Parte 1: Futuro de prosperidad

Un nuevo día iluminaba el próspero reino de Ylisse el cual hallaba la paz tras la tormenta. Habían pasado 8 años desde la batalla contra Grima de la cual el príncipe, ahora nuevo Venerable, Chrom se había hecho con la victoria a cambio de un gran precio. Un costo que incluso hoy en día arrepiente haber pagado. Su estratega, compañero y mejor amigo dio su vida para aniquilar a Grima de la faz del mundo haciendo de su leyenda inmortal solo eso, una leyenda. Aun arrepentido por no tomar la decisión correcta y no ver en los ojos de su amigo esa decisión fue engañado y en el último momento apartado y excluido de su labor inicial de dar el golpe final dando como resultado el trágico hecho. Su tristeza y remordimientos fueron tales que no solo lloró y maldijo todo lo que pudo sino que también ofreció manutención a su esposa Cordelia e hija en camino.

Sentado en su trono solo observa a la pequeña Lucina de apenas 9 años correr junto a una Severa de 8 la cual solo refunfuña lo que parece ser un par de palabrotas y detrás de estas dos Cynthia e hija menor del Venerable actual la cual se tropieza una y otra vez dando algunas de estas de narices contra el suelo de palacio. El hombre, ya acostumbrado a la torpeza de su hija heredada de su madre ríe por ver como, a pesar de dar de bruces contra el suelo, se levanta sin borrar esa preciosa sonrisa de su boca pero una vez más recuerda a Daraen borrando todo atisbo de felicidad en su rostro. Apoya su brazo derecho en el trono para usarlo de soporte de su cabeza y tapar su mirada con la mano.

─ Chrom, cariño, siempre haces lo mismo. ─ Sumia llegaba del ala este del palacio preocupada por su marido al verlo en su típica pose de arrepentimiento. Cada vez que el gobernante pensaba en el peliblanco la usaba para tapar su triste mirada y no reflejarla al mundo haciendo como si nada pasase. ─ Sé que la tristeza por Daraen te abruma, pero ya ha pasado mucho tiempo, incluso levantaste una estatua en su honor en mitad de la plaza central. Ya no puedes hacer nada más para honrar su memoria así que deja de llorar y compórtate como el Venerable que deberías ser, el Venerable que tu pueblo necesita que seas. ─ Volvía a reprenderlo, pero sabía que por mucho que lo hiciera él seguiría estando presente en su mente cada vez que va a la plaza central, cada vez que ve a Cordelia o cuando mira a esa niña peliblanca que dejó como legado junto a un mundo lleno de eterna paz y prosperidad.

─ Lo sé, soy un idiota por hundirme en mis propios recuerdos y sentimientos pero no puedo evitarlo, es duro, demasiado. ─ Su voz, agravada por el paso de los años, retumbaba en los oídos de su esposa la cual solo se sentía cada vez peor por el estado de su esposo. ─ Cuando veo a esa niña me acuerdo de Daraen, su pelo blanco tan característico, esa inteligencia que tiene y capacidad de reacción son tan… propios de él. ─ La niña, a pesar de su duro carácter, era inteligente al igual que su primogénito. El hombre volvió a ocultar su mirada y se dedicó a recordar buenos momentos durante el resto del día mientras con un dedo rasca su barba descuidada de apenas unas lunas como solía hacer cuando estaba libre.

Para la pelirroja tampoco era fácil, perder a la persona que le dio estabilidad la hizo, en un principio, perder la cordura y sumirse en un caos emocional donde solo se oían llantos desde su tienda. Cuando se enteró de su embarazo recobró un poco la sonrisa y decidió darle a la pequeña Severa que estaba por venir un mundo donde supiese que su padre fue un héroe y dio su vida para que ella no tuviese que tomar una espada por obligación sino por gusto. Una vez salió del parto y la pequeña cumplió los 9 meses volvió a ser caballero pegaso. Ahora no solo era de las más mayores sino que la más veterana en batalla al ya haber participado en 3 guerras, todas de vital importancia en la historia del reino. Era la líder indiscutible y a pesar de su baja autoestima, los caballeros pegaso alcanzaron una época de gloria con ella al mando y siempre recordando con una sonrisa el maravilloso mundo que le dejó su amado a cambio de un gran precio. Estaba dispuesta a cuidarlo y perseverar la paz que tanto había costado conseguir y no daría su brazo a torcer.

Después de la terrible guerra, cada uno de los custodios tomó su camino en busca de su futuro, algunos más afectados por la pérdida que otros pero siempre con las últimas palabras del estratega en mente: "Diles que mis últimos pensamientos fueron para ellos". Algunos se dedicaron a recorrer mundo, otros se establecieron y fundaron familias y algún que otro se le perdió de vista para no volver a verlo. Las cosas no eran las mismas pero a pesar de la paz se seguía necesitando a los custodios y la próxima generación se encargará bien de esa labor.

Pero un día cualquiera, una persona encapuchada entra a la capital y esto no pasa desapercibido a los guardias que informan a la persona encargada de la seguridad en el enclave: Frederick. Mandó a algunos hombres a seguirlo sin que los descubra para ver sus intenciones ya que no se le veía ninguna parte de la piel; podría tratarse de cualquier cosa. El ser se detuvo delante de la estatua hacia el héroe en la plaza principal y durante unos minutos solo la observó hasta que llegó una niña peliblanca con cara de pocos amigos.

─ ¡Oye tú, deja de mirar a mi papá! ¡¿Qué mosca te ha picado?! Además, ¿por qué llevas esa capucha? ¿Tan feo eres? ─ Con intenciones no solo inocentes la niña hacía las preguntas de una forma maliciosa con la clara intención de hacer daño.

─ ¿Tu padre? Vaya, tenías un papá fantástico, ¿qué le pasó? ─ El hombre preguntó pero la mocosa noto algo raro.

─ Es raro, tu pregunta tiene un tono ligeramente más ascendente de lo que debería tener una cuestión por lo que creo que ya lo sabes. ─ Bingo, la cría hace gala de su inteligencia y habilidades de deducción y deja al hombre impresionado.

─ Increíble, eres muy lista. ¿Cómo lo ha ─ No le dio tiempo a acabar la pregunta pues un par de guardias habían hecho acto de presencia.

─ Señorita Severa, no debería hablar con desconocidos y menos si es un sospechoso. ─ Agarró cada uno un brazo y lo empezaron a llevar sin mucha resistencia.

─ Tengo el presentimiento de que nos volveremos a ver panoli. ─ Hizo una burla con el dedo que el encapuchado no vio.

─ Si, claro que nos volveremos a ver Severa. ─ Giró la cabeza y se vio el destello de un ojo marrón.