Amarás a quien no te ama...
Hikari.
Girábamos al compás de la música que fluía suave y lenta hasta perderse en algún lugar del gran salón, me movía de manera automática, estando ahí sin estar realmente... sin querer estar.
—Hikari. – escuché mi nombre salir de sus labios casi de forma lastimera pero seguí danzando, mi vista se encontraba perdida entre luces y adornos florales, entre los blancos holanes y detalles plateados del bello vestido de Catherine. —Hikari. – insistió reforzando el agarre que su brazo izquierdo mantenía sobre mi cintura.
—hmm. – me quejé por la repentina brusquedad y después de tanto tiempo volví a fijar mi mirada en sus ojos azules.
— ¿Qué te sucede? – me cuestionó, pude ver angustia en su mirada y me incomodó.
—No parezco agradarle mucho a...– dejé la frase en el aire y desvié la mirada hacia algún otro lugar, mis ojos se cruzaron por unos momentos con los azules de Ken. —ayúdame. – supliqué con la vista... realmente esperaba que comprendiera mi petición.
— ¿Catherine? – sentí una punzada en el alma al escuchar su nombre salir de su boca y bajé la cabeza apenada. —Eso no es cierto Kari, no hay manera de que le desagrades a alguien. – dijo con una sonrisa radiante y mi corazón se agitó.
—No soy perfecta Takeru. – Sonreí forzadamente aunque el pareció no notarlo. —Puedo caerle mal a la gente. – dije un poco más alto.
—Eres lo más cercano que conozco a la perfección. – me susurró cerca del oído, ahí estaba nuevamente el golpeteo de mi corazón. Me preguntaba ¿cuánto más duraría esta canción? había perdido la cuenta de los minutos que llevábamos dando vueltas de un lugar a otro.
—Gracias. – Murmuré tragando mis lágrimas. Si lo que decía era verdad entonces... ¿por qué la había escogido a ella?
Volví a buscar la mirada de Ken pero el ya no se encontraba en su sitio. Reprimí un suspiro, Ken había sido para mí como un confidente y un soporte, nos comprendíamos mejor que nadie debido a nuestra "obscura conexión" como él la había nombrado.
— ¿me concedería esta pieza? – me sobresalté cuando la firme voz de Ken interrumpió la incomodidad en la que me había sumido.
No pude reprimir una sonrisa sincera en mi rostro, después de haber vencido a la obscuridad que nos llamaba sabía que podía contar con él, y él sabía de igual manera que yo siempre estaría para apoyarlo.
—C-Claro – la voz de Takeru tenía confusión pero no se opuso a dejarme ir. De cierta manera eso me dolió, a mi "mejor amigo" le daba igual con quien estuviera. Tomé la mano de Ken y el me dio un apretón para transmitirme fortaleza.
—Gracias. – le Sonreí cuando nos alejamos lo suficiente, estábamos cerca de la mesa de bocadillos, lo suficientemente lejos de los demás. Solté un gran suspiro y él sonrió. Observé rápidamente a toda la gente dentro de aquel ostentoso lugar y mi mirada se apagó al ver a la pareja central volver a reunirse.
— ¿Quieres bailar? – preguntó mi amigo peliazul notando mi decaimiento y yo negué lentamente. —Que bien, yo tampoco – Reí honestamente ante su comentario. —Bien entonces salgamos de aquí– volvió a tomar mi mano y me sacó al balcón para poder despejarnos.
—Gracias– dije nuevamente. Estiré mis brazos dejando que la brisa removiera mis cabellos y alejara los malos pensamientos. —Espero que Yolei no se moleste– comenté sintiéndome apenada.
—Tranquila, no creo que tenga problema en compartirme contigo– dijo divertido y le di un golpe amistoso en el hombro.
—Gracias– dije cerrando mis ojos y sintiendo una vez más la suave caricia del viento sobre mi piel.
—Lo has repetido mucho– me respondió y se giró para verme. —Suéltalo, Hikari– su rostro se tornó serio. —No te hace bien tenerlo dentro– me tomó de los hombros.
— ¿Ken?– su rostro se veía suplicante, sabía que no le gustaba verme sufrir y no poder hacer nada al respecto. Sentí calidez descender de mis ojos hacia mis mejillas y sin dudarlo por más tiempo me aferré a él en un abrazo necesitado que él correspondió. —Déjalo ir– sentí su aliento en la coronilla de mi cabeza y sus fuertes manos acariciando mi espalda de manera tranquilizante.
—N-No puedo– dije entre sollozos, mi corazón al fin había explotado y los sentimientos que llevaba guardando toda una vida salieron a flote rasgando mi pecho en el proceso.
