tuvo más remedio que acercarse a la mesa y sentarse mientras observaba a Harry comenzar a descorchar una botella de su vino preferido.
--- "Lo compré porque sabía que te encantaría con lo que cociné. Y necesitaba… algo de valor para… bueno… mejor vamos a brindar" --- dijo Harry mientras servía una copa para Draco y luego levantaba la suya en el aire.
--- "Harry, no… no… leíste el periódico el día de hoy¿verdad?" --- Preguntó Draco sin levantar la vista. Harry se detuvo un momento y bajó la copa con la que se proponía a brindar. Algo no andaba bien, Draco no solía ser tan indiferente en los festejos de sus aniversarios, y mucho menos bajaba la mirada cuando hablaba con él. Un hueco en su estómago comenzó a formarse.
--- "No. Lo compré pero no alcancé a leerlo porque estuve muy ocupado. ¿Pasó algo?"
Draco no contestó, sólo se limitó a cerrar los ojos y esperar que sus pensamientos terminaran de ordenarse. Harry lo observó e instantáneamente supo que algo no andaba bien. Dejó la copa sobre la mesa, junto a la botella recién descorchada, y se sentó con lentitud en la mesa.
El silencio parecía estrecharse y comenzaba a ser insoportable para Harry.
--- "Draco… dime qué pasa. ¿Pasó algo en tu trabajo¿Con el equipo?"
--- "No." --- contentó Draco sin mirarle todavía. --- "Es algo más grave. Harry… mi… mi padre murió ayer en Azcabán."
Harry se levantó con rapidez de la silla y corrió a su lado. Se encuclilló para tomarle el rostro. Debía ser muy duro para Draco el enfrentar solo durante todo el día la muerte de su padre. Malo o bueno, Lucius era su padre, y Harry sabía lo mucho que dolía perder a tus seres queridos de un momento a otro.
--- "Lo siento mucho mi amor. De verdad, lo siento. De haberlo sabido te hubiera ido a ver…"
--- "No es todo lo que sucede, Harry. Por favor, siéntate de nuevo. Tenemos que hablar."
La sangre se heló en Harry. Era un tono de voz que ya no estaba acostumbrado a escuchar en Draco, así que se dirigió de nuevo al otro lado de la mesa y se sentó. Draco por fin levantó la vista y dirigió su mirada hacia Harry.
--- "Hablé con mi madre. Al parecer mi padre nunca estuvo de acuerdo con nuestra relación y decidió cambiar su testamento. La única forma de que yo herede las posesiones y nombre de la familia Malfoy es si…" --- la voz de Draco se quebró, no podía decirlo y terminar con la esperanza que todavía veía reflejada en los ojos del otro.
Pero Harry lo sabía, algo dentro de él lo supo desde el momento en que Lucius se enteró de su amor. Para el patriarca de los Malfoy era una relación prohibida. No porque se tratara de dos hombres, no. En el mundo de los magos era común. Pero la unión de un Malfoy con sangre pura, y un Potter con sangre impura, era algo que no estaba dispuesto a tolerar.
--- "¿Cuál es la cláusula, Draco?" --- Preguntó Harry sin dejar de ver a los ojos a su novio, aunque sabía ya la respuesta.
--- "Ca… casarme… y tener un heredero. Lucius fue incluso capaz de estipular que el matrimonio debía durar 20 años, mínimo, o la fortuna se retirará de mis manos."
De nuevo el silencio reinó. Harry y Draco se miraron a los ojos por largo rato hasta que el primero habló.
--- "¿Y qué sucedió cuando le dijiste a tu madre y abogado que eso no iba a suceder¿Qué dijo tu madre?"
Draco quería gritar. No quería ser él quién ahora matara lentamente las esperanzas de Harry.
--- "Harry…"
--- "¿Qué dijeron, Draco?"
--- "Harry…"
--- "Porque me imagino que rechazaste la propuesta¿verdad? No pudiste haber aceptado casarte durante veinte años con alguien más." --- la voz de Harry iba subiendo ligeramente de tono.
Pero el silencio de nuevo lo dijo todo. Ninguno se atrevía a decirlo en voz alta y prefirieron seguir contemplándose sin decir palabra alguna. Las lágrimas rodaron por las mejillas de ambos. Draco comenzó a morder su labio inferior para evitar romper en llanto al ver lo devastado que estaba Harry.
--- "Esa fue la nota que salió en el diario… anunciaron la cláusula que mi padre impuso en su testamento. Pero, Harry, no todo está perdido… verás que todo puede seguir igual. Tal vez a mi futura esposa no le importe que te venga a visitar de vez en cuando y si somos discretos…"
Harry cerró los ojos un momento, no podía creer lo que estaba escuchando. Draco no podía proponerle ser su amante durante veinte años. No podía esperar que Harry aceptara ser la sombra de su esposa el resto de su vida. ¿Y qué iba a suceder cuando tuvieran un bebé? Por supuesto que Draco tendría que dedicarle tiempo a su hijo, y ella compartiría con él un lazo mucho más fuerte que el matrimonio. Un hijo lo cambia todo.
