Hola, hola! Bueno los veo en las notas de la autora, ahí, abajo.

Octavo templo.

Cercas de la nueve de la mañana y el morador apenas y trataba de lograr despertarse. La noche había sido larga, placentera y muy activa. Con ese recuerdo y con ojos bien cerrados, abrazo con fuerza, a el delicado cuerpo que le prodigo tanta acción la noche anterior y parte de la madrugada. Sonreír le fue inevitable. El quejido que siguió al abrazo, denotaba incapacidad para poder recriminarle.

El de cabellos azulados sonrió complacido, pues sabía de antemano como debería estar la dama en cuestión. Algunos moretones por aquí, dolores por allá. El fin, todo por que a la hora de la intimidad ese par, son inconscientes, se les suele nublar el juicio.

-bella amazona, despierta ya.- ni un intento de escuchar esa súplica por parte de la mujer. Descubrió su cuello y los labios de el vagaron, hasta el lóbulo de su oído. La mujer se tensó y el griego sonrió. Si, era la manera de hacerla despertar. Su brazo bajó lentamente hasta el abdomen de ella, que por cierto le parecía un poco hinchado.

No reparaba mucho a detalles menores. No cuando hay otros a los que, en efecto, le gusta más enfocarse. Como por ejemplo las formas un poco más voluptuosas de lo normal, puesto que la mujer, parecía siempre delgada . De tiempo a la fecha parecía más pronunciada en cada curva y eso lo enloquecía.

La mano de él, reposó en la piel suave de su abdomen. Se permitió cerrar ojos para darse esos cinco minutos más.

Lo que vendría después acabaría con la tranquilidad de él y su acompañante. Un movimiento debajo de su mano, le precipitó a levantarse y despertar de inmediato por completo. Intrigado y sentado en la cama, apenas ocultando su desnudez con la vaporosa sabana. Sus sentidos se alertaron.

-Milo no es posible que jodas a todas horas. No me dejas dormir- la mujer recogió su cabello hacia atrás y sin abrir los ojos, se fue directamente al sanitario. -!maldita sea, cuando aprenderás a bajar la tapa de el escusado argh! - gruñó con la acostumbrada ira.

Para el griego que se quedó totalmente frío y sentado ese era un detalle menor.

Le escuchó bajar la cadena y segundos después abrir la llave de la ducha. El vapor se escapaba por la puerta que se encontraba entreabierta. Milo se restregó los ojos y después la larga cabellera. En su cabeza había una duda acrecentando cada segundo. Su corazón palpitaba al grado de sentir cada pulsación. Pronto de el cuarto de baño, salió una mujer de piel blanca, envuelta en una toalla y con otra secaba cada hebra verdosa de su cabellera.

El hombre le siguió cada movimiento. La chica ni se inmutó, por el contrario ella siguió en su afán de higiene matinal. Sin algún tipo de recato, dejó caer la toalla que cubría su cuerpo aun húmedo. Fue donde el armario de ropa, procuró ropa interior. El sostén, parecía pequeño ya para la mujer. La bragas casi se perdían entre las caderas más anchas. En otras ocasiones ese simple evento lo incitaba a arrancarle cada prenda a su amante y volvera iniciar otra ronda de sexo.

Pero en esos momentos no. Ese detalle tan curioso de apenas unos instantes lo mantenía, callado, pensativo y un poco confundido. Se llevó la mano izquierda a el mentón y con la derecha rascó su cabeza.

"Detalles" la palabra mágica. Recordó, la afición de ella a comer en ocasiones en exceso, ni el mismo le reconocía, se había convertido en amante de las manzanas rojas y jugosas y de postres dulces en su mayoría. Ahora lo veía así. Tal vez está comiendo mucha azúcar y debe estar llena de amibas, si, si eso es... La amazona se colocó una camiseta purpura unos jeans que apenas y pudo cerrar de la bragueta. La escuchó jadear aire y comenzó a peinar su rebelde cabellera.

-me vas a ver todo el tiempo con tu cara de imbécil? - ahí estaba ella y su sensibilidad. El caballero de Escorpio, por fin logró distraerse, se levantó y con paso calmo, se le acercó.

-querida, hoy te noto diferente, parece que te pones más... - dudaba, dado al temperamento de ella, - digamos "muy atractiva"- hizo énfasis en su afirmación.

