Disclaimer: Hetalia y sus personajes no me pertenecen, son propiedad del señor Himaruya.


Vacaciones en Roma

Capítulo 1: Aniversario

La noche lo envolvía todo con su manto de oscuridad y tranquilidad mientras yo, iluminado únicamente por la blanca y resplandeciente luz de mi ordenador, navegaba por la red buscando un par de billetes de avión con destino a Roma. Le daría a Antonio, el bastardo de mi novio, la sorpresa de su vida por nuestro tercer aniversario como pareja.

¿Y cómo es que se me había ocurrido obsequiar a Antonio con un viaje a la Ciudad Eterna? Pues porque sencillamente, como buen novio que soy, me apetecía hacer algo por él que lo dejara con la boca abierta. Bueno, por eso y porque el maldito idiota de Feliciano, mi hermano pequeño, se había atrevido a cuestionar que fuera capaz de preparar algo especial para mi aniversario con Antonio.

Le eché una mirada de odio a ese idiota de mi hermano, que dormía a pierna suelta ocupando la mitad de mi cama.

El día que a Feliciano se le ocurrió poner en duda mi capacidad de "iniciativa romántica" para con mi novio, ambos nos encontrábamos tranquilamente en casa viendo una buena peli de acción que echaban en la tele. Las palabrotas, los tiros y las explosiones nos tenían embobados, pero entonces, en cierto momento de la película, el protagonista contó que su mujer se había peleado con él por olvidar su aniversario lo que, por lo visto, a Feliciano le pareció un tema la mar de interesante.

Fratello, ¿tú te cabrearías con Antonio si se olvidara de vuestro aniversario?

―¿Eh? ―me pilló descolocado―. ¿A qué demonios viene esa pregunta?

―Curiosidad, nada más ―se encogió de hombros―. Yo me enfadaría.

―¿Tú? ¿Enfadándote con el macho patatas? ―pregunté escéptico levantando una ceja―. Joder, pues avísame si pasa, no me gustaría perdérmelo.

A pesar de que mi hermano es el rey de las virtudes (es amable, simpático, amigo de todos, tiene talento para la pintura, cocina bien, no se mete en líos…), tiene un defecto enorme… enorme por no decir alto, rubio, musculoso, de ojos azules, amante de las patatas y la cerveza, y de nombre Ludwig, es decir, un novio alemán. Y a mí no me gustan los alemanes.

Feliciano frunció el ceño y me miró molesto.

Fratello!

Haciendo caso omiso de su tono de reproche, centré de nuevo mi atención en la película. Feliciano no tardó en recuperar su actitud risueña y en volver a la carga con sus absurdas preguntas.

―Vee~… ¿Entonces qué, fratello? ¿Tú te enfadarías con Toño si se olvidara de vuestro aniversario?

―Joder, qué pesado eres ―refunfuñé mientras rodaba los ojos―. Sí, supongo que sí. Me cabrearía bastante. Aunque dudo que a Antonio se le pudiera olvidar: tiene el día señalado con un montón de corazoncitos y colores en el calendario de la nevera, sólo le ha faltado ponerle luces de neón. Es imposible que se le pase.

―Se nota que es un día importante para él.

―Más le vale que así sea.

―¿Y sabes si tiene preparado ya algo especial para que lo celebréis?

―No que yo sepa, pero… ¡¿qué demonios te hace suponer que será el bastardo de Antonio el que se encargue de preparar lo que sea?!

―Vee… ―bajó la voz y me miró asustado―. ¿Q-Que lo hizo e-el año p-pasado y el anterior?

Era cierto.

Para la celebración de nuestro primer aniversario, Antonio me sorprendió con una cena romántica en la playa. Era la misma playa en la que nos besamos por primera vez e iniciamos nuestra relación. Me citó allí al atardecer y me esperaba con una rosa roja en la mano. Había colocado en la arena una manta rodeada de velas sobre la que descansaban un par de copas, vino y la comida que había preparado. Nuestra cena se alargó hasta la madrugada y poco nos faltó para dar un espectáculo no apto, suerte que nos controlamos lo suficiente.

