Los personajes no me pertenecen, son de JK Rowling y Jill Murphy :( la historia es mía :3
Crossover de Harry Potter y la Bruja Desastrosa.
Capítulo 1.
La academia Cackle
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Dentro de una oficina pequeña, de paredes y suelo de piedra, decorado a la antigua con muebles viejos de madera infestados de polvo, libros y papeles desvaídos, y algunas telarañas colgando en las vigas del techo… estaban dos brujas vestidas con largos vestidos negros con la misma cara de preocupación a pesar de contrastar físicamente entre sí.
La de mayor edad, de cuerpo rechoncho con un suéter tejido color crema, caminaba de la apolillada puerta de madera hasta la ventana de la pared opuesta, mirando al suelo sin prestarle la más mínima atención a través de sus lentes alargados de armadura marrón, mientras su cabello totalmente gris, lacio en corte recto por encima de sus hombros (que parecían cerdas de escoba por la forma angular y esponjado a los lados) se sacudía estático alrededor de su cabeza.
La otra bruja, más joven y delgada, de imponente estatura (le sacaba una cabeza a su compañera), con el cabello negro perfectamente recogido en un moño alto, ataviada con un vestido de largas mangas y cuello alto, miraba con su típica severidad a la bruja más anciana, con la mano apoyada en el escritorio. Impaciente, decidió romper el silencio de la habitación.
— Directora, no podemos asegurar que Quien-usted-sabe haya sido…
— Es su marca, Constancia, no hay duda —interrumpió la mayor sin dejar de mirar en suelo.
— Él desapareció hace catorce años en Inglaterra, si hubiese vuelto ya lo sabríamos. No aparecería de la nada sólo para venir a la academia—protestó en su habitual tono mandón procurando sonar segura y sensata.
— Usted como yo, conoce bien el rumor en que Harry Potter aseguró el regreso de El-que-no-debe-ser-nombrado durante el Torneo de los tres magos.
— Maestra Cackle, ¡Es un niño de quince años! No es muy diferente a nuestras alumnas, además El Profeta desmintió dicha habladuría.
Amelia Cackle levantó la vista del piso y miró de frente a su compañera con total seriedad.
— Sólo hay un hombre en quien podemos confiar en estos momentos, es la persona indicada para asegurarnos si Quien-usted-sabe volvió o no, y está por llegar. Espero que como subdirectora, maestra Ogrum, tome la mejor decisión.
La campana de la entrada del castillo timbró y el señor Frank Blossom, un hombre regordete y calvo, portero de la Academia Cackle, abrió las dos grandes puertas de roble de la entrada principal.
— Buenas tardes… Frank —saludó cortésmente el recién llegado leyendo sobre sus gafas de media luna el nombre costurado en el overol del portero.
— Muy puntual, señor —elogió el hombre con una sonrisa, alzando la cabeza para alcanzar a verle el rostro— la directora lo espera en su oficina, lo llevaré.
— Siempre he considerado la puntualidad una cualidad importante —comentó correspondiendo la sonrisa con calidez— y gracias, espero no le quite su tiempo.
Frank Blossom con un movimiento de mano le indicó al invitado varios centímetros más alto que él y más viejo, a que pasara y aseguró las puertas.
El patio del castillo era como el resto de las habitaciones pero sin techo, menos empolvado y con un cobertizo para escobas; lo atravesaron y entraron al vestíbulo de la escuela, que era más frío que el exterior. El calvo llamó a una puerta de madera tres veces y se abrió.
— Directora, ya está aquí.
— Gracias, Frank, puedes retirarte.
El visitante entró a la oficina arrastrando su larga túnica violeta, Ogrum lo escudriñaba con desconfianza mientras que Cackle lo veía con devoción.
— Albus, me alegra que vinieras —se acercó la bruja de cabello gris dirigiéndole una sonrisa sincera.
— Amelia, tanto tiempo sin verte.
El mago tomó la mano de la directora y le dio un beso en el dorso en señal de respeto.
— Sé que tienes muchas ocupaciones pero no te habría llamado de no ser importante…
— Descuida, Amelia, aún tengo horas libres para compartir una taza de té. ¿Cómo van las cosas en la escuela? Sigue tan conservadora como la recordaba —comentó con un ligero aire de nostalgia.
— Ha estado bien, pero justo de eso quería hablar… —la maestra Cackle se tomó las manos nerviosa y prosiguió— Primero quiero saber algo, ¿Es real el regreso de Quien-tú-sabes?
— Me temo que sí, ha vuelto…
— ¿Cómo está tan seguro, señor? —interrumpió Ogrum cruzando los brazos— Sólo han sido puras especulaciones de un muchachito…
— Lamento no haberlos presentado antes —interfirió Cackle alzando la voz—, ella es Constancia Ogrum, maestra y subdirectora de la Academia Cackle —dijo al viejo mago—, y él, querida Constancia, es Albus Dumbledore, estoy segura que has oído hablar de él.
— ¿Albus Dumbledore…? ¡¿El que venció a Grindelwald y escribió un libro de alquimia con Nicolas Flamel?! —la alta bruja abrió los ojos como platos y bajó los brazos del pecho contrariada—. Eh… disculpe, señor Dumbledore…es que me parece… difícil dar por correcta la teoría de un niño…
— No se preocupe, maestra Ogrum, entiendo su escepticismo —habló Dumbledore sin perder su sonrisa—, pero Harry Potter no es un chico que guste de mentir con algo tan serio… además yo confirmé sus palabras con mis propias fuentes.
