Hola! Este es mi primer fanfic y la verdad aun no estaba segura de compartirlo Pero ya lo hice! ╰(✧∇✧)╯La verdad espero que les guste y que me tengan un poquito de paciencia. XD Sus comentarios se los agredezco mucho y por favor no sean muy crueles en la criticas. Y sin mas disfrutenlo!
Ni kaichou wa maid sama ni sus personajes me pertenece (Ya quisiera besar a Misaki pero no se puede) son de la increíble mangaka Hiro Fujiwara.
Exactamente faltaban diez minutos para la media noche y en el lujoso departamento de los Igarashi reinaba la paz, bueno, no en todas las habitaciones. La preciosa vista de la ciudad se filtraba por el ventanal del estudio en donde Misaki Ayuzawa estaba tan ocupada que no tenía ni ganas de apreciar dicha "preciosidad." Aun se preguntaba qué tanta fascinación tenía su marido con mirar tanto foquito por las noches.
Se supone que mañana iniciarían sus vacaciones acumuladas por los últimos tres años, pero a último momento a su jefe imbécil se le ocurrió enviarle una tonelada de trabajo.
Así continuó la noche, tecleando en la computadora y bajando el montón de documentos hasta que perdió la noción del tiempo. Se aseguró de que todo estuviera en orden, cerró los documentos y los envió. ¡Listo! El trabajo por fin esta echo.
Se recargo en su silla y respiro pesadamente. Miro la hora, dos y media de la mañana. –Dios- dijo mientras se desabotonaba los primeros botones de su camisa blanca. Así como llego hoy del trabajo, así se quedó. Misaki usualmente usaba una camisa blanca con una falda tubo a la rodilla y zapatos de tacón negro. Hasta la preparatoria llevo una melena debajo de los hombros, pero, cuando entro a la universidad, opto por cortarla poco más arriba de la barbilla, un peinado sutil que definía perfectamente sus rasgos, tenía la piel blanquecina, los ojos ámbares y unos exquisitos labios rojos.
Con veintidós años de edad, se había graduado de la universidad con excelencia académica y mantenía un trabajo profesional en la empresa de su "esposo".
Cansada y con hambre, salió de su estudio y camino por el pasillo hacia su recamara. El departamento era de su esposo al igual que todo el edificio y vivían en el último piso. Este era de un piso, contaba con el tradicional genkan en la entrada, le seguía la sala a la derecha, en esta estaba una chimenea, al fondo había un enorme piano de cola a lado del ventanal y varias pinturas adornaban la estancia, a la izquierda estaba el comedor que solo usaban cuando tenían visitas o clientes importantes y alado estaba la cocina.
Misaki entro a su recamara, esta contaba con una cama matrimonial en medio de la habitación, había un buró a cada lado de la cama y enfrente de la cama había una televisión plana que raramente usaban, a la izquierda estaba un closet completo para ambos.
El departamento era elegante y tenía estilo, pero para Misaki, con el pasar del tiempo, solo era una enorme casa fría y estoica en donde cada noche esperaba en solitario a su marido.
Se quitó los zapatos y los aventó en una esquina de la habitación, se metió al baño. Este era amplio, la taza y el lavamanos a un lado, en medio el estante de las toalla y del otro lado la regadera traslucida y la tina. Bajo el cierre de la falda y dejo que esta cayera al suelo, se quitó la camisa blanca y le abrió a la llave de la regadera, metió su mano para sentir el agua –Perfecto- pensó. Se quitó sus bragas de encaje negro y por ultimo su sostén.
Se paró bajo el chorro del agua y masajeo suavemente la cabeza mientras el agua caliente lentamente hizo su trabajo. Sin abrir los ojos, tomo la botella de champo, roció un poco en su mano y froto contra su cabello hasta que hizo espuma. -¿Qué cenare esta noche?- pensó- ¿Mi jefe abra recibido los documentos? -Su mente estaba inquieta, pero por una razón menos trivial que las anteriores. Su esposo. -¿A qué hora llegara ese maldito?