En nuestro segundo aniversario, Antonio preparó una escapada de fin de semana. Me llevó a un pueblo perdido de la mano de Dios que ambos conocíamos, pues habíamos estado allí antes en la boda de unos amigos. De hecho nos quedamos en el mismo hotel que entonces, precisamente donde me dijo que me amaba por primera vez… y yo también… ¡será cursi y sentimental el muy bastardo! El caso, que pasamos un relajante fin de semana los dos solos que culminó con una cena de celebración por todo lo alto.

Joder, si es que Antonio había conseguido que ambas ocasiones fueran, además de muy especiales, perfectas. ¡Pero yo también podía hacer algo igual de especial y perfecto! ¡E incluso más!

―¡Pues este año seré yo el que prepare algo especial, joder! ―le espeté molesto a Feliciano.

―¿En serio, fratello? ¿El qué?

―¡Como si te lo fuera a decir! Sabiendo lo bocazas que eres, Antonio se enteraría antes de lo que canta un gallo, ¡y quiero que sea una maldita sorpresa!

Vale, le había mentido a Feliciano, pero no iba a permitir que ese idiota de mi hermano me cuestionara así como así, le demostraría de lo que era capaz. ¡Estaba totalmente dispuesto a ello!

Lo malo era que no se me ocurría ni una maldita buena idea sobre qué organizar que resultara verdaderamente especial, de modo que decidí consultarlo y pedir consejo a mis dos mejores amigos, Lilly y Feliks.

―O sea, tipo, como que no sabes qué hacer para que tu adorado Antonio pierda el culo por ti todavía más, ¿no? ―dijo Feliks, el estrambótico rubio polaco.

―¡Yo no quiero…!

―O sea, Lovinito, pero si eso es como que súper fácil ―me cortó―. ¿No te he sugerido alguna vez que lo esperes en su casa desnudo y envuelto única y exclusivamente con una cinta de regalo?

―Sí, alguna vez… ¡como mínimo van ya unas diez malditas veces que me lo sugieres desde que nos conocemos!

―O sea, y todavía como que no me has hecho caso.

―¡Como para hacértelo! Lilly, por favor, di tú algo.

Mi amiga Lilly era una de las personas más sensatas que conocía. Esperaba que ella aportara algo de cordura a la conversación y, con suerte, alguna buena idea también.

―Bueno, no cabe duda que de esa forma Antonio se sorprendería muchísimo y seguro que lo consideraría algo especial porque sería como si Lovino le dijera "aquí me tienes, soy todo tuyo, haz conmigo lo que te apetezca", lo que, conociendo a Lovino, dudo que ocurra muy a menudo ―sentenció Lilly, la miré mal―. Pero no creo que la ocasión sea la más adecuada para poner en práctica dicha idea, ya que supuestamente lo que prepare Lovino debería resultar especial para ambos, no solamente para Antonio. Por eso sería mejor que esa sorpresita la deje para su cumpleaños.

Me llevé una mano a la frente y suspiré con impotencia. Joder, a veces se me olvidaba que detrás del cándido y angelical rostro de mi amiga se ocultaba una persona que tenía de inocente lo mismo que yo.

―Tienes razón, cielo. O sea, como que me has convencido.

―¿Entonces vais a ayudarme a pensar en algo de una maldita vez?

―O sea, tipo, es que a ti a impaciente como que no te gana nadie. ¡Relájate~!

Gruñí. Feliks en cambio chasqueó los dedos y sonrió con suficiencia.

―¡Ya sé! ―exclamó Feliks―. ¿Por qué no preparas algo así como que una súper cena romántica sorpresa? O sea, seguro que a Antonio le encanta.

―¿Y cómo demonios voy a hacer que sea una maldita cena "sorpresa" si se supone que va a ser el día de nuestro aniversario? Vale que Antonio sea despistado, pero se daría cuenta de que preparo algo, joder.

―Pues engáñale ―respondió tranquilamente encogiéndose de hombros―. O sea, le haces creer que la celebración será como que algo totalmente distinto a lo que vas a preparar realmente. Y ya está, o sea, ni que fuera tan difícil.

―Vale, maldita sea. No, no es difícil, pero… no me parece que eso de la cena sea tan especial.