Las dos brujas se miraron alarmadas, Cackle avanzó hasta su escritorio, abrió un cajón y de él sacó un sobre amarillento medio envuelto en un trapo sucio; antes de que la directora pudiera extenderlo frente a Dumbledore, el viejo mago sacó la varita de su túnica y lo hizo flotar sin el trapo en medio de la habitación. El dibujo de una serpiente saliendo de la boca de un cráneo estaba impresa en el frente.
— Ya hemos leído el pergamino dentro, Albus, él quiere reclutarme junto con las maestras del profesorado que "gusten" unirse a sus seguidores —explicó Cackle.
— La marca tenebrosa es auténtica, puedo sentir la magia de Lord Voldemort en ella, aunque no es convencional que envíe cartas a sus aspirantes a mortífagos… —Dumbledore dio un paso al frente y olisqueó el aire alrededor del sobre— …y que las envenene con ¿raíces de acónito?
— Y ponzoña de escorpión —agregó Ogrum.
— Voldemort nunca se ocupa de los trabajos "poco importantes", por lo que deduzco, ha dedicado la tarea a uno de sus seguidores conocedores de esta zona de Gales, que a juzgar por el veneno untado en el pergamino, tiene una especial enemistad contigo, Amelia…
— Mi hermana gemela, ¡seguro fue ella!
— Agatha Cackle, por supuesto —asintió Dumbledore.
— Entonces la amenaza es real, ellos vendrán a la escuela por nosotras.
— Lamento decirte que sí —confirmó.
La carta volvió a guardarse en el cajón del escritorio. La directora frunció el ceño intentando ordenar sus ideas hablando en voz alta, retomando su caminata de un lado a otro dentro de la oficina.
— ¡Debo cerrar la academia, todos corren peligro! …Pero no puedo dejar a las niñas sin educación, es cuando más la necesitan… Cómo explicaré esto a sus padres… ¡Tengo que resguardarme en un lugar seguro, aquí ninguna bruja está a salvo!... Las profesoras…
— Maestra Cackle, encontraremos la solución… —habló Ogrum tocando el hombro de su compañera.
— Yo puedo garantizar su seguridad pero la de la academia no, me temo —interrumpió Dumbledore.
— ¿Cómo, Albus? —inquirió la bruja mayor esperanzada.
— Viniendo a Hogwarts, dentro de nuestros muros estarán resguardadas.
— Pero las niñas…
— Serán bienvenidas todas aquellas que quieran asistir al colegio, aunque me atrevo a decir que será una minoría de alumnas las que aceptará, Hogwarts ya no es bien señalado en El Profeta.
El silencio se hizo dentro de la oficina por unos segundos, la anciana miró al piso de nuevo.
— Profesor Dumbledore, es un gran ofrecimiento, pero no queremos importunarlo… —dijo la bruja alta y autoritaria.
— Al contrario, maestra Ogrum, es una maravillosa oportunidad nuestra para convivir y saber que tenemos aliados del exterior.
— Aceptaremos tu propuesta —decidió la directora—, no tengo intención de ser una mortífaga ni de morir por Cruciatus de esos bandidos.
— El curso escolar empieza en menos de una semana, el expreso a Hogwarts parte de King's Cross a las 11:00…
— Iremos al modo tradicional de Cackle, sé cómo llegar.
— Entonces no hace falta más —consintió Dumbledore—. Te enviaré la lista de libros de cada curso con mi lechuza; oh, te recuerdo que en el colegio utilizamos otro tipo de magia, magia con varita.
— Compraré varitas con las niñas en Ollivander, todavía recuerdo el Callejón Diagon —sonrió la bruja—. Gracias por todo, Albus.
Tras una charla más amena y unas cinco tazas de té, Dumbledore partió de la Academia Cackle; las brujas empezaron a mandar circulares a los padres de las estudiantes para informar del cierre de la escuela y la opción de continuar en Hogwarts o no. Al día siguiente, recibieron cartas de respuesta a la misiva.
— ¿Cuántas han aceptado, Constancia?
— Sólo diez, maestra… —respondió Ogrum arrugando la frente—, ¿cree que haya sido buena idea aceptar la oferta del profesor Dumbledore?
— Sí, yo le confiaría mi vida a Albus sin dudar. Ahora es buen momento para que les avise a Frank y a la maestra Mim que nos vamos y de preferencia que partan a una población alejada de aquí por su condición de muggles; ya le avisé a la maestra Vamp para que permanezca en Mongolia.
— Sí, directora.
. . .
1° de Septiembre.
El cielo seguía oscuro, nublado y en la fría plaza de la Academia Cackle ya había nueve jóvenes brujas de entre 14 y 17 años ataviadas con túnicas negras y sombreros negros en punta que les ocultaba gran parte del cabello, esperando ansiosas la partida de ese día con la escoba en mano y maletas con el escudo de la academia (un gato negro sentado sobre una media luna). Estaban separadas en dos pequeños grupos de amigas, uno de seis y otro de tres.
