Nice to meet u

When I see you I dream

All your memories are craving in my mind

I am consuming in your blood

We are going to crash

I can't erase how you slash

El local no es gran cosa. Unas cuantas mesas y sillas por la sala y una generosa barra en donde poder beberte todo el dinero que llevas encima sin ninguna dificultad. Sitios como este existen a miles por toda la ciudad así que, ¿qué lo diferencia de todos esos otros?

Normalmente nada lo hace. En estos momentos.

La mujer que está en el escenario cantando. Aunque sería mejor decir que está desgranando alguna capa de su alma por la manera en que su voz lograba captar la atención de todos los presentes por muy poco interés en la música que pudieran tener.

Era su voz y esas letras y no ella quien lograba captar el interés del público. Y eso que podía ser totalmente al revés dado el buen, por no decir algo más fuerte a su favor, cuerpo que tiene. Unas largas piernas embutidas en unos simples jeans que se le ajustaban como una segunda piel. Una figura delgada pero fuerte que debía tratarse del resultado de un buen régimen de ejercicios y buena alimentación, aunque la realidad fuera una constitución natural que no para de quemar calorías por su propia cuenta. Su piel morena resultaría mucho más exótica en otros ambientes pero, a pesar de ello, atraía muchas miradas. Todo ello cubierto por una simple camiseta que, a pesar de todo, resaltaba sus generosos pechos.

Sus brazos largos rematados en unos finos dedos que parecían hechos para acariciar tanto como para romper lo que se les pusieran a mano. Su cabello, una media melena que descansaba sobre sus omóplatos, negro con reflejos índigos enmarcaba con un flequillo el rostro de belleza clásica que te hacía rememorar las antiguas civilizaciones del Mediterráneo. Una fina nariz y a ambos lados unas mejillas ligeramente pronunciadas. Un par de brillantes zafiros que guardan el misterio de su alma oculto a simple vista. Largas pestañas y finas cejas.

Y sus labios finos y apetitosos por los que cualquier hombre o mujer con algo de valor se atreverían a desafiar a las profundidades del Tártaro por poder saborearlos una sola vez y ganarse un beso de su parte.

Una belleza que podría hacer enloquecer a cualquiera a quien ella se propusiera pero que no utilizaba en ningún momento cuando se encontraba sobre el escenario dejando liberar lo sentido por su interior. Su alma y corazón.

Sentada en medio del escenario en un alto taburete que la permitía tener sus largas piernas estiradas hasta el suelo, con sus manos sobre el regazo y su voz en el micrófono que se encontraba frente a ella.

´cause I don't know.

Who left

you or I.

We both die.

´cause I don't know.

Who left

you or I.

I tried to say.

Su voz era lo más dulce que se podía encontrar en el local y hacía buen contraste a las fuertes bebidas que se podían llegar a beber. Altas graduaciones que no conseguían superar el calor de las palabras que salían de tan lujurioso origen.

Su alma, su corazón… su boca, sus labios.

No era que no le gustase la canción o la cantante sino que ya se había bebido todo el dinero que llevaba encima y eso siempre le indicaba la señal para abandonar y regresar de nuevo a su casa a descansar lo que restase de noche para que el día siguiente no le llegara dispuesto a romperle la cara con fuerza.

Lo malo que podía decir de este fin de noche era que no podría quitarse de la cabeza la voz de la cantante o las letras que logró escuchar de la canción y su estúpido cerebro se molestó en quedárselas para repetirlas una y otra vez hasta que la cabeza le explotase.

Así quedó demostrado cuando se cerró, a su espalda, la puerta del local pero la canción aún seguía pudiéndola escuchar a pesar de que no salía ni una sola nota a la calle. No hacía falta pues era de su cabeza de donde saldría la música mientras le acompañaba a su casa.

Esto siempre significaba dos cosas. Una mala gestión del dinero por comprar poco alcohol o el que compró no era lo suficientemente fuerte para noquearle el poco sentido común del que podía llegar a hacer gala en ciertas ocasiones. Fuera lo que fuera no le iba a ayudar a borrar la voz de la cantante y la canción que le iba a acompañar durante lo que le restaba de conciencia.

En el interior del local la mujer seguía desgranando poco a poco el resto de aquella canción que podía haber sido escrita a causa de sus propias vivencias como por simple momento de soledad. Daba completamente igual como había sido creada esa canción para aquellos que la estaban escuchando. Lo único que les importaba era el poder escucharla y sumergirse en las sensaciones que logra provocar en cada uno de ellos.

Su voz serena acompañaba a cada uno de sus oyentes en sus propias meditaciones a pesar de que ella misma no era consciente de nada de esto pues, como cualquier otro, también se encontraba perdida en lo que aquella canción le estaba haciendo recordar.

When I'm blind you dream

All your memories are craving in your mind

You are consuming in my blood

We are going to die

I'm falling in your life

´cause I don't know.

Who left

you or I.

We both die.

Su turno ya había terminado y se encontraba en la barra del bar tomando una última copa, bueno, en realidad se trataba de una taza de café. Su preferido. Era increíble como podía haber descubierto justamente el único café que le resultaba agradable a su gusto. Eso decía mucho de él pero no por ello le iba a permitir mucho más de lo que ya le dejaba; ella lo sabía y él también.

-Vamos, qué me dices-. Le hablaba apoyado contra la barra.-Estoy seguro que atraerías a toda la ciudad si te pusieras la ropa que te digo. Sería bueno para ti y excelente para el porvenir de mi humilde local.

-Nunca vas a dejar de proponérmelo, ¿verdad?-. Dijo antes de tomar un sorbo de su café.-Pero sabes muy bien que si no fuera por lo bien que te sale este café ya habría buscado otro local en el que supieran hacerlo como a mi me gusta.

El hombre se agarró el pecho como si se le hubiera parada de golpe.

-No me digas esas cosas que me matas, chica-. Se acercó hacia ella y la llamó con la mano para decirle una confidencia que le susurró.-No te preocupes que tengo un conjunto parejo para mí de tu minifalda y minitop.

-¿Te gusta todo mini?

-Cuando se refiere a la ropa de las mujeres es una buena elección-. Le guiñó el ojo sonriéndole y mostrando su perfecta dentadura.

La mujer dejó la taza vacía en la barra mientras se ponía en pie y colgaba su mochila al hombro. Una maliciosa sonrisa surcó su bello rostro.

-Deberías dejar a un lado el modismo y echar un ojo a ese café-. Le tentó con cierta, aparente, maldad.-Hoy tenía cierto sabor a canela que no debería estar ahí.

El rostro de pánico del hombre fue suficiente para conseguir robarle unas risas a la mujer de cabellos oscuros como la noche cerrada. Su rostro se iluminó con ella.

-Dime que ha sido una broma pesada de las tuyas porque me vas a quitar una década de encima si no es así, muchacha-. Pidió saber mientras examinaba la taza y olía el aroma del café que aún se podía encontrar en ella.

-Nos vemos mañana-. Se despidió mientras se encaminaba hacia la salida trasera del local. No es que fuera para evitar a los posibles fans que la aguardasen en la salida, ni a los que pretendían ligar con la hermosa cantante, sino que su piso se encontraba en dirección por la salida de atrás.

-Oi, por favor, no puedes dejarme así con la duda-. Le suplicó algo preocupado por la situación del café predilecto de la mujer.-No podré dormir en toda la noche.

-¿No es ese el fin de un buen café?-. Se despidió con una dulce sonrisa saliendo por la puerta.

El hombre soltó un profundo suspiro mientras daba vueltas a la taza de café intentando recordar cada punto que hizo para su realización y, de esta manera, encontrar el momento en que la canela había provocado el cambio en su sabor.

Un sonido hizo que levantara la vista y se encontró con la juguetona mirada de la mujer desde la puerta entreabierta.

-Estaba bromeando-. Admitió antes de cerrar la puerta.

Se había quedado paralizado por unos instantes en que no sabía como debía reaccionar ante aquella acción. Por supuesto que pronto se dio de cuenta de lo que significaba.

Seguía preparando el café perfecto para ella.

-Las mujeres, de cualquier edad, fueron, son y serán mi perdición.