Feliks rodó los ojos hasta ponerlos en blanco.

―O sea, ¿qué?

―¿Y si te llevas a Antonio de viaje? ―propuso Lilly.

―Nuestro aniversario cae en lunes este año y Antonio tiene que trabajar, tú lo sabes bien, Lilly.

―Pero no tenéis por qué limitar la celebración a ese día, ¿verdad?

―Su-Supongo que no ―respondí dudoso―. ¿Qué propones?

―Antonio cogerá las vacaciones al final de esa semana. Organiza un viaje para entonces y se lo dices durante la cena que Feliks te ha sugerido que prepares. Doble sorpresa.

―O sea, Lilly, esa es como que una súper idea. ¡Me encanta!

―Sí, no está nada mal, pero…

―Ya salió el "pero" ―me interrumpió Feliks―. O sea, es que si Lovinito no pone como que ninguna pega no está contento.

―Joder, es que a vosotros os parece muy fácil, pero… ¡¿a dónde demonios lo llevo?!

―A algún lugar al que queráis ir juntos.

―O a algún sitio que tú conozcas pero él no y, o sea, así como que haces de guía turístico y se lo enseñas, tú sabes.

―Pero si prácticamente todos los malditos lugares que conozco los he visitado con él, ¿a dónde demonios…?

Bajé la voz hasta quedarme en silencio y con la vista fija en un punto, se me acababa de venir a la mente el lugar perfecto al que llevar a Antonio.

―Ya se le ha ocurrido algo ―escuché comentar a Lilly.

―O sea, tipo, no te quedes así como que en Babia ―dijo Feliks chasqueando los dedos delante de mis ojos, sacándome del trance―. Cuéntanos como que YA lo que has pensado. O sea, ¡no nos dejes con esta intriga!

Me tomé unos segundos antes de responder, divirtiéndome con los gestos de apremio que me hacía Feliks (luego tiene la cara de llamarme impaciente).

―A Roma ―dije despacio, sonriendo con satisfacción. Mis amigos me miraron con cierta sorpresa―. Llevaré a Antonio a Roma. Conozco muy bien la ciudad, viví allí un montón de años, y Antonio no ha estado nunca ―les expliqué―. Además mi abuelo tiene una casa allí vacía donde nos podemos quedar. ¡Es el lugar perfecto!

Lilly y Feliks se mostraron de acuerdo conmigo y me animaron a llevarlo a cabo. Pues ya no había nada más que pensar, estaba decidido: cena sorpresa y viaje a Roma, así celebraríamos nuestro tercer aniversario Antonio y yo.

Había mucho que preparar, pero sin duda una de las primeras cosas de las que tenía que ocuparme era de comprar los billetes de avión, eso sí, no sin antes asegurarme de que a mi novio no se le ocurriera organizar algo también (en cuanto mencionó el tema del aniversario lo corté diciendo que yo me encargaría de la celebración) y robarle el carné de identidad para rellenar los datos necesarios para la compra del billete.

Y en dicha tarea me hallaba inmerso en ese momento, completando la estúpida información que exigía la compañía aérea. Ya había conseguido encontrar un vuelo.

Un cosquilleo de emoción invadió mi estómago y se expandió por todo mi cuerpo cuando pinché sobre el botón de compra. Estaba hecho, en cuestión de dos semanas partiría destino a Roma con Antonio.

Sonriendo satisfecho, apagué el ordenador y me tiré de un salto sobre la cama junto a Feliciano, que dormía tan profundamente que ni siquiera se inmutó. Yo, en cambio, no podía pegar ojo, me sentía demasiado emocionado… joder, ¡me moría de ganas de ver la cara que pondría Antonio cuando le contara que iba a llevarlo a Roma! Seguro que no se lo creería, sería una auténtica sorpresa para él.

Definitivamente, a pesar de los muchos preparativos que aún faltaban, celebraría mi tercer aniversario con Antonio por todo lo alto, de una forma perfecta y, sobre todo, muy especial.


Pues esta es la (tan esperada) secuela de "Una casa de locos", aunque no es necesario haberla leído previamente.

Espero que os haya gustado.

¡Gracias por leer!