Vierte un poco de vino en la copa. Ni siquiera sabe porqué lo está haciendo. Toma la base de vidrio con suavidad, con aquella que usa para tomar muestras con una pinza y piensa en pistas, puzzles y juegos. Sonríe.

Es una de esas noches que no tienen ningún sentido, menos para él.

Pero algo es diferente.

Está solo.

Es el único en el 221 de Baker Street.

Gira sobre sus talones y camina los pasos que lo separan de la ventana. Afuera está oscuro y ha empezado a caer lluvia desde hace menos de una hora. No ve personas y los automóviles pasan cada vez menos.

Mira el contenido en la copa y no puede evitar pensar que aquel color se asemeja a la sangre, pero no a cualquiera, sino que a la tibia que viaja por su cuerpo.

El lugar está demasiado silencioso y por alguna razón que no comprende, aquello lo incomoda. Pasa su mano derecha por la superficie del escritorio mientras camina hacia la siguiente ventana en donde tiene el atril con su música. Bebe levemente un poco reconociendo el pequeño toque a roble en el vino. Deja la copa en el escritorio y toma el violín sin siquiera pensarlo mucho. Es cuando lo mueve hasta su hombro cuando se da cuenta que en verdad no quiere tocarlo. Así que lo baja y se lo queda viendo mientras lo tiene entre las manos. Sonríe de nuevo, levemente, con algún grado de dolor que no le pasa desapercibido.

El silencio, la constancia vacía que le provoca, se hace más notoria. Deja el violín junto a la copa antes de mirar el lugar y caminar como alma que lleva el diablo hasta las escaleras. Baja rápidamente, coge el abrigo y se lo pone. Antes de un minuto, está en la calle bajo la lluvia caminando hacia cualquier parte.

Y no importa cuando tiempo lleve caminando, cuantos años lleve retomando la ruta, no va a ninguna parte. Porque lo sabe, lo entiende… pero no puede decirlo. Hay algo dentro, algo que le fue arrebatado o que nunca estuvo allí. Algo que lo llama desde las sombras y desde las copas de los árboles, pero que no se deja ver. Así como la sangre tibia que viaja por su cuerpo mientras la lluvia lo empapa haciéndole calar hasta los huesos. Está allí, pero sin revelarse y quizás pronta a desaparecer.

Es como la lluvia. Y la noche inmensa. Es como la copa a medio vaciar y el violín en el escritorio. Es como su departamento en aquel momento y como las imágenes que sabe que vivirá pero de las que no puede escapar. Es aquella quietud que está en todos lados, menos dentro de su cabeza. Es esa sensación de estar perdido y desconectado. Acallando un grito y quizás algo más… son sus manos sin guantes congelándose en los bolsillos de su abrigo o su cabello empapado apegado a su rostro. Son sus ojos medio nublados y húmedos. Son sus pasos en la acera y el agua que salpica su ropa. Son las sensaciones sin etiquetar, las acciones que no llevan a ninguna parte. Y por sobre todo, es su vida avanzando a donde no quiere ir.

Y no puede evitarlo. Es el juego. Es su vida. Es el sinsentido del sentido de ser Sherlock Holmes. El único detective consultor del mundo.

…..

DarkCryonic

14/02/2013 01:11:26 AM