La noche resultaba agradable y a ella le gustaba sentir dicha oscuridad, no sabía muy bien el por qué pero era así desde que era una niña pequeña. Mientras otros rehuyen de la noche y su oscuridad por miedo a lo que en ella pudiera esconderse, ella no hacía sino esperar a que terminase el día para sentirse tranquila y relajada.

Lo malo era que la oscuridad siempre traía consigo, a su pesar, un montón de desagradables incidentes y personajes muy poco recomendables.

Esta noche no sería una excepción.

-Buenas noches, señorita cantante-. Habló un hombre de mediana edad que estaba acompañado por dos mucho más jóvenes, rondando la treintena.-Esta noche ha sonado como los ángeles, ¿no lo creéis así, muchachos?

-Oh, si. Como un dulce angelito-. Dijo con una sonrisa que no auguraba nada bueno.

-Un ángel de Victoria sin duda alguna-. Los ojos del último de ellos recorrieron el cuerpo de la mujer sin ninguna vergüenza o reparo.-Suave, suave.

Aquello hizo reír a los tres hombres mientras que ella permanecía en silencio sin mostrar ningún tipo de temor por la situación en la que se encontraba.

-Supongo que gracias por el cumplido aunque como nunca he escuchado a ningún ángel cantar mis canciones no puedo saber si lo he hecho como ellos-. Dijo con total tranquilidad la mujer.-Ahora si me disculpan.

Pero los dos jóvenes se interpusieron en su camino impidiéndole el paso. Se dio de cuenta de que habían aparecido una vez hubo dejado lo suficientemente atrás la puerta del local para impedirle el volver corriendo para escapar de ellos.

-Tengo prisa y estoy cansada-. Pero su voz seguía sonando fuerte y alerta, aunque con cierto tono de condescendencia.-Así que será mejor que se vuelvan por donde vinieron.

El hombre alzó las manos para tratar de aliviar la situación.

-Vamos, vamos. No se preocupe, señorita cantante. Solamente nos gustaría tomar una copa con usted-. No parecía muy nervioso y hablaba con mucha calma. Eso no le gustaba para nada a la mujer.

-Gracias pero no bebo con clientes, ni con desconocidos que me abordan en plena noche en un callejón-. Era la manera de aclarar las cosas pero lo decía de una manera que no hacía sino molestar a los tres tipos.

-Bueno, pero nosotros si queremos beber contigo-. Dijo uno de los jóvenes. El que llevaba una cazadora marrón de cuero.

-También para satisfacer la curiosidad de que más sabes hacer con esa talentosa boca, preciosa-. Habló el otro joven, que vestía una camiseta de tintes góticos.

La mujer descruzó sus brazos y los mantuvo firmes a ambos lados de su cuerpo esperando por el movimiento que daría pie a una desagradable situación.

-Como puedes comprobar, no es nada malo lo que queremos de ti, señorita cantante-. La sonrisa de aquel hombre ya se había transformado a una bastante más lujuriosa de la que había estado mostrando hasta ahora.

Los ojos de la mujer no mostraban ningún tipo de temor así que no era posible saber si lo tenía o si se encontraba nerviosa por la situación. Por lo menos por sus palabras no se iba a poder averiguar.

-Sois tres conocidos así que no creo que tengáis ningún tipo de problema para que podáis satisfacer vuestros deseos sexuales entre vosotros si eso es lo que os impulsa en estos momentos-. Los sentidos de la mujer estaban alerta a cualquier movimiento.-Supongo que ninguna prostituta os ha querido hacer ningún servicio esta noche. ¿Falta de dinero con qué pagar o es que tenían demasiado buen gusto?

Pudo verse la realidad de sus intenciones cuando sus rostros mudaron a máscaras de rabia, ira y odio como resultado de sus palabras. No sabía muy bien cuales habían sido las causantes pero, viendo su actitud hacia ella, seguro que había sido la referencia a la libertad sexual sin tabúes que les propuso para aliviar sus necesidades sexuales. Lo que, dicho en otras palabras…

-Ahora te enseñaré quien es un puto marica, pedazo de zorra.

Si, no había ninguna duda de que esa había sido la causa a su reacción.

Se habían movido para tratar de colocarse en los ángulos ciegos de la mujer que seguía más los movimientos de los tres asaltantes con su mirada y con el giro de cuello y cintura. De esta manera plantó la semilla para la acción, errónea, de uno de aquellos valientes.

Fue el de camiseta gótica el que trató de agarrarla por sus cabellos índigos pero, para su sorpresa, la mujer se giró en redondo siendo ella quien lo agarró a él por el brazo; una mano en la muñeca y la otra sobre el bíceps, y aprovechando la fuerza de giro lo lanzó contra la pared de enfrente golpeándolo de espaldas. La fuerza del movimiento hizo que la cabeza terminara por golpearse también dejándolo medio atontado.

El otro joven trató de golpearla, un fuerte puñetazo en la nuca, con intención de noquearla pero, una vez más, ella usó la fuerza del movimiento giratorio que usó para poder encarar, rápidamente, a su segundo asaltante y bloquearle el puñetazo con su propio brazo. De esta manera dejó una abertura perfecta para dirigirle un directo, con la palma abierta, sobre el plexo solar con la parte inferior, y tremendamente dura, de la mano. El golpe le cortó la respiración y ella usó este momento para realizar un fuerte golpe con ambas manos sobre el torso del hombre lográndolo tirar al suelo.

Un ruido la hizo girarse para encarar al tercer asaltante pero… esta vez se equivocó. Había sido a causa de la pelea que lo habían despertado y, viendo la situación que tenia ante sus ojos, decidió que lo mejor sería irse de allí. Su movimiento, el ruido realizado, fue lo que captó la mujer perdiendo de vista al tercer hombre a causa de…

¡Un gato!

Cuando intentó moverse, para recuperar la visión de su último asaltante, sintió una fuerte descarga en su costado izquierdo que atravesó todo su cuerpo y dejándola medio atontada. Sus piernas no soportaron su peso, o su cuerpo el equilibrio, arrojándola al suelo de rodillas.

-Lo ve, señorita cantante-. Habló con tranquilidad el cabecilla, a pesar de que sus dos compañeros habían sido derrotados con gran facilidad por la mujer, moviéndose alrededor de ella.-La vida es muy peligrosa y no se debería salir de casa sin protección para esta clase de situaciones-. El hombre pulsó el botón y el sonido de la electricidad pudo escucharse en el aire.-Salvo en contadas ocasiones una porra eléctrica es bastante segura para conseguir lo que uno quiere sin dañarlo.

Los dos hombres recién golpeados se acercaron a la mujer caída con la palabra venganza claramente escrita en sus rostros furiosos. Estaba claro que tenían algún tipo de problema con el hecho de haber sido derrotados con tanta facilidad por una mujer. Y una mujer desarmada para completar la humillación.

-Muy bien, así es como deberíais estar todas vosotras-. Dijo el medio ahogado poniéndose frente a ella mientras se disponía a bajarse la cremallera del pantalón.-A la altura de lo que realmente es importante. Mi polla.

-Amén, hermano-. Se burló el otro tipo mientras imitaba las acciones del primero.

La mujer sentía como su mente se encontraba algo nublada y le costaba poder moverse. Realmente la electricidad resulta bastante efectiva para detener a alguien. Pero sabía que si no hacía algo pronto, el no poder moverse iba a ser su preocupación menos importante de todas.

El primero de los asaltantes se sacó su sexo que lo movió ante los apagados ojos de la mujer como si la estuviera tentando para que se lo atrapara. Seguramente con la boca según eran sus intenciones previamente formuladas. Agarrándole por el pelo le dio un tirón para obligarla a abrir la boca.

-Vamos, putita. Di, "ah".

-¡¡AAAAHHHHH!!

Bueno, más o menos.

Una figura surgió tras el hombre de la porra eléctrica y le había agarrado la muñeca, de la mano con la que la estaba sujetando, con tanta fuerza que, con un simple giro de su propia muñeca, se la rompió haciendo que soltase el arma. Antes de que pudiera seguir lamentándose por la rotura de esos huesos, fue arrojado contra la pared de enfrente del callejón, con una insultante facilidad, haciendo que se golpeara lo suficiente para que perdiera la consciencia. El sonido anunciaba una fractura del cráneo pero, en estos momentos, nadie estaba para ese tipo de preocupaciones.