— ¿Dónde está Mildred? Faltan cinco minutos para las seis —preguntó una del grupito más grande, de cara redonda, aniñada, con flequillo recto en su frente, rubia y lacia peinada con dos coletas que salían por debajo de su sombrero, usaba gafas redondas.
— Si no llega a tiempo, ¡Ogrum se enfadará! —dijo una bruja más alta, de piel oscura peinada con negras trenzas tiesas en forma de asas de jarra.
— No sería la primera vez —dijo una chica castaña.
— Sí, siempre está molesta con ella —agregó una rubia de ojos azules a su lado.
— ¡Miren! ¡Allí viene! —exclamó la más bajita del grupo de flequillo recto azabache y una larga trenza de lado, señalando al cielo sin estrellas.
A poca distancia de la entrada de la escuela, una bruja venía volando a toda velocidad sobre su escoba, o mejor dicho, cayendo; se tambaleaba de un lado a otro con los pies colgando como si fuesen de trapo, gritando asustada.
— ¡Ayúdenme, por favooooor! ¡Aaaah!
La chica cayó sobre unas bolsas negras de basura dentro de la plaza. Se levantó de sopetón, sacudió su túnica y sus dos largas trenzas castañas despeinadas que se habían llenado de polvo tras la caída; sus amigas corrieron a auxiliarla.
— Estoy bien, tranquilas —habló antes de que las demás dijeran algo.
— Aún tienes que practicar tu aterrizaje —comentó una chica bajita de piel morena y cara redonda.
Cuando volvieron al centro del patio, el grupito de tres niñas que había estado apartado viendo, se acercó a las demás.
— Eres una desgracia para las brujas, Mildred Embrollo, no entiendo cómo te has atrevido a venir aquí, estoy segura que te echarán de Hogwarts en menos de una semana —escupió hostil la bruja más alta de las tres, con gesto altanero; tenía el cabello castaño claro jalado hacia atrás oculto completamente dentro del sombrero, ojos muy claros y nariz respingada.
— Cállate, Ethel, nadie ha pedido tu opinión —protestó la de las dos trenzas.
— ¡Mildred, hola! —saludó en voz baja la chica más pequeña de las dos brujas que acompañaban a Ethel, de cabello castaño claro y lacio hasta los hombros.
— Sybil… —la reprendió la pelirroja lacia con pecas que iba a su lado.
Las tres brujas dieron media vuelta y volvieron a su mismo lugar de antes.
A las seis en punto, la directora y subdirectora de la Academia Cackle salieron del castillo, con túnicas y sombreros semejantes al de sus alumnas, y escobas en mano, listas para volar.
— Todas arriba de sus escobas, ahora —ordenó con voz potente la maestra Ogrum.
Con un "arriba" las alumnas y profesoras elevaron sus escobas y se sentaron en ellas.
— Formen dos filas y síganme, Fenella y Griselda, ustedes irán atrás por si alguna tiene un accidente —indicó, mirando con disgusto a Mildred.
Todas las brujas emprendieron vuelo; desde arriba se podía observar el viejo castillo de la "Academia para brujas de Cackle" perdiéndose en medio del denso bosque que lo rodeaba en aquella colina, lejos de la civilización.
Volaron por hora y media de Gales a la capital de Inglaterra, el cielo nublado ya había adquirido un color naranja por los primeros rayos de sol; el panorama era distinto: a pesar de haber partido de un bosque, en la ciudad de Londres hacía más frío y quemaba la nariz, las calles estaban totalmente cubiertas de neblina que dificultaba la visión. Por ser las 7:30 a.m. las avenidas estaban despejadas de los habituales transeúntes y la mayoría de negocios cerrados.
— ¡Es por aquí! —exclamó la maestra Cackle y empezó a descender lentamente en una calle tan ordinaria como las demás.
Aterrizaron detrás de un edificio, donde nadie pudiera verlas. Sujetaron sus escobas y siguieron a pie a la directora, caminando frente a varios negocios de libros, ropa, artículos de moda que a varias de las chicas llamó su atención, hasta pararse frente al negocio más insignificante de toda la avenida… El Caldero Chorreante.
Entraron, era un bar diminuto y sucio, que parecía a punto de derrumbarse; Ogrum miraba con repulsión cada milímetro del lugar, como si temiese contraer una enfermedad. El negocio estaba vacío, sólo se encontraba allí un hombrecillo que debía ser el cantinero.
— ¿Gusta algo de tomar, madame? —preguntó a la directora.
— No, gracias. Queremos ir al callejón Diagon —respondió.
— Oh, extranjeras… —advirtió al darles un vistazo a sus ropas de viaje—, por aquí.
Las brujas siguieron al hombre, se internaron hasta llegar a un patio cerrado igual de sucio y se detuvieron frente a una pared de ladrillo; el cantinero sacó una varita de su roída túnica y golpeó la pared: en medio apareció un agujero que a cada segundo se hacía más grande y dejaba a la vista una calle diferente a las de Londres muggle, era un camino de adoquines flanqueado por curiosos establecimientos con grandes ventanas en las que se exhibían toda clase de productos mágicos. Todas, hasta Ogrum, suspiraron impresionadas.
— Muy bien, niñas, denle su dinero a la maestra Ogrum, ella irá a Gringotts a cambiarlo por dinero mágico, yo las llevaré a Madame Malkin para que les midan los uniformes.