Ya hacía más de una semana que no lo veía y apenas había cruzado palabra con él dos veces en toda la semana. Recordó esos tiempos en los que empezaron a salir, incluso cuando recién se habían mudado juntos, Tora diario la llamaba y le enviaba mensajes todo el día. Sus primeros intentos para conquistarla. –Reverendo estúpido- dijo irónicamente. Y ahora, lo veía a lo mucho una vez a la semana, siempre se la pasaba en la oficina o en salidas al extranjero, y cuando está en casa siempre estaba cansado.
Tora con su influencia y poder que poseía, se aseguró de atarla a su lado. El contrato estipulaba que Tora cumpliría con las demandas de ella, siempre y cuando Misaki haría del papel de esposa respetuosa y obediente, pero ese maldito juego ya le estaba cansando.
-¿En qué momento me acostumbre a vivir así?- tristemente se preguntó. – Justo cuando terminaba de enjuagar el champo el sonido de un hombre la saco de sus pensamientos. Misaki dio un brinco del susto.
-¡Tora! ¡¿Desde cuándo estas hay?!- Misaki grito sonrojada.
Su esposo, recargado en el marco de la puerta con los brazos cruzados solo la miraba con una sonrisa burlona. Estaba vestido de camisa blanca y sus pantalones grises con zapatos negros. Llevaba la corbata desatada colgando del cuello y su cabello perfectamente peinado hacia atrás. Tora bajo la vista- Que sorpresa, y pensar que te han crecido de maravilla los pechos- dijo sin mirarla a los ojos.
Misaki le aventó la botella de champo. -¡Idiota! ¡Después de una semana es todo lo que se te ocurre decir!
-Pues como no lo voy a decir si tú siempre te empeñas en apagar la luz cuando hacemos el amor.- dijo- Hoo espera que me están llamando.- Saco el celular de sus pantalones y cuando vio la pantalla salió rápidamente del baño.
Misaki ignoro lo último que le dijo pero le pareció extraña su actitud, puesto que Tora siempre que la veía medio desnuda querría hacérselo donde estuvieran sin importarle nada. Cerro la llave de la regadera y tomo una toalla del estante. Abrió la puerta y se asomó si hay estaba su esposo pero no había nadie. Salió del baño y corrió hacia el closet de puntitas, se secó lo más rápido que pudo y se puso bragas limpias y unos short junto con una camisa holgada y salió de puntitas de su cuarto. Se asomó en el pasillo, la voz provenía de la sala.
-Si si, ya lo sé. –Misaki se acercó sin que la pudiera ver. –Ahora mismo estoy en mi departamento, acabo de llegar de China por unos negocios muy importantes. –Tora se acercó al ventanal a contemplar la ciudad. – ¿No puedes esperar nada verdad? Aja. –Se rio tontamente. Guardo un rato silencio. –Entiendo voy para allá.- Colgó. Regreso a la habitación y encontró a una enfada Misaki sentada en la cama frotándose crema en las piernas.
-¿Quién era? –Pregunto.
-Lo siento amor pero voy a salir. – dijo. Entro al armario y salió con una nueva camisa blanca desabrochada.
-¿Estas bromeando verdad? –pregunto desconfiada. –Acabas de llegar, tiene días que no nos vemos ¿y justo ahora te vas? ¿A dónde vas a esta maldita hora?
-Misaki…
-¡Me estás diciendo que mientras tú te vas a revolcar con cualquiera, pero yo ¡tengo que estar atrapada en este agujero!
-No tienes derecho a reclamarme nada.
-Tengo todo el derecho a hacerlo. Me he mantenido fiel a lo estipulado, ¡pero esto ya es el colmo!
-Yo también he cumplido mi parte. ¡Ayude a tu maltita familia y así es como me lo pagas!
-Quedamos en una cosa. ¡Pero yo nunca acepte ser tu maldito consolador!-Misaki estaba al borde de la ira. Con el entrecejo arrugado y lo ojos echando chispas. -Si ya no me necesitas… ¡Entonces devuélveme mi libertad!
-¡Cállate! -Tora la miro fríamente a los ojos. Se acercó a ella y sin cuidado la agarro de la barbilla. –Ya te había dicho que no me gusta que me hables así ¿verdad?- dijo- Porque aquí el que manda soy yo.
Misaki le dio un manotazo. –Y yo ya te había dicho que no me gusta que me sujetes así. –Se levantó de la cama. –Dime la verdad ¡¿A dónde cojones vas a esta hora?!-Hubo un silencio incomodo en la habitación que para ella fue realmente largo. Dudo antes de hablar- Quiero el divorcio.
