¡Hola! Permíteme que te dé algunas pequeñas indicaciones para poder seguir completamente la lectura:

- La historia se desarrollará en Hannyo, una región distinta a las impuestas por el canon. Aun así, no excluye al canon en ninguna medida, sencillamente estamos en un lugar independiente. De hecho, interactuarán con personajes ya existentes en el fandom.

- Los pokémon que utilizaré en combate no irán más allá de quinta generación, aunque ya hayan sido revelados algunos de la sexta generación.

- Los movimientos que aprenderán los pokémon serán fieles a los que puedan aprenderse en los juegos Blanco y Negro 2, incluyendo tutor de movimientos, MT/MO, movimientos huevo y formas especiales de obtenerlos como el PDW (Pokémon Dream World)

- He usado este rating puesto que aún no estoy seguro de si incluir algunas escenas un poco más violentas de lo esperado. De todos modos, avisaré mediante notas de autor previas a los capítulos en caso de que se presente algún momento con una tensión un poco más adulta.

- Ni el concepto Pokémon ni las criaturasme pertenecen. Este escrito no tiene más intención que el entretenimiento personal y del lector. Agradezco enormemente a Satoshi Tajiri, Ken Sugimori y todos aquellos involucrados en Nintendo que hicieron posible que la idea prosperase.

Gracias por la atención, he aquí el capítulo:

Uno: Vientos de cambio

Las noches de invierno eran una auténtica tortura. A la inherente oscuridad casi perpetua le acompañaba el gélido viento que ataca desde todo rincón imaginable, propiciando una sensación de desasosiego indescriptible. Implacables pinchazos en el estómago, que marcan la cercanía al estado de inanición.

Sou era uno más de esas personas que lo habían perdido todo; un humano que no tenía un hogar al que regresar, al que nadie le dirigiría la palabra, alguien indigno. Se refugiaba en las obras de un edificio cuya construcción se canceló, a la espera de su derribo. Si bien no había paredes que le aislasen, los cimientos eran lo bastante sólidos como para que la estructura fuese refugio suficiente.

El hambre que sentía el chico de descuidada melena castaña estaba por consumirle, no podía pegar ojo ya que al intentar cerrar los ojos su estómago le recordaba que llevaba días sin probar bocado. Con gran esfuerzo, se levantó del frío cemento, en busca de algún resto de comida tirado a algún contenedor de basura cercano. Poco tuvo que rebuscar para encontrar una bolsa con varias bayas, la mayoría en aparente buen estado.

—Si esto todavía se puede comer… —murmuraba con cierta indignación, frotando con la parte más limpia de sus desgastadas prendas la superficie de alguna baya para comerla—. Que aproveche —pronunció antes de dar un desesperado mordisco al fruto. Las bayas aranja eran una excelente fuente de nutrientes y permitían aguantar más a Sou.

Tras engullir un par de ellas, rebuscó en el bolsillo de su chaqueta un objeto esférico, que tras tocar y aumentar su tamaño, lanzó en riguroso silencio, tragando el último bocado. De la bola salió un pokémon de color verde, con enorme cabeza de la que salían unos rosados tentáculos, un fino cuello ornamentado con franjas amarillas y una base con ventosas que le conferían cierta firmeza.

—Cradily, ¡mira qué festín! —Sou mostraba la bolsa a su fiel compañero, pletórico. Éste le dedicó un gesto amable, que pocos detectarían puesto que el verdadero rostro del pokémon está oculto bajo la verdosa cáscara—. ¡Come, están muy ricas! —Seleccionó una de las mejores piezas, la baya favorita de su amigo, una bonita tamar cuyo único defecto es no terminar con una perfecta forma afilada. El pokémon la degustó, sabiendo que posiblemente tardaría en volver a poder disfrutar de un ejemplar así, y se lo hizo saber a su entrenador, que le dedicó una mirada cómplice seguida de un abrazo.

Ambos se privaban de coger más, no querían que el otro se quedase con hambre. El entrenador estaba más pendiente de la nutrición y necesidades de su pokémon que de su propio bienestar, y el capturado, plenamente consciente de esto, forzaba a su amigo a cuidarse.

Tras comer un número prudencial de frutos, Sou cerró la bolsa con un nudo metiéndola en una vieja y desgastada mochila en la que guardaba sus escasas pertenencias. Después volvió a la obra a esperar el amanecer, tras devolver a Cradily a la bola de la que había salido.

Apenas pudo pegar ojo, temía que alguien en su misma situación no tuviera piedad de él y le arrebatase lo poco que había podido conseguir; o que algún niño bien extraviado y borracho decidiese que para terminar su noche sería bueno dar una paliza a un sin techo. Esta situación se repetía todas las noches, por lo que los ojos pardos de Sou se veían eclipsados por sus inmensas ojeras.