Las estudiantes sacaron de sus maletas su dinero (Ethel llevaba más de lo necesario) y se lo entregaron a la profesora.
— ¡Maestra Cackle! Pero yo no sé cuál es Gringotts… —dijo nerviosa Ogrum.
— Descuida, Constancia, sólo da la vuelta ahí y verás un edificio blanco con pilares, muy lujoso, ese es el banco —explicó la anciana—, nosotras estaremos en esa tienda —señaló un negocio de color morado con una ventana redonda y un maniquí.
Cerca de una hora estuvieron las diez niñas midiéndose las nuevas túnicas y pagándolas. Al terminar, la maestra Ogrum se llevó a las alumnas a comprar los libros en Flourish & Blotts, mientras Cackle compraba útiles como guantes, pergaminos y plumas (Hogwarts era más tradicionalista que su academia). Al final, fueron a Ollivander para comprar sus varitas, conforme salían de ahí les permitieron visitar otras tiendas y comprar algún material extra que quisieran.
A las dos de la tarde con veinte minutos ya habían acabado sus adquisiciones. Todo lo había reducido Ogrum a tamaño juguete para que cupiera en los maletines de las chicas.
— Hemos terminado aquí, niñas, ¡ahora arriba! —ordenó la directora y todas obedecieron.
Flotaron en sus escobas y retomaron su formación de vuelo.
Fue el peor viaje de todos.
Durante las primeras horas de viaje, las jóvenes brujas iban maravilladas observando el paisaje: pasaban por grandes campos llenos de vacas y ovejas.
— Es como la granja del señor Ted, donde llevaron a Ethel cuando la transformé en puerco —rió Mildred, y tres de sus amigas que la escucharon se echaron a reír.
Dejaron de verse los campos y cultivos, el horizonte ahora era un denso bosque con ríos serpenteantes y salpicado de colinas oscuras que se asomaban sobre los frondosos árboles.
— Hogwarts está cerca del Lago negro, Drusilla, he leído sobre el colegio —comentó con presunción Ethel a su amiga pelirroja, y alzó la voz—, pero tiene un encantamiento, los muggles sólo pueden ver ruinas con un letrero de "Prohibido el paso", Mildred no podrá ver ni una torre —rieron.
— Aunque no sea de familia de brujas es mejor que tú —defendió la chica de lentes redondos.
— No te metas, Maud Luna, sabes que Mildred es un desastre, todo le sale mal —dijo haciendo una mueca de desprecio.
Durante dos horas más de vuelo, tanto las brujas adultas como las menores, estaban agotadas, la vista era la misma, bosque y montañas que parecían no tener fin, lo único diferente era el cielo, que del gris azulado pasaba al negro.
— Directora, ¿está segura de ir por el camino correcto? —inquirió Ogrum con pesar.
— Así es, vea allá, es el humo de expreso a Hogwarts, acaba de llegar a la estación.
— ¡Miren eso! —exclamó la niña de piel morena.
Todas estiraron sus cuellos hacia el frente y sobre una gran montaña junto a un oscuro Lago, vislumbraron un enorme castillo diez veces más grande que el de Cackle, con altas torres redondas y las ventanas iluminadas por la luz interior.
Las brujas sonrieron (hasta Ogrum) y se acercaron con más velocidad. Descendieron frente a las grandes puertas de roble del castillo y llamaron a la puerta, esperaron.
La puerta se abrió, una bruja tan alta como la maestra Ogrum, de cabello grisáceo bien peinado hacia atrás, túnica esmeralda y rostro severo les indicó con la mano y una sonrisa que pasaran, cerró las puertas.
— Deben ser las de la Academia Cackle, bienvenidas, yo soy Minerva McGonagall, subdirectora del colegio —se presentó—. En veinte minutos tendremos el banquete de comienzo de año, los estudiantes ya deben estar por llegar, será mejor que ustedes tomen asiento en la mesa de profesores del Gran Comedor —dijo a las dos maestras—, sus niñas pueden esperar en el salón de al lado ya que nuestros alumnos aún no saben de nuestras invitadas, además ellas deberán pasar por la selección de casas después de los niños nuevos de primero. Uno de nuestros prefectos vendrá por ustedes.
Dicho esto, las dos profesoras de Cackle se fueron detrás de McGonagall y las brujas menores entraron a una habitación de al lado.
— ¿Selección de casas? ¿Eso cómo es? —preguntó Mildred a sus amigas esperando que alguna de ellas supiera.
— Hogwarts utiliza un sistema de casas, así dividen a los estudiantes según sus cualidades —explicó Fenella.
— Son cuatro y cada una tiene el nombre de sus fundadores —finalizó Griselda, la chica rubia que siempre estaba con Fenella.
— ¿Y cómo nos seleccionan? No me digan que nos hacen examen de ingreso como en Cackle —se preocupó la de dos trenzas.
— Espero que sí, para que te saquen de una buena vez —dijo Ethel con sorna—, no me sorprendería que quedaras en Hufflepuff, es la peor casa.
— Ignórenla, solo habla porque no tiene algo mejor que hacer —Maud hizo sentar a sus amigas en el rincón más alejado del cuarto, mientras platicaban emocionadas.