Tora sin dudar le volteo una cacheta a Misaki, ella cayó al suelo. Lo miro sorprendida. Esta no era la primera vez que le pegaba, pero, ya había pasado mucho desde la última vez y él mismo le prometió que no lo volvería a hacer.
-¡Eres un imbécil Tora! ¡Un maldito bastardo!- Misaki gito con rabia, trato de patearle la espinilla pero él rápidamente lo esquivo y se puso a un lado de ella. Le sujeto las piernas con una sola de él y agarro sus manos y las puso arriba de su cabeza. –No mi linda Misaki ¿esta es forma de tratar a tu marido?
-¡Suéltame maldito!- Tora le soltó otra cachetada.
-Mi pequeña Misaki, sabes que no me gusta golpearte pero tienes que admitir que te lo ganaste- dijo con descaro. -Y en cuanto a donde voy… ¿Por qué tendría que avisarte? Acaso tú me pediste permiso cuando decidiste entrar a la compañía.
-No te hagas el tonto, sabes muy bien porque lo hice.- Le exigió.
-Ho si, por que te sentías sola y encerrada ¿verdad? –Le susurro en el oído- Pues me importa una mierda. ¡¿Acaso tú me escuchaste cuando te dije que no lo hicieras porque me dejarías en vergüenza?!-grito – Todas las mujeres de mis compañeros se quedan en sus casas ¡¿Por qué no puedes ser obediente y hacer lo mismo?! Te he soltado demasiado las riendas ¿No crees? Ya es hora de que aprendas quien manda.
-¡Ya te dije que me importan una mierda lo que piensen tus compañeros! ¡Entre a trabajar porque me gusta hacerlo! ¡Tú y tus amigos se pueden ir al diablo con sus ideales estúpidos.. –Tora la volvió a golpear pero ahora en la comisura de los labios y con el puño cerrado. Se levantó y termino de abotonar su camisa. –Te dije que no me hicieras enojar. Y ahora mírate. ¿Te ayudo a levantarte?- le tendió la mano.
-Púdrete- Escupió Misaki.
Tora la miro pensativo. –He estado pensando en nosotros Misaki, principalmente en ti y la verdad creo que tú no te mereces esto-
-¿Y ahora de que estás hablando?-Se levantó del suelo y se sentó en la cama mientras limpiaba la sangre de la comisura de sus labios con la manga de su playera.
-No llevamos mucho tiempo de casados. Aunque consumamos todas las noches la vela de mi amor que siento por ti siento que hace falto algo, algo que nunca me vas a entregar y que con el paso del tiempo me ha dejado un sabor amargo.
-Ve al grano.
Soltó un suspiro fuerte y se paró enfrente de Misaki.- Estoy dispuesto a entregarte tu libertad si tú haces algo por mí.
Los ojos de Misaki brillaron de alegría. Incapaces de creer lo que había escuchado.- ¿Qué…?
-Necesito que me prestes tu habilidad.
-Haaa ya salió el peine- dijo- así que después de todo para eso me querías. Ya te ayude una vez y jure que no volvería a usar esta maldición a tu antojo, sabes que casi pierdo la vida.
-No no no, escúchame.- Se puso de rodillas y la tomo de las manos.- Lo que tú tienes es un don, un arma que está muy lejos de los habitantes comunes y corrientes. Y hoy más que nunca, necesito de ella.
Solo por esa vez, Tora nunca le pidió ayuda en sus asuntos. Esto debía ser algo muy importante como para que le rogara. Misaki bajo la vista, a pesar de portarse como un maldito el siempre cumplía con su palabra. ¿Debería tratar de escucharlo? Prueba de ello son su familia. Si bien o mal sabía que sin su ayuda, su madre hubiera muerto hace muchos años si no seguía un tratamiento adecuado para su enfermedad, y su hermana Suzuna, probablemente estaría vengando en la calles si no fuera porque el logro acomodarla en buena escuela. Si hacia lo que quería, ¿Por obtendría su libertad? Para ver si mentía o no, algo que no fallaba era mirarlo a los ojos. -¿Qué… que quieres de mí?
-Necesito que hagas un trabajo por. Solo tú puedes ayudarme.- insistió.