Nada más notarse en el horizonte los primeros rayos de sol, el entrenador comenzaba su desesperante rutina: Trataba de adecentarse con agua de un riachuelo cercano, y una vez que estaba lo suficientemente limpio, marchaba a la ciudad a ofrecerse para trabajar en lo que sea. No le importaba tener que limpiar suelos o escaleras, repartir comida a domicilio o transportar grandes cajas; cualquier cosa le valía para conseguir algunas monedas con las que poder dar de comer a su fiel compañero. Tras varios desesperados intentos, acababa apoyado en la pared de cualquier edificio, deslizando su cuerpo lentamente hacia abajo hasta sentarse en el suelo ahogando las pocas lágrimas que le quedan por soltar y ganando casi sin querer calderilla que alguna señora con ganas de expiar sus culpas le tira.

La tranquila región de Hannyo estaba abocada al fracaso económico. Sus recursos naturales eran limitados, hecho que les hacía tremendamente dependientes de las importaciones. Esto generaba un increíble déficit, llevando a la miseria a varias personas y familias. Necesitaban dinero lo más rápido posible; teniendo en cuenta que la industria tampoco les salía excesivamente a cuenta. Hannyo tenía que destacar por algo, algo que la hiciera especial, y sobresalir de otras regiones cercanas; así que decidieron plantear un reto al resto del mundo: instaurar la liga más fuerte. Para ello no contarían con ocho gimnasios, sino que elevarían el número de medallas necesarias a un total de diecisiete, para distribuir la riqueza por la gran superficie de la comarca.

Ciudad Hanagusa era una de las más duramente castigadas por la crisis económica. Aquellos que habían logrado sacar un buen negocio adelante mantenían un buen nivel de vida que contrastaba con el de personas que apenas tenían dinero para permitirse llevar un plato de comida a su casa. Las infraestructuras para llegar apenas pasaban de amplios caminos de tierra que llevaban al claro del gran bosque en la que se localizaba el centro de la ciudad, puesto que el negocio maderero no lograba demostrar sostenibilidad. El resultado era evidente, muchas personas en la calle, encerrados entre los troncos de altos y frondosos árboles. Gran parte de los problemas de la ciudad eran culpa de la pésima gestión de los políticos, que gastaban el dinero en ostentaciones inútiles para la ciudad que, en muchas ocasiones, no se llegaban a terminar porque una nueva y aún más descabellada idea ganaba adeptos.

Por su excepcional ubicación, Hanagusa sería la sede del gimnasio de tipo planta de la región; un cuidado gimnasio, de excepcionales formas que rompía la tendencia al simplismo arquitectónico de la ciudad para incorporar un moderno edificio, cuya obra prosperaba y avanzaba cada día más. Los rumores de la ciudad se referían al gimnasio como la nueva obra inacabada de la ciudad, aunque en este caso nada parecía presagiarlo. En el ayuntamiento todos eran conscientes de la importancia real del proyecto; y a todos se les hacía la boca agua pensando en el rédito que obtendrían de éste.

Había que admitir que la construcción de este nuevo gimnasio era el nuevo motor económico de la ciudad. Muchas personas desempleadas veían en este negocio del ladrillo una manera de llevar un dinero a sus hogares y salvarse de acabar desahuciados. Sou había intentado en varias ocasiones solicitar un puesto en la obra, pero no logró que le aceptasen, ya que en las normas estipuladas tenían prioridad las personas con cargas familiares. La orfandad de Sou no era pretexto suficiente para darle algún oficio.

El joven de mirada triste deambulaba otro día más por la ciudad. Parecía que enero no quería dejar una tregua a nadie en la urbe, atacaba con todas sus fuerzas el cuerpo y alma de los habitantes. Sou buscaba algún lugar donde el gélido viento no le golpease directamente, atravesando su ropa rota y helándole. Encontró un lugar en una esquina de la plaza mayor del lugar; donde parecía que el típico mercadillo de los martes se había tenido que suspender para que las huracanadas rachas no arrastrasen los toldos de los puestos. Un lugar prácticamente muerto.

Las escasas personas que pasaban por allí no prestaban ni un ápice de atención al sin techo. Quizás alguna furtiva mirada al joven cuando se movía para acomodarse en el pavimento, tratando en vano de retener algo de calor y no caer enfermo de hipotermia. Verles le provocaba una tremenda envidia: Sus cálidos abrigos hacían que simplemente tuviesen que preocuparse de que no fuesen arrastrados por el viento, su rápido caminar denotaba el rumbo fijo de estos transeúntes. No tenían una vida tal en la que comer era un lujo que escasos días se pudiesen permitir.

