PUNTO Y APARTE by San-Neechan
Todo comenzó aquella mañana. Aquella maldita mañana. Yo estaba en la academia de ninjas, dando clase a los futuros genins de Konoha, cuando dos jounins entraron y me dijeron que Tsunade-sama tenía que hablar conmigo urgentemente, y me marché dejando a otro chuunin a cargo de la clase.
Una vez en el despacho de la quinta Hokage, los jounins me dejaron a solas con ella, quien estaba sentada en su sillón de espaldas a mí, mirando por la ventana. En cierto modo dudaba que se hubiese percatado de nuestra llegada, puesto que ni se había inmutado siquiera.
- Tsunade-sama¿me buscaba?
Girando su sillón hacia mí, levantó la vista de unos papeles que estaba hojeando y me miró impasible.
- Sí –dijo-. Te buscaba por una misión de la que debes encargarte –dejó los papeles sobre la mesa y apoyó los codos sobre la mesa, entrelazando los dedos-. Se trata de un hombre. Debes encargarte de él.
La Hokage me explicó todos los detalles de la misión, y por qué debía encargarme de ese hombre. Dijo que era una amenaza para no-sé-qué, ahora mismo no lo recuerdo muy bien porque ya ha pasado cierto tiempo desde aquello, y prefiero no recordar las razones que me dio, o más bien excusas, según pensaría poco tiempo más adelante.
Luego dijo que de las clases en la academia se encargaría otro chuunin, que no me preocupara, y me retiré de su despacho, tras desearme suerte con la misión.
Esa noche fui a cenar ramen con Naruto en el Ichiraku. Le expliqué que tendría que ausentarme un par de días o así.
- ¡No pasa nada, Iruka-sensei! –exclamó Naruto felizmente, con los ojos arqueados y enseñando los dientes en una de sus características sonrisas infantiles-. Esperaré a que vengas para que me vuelvas a invitar a ramen, 'te bayo!
Volvió a reírse, esta vez escandalosamente. Siempre había mirado a Naruto como a un hermano pequeño. El Sandaime decía que yo era como una especie de padre para él, aunque no me parece del todo correcto esa opción… yo aún soy joven, no sabría preocuparme de Naruto como hijo… más bien como hermano mayor.
Después de cenar, preparé mis cosas y me fui. Mis compañeros de la academia siempre me preguntaban por qué siempre salía de Konoha, para llevar a cabo alguna misión, de noche. Me encanta la noche. Eso era lo que siempre contestaba. Me encanta porque está todo en silencio, como mucho se oye el sonido del viento y el crujir de las hojas, y de vez en cuando, el ulular de algún búho o lechuza. Me gusta el silencio del bosque. Creo que soy de los pocos ninjas que dan importancia a este tipo de pequeños detalles.
Me hallaba saltando de árbol en árbol, cuando comenzó a llover. También me gusta la lluvia, pero a veces es un poco inoportuna. No soporto hacer las misiones con la ropa mojada, me siento incómodo y no peleo con normalidad. Bajé de las ramas y me cobijé en una cueva que había divisado un minuto antes.
Noté que la ropa se me empezaba a pegar al cuerpo, así que me quité el chaleco de chuunin y la camiseta negra, y dejé mi torso desnudo. Cogí uno de mis kunais y salí a toda velocidad a recoger ramas para encender fuego. Una vez dentro de la cueva, hice una hoguera y coloqué mis ropas junto a ésta, y luego me acosté en el suelo, con la mano apoyada en mi cabeza. Me puse a pensar.
- Odio las misiones de este tipo… -pensaba en voz alta-. No me gusta que me manden matar a alguien. ¿Por qué no han enviado a algún jounin o un anbu?
Suspiré lentamente y cerré los ojos, con la intención de descansar un poco antes de la misión, y el sueño se apoderó de mí, dejándome profundamente dormido.
Me encontraba en una habitación con cuatro paredes, con el suelo de madera color negro. Las paredes también eran de un color bastante oscuro, y ahora que lo pienso, no había ventanas; ni una sola. Caminé por esa habitación un par de pasos, mirando a todas partes, y apreciando cómo cada vez me adentraba más en la oscuridad, y el suelo desaparecía de repente y comenzaba a caer al vacío. Un vacío completamente sumido en la oscuridad. En esos momentos noté cómo un escalofrío me recorría todo el cuerpo y me invadía un enorme temor. Pero… ¿temor a qué¿A qué tenía miedo? Mientras me preguntaba esto, vi caer a mi alrededor cascadas de sangre… Y no sólo a mi alrededor, aquella sangre comenzaba a mancharme a mí también. Pero empezaba por los pies, y subía lentamente por mi cuerpo, hasta llegar al cuello, donde se detuvo un segundo y me enrolló por alrededor. Yo seguía cayendo. De repente la mano de sangre apretó fuertemente, estrangulándome…
Y me desperté bruscamente, empapado de sudor y con la garganta seca, junto a una hoguera consumida en cenizas. Me sentía mareado, y se me nublaba la vista ocasionalmente. Me sentía un tanto raro, aquella era una de esas veces en que te quedas pensando en nada. En tu cabeza sólo hay vacío.
Miré al exterior de la cueva. Aún era de noche. Ni siquiera había comenzado a clarear aún y ya había parado de llover. Aquel era un buen momento para realizar mi misión. Volví a ponerme mi camiseta negra y mi chaleco de chuunin con mis shurikens y kunais, y salí de la cueva.
Continuará...
