En los pasillos del instituto me sentía vacía a pesar de ser "popular" quizá eso me llevo a buscar compañía una y otra vez, aún lo recuerdo la primera vez que me entregue por completo a una persona que jamás iba a quererme.
Hace un año en las vacaciones conocí a un chico encantador, que me llenaba de ilusorias promesar de amor eterno que nunca se cumplieron, tales promesas fueron las que dieron el primer corte a mi alma pues más que una mentira la promesa me hizo ilusionarme, sentirme feliz y plena pero todo eso me cobro una factura que costó la primera herida en mi corazón, fue la primera vez que lloré por un amor no correspondido fue donde me di cuenta de que mis amigas solo se interesaban por sí mismas caí en la oscuridad triste y profunda donde estaba sola. No fue hace dos meses atrás hasta que por fin mi dolor ceso… con cada herida en mi exterior liberaba la gran presión encerrada en mi alma no me importo hacerlo es más nada importaba solo una cosa se encontraba en mi mente y era "el dolor desaparece " pero tras ese efecto tan adictivo no conté con las miradas acusadoras de todo el instituto sin decir del murmullo de la gente.
— Zia, tenemos que hablar— la rubia del grupo se me acerco ya sabía cuáles eran sus motivos para hablarme de esta manera, Amber y yo no éramos amigas simplemente compañeras de un mismo nivel social. — no podemos seguir juntándonos con una emo, depresiva que ha intentado cortarse las venas por un amorío de verano— habló como si no le importase, aunque, no le importa reí por mi conclusión.
"No tengo amigos"
— Estas tan equivocada Amber, no todos los emo se cortan ni todos los que se cortan son emo, pero te entiendo es cómo se maneja este mundo y lo entiendo— tome mi bolso y me fui sin esperar que la blonda dijese algo que torturase mi sanidad mental.
"Nuevamente estoy sola"
Las clases estaban por terminar, la clase de historia se me hizo eterna sentía una especie de escozor en mi brazo izquierdo donde tenía las vendas que me habían puesto en el hospital, una necesidad de rascar la zona afectada hasta que cesase, las miradas de mis compañeros a mi brazo izquierdo no paraban ni se detenían los murmullos que me rodeaban, quería huir… necesitaba salir… necesitaba estar sola pero quien comprende a alguien "enferma" como yo.
Enferma, es el nuevo método que utilizan conmigo por haber atentado contra mi misma es algo interesante ver la cara con la que te lo dice la gente mi madre dice que a pesar de todo sigo siendo la misma chica de siempre pero yo le respondo que nada es como antes ya no soy como fui, el pasado es un bello recuerdo sin dolor y mi presente se ha roto mientas que mi futuro es de oscuridad.
Tome mis cosas a prisa y salí prácticamente a los golpes mientras caminaba a paso rápido por los pasillos evitando cualquier posible mirada con cualquiera que me mirase con lastima salí corriendo del instituto y me dirigí a casa aún podía oír las voces que hablaban sobre mí como si tuviese una especie de enfermedad contagiosa. Me detuve en el parque… me senté bajo un árbol algo escondido para poder relajarme o llorar lo primero que ocurriese.
"Soy una cobarde"
Apreté los puños de las manos mientras las lagrimas comenzaban a surcar mi rostro no deseaba llorar pero me sentía demasiado frustrada y estas era producto de una mezcla de sentimientos desbordantes en mi pecho que subían y bajaban en forma de un nudo que me provocaba dolor, mucho dolor en el pecho cada vez que intentaba parar como si tuviesen fuerza y voluntad propias las pequeñas gotas saladas volvían a caer, así continúe hasta que al fin se detuvieron por completo pero ese molesto hipido seguía conmigo, abrí mi bolso y saque un espejo y el lápiz de ojos para arreglarme un poco.
— Vaya, Vaya… si no son mis ojos los que ven a Zia Laufenson —escuche la voz ronca de alguien detrás de mi ya había terminado de arreglarme pero me llevé un susto de muerte que aceleró por completo mi ritmo cardiaco.
— Si no es el pelirrojo de bote, Castiel Daimonas… —sonreí de manera triste no podía fingir, al menos no en este momento.
— lindas vendas —dijo mientras tomaba asiento junto a mí.
— gracias, sabía que eras alguien que apreciaba el esfuerzo— sonreí irónicamente por mi propia comentario.
— ¿Cuándo las quitan? —preguntó con verdadero interés.
— pues dentro de una semana, quedara un tatuaje permanente. ¿y tu cuando dejaras de ser un pelirrojo de bote?
— dentro de algún tiempo. — sonrió de medio lado mientras fijaba su mirada hacía al frente en unos pajarillos que estaban en los arboles que se encontraban frente a nosotros.
