Bleach no es de mi autoría, le pertenece a Kubo Tite. Historia original, escrita por mí.

UNIVERSO ALTERNO, ubicado en el periodo Edo.

Nota: palabras en cursiva, memorias del pasado de cada uno de los personajes.

Introspección:Día a día, la ira y el odio lo alentaban a ser el más fuerte. Lo único que deseaba era limpiar el nombre de sus padres y acabar con el perjurio de sus nombres. Para lo único que la necesitaba, era para estar un paso más cerca de su venganza. Jamás se imaginó que llegaría a amarla...

Sumary: Venganza, era su ley. Amarla... era su destino.


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Lycoris Radiata

(Flor del infierno)

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Por Ireth I. Nainieum

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Capítulo I

La tumba de las llamas

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"Caed, pétalos del ciruelo, caed. Y dejad el recuerdo del aroma"

- Minteisengan -

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Esa noche un fuerte torrencial caía por el Castillo del Fudai daimyō (1). Fue entonces, que fue despertado del futon con suma premura de su padre, donde hacía escasos segundos había dormitado tan tranquilamente. Lo miro solo por un instante y luego simplemente se acurrucó nuevamente en la comodidad de su lecho. Le cogieron bruscamente del brazo y le hicieron despertarse. Enfadado y asustado, al mismo tiempo se encontraba. Nunca antes había recibido tal trato por parte de su padre.

—¡Papá! —Gruñó molesto cuando lo llevaba hacia la puerta de su alcoba. El pequeño lo miro abrir su habitación y observar con recelo en la recia oscuridad. Como si buscase algo, o alguien mejor dicho—. ¿Papá...? —Reiteró inquieto al verlo actuar de esa manera tan ajena a sus ojos.

El aguerrido hombre, al ser llamado por su primogénito, volteó hacia él y le sonrió intentando tranquilizarlo. Se agachó hasta que quedó a su altura y de su cuello, retiró la reliquia familiar del Clan; segundos después, la colocó como un tesoro inmaculado en las diminutas manos de su hijo.

—Guarda esto por mí, Ichigo —le dijo en voz baja.

El niño cabeceo y acurrucó la reliquia entre sus manos. A los pocos segundos llegó uno de los oficiales de su padre, quienl cargaba a su propia hermana en sus brazos. La niña, también había sido interrumpida de su letargo. Ella tenía la misma edad de Ichigo. Justo al lado del joven estaba su madre, Masaki cargando a las casi recién nacidas mellizas.

—¡Señor —corrió hacia ellos uno de los guardias del Castillo y miro al niño de forma un tanto perturbadora— han traspasado nuestra primera línea de defensa! —Exclamó sin aliento, hincándose en señal de respeto hacia su señor—. ¡Es solo cuestión de minutos antes de que tomen el Castillo! —Comentó, aparentemente derrotado ante lo inminente—. Nos superan en número, shujin (2) —susurró esto último.

El soldado esperaba una respuesta. Antes de eso, Isshin había ordenado que las mujeres y los niños se refugiaran en una de las bodegas en desuso; rogaba que los invasores no los hallasen antes de que la guardia real llegase. El líder del Clan Kurosaki, tomo aire. Fue entonces que Ichigo escucho por primera vez los alaridos de horror y guerra, provenientes del exterior. El pequeño se aferró a la pierna de su padre asustado, alzó su vista y él gran hombre lo miro. Fue de esas miradas, que cambian la vida. Esa inocente acción de su hijo lo saco de sus pensamientos. Isshin se agachó y despeino un poco más su cabellera. Luego, simplemente lo abrazó con mucha fuerza.

—¿Sabes lo que significa tu nombre —dijo aún en su abrazo— hijo?

—¿Fresa? —expreso dubitativo.

Su padre sonrió ante esa frágil ingenuidad que estaba a punto de desaparecer.

—Elegí ese nombre para ti —le explicaba mientras se separaba de él— porque también significa "ángel protector" —lo miro y se alegró de hablarle, ya que sería la última vez—. Por eso, tu deber a partir ahora es cuidarlas —lo sujeto de sus hombros—, ¿me entiendes...? —el pequeño solo guardo silencio, mientras oprimía con más fuerza la reliquia familiar— A tu madre, a tus hermanas y a Orihime-chan —observo rápidamente a las mujeres, dos de ellas no paraban de temblar—. Es lo único que quiero que hagas… —le costaba mantenerse inmutable ante el niño—. Vive bien, Ichigo, vive bien, crece bien y envejece bien. Y no mueras antes que yo… —expresó como su amarga despedida.

—¿Papá? —Ichigo temblaba.

Isshin le levanto y por un momento observó en silencio y en serenidad a su querida familia. A la mujer que había elegido como esposa, a la amorosa madre de sus tres hijos. A su inquieto primogénito, a sus preciosas niñas… A la querida familia que dejaría. Si, era demasiado amarga la despedida.