La atención del invitado sorpresa se dirigió hacia el hombre que intentaba devolver su carga al interior de sus pantalones antes de que le llegase a atacar. No fue suficientemente rápido.

-¿Quién cojones eres tú?

Pero la única respuesta que obtuvo fueron unos puñetazos tremendamente dolorosos que hicieron que resonaran por todo su cuerpo el sonido de su rostro quebrándose como si le hubieran golpeado con un martillo. Un tremendo gancho lo arrojó por los aires dejándolo inconsciente antes de que tocase suelo… con la mandíbula rota por varias partes y una ristra de dientes por los suelos mientras de su boca salía un reguero de sangre.

Trató de avisarle pero su mirada seguía algo borrosa y no enfocaba muy bien y su lengua continuaba pastosa y sólo fue capaz de decir algo como…

-…uida…

En vez de un claro "cuidado" como había sido su intención.

Un madero impactó de lleno en la nuca de aquel no invitado y se partió en dos trozos a causa del fuerte golpe dado. Todo quedó en silencio mientras parecía como aquel desconocido parecía que estuviera esperando porque su cuerpo le explicase lo que había sucedido y que ahora era el momento en que debía caerse al suelo inconsciente.

Siempre dijeron que no pensaba mucho las cosas.

Volviéndose agarró al tipo de la camiseta gótica por el cuello, sus dedos lo aprisionaban con gran facilidad, y, levantándolo con facilidad en el aire, lo empotró contra la pared produciendo un tremendo ruido que produjo escalofríos dada la violencia con que fue realizada dicha acción.

-Eso duele, imbécil-. Habló por primera vez el, ahora mismo, único hombre en pie.

-Aunque no tanto como el dolor que le has causado tú a él-. Dijo la mujer tras recuperar el control de su boca, y del resto de su cuerpo.

El hombre se detuvo para observar, por primera vez, a la mujer que se encontraba en el suelo con algo más de atención de lo que sería habitual en él. No sabía por qué pero había algo en ella que le sonaba de algo. Era como si la conociera pero no podía asegurar de dónde o de cuándo. Mientras ella, simplemente, le miraba con sus grandes ojos azules que ya habían recuperado su brillo perdido.

-Me ayudas a levantarme-. Le pidió alzando su mano derecha hacia él pero lo único que hizo el hombre fue mirarla con el entrecejo fruncido.

-¿Es qué te pasa algo en las piernas?

Ella le dedicó una sonrisa sosegada mientras continuaba con el brazo en alto esperando por una ayuda que se hacía esperar.

-Bueno, me han dado un buen calambrazo con una porra eléctrica y eso ha mermado algo mis fuerzas-. Le explicó como si hablase del color de su cabello, o del de él.-Aún las siento algo débiles por lo que un poco de ayuda para ponerme en pie sería de agradecer.

Una mueca de hastío surcó fugaz el rostro del hombre pero no le impidió ayudarla a ponerse en pie. Pero, para sorpresa de la mujer, ignoró su mano y la cogió, mucho más delicadamente de lo que se podría imaginar por su ímpetu, por los costados, un poco por encima de la cintura y un poco por debajo de sus pechos, justo al final de las costillas, y la levantó como quien levanta un recién nacido. Sin dificultad pero con cuidado de no hacer ningún tipo de daño.

-Gracias-. Le dijo cuando sintió de nuevo el suelo bajo sus pies; pero cuando trató de dar un paso…-¡Ooohh!-. Casi vuelve al suelo sino fuera porque le pasó la mano por debajo de su brazo y la mantuvo sujeta y de pie.

-Yo diría mucho más que débiles-. La mujer vio una medio sonrisa en el rostro de aquel muchacho y supo que lo había visto anteriormente. No por la sonrisa solamente sino por el conjunto en si.-No tienes piernas.

-Bueno, estoy segura que muchos diferirían de esa afirmación…-, y este era un buen momento como otro para recordar que no sabían sus nombres, los del otro, los suyos desde que se volvieron al escuchar como les llamaban.-Lo siento, pero aún no me he presentado. Disculpa mis modales, supongo que seguir achacando todos mis problemas al golpe eléctrico sería abusar un poco, ¿verdad?

Todo esto lo dijo mientras sonreía de tal manera que hizo que sus palabras se perdieran por el camino y que solamente pudiera pensar en su preciosa sonrisa.

-Me llamo Nico Robin.

Ese era su nombre. Nico Robin. Si tenía la sensación de conocerla, ¿no sería lo mismo para con su nombre? Y así era, o así le parecía, aunque no podía recordar dónde ni cuándo… por ahora.

-Roronoa Zoro.

Robin pretendió darle la mano pero, estando Zoro sujetándola con su brazo izquierdo lo que hacía que ella tuviera su brazo derecho agarrándose al cuerpo de él, no podía darle la mano correctamente y no le parecía el darse la mano de manera equivocada así que tomó una simple decisión.

-Nice to meet you, Roronoa.

No fue el que le hubiera hablado en inglés sino el que le hubiera dado un casto beso en la mejilla a modo de saludo. Sabía lo que le podría ocurrir si una mujer le cogía desprevenido en ciertas situaciones. Sus mejillas se rebelaban a sus órdenes y actuaban por cuenta propia ruborizándose aunque él no quisiera.

Suerte de que en el callejón había poca luz, lo malo era que no podía disimular la tensión de su cuerpo hasta que logró pasar un par de segundos más tarde.

-Si, lo que sea-. Le soltó algo rudamente pero que a oídos de Robin sonó de manera tierna y algo tímida. Y que no hizo sino gustarle aún más.-¿Adónde quieres que te lleve?

-¿Tienes coche?

-No.

Aquello la dejó, no confundida sino curiosa.

-Entonces, ¿pretendes llevarme a rastras por la ciudad?

Zoro no podía negar que ella tuviera un buen punto en esa cuestión. La verdad era que irla arrastrando por ahí resultaría de lo más sospechoso y atraería demasiado la atención de la gente. Debía buscar otra manera y sabía cual sería. Era lógico.

-No.

Y con esto la cogió en brazos haciendo que, en un gesto innato, Robin se le agarrara al cuello. Cuando la sintió tan cerca, y por sus propias acciones, Zoro supo que debería pensar las cosas antes de hacerlas como muchos le aseguraban que debía hacer para que evitase cometer acciones que no venían a cuento.

-Oh, mucho mejor para mí pero, ¿no te cansarás llevándome en brazos?-. Le preguntó Robin sabiendo que esta pregunta no haría sino causar, justamente, que Zoro no la volviera a poner en el suelo aunque solamente fuera para demostrar que aquello no era cierto.

-Depende de adónde quieres que te lleve-. Le respondió Zoro. No la respuesta que se había esperado Robin pero una que la mantendrían en brazos de Zoro.-Hospital, tu casa, ¿o prefieres tomar una copa?

Bueno, su plan había sido el irse a su casa después de terminar su turno en el bar pero, tras los sucesos ocurridos a posteriori, no tenía tantas ganas de ir a casa. No tenía nada que ver el que tuviera que ser llevada hasta allí por alguien a quien acababa de conocer porque, según lo que le decían sus instintos, Zoro era alguien de fiar. Lo que ocurría era que, de ir a casa, se acabaría la noche y, con ella, el tiempo junto a Zoro y aún apenas había empezado a conocerle. A saber de él.

Le parecía interesante, sin contar atractivo, y tenía ganas de poder conocerlo algo mejor. Sabe muy bien que hacía mucho que no tenía ningún tipo de conversación con alguien que no conociera fuera de su trabajo. Y de una cita ni hablamos porque la memoria no daba para tanto tiempo en el pasado.

-No suelo ir a beber con desconocidos pero, como ya nos hemos presentado, no veo por qué no. Además necesito algo para digerir lo sucedido-. Robin a punto estuvo de decirle que fueran al local en donde cantaba pero, de hacerlo, no habrían tenido ni un momento de descanso y paz para ellos mismos. Casi podía escuchar a su, llamémosle, jefe preguntando todo tipo de cuestiones que, de seguro, irritarían a Zoro.-Conozco un buen sitio a unas calles de aquí. Empieza saliendo del callejón hacia el norte.

Zoro se puso en marcha siguiendo las indicaciones de Robin.