Draco se levantó de la mesa y se aproximó a Harry, pero antes de tocarle el hombro, éste se puso de pie y se dirigió a su recámara.
Luego de un par de minutos en los que intentó poner en orden sus pensamientos, Draco lo siguió. Cuando abrió la puerta se topó con una enorme maleta y varios objetos que volaban y se acomodaban dentro de ella. Harry estaba parado en medio de la habitación guiando con su varita todo lo que se movía.
--- "Harry… ¿qué estás haciendo?"
--- "¿Qué es lo que parece, Draco? Me estoy mudando."
El pánico atrapó a Draco y lo dejó casi sin aliento.
--- "Harry… vamos a platicar. Podemos vernos todavía, ser felices…"
Harry dejó de empacar por un momento, bajó la barita y los objetos quedaron suspendidos en el aire. Como esperando que en cualquier momento su amo los dejara caer, o explotar.
Volteó la cabeza hacia el lugar donde Draco estaba parado, y con lágrimas en los ojos y la voz quebrada, le dijo:
--- "¿De verdad me estás pidiendo que sea tu amante?"
--- "Por favor, Harry. No… no puedes esperar que lo deje todo por ti."
Una bofetada hubiera dolido menos que las palabras de Draco en ese momento. Harry sintió que el piso le movía y se sentó en la cama.
--- "¿Todo? Draco, lo único que estarías dejando es el dinero de tu familia. Por supuesto que puedes hacerlo, yo tengo todo el dinero de mis padres y lo que Sirius me dejó. Podemos vivir perfectamente con eso. Además el sueldo que ganas en el equipo de Quidditch es superior a cualquier expectativa y mi sueldo también es una cifra nada despreciable. Podemos…"
--- "No."
--- "¿Qué?"
--- "No puedes pedirme que sea pobre, Harry.--- dijo Draco con determinación. --- Nunca lo he sido ni lo seré."
--- "Pero no seríamos pobres, lo sabes. Viviríamos como hasta ahora, la única diferencia es que ya no recibirías más." --- Harry trataba de razonar con él. No quería creer lo que su corazón le decía: que la batalla ya estaba perdida.
--- "Dije que no, Potter. No lo entiendes. Lo que tenemos es maravilloso pero si tengo que decidir… por favor Harry… no me hagas decidir… por favor." --- la voz de Draco se quebró. El dolor que sentía era enorme.
Harry lo contempló durante largo rato. Potter... Draco lo había vuelto a llamar Potter. Que rápido dejó de ser Harry ante sus ojos. Las lágrimas fluían con más rapidez y constancia que antes. Era verdad, la batalla estaba perdida y no precisamente porque Lucius haya hecho algo antes de morirse, no. La batalla estaba perdida desde el momento en que para Draco el amor de Harry valía menos que el dinero.
Con un ligero movimiento de su varita los objetos cayeron al piso. Ya ni si quiera tenía ganas de seguir empacando sus pertenencias. Sólo quería salir de ahí lo antes posible. Harry sentía como si algo comenzara a asfixiarlo, y casi podía asegurar que el anillo guardado en la bolsa de su pantalón y que iba ser parte crucial durante la cena, le quemaba.
Salió del cuarto tratando de no tocar a Draco mientras pasaba junto a él para llegar a la puerta. Atravesó el pasillo, el comedor y la sala en pocos pasos y cuando abría la puerta de salida la voz de su novio lo detuvo.
--- "No es justo que me hagas elegir, Harry." --- dijo Draco con la voz casi inaudible.
Harry se detuvo un momento y sin voltear a verlo dijo:
--- "No te preocupes. No tendrás que hacerlo…"
Draco dejó de respirar, todo parecía irreal ante sus ojos.
--- "Te dejo libre, Draco." --- dijo Harry todavía sin voltear a verlo, mientras las lágrimas caían sobre la alfombra que habían comparado juntos hace un par de años. El dolor en su pecho era demasiado fuerte y sabía que si volteaba no podría hacerlo --- "Cásate… sé feliz con la persona que quieras que sea tu esposa y dale a tu familia ese heredero que tanto esperan."
--- "Harry… por favor."
--- "No, Malfoy. Ya no soy Harry, recuerdas… soy Potter. Siempre he sido sólo Potter."
Con esas últimas palabras Harry cerró la puerta, dejando a Draco derrumbado en el piso de su casa, llorando por su futuro. Y a Harry llorando por su pasado.
Continuará…