En cinco minutos, ya se escuchaba a través de la puerta el bullicio de los estudiantes de Hogwarts, algunos se quejaban del frío, otros por tener hambre. Conforme el reloj se acercaba a las 7:00 p.m. el ruido se iba apagando; exactamente a las siete se escuchó la voz de un hombre viejo dando la bienvenida a todos, y fuera del comedor unos pequeños pasos y comentarios de niños nerviosos que debían ser los de primer año.
Cuando las puertas se abrieron, los niños entraron y al cabo de un rato, se oía a la distancia una voz diferente dando gritos de "¡Gryffindor! ¡Hufflepuff! ¡Ravenclaw! ¡Slytherin!".
— ¿Esas son las casas de Hogwarts? —preguntó la bruja de piel oscura a Griselda.
— Así es, deben estar seleccionando a los niños…
Antes de que terminaran con los niños de primero, una muchachita de 15-16 años entró al salón donde las de Cackle estaban esperando; tenía el cabello castaño muy desarreglado y vestía una túnica negra con el escudo de Hogwarts y una insignia dorada con la letra P.
— Hola, yo soy Hermione Granger, prefecta de la casa de Gryffindor —dijo emocionada mirando con curiosidad a las nuevas—, la profesora McGonagall me envió por ustedes, ya están por entrar, dejen sus pertenencias y escobas aquí, ya se las llevarán a sus dormitorios.
Hermione abrió más la puerta, les indicó a las chicas que salieran al vestíbulo y esperaran frente a las puertas del comedor.
— Fórmense, en dos filas de cinco, en cuanto se abran las puertas, caminarán hasta la mesa de profesores, suerte —sonrió ansiosa.
Del otro lado se escuchó la misma voz del hombre que había dado la bienvenida al comienzo, dijo un "¡denles la bienvenida a las nuevas estudiantes de Hogwarts, las jóvenes brujas de la Academia para brujas de Cackle!" y las puertas se abrieron. Aplausos resonaron en todo el Gran Comedor y cientos de miradas se posaron en ellas, definitivamente habían más alumnos ahí que en sus anterior escuela. Caminaron sin perder la formación hasta llegar al frente de un taburete de madera y se detuvieron; frente a ellas pegada a un ventanal estaba una mesa alta que debía ser de los profesores, un anciano de gran estatura, larga barba y cabello gris estaba enfrente de una tarima, y a sus costados de pie, Ogrum y Cackle. A sus espaldas habían dejado cuatro mesas largas repletas de alumnos curiosos. Cuando miraron al techo, vieron sorprendidas el hermoso cielo oscuro plagado de estrellas, Ethel susurró un "es sólo un hechizo" rodando los ojos.
— Antes de continuar con la selección —habló esta vez la directora Cackle—, nos gustaría cantarles el himno de nuestra escuela, ¿listas, niñas? —sonrió—, y uno, dos…
Las diez brujas entonaron con su mejor voz, el himno que cantaban con tanto orgullo.
(Nota: si quieren oír la canción, búsquenla en youtube como himno a la academia Cackle :3)
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Onward, ever striving onward
proudly on our brooms we fly,
straight and true above the treetops
shadows on the moonlit sky.
Never a day will pass before us
when we have not tried our best,
kept our cauldrons bubbling nicely
cast our spells with zest.
Fearless witches never flinching
through the dark and dismal night,
ghouls and ghost and nightmare monsters
run away in fright.
We are the girls with skills in sorcery
when in flight quite a sight to see,
we're young witches and proud to be
learning our craft at Cackle's Academy.
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Su canto fue bien recibido por los profesores, que la mayoría les dedicó una sonrisa a las niñas y aplaudieron junto con los estudiantes. Las alumnas de Cackle tenían una apariencia distinta, sus uniformes de su antigua academia eran mucho más conservadores, todas iban uniformadas con camisas azules de manga larga, vestidos debajo de la rodilla negros rectos de cuello cuadrado encima, con un cintillo de color (unas verde, otras de color rojo y otro morado) en la cintura, calcetas grises y zapatos de agujeta negros. La túnica de viaje que llevaban encima tenía un holán negro en los hombros.
— Una hermosa canción, Amelia —elogió Dumbledore complacido—, ahora es momento de su selección, por favor, Minerva…
La profesora que les había abierto la puerta, McGonagall, caminó hasta el frente con un rollo de pergamino.
— Cuando diga sus nombres, deberán sentarse en el taburete y les pondré el sombrero para que sean seleccionadas. —abrió el pergamino y leyó—: para séptimo año, ¡Griselda del Bosque!
Griselda se quitó el sombrero de Cackle: era una muchachita de altura media, piel clara, rubia y lacia con partidura en medio y dos broches negros a los lados, tenía un rostro travieso con sus ojos azules muy abiertos y cejas arqueadas; se sentó en el taburete con una sonrisa y le pusieron un viejo sombrero empolvado en la cabeza. Para sorpresa de las nuevas, el sombrero empezó a moverse y habló por una ranura.
— ¡GRYFFINDOR! —gritó a los pocos segundos.
Una mesa estalló en vítores y aplausos y la guiaron hasta allí, sus túnicas negras tenían el interior de los gorros en color escarlata.
— ¡Fenella Pocafiebre!