-Debo decirte, antes de que te emociones con tus planes, que acabo de beberme hasta mi última moneda-. Le aseguró Zoro sin ninguna vergüenza por ello.-Así que me temo que solamente podré acompañarte hasta el bar.

-¿Eres uno de esos hombres que no aceptan ser invitados por las mujeres?-. Le preguntó con cierta ligereza Robin.

-No-. Admitió Zoro.-El dinero es dinero y la bebida sigue siendo la misma. Si a las mujeres les apetece invitar a una copa no veo por qué deberían negarse a aceptársela. Todos tienen derecho a hacer lo que quieran.

A continuación la voz de Robin sonó mucho más cerca del oído de Zoro que necesitó mucho control para no mostrar como le afectó y ponerse en evidencia.

-Entonces, ¿te importa qué te invite a una copa, Roronoa?

Tal vez fuera la falta de costumbre de que una mujer le hablase al oído de aquella manera pero, no tenía muchas dudas, de que esa manera de hablar, profunda y melodiosa, no era la manera común de hacerlo; ni siquiera para invitar a una copa.

-¿Solamente a una?

El tono afligido de Zoro cogió a Robin por sorpresa y no pudo evitar reírse por ello. No había tenido ninguna duda de que, a pesar de haber admitido que ya se había bebido una buena cantidad, aún tenía sitio para más. Y a pesar de ello no parecía nada afectado por todo, ese presunto, alcohol consumido.

-Para empezar siempre es con una. Luego se verá cuantas más caerán antes de que caigamos nosotros-. Le aclaró Robin con una sonrisa divertida en sus labios.-¿Puedo preguntarte cuanto has bebido esta noche?

Zoro trató de hacer memoria pero no es que pudiera decir, con exactitud, todo lo que había bebido pero si cuanto.

-Doscientos veintiocho me ha costado esta noche-. Fue lo que llevaba encima.-Entre whisky, cerveza, ron, tequila o vodka… ya sabes, de todo un poco.

-¿Y no te afecta para nada?-. Preguntó Robin notando, a pesar de todo lo que se bebió Zoro, solamente un ligero olor a alcohol en su aliento.-No pareces nada borracho.

Zoro alzó su ceja izquierda, para hacer el efecto ya que ella lo estaba mirando desde ese ángulo, y le ofreció una media sonrisa letal para Robin, en opinión de ella.

-Si no pudiera aguantar lo que bebo no lo bebería-. Le aseguró con total tranquilidad.-Uno debe conocerse perfectamente para no cometer absurdos errores.

La mirada de Robin, para desgracia de Zoro que tenía que mantener la vista al frente para no ponerse más nervioso de lo que ya se encontraba, no abandonaba su rostro que trataba de descifrar.

-Entonces, ¿por qué nos dirigimos hacia el oeste?

Zoro se detuvo en seco, y esta vez si podía verse el rubor de sus mejillas. Ya le parecía a él que no fuera a pasar nada que le pusiera en evidencia. Y, como la mayoría de las veces, tenía que ser por culpa de su sentido de la orientación.

Robin le cogió el rostro entre sus manos y lo movió hasta dejarle mirando hacia la dirección correcta. Todo ello usando, únicamente, las yemas de sus dedos que acariciaron la piel, sorprendentemente, suave del rostro de Zoro.

-Por ahí, Roronoa-. Aquella voz le producía ciertos temblores por el cuerpo a Zoro.-Yo te dirigiré para que no nos perdamos, ¿de acuerdo?

-Yo no me pierdo-. Protestó Zoro.-Siempre llego a donde debo llegar-. Pero a pesar de ello siguió la indicación que le dio Robin.-Pero si así te quedas contenta a mí me da igual.

Robin sonrió maliciosamente mientras apoyaba la cabeza sobre el hombro de Zoro que apretó los dientes con fuerza para evitar males mayores.

-Me gustan los hombres que siguen sus instintos pero que aceptan la ayuda que se les ofrece-, Zoro sintió como los labios de Robin seguían sonriéndole.-aunque no la necesiten. Caballeros a su pesar.

Algo más tarde, de lo esperado, en un bar.

Se encontraban en un lateral del local, sentados a una mesa en donde descansaban un par de cervezas en el lado de Zoro y una copa de vino en la mano de Robin. La primera cerveza de Zoro había desaparecido apenas se le fue entregada. No por sed sino por tratar de controlarse, algo que seguía teniendo la necesidad de hacer a pesar del paso de los minutos.

¿Por qué? Porque Robin aún continuaba riéndose a pesar de sus promesas por parar de hacerlo que le había hecho a Zoro.

-La verdad es que ya está empezando a cansar-. Protestó Zoro enviándole una intensa mirada a Robin que la dejó pasar al interior de su mirada.-Creo que nunca he escuchado a nadie reírse durante tanto tiempo. Y sin motivo.

Robin había tratado de parar pero al escuchar la última parte sintió como las ganas le volvían con todas sus fuerzas. La verdad era que no se le podía echar la culpa pues Zoro, a su pesar, resultaba, para ella por lo menos, de lo más divertido.

-¿Sin motivo?-. Logró decir Robin.-Hemos estado dando vueltas al edificio antes de que decidieras entrar por la puerta del local.

-Pues haberme dicho que era este el lugar-. Se quejó Zoro sintiendo un ligero rubor cubrir sus mejillas.-Par mí que te gustaba mucho el que te estuviera llevando en brazos.

La risa de Robin dio paso a una sonrisa traviesa y una mirada anhelante.

-Pues si, Roronoa.

Aquella sinceridad dejó sin palabras a Zoro que no sabía muy bien cómo responderla por ello. Lo mejor sería buscar un tema diferente de conversación pero, eso, precisamente no era su fuerte. El problema era que no la conocía de nada… pero, a pesar de ello, sentía que no era así; pero, ¿por qué?

Un tema tan bueno como cualquier otro, ¿verdad?

-Sabes, no te tomaba por una mujer de risa fácil con tu serena manera de actuar pero, está visto, que me he equivocado por mucho.

Robin separó la copa de sus labios que se relamieron llevando el sabor del vino por ellos mientras debatía las palabras de Zoro. En algo tenía razón. Ella no era de ese tipo de personas que se ríen a menudo. Es más, el reírse era un lujo que pocas veces podía llegar a disfrutar de manera plena, y, aún así, desde que se encontró con Zoro no ha tenido casi ni un momento de descanso.

Extraño. Agradable pero extraño.

-La verdad es que no suelo reírme muy a menudo, Roronoa-. La mirada de Robin, cálida y relajante, se posó en los ojos salvajes e indómitos de Zoro.-Supongo que debe tratarse de un don que posees.

-Ya, pero por muy agradable que pueda ser algo, en exageradas cantidades puede llegar a desbordar la paciencia de uno-. Le dijo mientras tomaba un sorbo, contado, de su cerveza.

-¿Te parezco agradable, Roronoa?-. Una vez más aquel brillo tan particular se iluminó en los ojos aguamarina de Robin.-¿O solamente mi risa?

Por la cara que puso Zoro habría preferido no tener que responder pero, una vez más, no pensó antes de actuar. E iban ya…

-Por lo menos es melodiosa y no estridente como muchas otras que he tenido que sufrir y no disfrutar-. Se sinceró Zoro cogiendo por sorpresa a Robin, cuya reacción fue un ligero ladeamiento de su cabeza hacia la derecha antes de recuperar su verticalidad. Vamos, una fuente de reacciones sin parangón.-Pero, tal vez, sea porque me es familiar ese sonido.

-¿Mi risa?-. Le interrumpió Robin curiosa.

-No, no tu risa sino el tono de tu voz-. Le aclaró Zoro.-Es como si ya lo hubiera escuchado anteriormente. Y eso es algo que me pasa con el resto de ti, contigo. No sé dónde pero creo que ya te conozco de antes.

Zoro había esperado que estas palabras trajeran consigo el regreso de la risa de Robin pero, en su lugar, vio como parecía estar pensando en lo que le había confesado. Casi como si fuera algo que ella misma se hubiera estado preguntando.

-Yo me preguntaba lo mismo-. Dijo Robin para, ahora, sorpresa y curiosidad, de Zoro.-O algo parecido, pues me parece que ya te había visto de antes, Roronoa. Aunque no estoy muy segura de dónde ni de cuándo haya podido ser.

