"¿Interrumpo algo

"¿Interrumpo algo?"

Oigo su voz y me giró lentamente ya que tengo miedo de ver rechazo en sus ojos, mas lo único que veo antes de volver a desviar la mirada es miedo, terror pánico a ser el, el rechazado. "A volver a ser el rechazado" dice una voz en mi interior. Muevo la cabeza intentando alejar esos pensamientos de mi mente, ahora mismo lo único que harían sería hacerme sentir culpable, todavía más culpable.

Alzó de nuevo la mirada para encontrarme con sus ojos y me doy cuenta de lo tonta que fui a no darme cuenta que el verde de sus ojos es idéntico al de Leo, pero su forma –sonríe internamente- su forma es igual que la mía. Me sigo fijando en sus facciones y me siento aun más tonta al notar lo semejante que es a mi padre en aquella foto que está con mamá, recién casados.

Cierro mis ojos para intentar detener las lágrimas que amenazan con salir.

"Os dejamos solos" oigo como dicen mis hermanas, asiento ausentemente mientras las veo salir. Ellas le sonríen a Chris dándole ánimos y Paige aprieta su brazo dándole ánimos, Chris susurra un apenas audible "Gracias" antes de que mis hermanas se hayan ido.

Vuelvo a cerrar mis ojos hasta que oigo como la puerta se cierra, en ese momento los abro y respiró hondo antes de volver a mirar a Chris, mi hijo.

Cuan dulce suenan esas palabras, "mi hijo", lo vuelvo a mirar y mi orgullo de madre sale a flote. Tengo un hijo increíble, es valiente, leal, honrado y está dispuesto a darlo todo por salvar a su hermano.

Pero debo alejar estos pensamientos, es el momento de hablar, ya no puedo alargar más la espera, porque mi corazón de madre siente la angustia de Chris y eso aumenta la mía.

Lentamente me voy acercando a el, sonrío tristemente al ver el miedo en sus ojos "¿porque me tienes miedo hijo?" y lo comprendo, tiene miedo a que lo rechace, a que lo eche, al igual que hice unas semanas atrás.

Me dejo llevar por mis impulsos y lo abrazó con fuerza, siento como el también me devuelve el abrazo con la misma intensidad, siento unos pequeños espasmos procedentes de el, me separo lo suficiente para ver su cara y el la baja levemente para que no lo vea llorar, ocultando sus ojos con el pelo que le cae delante de los ojos.

Apartó esos mechones de la frente que impiden ver sus preciosos ojos verdes y le acaricio con suavidad la mejilla mientras le susurro:

"Llorar es bueno, deja salir tus sentimientos."

Mis palabras parecieron ser el detonante que permitió la salida de los sentimientos de mi hijo, se volvió a abrazar a mí con fuerza y juntos lloramos durante lo que pudieron ser minutos, horas o días; eso no lo recuerdo, lo único que recuerdo fue la paz que sentí en ese momento.