—Puedes hacerlo Hikari, eres fuerte– me acercó más a él y me sentí protegida. Desde que Tai se marchó a la universidad no había encontrado a alguien que transmitiera la misma aura de él, aquella de hermano protector y fiel guardián, no fue sino hasta que me reencontré con Ken que toda aquella paz regresó a mí.
Lloré sobre su pecho sin poder controlarme. Dolía, realmente dolía haber estado ahí tratando de fingir que estaba bien durante todo ese tiempo... ¡No lo estaba!
—Lo amo Ken.– dije sin fuerzas, las lágrimas ya no salían, no sabía cuánto tiempo había pasado y tampoco me importaba, mis ojos se habían secado pero los espasmos aun me sacudían y seguía aferrada al fuerte torso de Ken.
—Lo sé– dijo sin más y me despegué lo suficiente para poder verlo a los ojos. —Siempre lo supe– me sonrió de manera melancólica. En ese momento pensé que tal vez aquella era la forma de pagar mis acciones, me sentí culpable y pensé en él, en Davis y en los compañeros de equipo de Tai... Amarás a quien no te ama por no haber amado a quien te amo, me preguntaba si Ken se sentiría aliviado al verme derrumbarme de esa manera.
—Lo lamento– intenté separarme de él pero sus brazos se afianzaron a mi cuerpo y me puse tensa, había dañado el corazón de esa persona en el pasado, no merecía su apoyo.
—Tranquila pequeña– respondió volviendo a su tono normal. —Eso es parte del pasado, no cambiamos nada con lamentarlo y tampoco te estoy recriminando– acarició mi cabello y me aferré a su calor, definitivamente no había mejor persona para portar el emblema de la bondad, Ken Ichijouji era la representación humana de dicha cualidad.
— ¿Interrumpo algo?– la voz inquisitiva e hiriente de Takeru me alertó, Ken me soltó lentamente siendo conocedor de que yo no quería separarme de él, pero siendo también lo suficientemente inteligente para saber que era el momento adecuado.
—Debo volver con Yolei– me dijo en voz baja y me asusté cuando se alejó de mí. —Todo estará bien– besó mi frente y caminó de regreso al salón. Las miradas celestes de ambos se cruzaron en el camino más ninguno de los dos se atrevió a decir nada.
—Así que... ¿Ken y tú...?.– se escuchaba molesto y de alguna manera eso me molestaba más, no tenía derecho de opinar nada sobre mi vida puesto que él mismo me había sacado ya de la suya.
—Él es un buen chico– dije dándole la espalda y recargando mis brazos sobre el barandal, estaba segura de que en esos momentos mi rostro se vería terrible de tanto llorar. —Ya deberías saberlo– un cierto tono de reproche se coló en mi voz, fue a la primera persona a la que le conté sobre la declaración de Ken.
—Wow, pensé que él y Yolei...– dejó la frase inconclusa y todo rastro de enojo desapareció de su voz, ahora sonaba confundido.
—Ellos están saliendo si es a lo que te refieres– se acercó hacia mí y se recargó de igual manera sobre el frío metal.
—Entonces no entiendo nada– dijo un poco irritado y desconcertado, su mano comenzó a acariciar mi brazo derecho y sentí mi piel erizarse ante su tacto. — ¿Tienes frío?– quise golpearlo por su pregunta, era obvio, hasta para un ciego, que mi estremecimiento no se debía al clima.
—Para nada– me alejé de él como si su tacto quemara y de algún modo lo hacía. —Deberías volver– fijé mi vista en el horizonte, el sol se había ocultado hace un par de horas y un sublime manto de estrellas cubría por completo el cielo.
—Vuelve conmigo– me estremecí ante sus palabras, sabía que él no lo había dicho con el mismo sentido que mi mente lo interpretó, pero mi corazón no pudo evitar dar un vuelco por la traducción de mi cerebro.
—Y-Yo iré después– quería llorar nuevamente pero no lo haría delante de él, una Yagami no podía ser tan débil... no más de lo que ya había sido.
—Dime que sucede Hikari– se volvió a acercar y yo retrocedí, sentía rabia contra él, contra mí y contra todo.
—Aléjate...– dije entre dientes, arrastrando cada letra tratando de contenerme.
—No puedes pedirme eso– dijo dolido. Me tomó de las manos y me tensé. —Kari, eres mi mejor amiga y desde hace más de mes y medio desapareciste de mi vida– apretó levemente mis palmas. —Fuiste la primera persona a quien le dije que me casaría, creí que te alegrarías por mí y en vez de eso te esfumaste de mi vida.– La mueca en su cara se debatía entre en coraje y la angustia aunque era difícil saber cuál sentimiento estaba ganando.