—Esa reliquia que tienes en tus manos, hijo es el símbolo de nuestro Clan. Lo que nos da nuestra identidad como lo que somos —clamo con orgullo— y… lo que te permitirá reclamar lo que es tuyo, cuando llegue el momento —caminó hacia su esposa

—¡Mi señor… — Masaki soltó angustiada, para ese momento comprendía la totalidad de las palabras de su esposo y lo que estaba por venir. Isshin le dio un beso profundo, acaricio la frente de sus hijas y mimo tiernamente la cabeza de Orihime.

—Ashiragu (3) Inoue —pronuncio solemnemente el amo del castillo—. ¿Están ocultos las mujeres y niños, como se le ordeno?

—Si —se hinco el oficial de bajo rango, con todo y su pequeña hermana—. Se encuentran en la bodega de estiércol —lo miro preocupado— shujin, no parecen están interesados en ellos, más bien… —tartamudeo.

El amo interrumpió —Deben ir hacia el sur, a la villa de los Quincy. Ahí estarán a salvo. ¡Estos malditos, no se atreverán a tocarlos si permanecen bajo su cuidado! —le indico que se levantase— hasta que presenten las pruebas de esta traición.

—Como usted diga, shujin —respondió el ashiragu.

—Isshin… — su esposa susurro— pediré a los dioses que te protejan a ti, y a tus hombres —comenzó a sollozar—. ¡Por favor dime que volverás con nosotros...! —le imploro— ¿Isshin...?

Su marido le negó suavemente con su cabeza—. Mis hombres luchan para dejarlos ir —miro al soldado que aún esperaba sus órdenes—. Su señor, ha de caer junto a ellos como lo que soy… —los presentes se mantuvieron en silencio—. ¡Un general del Kōtei (4)! —Grito al todo pulmón, se giró y la beso una vez más como despedida—. Tú y mis hijos deben vivir… —susurro, luego dio un paso hacia atrás para observar con tristeza a su familia—. Vayan por el río, hacia el gran árbol de ciruelo que no ha florecido en cincuenta años, ahí hay una barcaza que los espera ya —susurro—. ¡Vayan ya! —les ordenó yendo a enfrentar a la muerte.

Mientras corrían por el lado contrario del pasillo, otro oficial con paso apresurado llegó cargando la Zanpakutō de Isshin. Por lo visto, ya habían pasado a la defensa; era cuestión de minutos antes de que todo ardiera en llamas. Tomo su arma, la ondeó peligrosamente en el aire; miro por última vez a su familia y salió a la defensa del Castillo.

—¡Isshin…! —Exclamó Masaki al perderlo de vista cuando este doblo por el corredor.

Debido al grito, las mellizas finalmente se despertaron y comenzaron llorar, al igual que su madre. Entonces, Ichigo quiso alcanzar a su padre, pero el oficial a su cargo lo detuvo al tomarlo de su yukata de dormir. El niño lo miro suplicantemente, el hombre le negó impasiblemente.

—Mi deber es llevarlos a donde se me ordeno —le informo depositando a su hermana en el suelo, junto al niño—. Mi shujin me ha confiado a sus seres queridos, permitiéndome llevar también a mi hermana en este viaje.

Masaki tranquilizaba a las niñas.

—¿Pe… pero? —Balbuceo el niño—. ¿Pero? —reitero—. ¿No entiendo…? —Dijo con un hilo de voz—. ¿Quién está ahí? —Señaló por el pasillo vació—. ¿Inoue-san? —le suplico anhelante—. ¿Por qué mi papá tiene que ir, y cuándo volverá? ¡Debo ir a ayudarle, me necesita! —Alzó su voz y lo miro rabioso—. ¡Somos un equipo, siempre me lo ha dicho! —Le rugió esto último.

—¡No te dejaré ir! ¿Compréndelo? — Sora grito.

—¡Tengo que ir —refuto indignado—, papá me necesita! —Fue el lloriqueo del niño.

—¿No entiendes? —El ashiragu comenzó a hablarle en un tono de voz más suave—. ¡Debes vivir, ese el deseo de tu padre!

Sora tomó la mano de los pequeños infantes —Ichigo y Orihime— e hizo que estos se sujetasen. Masaki caminaría justo detrás de los niños y él mismo cerraría el grupo. Era la opción más segura en ese momento. Los niños caminaban en total silencio, por el oscuro corredor oculto tras la puerta del estudio del amo del Castillo. Fue entonces, que por primera vez en esa noche, la señora se dirigió al ashiragu, pero susurrando en voz muy baja, para que su propio hijo no la escuchase.