Zoro se apoyó contra el respaldo alzando la mirada al techo del local mientras dejaba que el alcohol tratase de relajarle lo suficiente para que no le importase descubrir el misterio de estas cuestiones. Para su desgracia el alcohol no le estaba haciendo ningún tipo de efecto. Había veces en que detestaba su condición física, hoy no era una de ellas. Necesitaba estar en forma y sereno, con todas sus, pocas, facultades mentales intactas para lograr descubrir el misterio de la mujer que tenía sentada delante suya con la sonrisa más dulce y hermosa que nunca antes hubiera visto.

¿Cómo es posible eso? ¿Por qué me suena su voz y ella pero no recuerdo su sonrisa si es su carta de presentación al conocerla por primera vez?

La respuesta sólo podía ser una. Se conocieran como se conocieran no había sido cara a cara. Lo que dejaba unas cuantas maneras pero con las que Zoro estaba seguro que nunca llegó a contactar con nadie.

La respuesta debía encontrarse en otro lugar.

-Mmmm esta no es la primera vez que me pasa algo parecido-. Se dijo para si mismo Zoro.-Aunque si con una persona que estoy seguro que nunca he visto antes.

-¿A qué te refieres, Roronoa?

Zoro colocó sus brazos en cruz sobre la mesa y su mirada en el rostro de Robin. En sus ojos como si allí dentro pudiera encontrar las respuestas que le esquivaban.

-Esto es muy parecido a cuando tienes una melodía en la cabeza que no puedes lograr sacártela pero que, a pesar de ello, eres incapaz de reconocerla o saber su título.

-Bueno, si yo soy la canción. ¿Mi voz sería la melodía y mi nombre el título?-. Zoro no estaba muy seguro de por qué había expuesto la situación con semejante ejemplo pero asintió a Robin.-Pues como sabes mi nombre, sabes como se llama la canción.

-… Nico… Robin…

No pudo evitar la sonrisa cuando escuchó como Zoro murmuraba su nombre para él como si fuera algo de gran valor y que había que cuidarlo con cariño.

-Lo curioso es que, últimamente, me dedico a la canción-. Dijo como si tal cosa Robin pero que hizo que Zoro entrecerrara los ojos intentando descubrir la conexión.

-¿Una cantante?

-Si, precisamente esta noche nos conocimos justo cuando terminé mi actuación. El callejón ese se encuentra en la parte posterior del local-. Entonces a Robin le pasó una posibilidad que, de no conocer la extraña manera de ser de Zoro, habría dejado pasar por imposible.-Dime una cosa, Roronoa.

-¿Si?

-¿En dónde fue que te bebiste los doscientos veintiocho en bebida?

Zoro podía darse cuenta de las sospechas en las que estaba indagando Robin pero, en su opinión, no podían ser ciertas ya que no podía ser tan despistado, ¿verdad?

-La verdad es que no tengo ni idea del nombre del local ya que no me preocupo de esas cuestiones pues yo, simplemente, busco un lugar tranquilo para beber y nada más-. Dijo Zoro.

-¿Recuerdas si en ese local había música?

-¿Quieres decir si te recuerdo a ti cantando?-. Le tradujo la pregunta Zoro ya que era muy obvio el camino que seguía Robin.

-Si, ¿me recuerdas cantando?-. No era esperanza lo que podía notarse en su voz sino la posibilidad de resolver un pequeño misterio. Una que de ser cierto sería pequeño pero bastante absurdo.

La camarera se había acercado con otra cerveza bajo la llamada silenciosa de Zoro. La verdad era que Robin no había dicho a cuantas copas iba a poder invitarle pero, si no decía nada para detenerlo, suponía que no habría ningún problema en pedir otra ronda.

Esta vez la camarera permaneció en silencio porque, la última vez que vino a traer la bebida, sintió como era atravesada, de manera mortal, por la mirada de Robin y que logró, de esa manera tan sutil, que cejara su propósito de flirtear con Zoro. La verdad era que no podían culparla por intentarlo pues, en su sincera opinión, esos dos no podían hacer buena pareja. Por lo menos mucho mejor que la que harían ella y él.

Aunque el hecho que la atención de Zoro solamente fuera para Robin y la bebida, y que a la camarera no le hubiera prestado ni la más mínima atención salvo por la bebida, dejaba a todas luces que no tenía nada que hacer y que continuar con el flirteo sólo iba a repercutir, de manera muy negativa, en su propina.

-Pues no puedo estar muy seguro de eso-. Dijo Zoro tras saborear su nueva cerveza fría. Los ojos de Robin repasaron aquellos labios cuando se percató de cómo su lengua los relamía. Demasiada tensión se estaba creando en tan poco tiempo.

-¿Por qué no, Roronoa?

-Bueno, no es algo que me guste admitir mucho pero hay muchas veces, como te he dicho, que se me queda una canción clavada en la cabeza y no paro de darle vueltas tratando de quitármela-. Esto no fue capaz de decirlo manteniendo su vista en los ojos de Robin. Resultaba algo ridículo.-Así que tu canción puede ser, simplemente, una que suena en mi interior.

Robin empezó a tararear la melodía de una de las canciones que había cantado esta noche con la esperanza de que fuera la que tenía Zoro en su cabeza atosigándole. Por la primera reacción de Zoro no parecía que eso fuera ser así pero, poco a poco, su rostro fue mudando de indiferencia a confusión hasta llegar a la sorpresa.

-Es el mejor cumplido que me han hecho por una canción, Roronoa-. Le agradeció Robin las palabras que le había dicho sobre la canción.

-El qué, ¿qué eres una cantante pesada de la que uno no puede librarse?-. Le ofreció con una mueca burlona.

Robin volvió a reírse, para alegría y disfrute de Zoro, negando con la cabeza.

-Claro que no, tonto-. Zoro nunca había sido visto por unos ojos como aquellos zafiros que parecían pedirle acciones que iban mucho más allá que las simples palabras.-Que mi canción formase parte de tu interior.

Zoro apartó la vista quitándole importancia tanto a las palabras de Robin como a las suyas propias.

-Bah, cualquier cosa medianamente bueno capta mi atención-. Trató de restar importancia a lo que había dicho pero que, con tanto interés por hacerlo, solamente hacía que este aumentara.

Robin decidió darle un respiro, para no terminar de asustarlo, y tomó un ligero sorbo de su copa. Suave y agradable al gusto. Justo lo que le pedía el paladar en estos momentos pero, voluble como cualquier otra persona, Robin podría tener antojo de todo lo contrario en cualquier momento.

-Supongo que has ido al bar varias noches y que debí captarte fugazmente por ahí sentado-. Habló Robin tratando de cerrar los flecos del misterio.-Por eso me sonabas, Roronoa.

-Si, seguro que es por eso-. Dijo Zoro aunque por su tono no parecía muy convencido de ello. Algo que no pasó desapercibido para Robin.

-¿Piensas que hay algo más?

Zoro se encogió de hombros tomando un trago de cerveza.

-Supongo que no. Tampoco es que sea del tipo de persona que se relaciona en los círculos por los que se movería una cantante.

Robin paseó la yema de su dedo corazón por el borde de su copa emitiendo, para sorpresa de Zoro, un ligero sonido que desvió su atención del rostro pensativo que se le había formado.

-Pero yo he dicho que últimamente me dedicaba a la canción pero no es en lo que trabajo normalmente, Roronoa-. La voz pensativa de Robin exponía mientras ella trataba de unir su trabajo habitual con alguien como Zoro. Pero no le era posible hacerlo correctamente sin saber a lo que se dedicaba él.

-¿Estás diciendo que el ser cantante es una identidad secreta o algo así?-. Soltó en broma Zoro.

-Identidad secreta sería decir mucho, Roronoa-. Dijo muy seria Robin.-Pero si que es una diversión para pasar el rato mientras estoy de baja forzada de mi ocupación real y continuada.

Lo que quería decir que, a parte de complicar aún más la situación, aún podía existir una otra relación entre ellos dos que justificara el que se conocieran de antes.

-¿Y a qué te dedicas cuando no estás sobre un escenario?-. Preguntó Zoro pero Robin negó con la cabeza.