—Suéltame Takeru– dije sin ganas, no quería seguir escuchando, había estado dando mi mejor esfuerzo hasta ese momento, había planeado presentarme a su boda, sonreír y huir a la menor oportunidad para no arruinar su "gran noche" él no tenía derecho de recriminarme nada para derribar mi poca fortaleza.
—No Hikari, has pospuesto por mucho tiempo esta conversación, cada que quería hablar contigo tenías un asunto por resolver y yo había decidido ser paciente pero no pienso esperar más– subió sus manos a mis hombros intentando hacer que lo viera a los ojos. — ¿Dónde quedó la Hikari que conocía y amaba?– Dolor fue lo único que relució en sus palabras y yo me quedé pasmada, las lágrimas que creía terminadas comenzaron a volver.
—N-No hagas esto Takeru– lloré al decir su nombre. —Tu es esposa te está esperando– sentí un fuerte dolor en la boca del estómago al pronunciar "esposa", la palabra que definía a Catherine como la mujer que pasaría el resto de sus días al lado de Takeru, la mujer que le daría felicidad, la futura madre de sus hijos... la mujer a la que amaba al grado de unir su vida eternamente a la suya.
— ¿Hacer que Hikari?– preguntó con desesperación apretando más sus manos sobre mis hombros.
—¡Esto!– dije sin ser capaz de contener mi llanto. Tal vez Ken tenía razón, debía decírselo ahora porque tal vez el valor del momento desaparecería dentro de poco y esto era algo que no podía llevar conmigo toda mi vida, había llegado el momento de que todo saliera a flote y sin importar el resultado seguiría adelante.
—No lo entiendo Kari– deshizo su agarre sobre mí y llevó sus manos a su rubia cabellera alborotándola en claro signo de desesperación.
—No me lastimes más T.K– le supliqué, sus ojos se abrieron desmesuradamente, hacía muchos años desde que lo llame de esa manera. —Te amo Takeru– Logré ver terror en sus orbes y eso me destrozó pero no podía volver atrás — lamento que te hayas enterado de esta manera pero... A-Ahora... por favor– mi voz tembló y mis lágrimas fluyeron con mayor intensidad. —No vuelvas a acercarte a mí– mis sollozos se intensificaron. Su rostro se deformó en una mueca que no supe reconocer.
— ¡Demonios Hikari!– golpeó el barandal y me sobresalté. — ¡Demonios!– dijo nuevamente caminando como león enjaulado — ¿por qué?– me miró con semblante herido. — ¿porque hasta ahora?– no respondí y él se acercó nuevamente hacia mi intentando controlarse. —si lo hubiera... si me lo hubieras dicho antes Hikari...– mi corazón tembló por sus palabras ¿me estaba diciendo que no se hubiera casado de haberlo sabido?
—N-No se suponía que lo s-supieras– Murmuré por lo bajo, en voz apenas audible. —Me iré a Finlandia d-dentro de 3 días– continúe controlando mi llanto, me dolía la cabeza de tanto llorar, de intentar aparentar.
— ¿Qué?– me dirigió una mirada horrorizada, desvíe mi rostro, lo hecho, hecho estaba, mi plan se había ido a la basura. —no puedes... no puedes hacernos esto– la súplica en su voz me hizo sentir culpable.
—T-Tú tienes tu vida Takeru– acuné su rostro entre mis manos dedicándole la mirada más dulce que me fue posible. —Y a, ahora tienes también una esposa– deslicé una de mis manos a lo largo de su mejilla y acomode un poco sus cabellos. Sorbí por la nariz intentando detener los quejidos del llanto. —Pronto tendrás una familia más grande y yo n-no encajo en ella– su rostro se vio atravesado por una sombra de dolor.
—No lo entiendes Kari– colocó sus manos sobre las mías impidiendo que abandonaran su rostro. —De haberlo sabido antes, tú serías mi familia– sus ojos se opacaron y supe que ya no había vuelta atrás.
—Las cosas son como son– dije haciendo acopio de fortaleza y dignidad, estaba feliz por lo que él había dicho pero no podía ser tan egoísta, Catherine no lo merecía, aunque la odiara por ser la esposa de Takeru ella no había hecho nada en realidad. —Lamento haberte dicho esto en tu boda– separé mis manos de las suyas. —Sé que serás feliz Takeru.– me sentí la persona más hipócrita del mundo.
—Kari...– se quedó inmóvil mientras yo regresaba al interior del salón por mis cosas para retirarme, era lo mejor que podía hacer. —¡Hikari!.– logré escucharlo llamarme entre la multitud pero seguí adelante...