El joven esperó pacientemente, deseando que el cielo le diese clemencia. Las nubes se empezaban a agregar y la tormenta parecía inminente. El viento se agitaba aún más, revolviendo su pelo y cegándole a ratos. Sentía que esa noche no podría sobrevivir a no ser que encontrase cobijo urgentemente.

Levantándose del suelo comenzó el espectáculo de la naturaleza. A cada imponente relámpago le seguía su correspondiente ruido atronador. Las primeras gotas mojaban los adoquines de la carretera, lluvia que a cada segundo parecía intensificarse y tener menos compasión. Sou corrió desesperado, tratando de pasar por el máximo número de terrazas y balcones que amortiguasen el impacto, pero las huracanadas rachas jugaban en su contra, empapándole cada vez más.

En un esfuerzo desesperado, logró llegar al centro pokémon. Una enfermera con dos rosados bucles por peinado se giró a recibirle con una dulce sonrisa.

—¡Este es el centro pokémon! —dijo estirando un brazo, mostrándole el lugar—. Aquí curamos a tus pokémon. ¿Qué deseas?

Tras unos segundos de jadeos apoyando las manos en sus rodillas, Sou logró recomponerse un poco y articular palabra.

—Es… mi Cradily, sí —murmuró, evitando el contacto visual con la amable empleada—. El frío le ha sentado mal y creo que está enfermo. —Metió la mano en el bolsillo de la rasgada chaqueta que siempre vestía, sacando poco después la pokéball donde su compañero reposaba ajeno a las condiciones adversas. Acto seguido, lo liberó para que la enfermera Joy de Hanagusa pudiese inspeccionarlo.

—Sou —suspiró, sonando un poco protectora con el chico—, sabes que no puedo dejar que te quedes aquí si no es por algo serio…

—¡Pero Cradily está mal de verdad! —insistió, inspeccionando a su pokémon para tratar de encontrar cualquier arañazo, por ínfimo que fuese—. Yo… ¡Yo me preocupo por él!

Joy, tras inspeccionar al pokémon, determinando que simplemente estaba cansado y hambriento, intentaba que el entrenador abandonase el edificio por su propio pie, cuando un enorme rayo cayó cerca de la ciudad, haciendo que el centro activase automáticamente el generador de emergencia. La enfermera miró al techo sobrecogida, tratando de buscar alguna bombilla que la sobretensión hubiese estropeado, esperando una réplica. Sou tragó saliva, y dándole una palmada a su compañero, le tocó la cabeza girándose para salir. La encargada del centro tocó el hombro del indigente, deteniendo su marcha.

—Por hoy puedes quedarte, pero déjame inspeccionar el estado de tu Cradily… —Resignada, cedió a la petición del joven.

—¡Gracias, mil gracias, Joy! —La miró con un brillo en los ojos que dejaba en un segundo plano a los relámpagos. No pasar esa noche a la intemperie resultaba un enorme regalo de incalculable valor.

La enfermera se retiró con el pokémon a la parte de observación, mientras que Sou pudo sentarse en uno de los sofás de los que el centro disponía. Una superficie tan cómoda en un espacio tan cálido y agradable logró que cayera dormido de forma prácticamente instantánea con una sonrisa en la cara.

El centro se mantuvo tranquilo toda la noche, ningún ruido logró despertar al chico de aspecto desnutrido. Ni siquiera por la mañana, cuando ya el cielo había dado una tregua, Sou cambió un ápice su posición. Tuvo que tocarle Cradily con sus tentáculos para que reaccionase, dando un pequeño salto y poniéndose en posición por si tenía que pelear. Al ver a su pokémon se relajó, éste empezó a agitarse. El gesto parecía causar risa a Joy, que los observaba desde el mostrador donde esperaba pacientes. Sou se acercó a ella para agradecerle la noche allí, y se marchó en busca de trabajo.

Esta vez, Cradily iba caminando con él; al pokémon le apetecía movimiento, ya que Joy le había dado algunas vitaminas en la comida de esa noche y se encontraba rejuvenecido. La alegría que parecía desprender el tipo roca y planta contagiaba a su entrenador y a algunos viandantes que le miraban. Aunque se sabía que era una ciudad donde los pokémon con tipo planta abundaban, la especie de Cradily era muy poco común; por lo que llamaba más la atención.

Los charcos decoraban el suelo, y los niños hacían corros alrededor de ellos, ataviados con botas de agua, deseosos de salpicar a sus amigos saltando en ellos. El cielo no estaba completamente despejado, pero algunos rayos de sol atravesaban la capa de nubes, iluminando la ciudad y reflejándose en el agua caída. Un arcoíris presidía la escena. Sou esbozó una sonrisa, después de la tormenta llega la calma, se dijo mientras volvía a intentar encontrar algún oficio.

