Almas Fracturadas: KakuzuxHinata.

Género: Hurt Comfort y Drama (Adaptación)

Categoría: M

Un pequeño regalo para mi escritora favorita, Lu Lein.

***Almas Fracturadas***

La pequeña heredera del Clan Hyuuga caminó hacia el enorme hombre de extrañas pupilas verdes y esclerótica rojiza. Su diminuto cuerpo se detuvo debajo de él y sus característicos ojos blancos le miraron.

— ¿Fu-fue usted? —preguntó con sus pequeñas manos en el pecho.

Los hilos entretejidos en la carne de Kakuzu se removieron inquietos a través de todo su cuerpo y asintió.

—Sí, maté al Líder del Clan Hyuuga—escupió.

Kakuzu se tensó, esperando a que ella defendiera a su progenitor. Que le

Dijera que era malvado, un asesino y un ser en extremo codicioso —Eso era lo que siempre le decían y era la realidad. Pero antes de que pudiera pensar, un grito salió de la pequeña garganta de la chica y saltó hacia adelante, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura. Los corazones del hombre zombi se dispararon como un cañón, sus manos se volvieron puños y se levantaron en el aire mientras las pequeñas manos de la chica Hyuuga tocaron su piel oscura, piel que hacía mucho tiempo no era tocada por ninguna mujer.

No puedo ser tocado. No podía ser tocado, había renunciado al contacto físico hacía ya bastantes años, sus ojos verdes miraron hacia abajo, esperando ver que la chica se alejase de él, al sentir el contacto con sus corazones, pero su sorpresa fue grande al ver como la chica afianzaba el agarre.

Los brazos de la pequeña Hyuuga se apretaron alrededor de su cintura, Kakuzu la miro estupefacto. Vio su pelo negro grueso. Contemplo su espalda subir y caer con sus respiraciones.

—G-gracias —susurró y presionó su mejilla contra su pecho desnudo—. M-muchísimas g-gracias, buen hombre.

Buen hombre.

Su cuerpo se congelo mientras la chica de ojos blancos le daba las gracias. Pero no entendía. Como siempre. Nunca entendía nada que estuviese relacionado con los sentimientos.

¿Por qué me está agradeciendo?

Entonces sus brazos se apretaron otra vez, y Kakuzu anhelo tocar su espalda. Quería tocarla. Sus cinco corazones seguían bombeando por la adrenalina de la matanza, su pulso golpeando en su cuello, cerró los ojos. Forzando a sus brazos a que bajaran, tomo una respiración profunda y presiono sus manos en su espalda. Mientras sus grandes manos tocaron el material de su chamarra, respiro profundamente, sintiendo su cuerpo saltar bajo las palmas.

Las ganas de alejarse eran desesperantes, la sensación de ella en sus brazos dañaba su podrida mente. Pero eso fue tirado al infierno cuando percibió la humedad en su pecho desnudo, en su piel, y la heredera Hyuuga dijo:

—Nos liberó. Nos liberó de él.

Al escuchar esas palabras sus ojos se cerraron de golpe. Sus corazones latieron en su pecho, pero los hilos en su carne, el calor de su sangre, se calmaron.

La sed de sangre y codicia nunca se calmaban, siempre permanecían allí. Pero con ella.

Quería apretarla con fuerza.

Quería sostenerla, pero luego ella dejó caer sus brazos y se alejó de él.

Las manos del hombre inmortal se apretaron a los lados mientras la miraba irse, entonces justo antes de llegar a su pequeña hermana, nuevamente lo miró y preguntó:

— ¿Cu-cuál es su nombre? —Su voz temblaba, como si estuviera asustada. Pero sus ojos blancos nunca dejaron los verdes de Kakuzu. Sus ojos inocentes ardían con los suyos, haciendo que el verdadero corazón del hombre latiera.

Mi nombre...

—Kakuzu —Dijo, con voz fría.

Kakuzu se congelo mientras la chica hacia una reverencia y le sonreía. Sus uñas se clavaron en la palma de la mano, para poder tratar de mantenerse calmado al ver esa sonrisa capaz de desarmar al hombre más duro.

—Tiene mi eterna gratitud, Kakuzu San. Estaré en deuda con usted por siempre.

El aire salió de su boca mientras se daba la vuelta y se alejaba, pero no podía dejar de mirarla fijamente.

Los ojos de Kakuzu cayeron hacia sus callosas manos y observo su palma. La había tocado. La toqué y no la lastimé. Su estómago se contrajo. Porque la sed de sangre estaban todavía debajo de su piel. Podía sentir los hilos estirarse y contraerse. Y si la tocaba otra vez, podría lastimarla. No. Su misión era llevarla con vida al a guarida de Akatsuki no sin antes sacar provecho de ello.

—Mierda, ¿estás bien, Kakuzu? —Hidan se paró frente a su compañero de Akatsuki bloqueando su vista de la pequeña de pelo azul.

Kakuzu se movía hacia un lado, miro sobre el hombro de Hidan y le pregunto:

— ¿Cuál era su nombre? ¿Cómo fue que Itachi dijo que se llamaba?

Hidan miró también hacia atrás y dijo:

—La perra se llama Hinata, ¿no? —Respiró profundamente—. Sí, Hinata.

Hinata, pensó, luego susurro en voz alta su nombre con sus labios.

Hinata...

Al cabo de unas horas los cuatro hombres de capas negras con extrañas nubes rojas y las dos chicas Hyuuga entraron a una de las guaridas de Akatsuki. La primera guardia le toco a Kisame.

Kakuzu trato de dormir, pero no lo logro. No podía sacarla de su mente. Seguía viendo esos ojos blancos y su cabello negro largo cada vez que cerraba sus ojos. Seguía sintiendo sus manos alrededor de su cintura.

Agarrando su capa, salió por la puerta camino hasta la habitación donde se encontraba la Ninja de Konoha. Llegó hasta ventana y se detuvo.

La ventana.

Sentada en la ventana estaba Hinata.

Los corazones de Kakuzu comenzaron a latir mientras la miraba.

Entonces ella vio hacia abajo y lo miró.

Vio su boca abrirse.

Vio sus ojos blancos ampliarse.

Vio su mano presionarse contra el vidrio.

Miro sus labios, mientras pronunciaba:

Kakuzu…

Apretando sus puños, camino hacia adelante. Comenzó a pasearse por debajo de su ventana. Porque nadie podía acercársele otra vez. Nunca nadie la lastimaría de nuevo. Si lo hacían, morirían.

Morirán bajo mi Jiongu.

Morirán tal y como lo hizo aquel pedófilo.

Porque ella es mía.

La pequeña niña de cabello berenjena llamada Hinata esmía.