—¿desde cuándo tan interesado? —pregunté.
Castiel y yo no éramos más que meros conocidos, Amber estaba colada por el así que nunca le preste demasiada atención menos ahora que he estado ocupada huyendo de mis absurdos pensamientos.
— me preocupe cuando dijeron que estabas en el hospital— miro hacia el cielo, pero yo no podía dejar de mirarle.
Por primera vez alguien se preocupaba por mí, mis padres no contaban para ellos era una simple obligación un mero trámite en una hija con problemas emocionales nada más que eso, pero puede parecer algo estúpido y arrogante de mi parte aún así me alegra que alguien se preocupase por mí.
— Pues estoy entera, al menos esos dicen— también comencé a mirar hacia el cielo que se estaba comenzando a nublar de seguro comenzaría a llover a cantaros pues en la televisión habían anunciado algo parecido. — tengo que irme— me levante— como siempre hablar contigo Daimonas, es un placer— estire mi mano derecha hacía el mientras el sonría de lado y me entregaba la suya de manera de despedida.
— adiós, Laufenson quiero verte mañana— hablo mirándome directo a los ojos.
Comencé nuevamente mi camino estaba vez más calmada y con toda la compostura que debía fingir tener para el mundo que me rodea, rebusque en el interior del bolso mis llaves pero alguien abrió de repente, era mi madre quien parecía sería por su semblante.
— tardaste. —parecía algo molesta.
— me quede charlando con un compañero.
— ¿te sirvo la cena?
— no tengo hambre. —respondí ya que me encontraba algo mareada por su actitud y no quería nada con nadie y menos con la comida.
— ¿estás bien? —preguntó con un tono algo dividido entre la inseguridad y molestia.
— si— entre y me dirigí hacía mi cuarto en la segunda planta de la casa.
Comencé a cambiarme de ropa, tome el pijama sin más no tenía ánimos para seguir en el exterior, me até el cabello en una coleta mientras subía la música a un volumen lo suficientemente alto como para no tener que oír mis pensamientos por un rato, saque mis cuadernos de hoy y los comencé a revisar no había mucho que hacer por lo que me tendí en la cama, con la suficiente atención conté cada estrella que había pegado cuando niña en techo, había más de cien estrellas fluorescentes repartidas a lo largo de este.
Mi celular sonó deteniendo paulatinamente la música que luego siguió con el mismo volumen que antes no quería ver de qué se trataba solo quería descansar, me sentía demasiado agotada parecido a cuando se corre una maratón, al rato me quedé dormida y no desperté hasta que el tono de llamada sonaba por los parlantes tome el celular y conteste sin mucho ánimo:
— Diga…
— Laufenson, se te cayo algo esta tarde— reconocí la voz de Castiel.
— ¿Qué cosa? — pregunté con cierto interés, si recordaba bien tenía todas mis cosas.
— un espejito algo cuco, rosa y con tú nombre— dijo riendo, se burlaba de mis gustos no me molesto es más me causo gracia que lo hiciese.
— ¿me lo traes?
— estás loca, apenas y conseguí tú teléfono ¿ crees que se dónde vives? además son las 2 de la madrugada tus padres se volverían locos si simplemente voy a entregar un pequeño espejo de princesa. — se explico
— hum… ¿me lo entregas mañana en el insti?
— claro. bueno nos vemos — se despidió
— nos vemos mañana— me despedí antes de cortar.
Apague la música ya que estaba cansada, me acurruque nuevamente en la cama para dormir pero algo daba vuelta en mi cabeza.
"Dake"
Dakota Staile, fui mi primer novio. el primero en todo, mi primer amor unilateral que tuve, la primera decepción pero por sobre todo fue el que rompió por primera vez mi frágil alma dejando paso para que los demás hiciesen lo mismo, una y otra vez… el circulo volvía a empezar: Me enamoraba, me decepcionaban, quedaba nuevamente sola pero aún día dejo de ser así simplemente al sentir algo, ese algo era decepción y tristeza. cada vez que le recuerdo mis sentimientos son confusos, le odio, sé que no me hace bien pero aún así no puedo dejarle cada vez que le veo mi corazón late con fuerza y mis pensamientos se nublan pero cuando vuelve a desaparecer con otra me siento tan infeliz como siempre.
— Querida… — la voz de mi madre me fue despertando de mi tortuoso viaje al pasado lleno de recuerdos.
— ¿Qué sucede? —pregunté algo desorientada.
— es tarde, tienes que ir al instituto— me dio una sonrisa amable igual que todas las mañanas, lancé un suspiro algo pesado mientras me levantaba.