Varios intentos frustrados agriaron la sonrisa del joven, que se acabó sentando en un banco y sacando la bolsa de bayas, deseando que aún se pudieran comer. No parecían en mal estado, y seleccionó algunas para su compañero, que se las llevaba con dos de sus tentáculos al lugar donde se supone que tenía la boca para después agitarlos en señal de alegría. El entrenador le acompañaba degustando algunas de las bayas, cuando un adolescente se acercó a ellos decidido.

—¡Hola! —saludó mostrando la palma de su mano, con una firme sonrisa que parecía denotar una gran confianza en sí mismo—. He visto este ejemplar y no puedo resistirme, ¿te apetece librar un combate?

—No sé… —Sou miró a su pokémon, que asintió decidido. Hoy parecía que quería que fuese un día entretenido—. ¿En serio quieres? —Éste repitió el gesto, dando a entender que estaba listo—. Pues así será —El entrenador se levantó y se colocó tras Cradily, a varios pasos de su retador.

—¡Genial! —El extraño chico dio un par de pasos hacia atrás, preparándose para el duelo. De su cinturón cogió una bola que lanzó hacia delante, mientras gritaba—. ¡Adelante, Masquerain, Viento Plata! —ordenó rápidamente este entrenador, dejando salir a un Masquerain que no dejaba de batir sus alas rápidamente.

El ataque del pokémon bicho pilló por sorpresa a Cradily, que recibió el impacto de lleno. El atacante se colocó en mejor posición, ahora parecía más fuerte y robusto que antes de realizar la técnica.

—Avalancha… —murmuró casi inexpresivo Sou. La complicidad con Cradily era tal que conocía que él quería realizar ese ataque, pero esperó a una confirmación oficial.

Las afiladas rocas que Cradily invocó impactaron apenas de refilón con las alas de Masquerain, lo que lo desestabilizó y consiguió que una de las últimas golpease directamente el cuerpo del insecto volador. Éste se encontraba muy aturdido, y pidió la retirada a su entrenador. Aunque la intimidación de Masquerain había funcionado, el poder de ataque de Cradily le sobrepasó. El chico se sentía confuso; había perdido antes otros combates, pero nunca tan rápido, ni de forma tan clara. Éste se acercó al entrenador de Cradily, y le dio unas cuantas monedas.

—Veo que es muy muy fuerte… —susurró mirando al pokémon, que correspondía de forma inocente. Éste le tendió uno de los tentáculos al chico, a modo de saludo—. Eh… ¿Qué le pasa?

—Quiere saludarte —respondió el parco en palabras entrenador ganador del combate. El otro chico estrechó extrañado el tentáculo a Cradily y este lo movió suavemente de arriba abajo, lo que le provocó una ligera sonrisa.

—¿Estás aquí para presentarte a las pruebas de líder? Tienes madera, ¡de verdad! —Sou miró a su interlocutor arqueando una ceja. Parecía interesarle lo que estaba contando—. La verdad es que un líder puede ganar bastante dinero, sólo por entrenar bien a sus pokémon. Dan un poco de envidia, ¿verdad?

—Ya veo… —contestó para sí el vagabundo. Pensó que podría ser el mejor medio para salir de la indigencia, aunque sólo contase con su fiel compañero—. ¿Cuándo son esas pruebas?

—Pues el viernes de la semana que viene, ¿no has leído los carteles? —El entrenador de Masquerain señaló una de las advertencias en un escaparate cercano sin poder disimular el asombro por el desconocimiento del otro chico. Sou simplemente negó con la cabeza a modo de respuesta—. Bueno, al menos prométeme que irás. En serio, chaval, te veo algo. En fin, ¡mucha suerte y gracias por el combate! —Tras otro movimiento de mano, el chico se marchó.

Sou se acercó al comercio y leyó el cartel. Dentro de nueve días, en la plaza mayor, todo aspirante a líder tipo planta deberá llevar al menos tres pokémon del tipo con los que realizar un torneo, cuyo premio era de cincuenta mil pokédólares, y entre los participantes se seleccionaría a varios para poder pasar a la siguiente ronda.

Si bien no disponía de muchos medios para poder seguir entrenando, ver una posible salida a la situación económica que atravesaba le parecía suficiente como para intentarlo con todas sus fuerzas.

—Cradily, vuelve. —Apuntando al pokémon con el botón de la bola que lo solía albergar, hizo que éste entrase de nuevo en ella. Poco después y sin mediar palabra, se fundió entre el resto de transeúntes para salir de la ciudad y adentrarse en el bosque que la rodeaba.

Continuará.

Espero comentarios sinceros sobre el escrito, si tienen alguna crítica sobre él, algún punto donde no me expresé correctamente... En definitiva, quieren hacerme notar algo, sean tan amables de dejármelas en un review. No busco cientos de "conti pls", prefiero una opinión sincera en base a la cual poder mejorar mi estilo y mi escritura en general.