Una bruja de altura similar a Griselda y gesto igual de pizpireto, caminó hasta el taburete, tenía rostro más cuadrado, su cabello color chocolate estaba peinado en una coleta baja y tenía una sonrisa en sus delgados labios.
— ¡GRYFFINDOR!
Más aplausos de la misma mesa y Fenella se fue a sentar junto a su inseparable amiga.
— De quinto año —anunció McGonagall—, ¡Ruby Cerezo!
La chica de piel oscura y trenzas tiesas se quitó el sombrero y esperó a ser seleccionada.
— ¡RAVENCLAW!
Una mesa diferente aplaudió esta vez, el interior de sus túnicas era color azul. Ruby sonrió ampliamente encogiéndose de hombros y tomó asiento entre sus nuevos compañeros.
— ¡Drusilla del Corral!
La amiga de Ethel, una pelirroja alta de cabello lacio recto hasta los hombros, con muchas pecas en las mejillas y ojos azules, caminó hasta el taburete y se puso el otro sombrero.
— Hey, ¿por qué no me dijiste que tenías otra hermana, Ron? —susurró Harry Potter en la mesa de Gryffindor a su mejor amigo Ronald; los que estaban sentados cerca contuvieron las carcajadas, la nueva niña tenía todas las características de un Weasley… Menos la casa.
— ¡SLYTHERIN!
Esta vez fue una mesa del centro la que hizo oírse, cuyas túnicas tenían detalles en color verde esmeralda. Drusilla caminó hasta ellos.
— ¡Mildred Embrollo!
La chica de las dos trenzas despeinadas caminó al frente apesadumbrada, era castaña rojiza de ojos pequeños azules, con labios gruesos y pecas en las mejillas, las cejas muy claras estaban rectas por su ceño fruncido. Era la más alta de todas y la más desaliñada con sus zapatos sin atar.
El sombrero tardó más el decidirse, pero finalmente gritó:
— ¡GRYFFINDOR!
Ya más relajada, se fue a sentar con Fenella y Griselda.
— ¡Ethel Hallow!
La alta bruja se quitó el sombrero de Cackle con soberbia y dejó al descubierto un bonito cabello castaño claro con reflejos dorados atado en una perfecta coleta sujetada con un listón negro; tenía la piel muy blanca y lisa, rostro afilado, ojos verdes como el jade enmarcados por cejas semi-rectas castañas y unos labios en forma de corazón. Su nariz respingada se acentuaba al alzar la cabeza al caminar.
— ¡SLYTHERIN!
La muchacha fue bien recibida con fuertes vítores de sus nuevos compañeros y tomó lugar junto a Drusilla.
— ¡Maud Luna!
— ¡GRYFFINDOR!
La niña de lentes redondos fue con sus demás amigas.
— ¡Enid Noche!
La más bajita de todas, seria, de cara ovalada, ojos marrones y cabello azabache peinado en una larga trenza de lado y flequillo recto, caminó al frente.
— ¡GRYFFINDOR!
— ¡Jadú Wali!
La morena bajita con una trenza baja fue hacia el taburete con una sonrisa tímida.
— ¡HUFFLEPUFF!
La mesa que hasta ahora no había estallado en aplausos, resonó por todo el comedor y recibieron a la recién llegada. Mildred y sus amigas aplaudieron con fuerza.
— Para terminar, de cuarto año… ¡Sybil Hallow!
Ethel se removió incómoda en su lugar.
Sybil subió con inseguridad al taburete, su cabello era poco más oscuro que el de la otra Hallow y sus ojos azules, sus cejas redondeadas le daban aspecto de asustadiza; se parecía un poco a Ethel pero su cara era más redonda, la nariz recta y tenía un lunar en la mejilla izquierda.
— ¡RAVENCLAW! —gritó el sombrero y se fue feliz a la mesa en que estaba Ruby.
La profesora McGonagall enrolló el pergamino y se llevó el Sombrero Seleccionador. El director de Hogwarts, Albus Dumbledore, se puso de pie, miró radiante a los alumnos y con los brazos abiertos exclamó:
— ¡Bienvenidos a un año nuevo en Hogwarts! Antes de comenzar nuestro banquete, quiero decir unas pocas palabras. Y aquí están, ¡Papanatas! ¡Llorones! ¡Baratijas! ¡Pellizco!... ¡Muchas gracias!
Se volvió a sentar y todos ovacionaron.
— ¡Ampollas! —gritó Fenella.
— ¡Tripas! —secundó Griselda y todos a su alrededor echaron a reír.
— Así que vienen de Gales — preguntó un pelirrojo alto, carismático, sentándose al lado de Griselda.
— Y han entrado a séptimo año —agregó otro pelirrojo idéntico sentándose junto a Fenella.
— ¿Y ustedes quiénes son? —preguntó la rubia.
— Fred y George —respondieron al unísono.
— Los más divertidos del colegio…
— … bromistas…
— … excelentes jugadores de quidditch…
— …Y los más guapos de Hogwarts.
— ¿Los más divertidos y bromistas del colegio? —dijo Fenella mirando pícaramente a su amiga.
— Eso ya lo veremos —acompletó Griselda correspondiendo la mirada.
Mildred, Maud y Enid se miraron divertidas.
— Esto se va a poner intenso —comentó Enid socarrona.