Decidí solo ducharme el cuerpo mi cabello estaba limpio y no tenía mayores problemas, comencé a rebuscar en mi guardarropas, encontré un vestido de color negro, no muy ceñido al cuerpo con mangas y tirantes mientras que en la parte inferior se ajustaba un poco después del muslo, me coloqué unas medias negras con tirantes del mismo color marrón oscuro (casi negro) con unos lazos del mismo color entre los tirantes y el límite de las medias mismas, unos botines con algo de taco de color negros. deje mi cabello suelto, arregle mi flequillo y no use nada más que un labial rosa pálido cambie mis vendas y las escondí bajo las mangas del vestido, tome mi bolso y me dirigí hacía la comedor donde mis padres ya estaban tomando desayuno.
— hija… ¿no quisieras usar algo más de color? —preguntó mi padre mientras tomaba mi desayuno.
— Zedrick… deja a nuestra hija en paz— salió en mi defensa mi madre. — hija vamos ¿quieres que tú padre te vaya a dejar al instituto? —otra pregunta más salió, aunque ya sabía que no podía negarme por lo que solo asentí y continúe comiendo en paz.
En el auto de papá de vez en cuando revisaba mi celular por si algún mensaje de alguien esperaba a por mi respuesta pero no había nada simplemente ya nadie quería hablar conmigo, ya nadie me necesita… ya nadie deseaba que le hablase simplemente me había vuelto nada.
— Zia— la voz de papá me sacó de mis pensamientos.
— ¿Qué? —pregunté aún sin mirarle.
— ¿estas bien? —preguntó, por primera vez hace tiempo me preguntaba como estaba.
— si estoy bien, no me vez… estoy bien. — conteste con algo de torpeza e incoherencia.
— mañana me marcho a la ciudad a trabajar, pero antes de irme quiero asegurarme de que no intentaras hacer nada contra ti misma. — habló con un tono duro e inflexible, como si le hablase a uno de sus empleados y no a su propia hija, fingí una sonrisa pero aún así no le mire a la cara y le conteste:
— Estoy bien— de reojo le vi sonreír aliviado, tras ese intercambio de palabras ambos quedamos en silencio, no quería hablar y si quisiese no sabría de que. —adiós —me despedí mientras me bajaba del auto, probablemente más de alguna mirada atraería el coche último modelo de color azul estacionado fuera pero trate de evitarlas.
Estaba demasiado concentrada en mirar hacía el suelo que no me di cuenta de que había alguien hasta que choque con una persona en medio del pasillo casi antes de llegar al salón del profesor Farres, la silueta curvilínea de una chica me hizo detenerme, la mire de los pies hacía arriba, unos botines altos casi hasta el muslo un vestido blanco algo corto con un bléiser color negros, cabello albino ojos color ámbar me miro algo preocupada y se apresuro para formular una pregunta.
—¿estás bien?
— sí, lo estoy— tras eso me apresure a entrar en el salón.
Rosalya Crawford, mi mejor amiga de primaria pero tras unos inconvenientes y cambios de estilo separamos nuestros caminos antes hubiese hecho un escándalo por chocar con ella pero ahora realmente no me interesaba ella ni su amistad pasada solo quiero que el maldito día pase luego para marcharme.
Me senté cerca de la ventana para mirar cualquier cosa que no fuese al señor Farres, sentí un par de pasos y unas voces masculinas acercarse pero me concentre en mirar mi celular que había comenzar a vibrar, tenía tres mensajes nuevos…
primer mensaje:
# DESCONOCIDO
ENFERMA, DAS ASCO.
segundo mensaje:
# DESCONOCIDO
Das lastima, eres patética.
ultimo mensaje:
# DESCONOCIDO
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Borré de inmediato los mensajes y deje el móvil en el bolso, arregle mi cabello y comencé a mirar por la ventana no me interesaba nada, el día se me había asqueado con tales mensajes no quería llorar simplemente tenía mucha rabia e impotencia, no podía hacer nada ¿Quién me creería?
— Hey, Laufenson —la voz de Castiel me hizo mirarle, se sentó a mi lado mientras que su amigo se sentó detrás de nosotros— ten— me pasó mi espejo, y sonrió— ¿conoces a Lysandro?
— No, pues mucho gusto Lysandro— mire al albino de ojos heterocromaticos y tendí mi mano derecha como saludo— soy Zia Laufenson— sonreí.
— es un placer conocerte— habló caballerosamente, su voz me resultaba tan familiar.
— ¿por casualidad has estado en el festival de música del año pasado en la ciudad? —pregunté
— así es, hasta el año pasado era solista. y fui representando el pueblo junto con la antigua banda de Castiel— mire algo perpleja al pelirrojo, nunca le había tomado en cuenta ni interesado siquiera un poco, a pesar de tener mucho en común.
— vaya… no me lo esperaba— sonreí.