-No, primero me gustaría saber a mí algo, Roronoa. ¿A qué te dedicas tú habitualmente?

Zoro sonrió sin forzarlo. Era lógico pues ella había sido quien se estaba mostrando por completo mientras que él seguía siendo, únicamente, la persona que la había salvado de unos perdedores e iba a beber al bar en el que ella cantaba por las noches. Casi parecía la sinopsis, no muy original, de una novela.

Fíjate tú que casualidad.

-Escribo.

-¿Escribes?-. Robin no pudo evitar el tono de sorpresa de su voz. Tono que en cualquier otra persona, no tan flexible como Zoro, habría sentado muy mal y cortado todo tipo de relación al instante haciendo que abandonara la mesa y la dejara pagar las consumiciones.

Aunque eso último sea lo que vaya a suceder en verdad.

-¿Resulto tan inculto a primera vista que es tan difícil de creer que escribo?-. Preguntó algo ceñudo Zoro.

-¿Qué? Oh, no. Por supuesto que no-, a Zoro le parecía totalmente adorable la manera en que se comportaba cuando se la cogía descolocada.-es que yo… bueno, no pretendía faltarte al respeto… y, lamento mucho que…-, ahora fue el turno para Robin de deleitarse, si era posible, del sonido de la risa de Zoro. Pronto su turbación dejó paso a cierta molestia por su reacción y a la de Zoro con respecto a la suya.-No tiene gracia.

Pero Zoro no parecía estar muy de acuerdo con esa afirmación dado que seguía riéndose a gusto por ello.

-Entonces, ¿por qué me estoy riendo?

-¿Falta de modales?-. Trató de adivinar cruzándose de brazos y procurando recuperar su semblante inexpresivo que había sido apartado por una juvenil expresión de molestia que resultaba muy dulce a la vista.

-Ouch-. Se quejó Zoro callándose al momento.-Eso duele.

Ambos mantuvieron sus miradas fijas hasta que unas sonrisas brotaron en sus rostros para dejar paso a unas más que sanas, y merecidas, risas. Realmente les parecía imposible pensar que solamente se pudieran conocer de apenas una hora antes por muchas posibilidades remotas de que eso no fuera totalmente cierto.

Para sorpresa de Zoro, él fue el primero en lograr controlarse y, de esta manera, poder observar, nuevamente, los gestos de Robin al reírse. Le parecía incomprensible el que hubiera podido olvidar a alguien como ella, aunque fuera de lo más común en su vida el hacer algo semejante.

Cuando Robin se percató de que estaba bajo la atenta mirada de Zoro no pudo evitar el sonrojarse un poco, aumentando, para juicio de Zoro, su belleza con este gesto tan natural. No sabía si era la primera vez que hacía ruborizarse a una mujer pero, de lo que si estaba seguro, era el ser consciente de estar haciéndolo.

Robin había atraído miles de miradas pero nunca se había llegado a sentir como ahora, ni siquiera cuando, realmente, había sido una adolescente. Era curioso cuanto poder había en esas miradas que eran capaces de volverla tan dúctil y, a pesar de dichas facilidades, no parecía que Zoro fuera a aprovecharse de ello.

Lo mejor era tratar de volver al tema en cuestión antes de que perdiera el rumbo de esta conversación, o el control de sus emociones y se dejase llevar por lo que sentía y que pedía a su cuerpo una oportunidad para mostrarse.

-¿Y qué es lo que escribes, Roronoa?-. Logró decir aunque aún no con el completo control de su voz, que había sonado algo más fogosa de lo habitual pero que podía llegar a justificarse a causa de la risa a la que se vio abocada.

Zoro abrió la boca para decir algo pero volvió a cerrarla sin haber hablado. La verdad era que no le gustaba mucho hablar sobre este tema porque… bueno, la verdad es porque no se considera un escritor. Ni siquiera uno malo.

Pero no me va a dejar en paz si no se lo digo…

Eso era algo que podía verse en la mirada de Robin, y era un error mayúsculo el ponerse a mirarla a los ojos porque te terminaba por atrapar con ellos y dejarte sin ninguna otra salida que romperla o responderla. Y sin una buena excusa que sería una agresión por parte de Robin, no podía acabar con ella.

¡Maldita sea!

-Nada importante-. Trató de aparcar el tema.-¿Podemos volver al tema principal?

Pero estaba claro por la mirada de Robin que no iba a dejarle marchar sin que se lo contara todo acerca de lo que le estuviera preguntando. Ahora fijó su presa en los escritos de Zoro y no le dejaría hasta saber lo que escribe.

-¿He podido leer algo de lo que escribiste?

-Es muy posible-. Dijo Zoro con un suspiro resignado.-No obstante uso las mismas palabras que el resto del mundo para escribir.

Con su rostro serio e impenetrable, Robin le quitó la cerveza a Zoro antes de que se pudiera dar cuenta de lo que pretendía. Por supuesto que esto no le gustó nada a Zoro que trató de recuperar su bebida… inútilmente, pues Robin sólo necesitaba echarse hacia atrás para quedar fuera del alcance de la mano de Zoro.

-Oi, devuélvemela-. Pero lo único que consiguió Zoro era una sonrisa por parte de Robin, suficiente pago, y que le diera un sorbo a su cerveza.-¡¿Pero qué?!

Robin bebió justo por la misma zona en que lo había hecho Zoro, no sabía si este se había percatado de su acción pero, en cierto sentido, mejor era que no lo hiciera porque tendría muchas preguntas que contestarle.

-¿Qué es lo que escribes, Roronoa?-. Volvió a repetirle la pregunta Robin tentándolo con la cerveza que bailaba en su mano.

Resignado a tener que darle su respuesta, Zoro alzó la mano hacia Robin para que le diera la cerveza pero, en su lugar, recibió un alzamiento de ceja por parte de ella. La cuestión estaba más que clara. Si quería la cerveza debería darle primero una respuesta.

-Está bien, maldita sea-. Zoro se cruzó de brazos molesto por el trato ofrecido por Robin dedicándole un gruñido de protesta. Un gruñido y una respuesta.-"Kaizoku-kari no bouken".

Robin no podía creer lo que le acababa de decir, o si lo hacía porque le devolvió la cerveza casi de manera inconsciente que, al momento de recuperarla, le cambió el malhumorado rostro de Zoro. Al momento se la terminó de un solo trago.

-¿Tú eres el escritor de "Las aventuras del Cazador de Piratas"?-. Estaba claro por su tono de voz que si ya le había resultado sorprendente el que Zoro escribiera, el que fuera el escritor de esta serie de novelas parecía ser pedirle demasiado.

-¿Lo pones en duda?-. Le preguntó de manera jocosa tratando de ponerla en una mala posición. No obstante sería la segunda vez que duda de su palabra.-Además de que yo nunca lo he llamado de esa manera. Es culpa de esa mal llamada editora-. El recuerdo de esa mujer le envenenaba la sangre.-Bruja que sólo piensa en los beneficios que puede conseguir con la venta de mis libros. Debí darme de cuenta el mismo día en que nos presentaron-. Zoro parecía haberse puesto a hablar consigo mismo.-Ya sabía que toda su actitud era forzada para aparentar ser una irreprochable editora que pensaría en mi bien y no en las ventas… ¡HA! No me extraña que pensasen que las pelirrojas fueran todas brujas porque con esta habrían acertado de pleno y con los ojos cerrados.

Robin cerró los ojos y se tranquilizó. No tenía porque dudar, además de que sino se pusiera tan nerviosa ante la presencia, y extraña actitud, de Zoro, podría leer con facilidad la verdad en sus palabras y gestos.

-Entonces Roronoa Zoro es el nombre que se esconde tras el escritor Santouryuu de la serie de novelas de "Las aventuras del Cazador de Piratas"-. Robin se echó ligeramente hacia delante para invadir algo más de espacio a Zoro a pesar de estar separados por la mesa.-¿Podrías responderme por qué usas como apodo la técnica de lucha del personaje del Cazador de Piratas?

-¿La verdad?-. Robin asintió.-Pura vagancia. Así no se me podría llegar a olvidar de que se trataba de mi apodo. Cuando escriba sobre otra cosa te aseguro que usaré como apodo algo que también pertenezca a la historia o a uno de los personajes, sin que tenga que ser del personaje principal.