— Como no tienes idea, esos dos siempre tienen planes muy locos —un pelirrojo acompañado de un azabache de gafas redondas y la prefecta Hermione Granger tomó asiento en frente de las tres amigas—, soy Ron Weasley, hermano menor de ese par por desgracia.
— Ustedes ya me conocen —saludó Hermione extasiada.
— Yo soy Harry Potter —dijo el segundo chico sonriente.
— ¡Eres tú! —exclamó Mildred metiendo accidentalmente los codos en un tazón de pudín, salpicando a Harry—, ay, lo siento, yo… ¡siempre están hablando de ti!
— Sí, ya estoy acostumbrado a eso —bromeó.
— ¡Qué bueno es tenerlas en Gryffindor! ¿La magia es muy diferente de donde vienen? —inquirió Hermione interesada, quería aprender de las brujas extranjeras.
— Pues en Cackle no usábamos varitas… —Maud empezó a detallarle a Hermione lo que ésta quería saber.
— ¿Cuál es la diferencia de las casas? —preguntó Enid curiosa.
— Las cualidades; en Gryffindor somos valientes y aventureros como nuestro fundador Godric Gryffindor —respondió Harry—, los de Ravenclaw son inteligentes y estudiosos…
— Pero Hermione es mejor que todos ellos —opinó Ron.
— En Hufflepuff son leales y honestos…
— Bien conocidos por inútiles —farfulló el pelirrojo—, pero aun así son mejores que las serpientes de Slytherin… son lo peor.
— ¿Por qué son lo peor? —preguntó Mildred lanzando una mirada a donde estaba Ethel y Drusilla.
— Son ambiciosos, tramposos, insoportables… todos los magos tenebrosos han estado en esa casa —terminó de decir el Weasley.
— Creo que ese sombrero parlante no se equivocó al poner a esas dos ahí —se burló Enid señalando a sus ex-compañeras.
— ¿Por qué, son muy fastidiosas? —quiso saber Harry—, esa pelirroja me daba espina que sería como Ron, se parecen.
Las nuevas Gryffindor se carcajearon, si le cortaban un poco más el cabello a Drusilla sería idéntica a Ronald.
En la mesa de Slytherin, Ethel y Drusilla estaban sirviéndose comida cuando un fantasma espeluznante con manchas de sangre en el atuendo se acercó a Ethel y la escudriñó sin disimulo.
— ¿Ésta estirada es nueva Slytherin? —preguntó pomposo el ente.
— ¡¿Estirada?! —la castaña levantó la cabeza y miró en dirección opuesta.
— Su ego es tan alzado como su nariz.
— Fuera, barón, no la molestes —ordenó una voz masculina del otro lado de la mesa.
— Como sea.
El fantasma se fue y Ethel miró al frente para saber quién había sido el chico que ahuyentó al fantasma.
— Soy Malfoy, Draco Malfoy —se presentó un muchacho alto, pálido de ojos grises y rostro afilado, que llevaba bien peinado su cabello rubio platinado y una insignia plateada con la letra "P" en su uniforme.
No se sabía decir si era más blanco el fantasma o Draco Malfoy, pero sí que era atractivo. El mago estiró la mano con cortesía.
— Ethel Hallow, una de los Hallow —habló en tono cantarín, estrechó la mano del chico y sonrió orgullosa.
— Eres sangre pura, ¿no?
— Por supuesto, todas las mujeres Hallow han estudiado en Cackle, y los varones en Camelot.
— He escuchado tu apellido —dijo con más interés el muchacho—, ¿tu padre es Rafer Hallow, influyente en el Ministerio galés?
— Así es, supongo que tu padre es Lucius Malfoy, influyente del inglés —respondió Ethel con el mismo interés que su interlocutor.
— Mi padre ha tenido contacto con el tuyo, eso significa que eres de buena familia.
— Lo mismo digo de ti, Draco Malfoy.
— Dime Draco —el rubio sonrió de lado.
Ethel le correspondió la sonrisa y ambos engreídos adolescentes se quedaron mirando fijamente por varios segundos.
— Hola —interrumpió una chica de cabello negro y ojos verdes, sentándose junto a Draco tomándolo del brazo—, yo soy Pansy Parkinson, tú eres Hallow y tú del Corral, ¿verdad? ¿Son sangre pura?
— Sí —respondió Ethel cortante.
— Sí, hola, pero llámame Drusilla —contestó la pelirroja feliz de que la integraran a una plática.
— Tú dime Pansy —dijo emocionada la bruja—, me alegra tener nuevas amigas sangre pura y bonitas, no como la ratona de biblioteca, sangre sucia amiga de Potter.
— ¿Harry Potter? —preguntó con interés la castaña ojiverde—, ¿dónde está? Me gustaría conocerlo.
— Está allá, en la mesa de Gryffindor —Pansy señaló a espaldas de Ethel—, no te recomiendo que te lleves con él, es un tonto, y el director tiene obvia preferencia por él y sólo él —agregó con rencor.
La Hallow giró 180° la cabeza y observó al azabache de gafas redondas que charlaba con una chica que bien conocía, Mildred. Por un segundo, los ojos verde brillante de Harry Potter se detuvieron en los verde jade de Ethel, y se desviaron.