La mujer lo observó por el espejo.

- ¿eso te parece? - ahora sú mirada se centró en ella. Tal vez sí estaba abusando de la comida o tal vez era que la poca actividad física ya le pasaba la factura. No, eso a ella no le importaba. No vivía de apariencia, así que continúo con su labor. Se pintó los labios y coloco máscara para pestañas, esas largas y espesas . Guardó cada cosa en su lugar pues como de costumbre; era tarde.

-bueno, me voy. Hoy acompaño a Marín a Atenas. Aioria insiste en que se casen aquí, en Grecia- se aló la camiseta hacia abajo, sin tomarle importancia. Miró al griego a los ojos, le depositó un beso por demás ardiente. -voy por una manzana y después en la tarde vengo a recoger todo el desorden, ¿si?- se viró sin darle tiempo a el griego a decir palabra alguna. Milo suspiró, ya había dejar ese tema de lado.

...

Shaina, tomó la manzana y le propinó un mordisco, se deleitó con el sabor. Aun tenía sueño pero sabía que se pasaría conforme avanzara el día. La camiseta de nuevo se subía y ella fastidiada la bajaba, eso ya le molestó, su aparente "gordura " comenzaba a impacientarle.

Dió unos pasos y se detuvo.

Tragó el trozo de manzana y se llevo la mano a la altura de el vientre. Sus ojos verdes se abrieron de par en par. Eso pareció raro. Había sentido un movimiento dentro de su abdomen. Se miró, una leve redondeada figura ahora enmarcaba sú silueta.

Suspiró, pero con él, otro movimiento regresó.

Así permaneció, estática y tratando de justificar el motivo de aquellos espasmos." debieron ser las tartas de manzana de ayer, no tal vez fueron las costillas a la barbacoa que Aldebaran trajo a la reunión de medio día, o el espagueti...

Tras unos quince minutos y sentada ahora en la silla de el comedor la peliverde no encontraba la justificación. Decidida, y al escuchar venir a el dorado de Escorpio, dirigió la mirada a el umbral de aquella estancia.

Milo, ya duchado y bien vestido para iniciar su día de labores, decidió ir a tomar jugo de frutas y una manzana, aún con pereza sacó su uña de su índice, y comenzó a rascarse la espalda justo, en el lugar que nunca alcanzaba. -si, si, si... Ahí, ah, que bien que me sirves aguja escarlata, por eso te amo- miró su uña y después le dió un merecido beso.

Tan agradecido y distraído con su uña caminaba que ni siquiera se percató que cierta amazona se encontraba parada frente a él.

-!hay mi madre! - fue el grito de el griego al ver a su prenda amada aun en su templo, en la cocina, para ser exactos - Shaina, querida, pensé que ya no estarías aquí, me haz dado el susto de mi vida - la decía fingiendo calmar su corazón oprimiendo su pecho.

-así debes de tener la conciencia cabrón! - refutó - Milo parece que estoy enferma, acompáñame a Rodorio que voy a ver si es que me ha caído mal la comida de estos días -

El griego la miró extrañado y por Athena, no pudo evitar ver la silueta de ella.

-me parece bien, te acompañaré, tal vez necesites una buena purga - el griego se tomó el mentón como si de un tema científico se tratase

Hora y media después...

Cerca de el templo de aries, Camus y Aldebaran cargaban en sus espaldas sus cajas de pandora, las cuales resguardaban sus respectivas armaduras. Mu prometió que las repararia ese día. Promesas son promesas.

Casi de inmediato, por el comienzo de los escalones, observaron a Milo, sus manos cubrían ambas mejillas y su caminar era lento y la expresión confundida.

Camus le miró, no había qué preguntar, él con el sentido frío que poseía sabía de sobra lo que a su amigo le pasaba.

-Camus, realmente no quiero hablar sobre eso, ahora- casi murmuró lo dicho, pues una mueca de dolor se asomó en las facciones de el de Escorpio, igual que un rojo por debajo de sus manos que intentaban mitigar el dolor, que seguramente le acompañaba.

Camus, suspiró y le siguió encargando su armadura con el gigante de tauro.

-y... Bien, dime, ¿cuanto tiempo tiene?...

Continuará.

Muy bien, es mi primer fic, gracias por leer.