Robin trataba de incluir toda esta nueva información, que era mucha al tratarse de un escritor conocido mundialmente con una serie de novelas superventas, con lo poco que sabía de Zoro. Era increíble como una parte de una misma persona no parecía poder encajar con la otra.

-¿En qué piensas ahora?

-Bueno, no te enfades, Roronoa, pero me parece que tienes dos caras muy distintas como escritor y como la que tengo ante mí-. Dijo Robin antes de tomar otro sorbo de su copa.-La verdad es que con lo poco que sé de ti, te me pareces más al Cazador de Piratas que al que escribe sus historias.

Si Robin no pudo evitar reírse por sus conclusiones, Zoro no iba a ser menos aunque, fue en ese momento de tranquilidad y sin ningún tipo de presión, como siempre parece ser el momento para estas cosas, cuando Zoro recordó en dónde había conocido a Robin antes de esta noche.

O cuando estuvo a punto de conocerla, para ser más exactos.

-¿A qué te dedicas, Robin?

La pregunta de Zoro la dejó muda, no por el hecho de la pregunta en si sino por el que la hubiera llamado por su nombre. Que recordase, Zoro solamente había dicho su nombre cuando trataba de recordar en donde había escuchado su voz pero, en esa ocasión, lo había dicho para si mismo y no para ella como acababa de hacer ahora.

-¿A qué me dedico?-. Repitió Robin la pregunta de Zoro.-Ah, es verdad. Me lo habías preguntado y yo te devolví la pregunta para saber de ti, Roronoa. Perdón por haberme olvidado de responderte.

-Mientras me satisfagas-. Robin no pudo evitar mostrar una amplia sonrisa y Zoro un ligero rubor. Por eso mismo era persona de pocas palabras.-Me refiero a que tu respuesta sea lo que estoy sospechando.

Aquello si que captó el interés de Robin. Parecía ser que Zoro se la había adelantado en descubrir el por qué parecían que se conocían de antes. Esto dejaba a claras que Zoro era mucho más de lo que le gustaba mostrar a simple vista.

Una buena manera para conseguir ciertas cosas es no dejar ver todo el potencial del que uno es capaz de usar.

-Soy arqueóloga.

Robin lo dijo de manera directa y seca para ver cual sería la reacción de Zoro al respecto, la cual no fue la que se podía haber llegado a imaginar. Veía como apretaba los dientes y hacía un gran esfuerzo para poder controlarse, vamos, que incluso apretó los dorsos de sus manos haciendo crujir todos los dedos con un movimiento.

Por algún motivo no parecía que se alegrara por el tipo de profesión, o vida, que llevaba pero no tenía ni la más remota idea de por qué era así. No lo sabía pero lo iba a averiguar.

-¿Ocurre algo malo con ello, Roronoa?

Su pregunta fue hecha con la calma que parecía ser que caracterizaba a Robin pero la respuesta de Zoro se salía algo de su manera de ser. Se le veía molesto e irritado.

-¿Algo malo? No, que va. ¿Por qué lo dices?-. Preguntó ahora Zoro de manera más que irónica en su tono de voz. Sabía que no era nada justo pero, después de lo que había tenido que aguantar y sufrir por su culpa, no iba a serle blando.

-Pues dicen que tengo cierta capacidad deductiva natural y me permite ver que estás molesto conmigo por una razón que, de los dos, solamente conoces tú, Roronoa.

Era increíble que, para decir algo que debía responder bastante molesta por la actitud de Zoro, Robin no se hubiera alterado ni lo más mínimo y esperase, de manera calmada, a que le ofreciera una explicación a todo esto.

-Pues, la verdad creo que era por esa capacidad deductiva tuya y tu amplio conocimiento acerca de tu profesión por lo que te había elegido de entre tanta gente pero tú-, Zoro apoyó ambas manos sobre la mesa y se echó hacia delante, como había hecho antes Robin, pero casi llegando a cruzarla. Su mirada peligrosa tratando de enfrentarse a sus ojos azules sin llegar a caer en ellos.-pasaste de mí, me ignoraste y en tu lugar tuve que cargar con ese maldito viejo… entre la bruja y el viejo ese año fue una tortura que ni el círculo más profundo del Infierno podría llegar a comparársele. Aunque, pensándolo bien, deberías ser tú quien estuviera en el círculo inferior por haberme traicionado.

Robin, sinceramente, no entendía nada de lo que estaba pasando y, siendo tal como es, así se lo hizo saber a Zoro.

-¿Te he traicionado, Roronoa?-. Ahí la referencia al último círculo del Infierno. El de los traidores.-Pero para eso debería conocerte y, te puedo asegurar, que hoy ha sido la primera vez que te he visto. Cierto que me suenas de algo pero, supongo que es a causa de tus libros pues, como te he dicho, te pareces mucho más al Cazador de Piratas que al escritor de sus aventuras.

Para Zoro estaba claro que ella no iba a dar su brazo a torcer aunque, también, cabía la posibilidad de que estuviera diciendo la verdad y no supiera de lo que le estaba hablando.

Imposible, claramente fue ella quien rehusó participar así que la única salida es que no se acuerde porque no fue nada importante para ella. A pesar de que para mí fue el inicio de un verdadero Infierno en vida.

-Te equivocas. Si que me conoces, aunque no sea de manera personal-. Zoro alzó el rostro hasta casi quedar pegado al de Robin.-Me extraña mucho de que no seas capaz de reconocerlo, ¿es qué te sientes culpable por haber convertido mi vida durante todo ese tiempo en un Infierno?

El rostro impasible de Robin hacía muy difícil saber que era lo que estaba pasando por su mente, algo a lo que contribuía su pausada manera de hablar que usaba en ciertas ocasiones. Como esta.

-… Roronoa…

-¿Si?-. Su tono impaciente.

-… estás… encima de la mesa-. Le indicó señalándole con un dedo.-Si lo que quieres es hablarme más de cerca, solamente debes sentarte a mi lado, Roronoa.

Y la sonrisa satisfecha de Robin logró ponerle más nervioso que la, absurda, situación en la que él mismo se había puesto. Al momento retrocedió y volvió a su lugar pegando la espalda al respaldo.

-Mientes… debes mentir porque sino…

Una terrible sospecha empezó a formarse en la mente de Zoro y que, de ser tal y como empezaba a sospechar, Robin tenía razón en decir que no le conocía y que no sabía de lo que le estaba hablando. Se encontraría metiendo la pata y acusándola siendo inocente de todos los hechos.

-No miento, Roronoa. No tengo necesidad de hacerlo y, además, me parece de muy mal gusto el simple hecho de pensar en tener que hacerlo por cualquier motivo aunque fuera de lo más plausible.

No se podía saber, muy bien, si estaba enfadada porque su tono no variaba en demasía del habitual usado en cualquier situación. Solamente sus palabras podían mostrar lo que sentía y no cómo las decía.

Zoro decidió comportarse como una persona racional y dejar de atacarla por el simple convencimiento de pensar que ella sabía de lo que le hablaba y lo estaba negando. Lo mejor era explicarle la situación y ver cual es su reacción a ella.

-Para la realización de mi segunda novela necesité la ayuda de un experto arqueólogo para servirme de consejero para todo el tema de la ciudad perdida de Shandora y sus ruinas. Ya sabes, para dar verosimilitud a todo lo referido acerca del estudio y búsqueda de la ciudad como haría un arqueólogo en la realidad, a pesar de que lo tuviera que hacer el protagonista de mi historia-. Ahora Zoro se encontraba muy tranquilo explicándole la situación a una Robin que se veía bastante confusa, a pesar de que su rostro no mostrara ningún tipo de reacción semejante.-Para no caer en lo ridículo pedí que se buscase a la mayor institución sobre el tema. Ahí es cuando encontré tu nombre por primera vez, Robin-. Una vez más su nombre de boca de Zoro y, cada vez que lo escuchaba, le gustaba más y más como sonaba con ese grave tono de voz.-Por supuesto que me gustó tu amplio conocimiento y experiencia por lo que me puse en contacto para proponerte que fueras la experta consejera de todo lo relacionado con el tema para mi libro. Pero te negaste a ello y, a causa de esto, la bruja de mi editora se puso al control y me mandó para aconsejarme todo el tema arqueológico a un auténtico fanático que no me dejaba ni a Sol ni sombra y que nada le parecía lo suficientemente auténtico. Sabía que no tenía nada que ver contigo aunque hubiera trabajado contigo. Fue un verdadero Infierno.