-Dime que es lo que quieres…
. . .
Frontera Moarte, limites urbanos. Hora de localización 3.00 am.
Un helicóptero militar se desplaza a gran velocidad, las ciudades y pueblos dejaron de ser vistos hace varios kilómetros. Nadie en su sano juicio viviría cerca de la frontera.
Después de la octava guerra, la mitad del mundo se perdió. Con la invención de las armas biológicas. El mundo dejo de ser lo que era. Las zonas en donde fuera lanzadas las primeras bombas, hicieron de esa tierra seca y estéril. Un zona inhabitable para las personas que hoy en día viven fuera del perímetro, pero, para los que vivían hay, se estima que tres cuartas partes de la población murió, mientras que las otras mutaron en terribles criaturas que aun hoy en día son desconocidas para el resto del mundo, muy poca información se tiene de ellos. Tras fallar la interacción hace cien años, el gobierno opto destruir toda comunicación y cerrar todas las zonas cero, más de la mitad del territorio.
Misaki estaba sentada en la parte de atrás con la vista perdida en el paisaje. Vestía una chaqueta corta de mezclilla negro y jeans, abajo una camiseta gris pegada y unos botines de cuero.
Enfrente de ella estaba el piloto y el copiloto. Ambos vestidos con trajes militares y armados hasta el culo.
-No se preocupe señora, llegaremos en cinco minutos a la base.- le dijo por el micrófono.
'Señora" y eso que apenas tenía veinticuatro años. –Entendido.
Tora… en que me has metido ahora…
"-Infíltrate en el viejo laboratorio experimental y encuentra al paciente X.
-¿Quieres que vuelva a entrar a la zona cero?- apretó los puños. –Eres un maldito bastardo. Sabes que es suicidio entrar hay.
-Ese es mi precio. Lo quiero vivo o muerto. – Exigió.- Si me lo traes tú y tu familia serán libres."
Misaki se sacó el casco y lo estrello contra el suelo. Los pilotos brincaron del susto. –Si no cumples tu palabra juro que te matare- su mandíbula se tensó- ¡Juro que te matare!
El helicóptero aterrizo. Los pilotos bajaron corriendo para abrir le puerta corrediza a Misaki pero ella les gano. Tomo su mochila y bajo.
-Su equipo llego hace media hora Señora. Ya la están esperando adentro.
Misaki se detuvo y lo miro de mala gana.- Mientras no me veas con Tora, yo no tengo esposo, así que deja de llamarme de ese modo.
El piloto se agacho. –Discúlpeme señorita, no era mi intención hacerla enojar.
¿Qué estás haciendo? – Pensó- No porque te este yendo de la mierda tienes el derecho a desquitarte con ellos. – No, olvídalo. Vallamos adentro.
El copiloto corrió y se acomodó junto a ella. – Si me lo permite decirlo señorita, quiera que usted sepa que la respeto muchísimo- le dijo animadamente, Misaki se sorprendió de su comentario, no supo que contestar, ya hacia años de lo sucedido y no creyó que aun gente sabría de su aventura. - Perdone a mi compañero, es que está nervioso de hablarle y pues estamos muy contentos de…
-Por favor ya no diga más- dijo acelerando el paso- Vamos date prisa que nos están esperando.
La base era un edificio viejo pero estable, la estrecha construcción contaba con cuatro pisos y la pista de aterrizaje le quedaba colina abajo.
Misaki y compañía subieron las escaleras, solo vio luz en el primer piso, los demás estaban completamente a oscuras. Camino rápido a la entrada, pero antes de abrir la antigua puerta de fierro dudo. Cerro los ojos pensando en debería decirles a sus antiguos colegas.
El fuerte sonido de la puerta chirriante los sorprendió, todos voltearon la vista a la entrada.
-¡Misaki!- Grito una linda chica de cabello rosa arrojándose a sus brazos. Ella le tomo por la cabeza y devolvió el abrazo. –Cuanto tiempo Sakura.- Su voz era un mar de emociones, principalmente entre cariño y temor.
-¡Kaichou! ¿Cómo ha estado kaichou? –Preguntaron los presentes. –Es un gusto volver a verla.
-¿Cómo les ha ido chicos?- les devolvió una sonrisa tierna y de felicidad. –También me da gusto verlos.