— No me lo puedo creer, Mildred Embrollo tratando de llamar la atención de Harry Potter —mencionó recelosa.
— Bah, Potty no es más que un melodramático defensor de los sangre sucia y traidores a la sangre, sin el viejo chiflado de Dumbledore no es nada —escupió con rabia el pálido muchacho.
— ¿Envidia, Draco? ¿Cuál es la verdadera razón por la que te desagrada tanto? —Ethel dibujó una sonrisa maliciosa.
— ¿Y tú por qué odias a esa niña de trenzas? —imitó el gesto de la castaña.
— Pregunté primero, dime y te responderé —acordó.
— Fui amable con él el primer día de clase —susurró—, le tendí la mano y el "Elegido" me rechazó por la sucia comadreja que está a su lado.
— Jajajá —rió lo suficientemente alto para que la mitad del comedor volteara a verla—, lo siento —se disculpó entre risas alargando la última sílaba.
— Sí, bueno, es tu turno —dijo con desdén el pálido.
— Mildred es una completa inútil, no puede hacer hechizos simples, ni siquiera tiene antecedentes mágicos —explicó Ethel.
— Hay un trasfondo —insistió.
— Pff —bufó—, bien, esa niña tonta me tiró a propósito de la escoba el primer día de academia.
— Já, ¿y te reías de mí? Tan siquiera mi enemigo es el "Niño que vivió" y no una hija de muggles mentecata.
— ¿Así que eso piensas? Cuida tus palabras, Draco Malfoy —amenazó con el rostro serio.
— ¿O qué harás, Ethel? —la retó altanero.
Ethel no lo dudó más, apuntó sus manos hacia Draco y pronunció un hechizo.
— Sago Lacto Sewit , Revento Batisco, ¡Sémola Nunc Liquaté!
Una copa llena de malteada de chocolate cerca del rubio, empezó a burbujear de la nada y antes de que pudiese pararse, el batido salió volando y cayó directo en su túnica. Ethel cruzó los brazos orgullosa y alzó la cabeza sonriente.
Ya habían olvidado que estaban en el Gran Comedor, varias brujas y magos habían volteado para ver la pequeña escena; Drusilla y Pansy no les quitaban los ojos de encima sorprendidas por la inesperada riña.
— ¡Me las pagarás, Hallow! —gruñó furioso, pero antes de que sacara su varita y atacara a la bruja, el director hizo callar a todos en el comedor.
— Ejem… —Albus Dumbledore se puso de pie y los alimentos hace un segundo sobre las mesas ya habían desaparecido—, ya que todos hemos comido y bebido, tengo unos últimos anuncios que dar; omití al comienzo de la ceremonia los cambios en el profesorado, quiero presentarles formalmente a la directora de Cackle, la maestra Cackle que se encargará de impartir la clase de Encantamientos a los alumnos de primer a tercer año.
Los estudiantes le aplaudieron a la sonriente bruja de cabello gris.
— La maestra Ogrum enseñará Pociones a los alumnos de primero a cuarto, el profesor Slughorn a los de quinto a séptimo; por lo tanto Defensa Contra las Artes Oscuras será impartida por el profesor Snape.
Las serpientes de Slytherin festejaron la última noticia, Snape era su profesor favorito y jefe de casa. Los chicos de la mesa de Gryffindor no recibieron con alegría el aviso.
— A los de primero y a las nuevas, les comunico que los bosques del castillo están prohibidos. El señor Filch, el celador, me ha pedido que les recuerde que no deben hacer magia en los recreos ni en los pasillos. Por último les informo que las pruebas de quidditch tendrán lugar en la segunda semana del curso, los que estén interesados, pónganse en contacto con la señora Hooch.
Varios alumnos de cada mesa exclamaron emocionados.
— Y ahora, ¡a la cama! No querrán estar cansados mañana en sus clases.
Draco Malfoy se paró como rayo de su asiento y se fue a grandes zancadas del Gran Comedor, seguido por dos chicos de Slytherin muy corpulentos.
— Ustedes dos, vengan conmigo —suspiró Pansy Parkinson a las nuevas viendo con reprobación a Ethel—, las llevaré junto con los de primero a nuestra sala común; en el camino les explicaré sobre la copa de las casas, unos detalles importantes sobre Slytherin y mis funciones como prefecta —avisó.
En ese momento, la castaña de Cackle advirtió que Pansy también llevaba la insignia de "P". Echó un vistazo a su alrededor antes de salir del salón y observó que cada grupo nuevo de las casas, era guiado por alumnos de cursos mayores. Mildred y sus amigas eran guiadas por la castaña despeinada que habían conocido antes de la selección y por un pelirrojo parecido a Drusilla.
— Vaya, Ethel, creí que por fin habías conocido a tu alma gemela y terminaron siendo enemigos en el primer día —susurró Drusilla a su amiga.
— No digas estupideces, Drusilla, vamos.
Hola :)
Dejen reviews de qué les parece, y si no conocen la serie "La bruja desastrosa" y gustan verla, busquen en Dailymotion el canal "Carolina Flove", ella ha subido todos los capítulos doblados :3 Así podrán imaginar las voces y conocer a las brujas de Cackle.
Por cierto, la Ethel Hallow que yo utilizo es la que aparece en la segunda y tercer temporada, interpretada por la actriz Katie Allen.