-El profesor Clover no es ningún fanático-. Le advirtió Robin con algo de reproche en su voz.-Es más, él es mi maestro.

Zoro puso mala cara al escuchar el nombre del profesor ya que los recuerdos de tan aciaga época le vinieron a atormentarle.

-Tal vez como profesor y maestro, incluso como arqueólogo, no lo sea pero, déjame asegurarte, que como supervisor no deja ni un ápice de libertad y es un maldito detallista que logró incluso que llegase a enfermar. Yo, que nunca antes había tenido ni un miserable resfriado casi me vuelvo loco-. Zoro trató de apartar esos funestos recuerdos.-Por culpa suya, los capítulos de Shandora tienen ese toque tan profesional que resalta sobre el resto de la historia.

-Pues es una parte muy buena-, dijo Robin siendo recibida por una mirada letal por parte de Zoro.-aunque se nota un cambio con respecto al resto de la historia. Eso es cierto. Pero bueno, en conjunto, resultó ser un buen libro.

Zoro aún estaba algo aturdido por culpa de los malos recuerdos sufridos, ahora seguro que por culpa de la bruja que debió impedir que Robin supiera de su petición para que usara a Clover con la idea de que sería mejor tener al maestro que a la alumna.

-Pero los alumnos pueden superar al maestro por eso mismo estos les enseñan todo lo que saben antes de dejarles seguir su propio camino-. Se dijo Zoro.

Aquello hacía bastante feliz a Robin porque, sin conocerla ni saber nada más de ella salvo los estudios que cursó y trabajos realizados, la había preferido por encima del profesor Clover.

-Me querías a mí, Roronoa.

Zoro la observó y pudo encontrarse con una tímida Robin en aquel rostro, unos ojos brillantes, mucho más de lo habitual a causa de unas lágrimas que los estaban limpiando a su pesar.

-Te sigo queriendo, Robin-. Le aseguró con total tranquilidad ajeno a los dobles sentidos de las palabras de ambos.-Así que para la próxima vez que necesite ayuda espero recibir una respuesta afirmativa.

-Bueno, debo admitir que, a pesar de versar sobre lo que me gusta, prefiero las partes no técnicas de la historia-. Aquí surgió esa sonrisa maliciosa de Robin que empezaba a conocer Zoro y que sabía que traería dolores de cabeza.-Como la manera en que relacionas a los personajes y tratas sus sentimientos. A veces de manera cruda y descriptiva y otras de manera sutil con miradas y sonrisas. Me encantan las sonrisas.

Eso no hace falta ni decirlo.

-No me digas que estoy ante una auténtica fan de las novelas de Santouryuu-. Se burló medio riéndose Zoro.-Y eso que parecías tan seria y recatada y resultas ser una lectora de novelas de aventuras.

El rostro, bellamente, ruborizado de Robin dio paso, de nuevo, al serio del que hace gala de manera habitual. Parecía ser que algo de lo dicho por Zoro no le había gustado mucho.

-¿Novelas de aventuras?-. Se notaba la incredulidad en su voz.-¿Estás hablando en serio, Roronoa? No puedo llegar a creer que valores tan poco tu trabajo y el impacto que ha tenido en el mundo editorial y fuera de él.

-Exageras-. Le aseguró cansinamente.-Sólo son libros.

-Pero si los han colocado al mismo nivel de "El Señor de los Anillos" de Tolkien-. Robin le ponía mucho empeño en hacer ver a Zoro la valoración de su trabajo.

-¡¡Exageras!!-. Repitió con algo más de fuerza.-No digas esas barbaridades que harás que el viejo se revuelva en su tumba.

A Zoro no le gustaba mucho la manera en que Robin estaba mirando para él con extrañeza e incomprensión. No podía entender porque miraba a sus libros de aquella manera tan simple a pesar del gran valor que todo el mundo les había dado.

-¿Por qué dices eso, Roronoa?-. Le preguntó con calma Robin.-Explícamelo, por favor.

-Es muy simple-. Dijo con total tranquilidad.-Solamente son libros. Lo mismo que se me ocurrió el escribirlos a otra persona le pudo ocurrir lo mismo y escribir historias mejores que la mía. Es más-. Zoro continuó interrumpiendo a Robin que pretendía poner en duda sus palabras.-Hay una pequeña historia circulando por ahí, pocos ejemplares por tratarse de un desconocido y una pequeña editorial, pero que en mi opinión, lo que no garantiza nada bueno, es mucho mejor que mis novelas. Tal vez quedó opacado por culpa de la grandiosidad con la que esa bruja presentó mi historia pero, para mí, me gusta mucho ese libro. Seguro que nadie le prestó mucha atención porque, tratando ambos de piratas, se dejaron llevar por la mercadotecnia que impuso esa bruja-. Zoro le dedicó una sonrisa amable a Robin que aceptó de buen grado.-Te aseguro que debes leer "El Rey de los Piratas" porque descubrirás lo que es escribir de verdad una buena historia.

Robin estaba segura que no había nada de lo que pudiera llegar a decir para convencer a Zoro de que sus libros eran tan buenos como le aseguraba. En el mundo existen este tipo de personas que se infravaloran bastante de manera innecesaria pero que no lo pueden evitar.

Tal vez con el tiempo…

-Me gustaría leerla pero, como has dicho, con tan pocos ejemplares se me antoja muy difícil encontrar alguno.

-¿Tu sutil manera de pedirme uno de los que poseo?-. Dijo Zoro con su media sonrisa que, para ojos de Robin, resultaba ser de lo más flirtera.

-¿Tienes varios?-. No la pregunta que tenía en mente Robin pero que tomó su lugar a su pesar.

-Bueno, ya te dije que es una gran historia. Cuando el mundo se lamente por su estupidez yo seguiré disfrutando de tan buena lectura-. Zoro entrecerró los ojos sin apartar la vista de Robin.-¿Y nunca pensaste en escribir algo que no fueran ensayos de tu especialidad?

Aquello si que cogió por sorpresa a Robin.

-¿Los leíste? Pero si son muy técnicos.

Zoro la miró como si le hubieran crecido un par de brazos extra.

-Vamos, te dije que te había buscado porque eras la mejor. No quería parecer un analfabeto en esos temas y me empapé muy bien con todo lo que pude encontrar, y tus escritos iban al principio de la lista-. Su sonrisa dio paso a una mueca temerosa.-Y te aseguro que son mucho más fáciles de leer que cualquier cosa que pueda decir ese Clover. Si creyera en un Dios le pediría perdón por lo que pudiera haber hecho para soportar semejante castigo.

-Pero, a pesar de ello, crees que tu vida fue un Infierno, Roronoa-. Le recordó Robin.

-Exacto. Ya ves lo afectado que me dejó esa terrible experiencia.

Robin no pudo evitar reírse por la cara de desesperación que ponía Zoro al recordar lo vivido con su antiguo maestro. No sabía cómo se podría comportar fuera de los círculos de enseñanza pero, a pesar de todo, le parecía algo exagerada la reacción de Zoro. No podía ser tan malo, ¿verdad?

-La verdad es que nunca me paré a pensar en escribir algo que no fuera ensayos y trabajos acerca de mi especialidad. Supongo que cada uno escribe de lo que puede-. Robin le dedicó una intensa mirada a Zoro.-Y tú sabes escribir, por mucho que quieras negártelo, Roronoa. Porque, te aseguro, que yo no leo por leer sino que leo lo que logra captar mi atención y me gusta.

-Oh, vaya, ¿te gusto?-. Preguntó con una sonrisa cómplice en sus labios.

-Lo que escribes, Roronoa-. Robin le sonreía de igual manera.-Aún no conozco muy bien a quien se esconde tras esas letras.

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Continuará en el próximo Capítulo…

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Únicamente una historia muy simple en la que me dedico a hacer hablar a Robin y Zoro. Por supuesto está claro que es un fic UA pero no por ello interesante, o eso espero. Por cierto no me maten por la letra de la canción que no es lo mío... ¡¡Gomennasai!!

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Muchas Gracias por leer.

Nos leemos.^^