—Si tenemos la desgracia de que alguien nos esté esperando fuera, deberás abandonarme y correr con los niños —le dijo—. El deseo de mi señor es que los niños vivan —expresó demasiado seria para el gusto del joven.

El Castillo estaba construido de forma que sus corredores ocultos eran laberintos para aquellos que no los conocían. Fácilmente uno podría perderse ahí, más no el pequeño niño; al cual su padre a forma de juego le enseñó innumerables veces el camino que debía tomar para salir por el único sitio seguro para su escape. Les tomó unos cuantos minutos el llegar a la única salida que el laberinto podía dar, afortunadamente, no había nadie esperándolos. Y extrañamente, a Sora eso le daba una mala espina. Sentía que no debían abandonar la seguridad del sitio, pero al mismo tiempo sabía que no podían permanecer ahí indefinidamente.

—¿Ashiragu? —Masaki espero a que él joven diese la siguiente instrucción.

—Todo es demasiado tranquilo —dijo bastante tenso impacientando a la mujer presente. Ella también intuía que algo no estaba del todo bien— Orihime, Ichigo-sama —les llamó en voz muy baja y de inmediato los dos acudieron a él—, quiero que se sujeten de la ropa de Kurosaki-dono —desenvainó su katana y sus manos temblaban, esa sería la primera vez que lucharía por su vida—. Mi señora, no puedo llevar a ninguna de las mellizas por temor a ser atacados más adelante —explicó con el corazón latiendo demasiado rápido—. Deberá resguardar a los niños con usted y correr lo más rápido que pueda hasta que lleguemos al árbol —observó inquieto a la pequeña tropa de la que era responsable—. Todos nos mantendremos lo más agachados que podamos, usaremos la alta yerba para que nos oculte —les dijo a todos—. ¡Vamos!

La lluvia aún era intensa. Lo que más le preocupaba a Sora era el hecho que se encontraban en un campo abierto, sin ningún objeto que les proporcionase algo de seguridad en su escape. Solo había una maleza no mayor a un metro de altura. Los mayores andaban agachados, e intentando cubrirse lo más que podían con el matorral. Por lo que si eran vistos, serían presa fácil de los arqueros apostados en el ya tomado Castillo. Su poco tiempo de entrenamiento, jamás lo preparo para lo que estaba viviendo en ese momento. Rogaba a los dioses el poder llegar sanos y salvos a la barcaza. Seguía sin comprender, ¿quién quería matar al Clan Kurosaki completo, o por qué? La única ventaja a su lado, era que el aguacero ocultaba en la noche de su escape el llanto de las niñas, que en otra circunstancia hubiese alertado a las tropas enemigas. Por desgracia sus suplicas no fueron lo suficientemente efectivas. Cuando la punta de una flecha se clavó en su espalda, incrustándose en su omoplato derecho. Lo que lo obligó momentáneamente a caer ante el dolor, maldijo por dentro. Alguien, debió haberlos visto en su escape. Por fortuna, solo una de las puntas dio en el blanco, el resto cayeron alrededor de la mujer y los niños.

—¡Oni-chan! — Orihime grito dejando el resguardo del kimono de Masaki corriendo hacia su hermano.

Masaki también fue en auxilio del joven, necesitaba comprobar la magnitud de la herida. Bien o mal, Sora era la única oportunidad que tenían para sobrevivir. Pronto, Ichigo quiso usar esa oportunidad para correr nuevamente hacia el Castillo. Ignorando por completo a los arqueros que nuevamente se preparaban para arremeter contra ellos. A penas contaban con los segundos necesarios para seguir corriendo.

—¡Ichigo! —Le reprendió su madre dándole alcance—. ¿A dónde vas? —pregunta tonta, era más que obvio que deseaba ir hacia su progenitor. Masaki le negó suavemente—. Tu padre te dio una responsabilidad, tu deber ahora… —bajo su mirada— es cuidar de ellas —miro hacia Orihime y luego a sus hijas—. Quiero que crezcas siendo el buen hombre que siempre quiso… —tenía un nudo al hablarle a su hijo— tu padre… —beso su frente— Y el hijo del que me siento tan orgullosa de haber tenido —acarició su mejilla—. ¿Me prometes que harás esas dos cosas, cariño? ¿Tienes contigo la reliquia de la familia?

—Aquí —se la mostró guardándola poco después en su yukata, ayudado por su madre, en un bolso secreto que le había pedido hacía tiempo y que divertida ella se lo había confeccionado.

—Guárdala y no la pierdas —le pidió.

Masaki continúo cargando a las niñas, para ese momento estaban empapadas por la lluvia que no daba muestras de querer parar aún. Como pudo, ella abrazó a sus tres hijos. Esta era su propia despedida. Sabía muy bien que a pesar de no haber tenido una educación militar, sus posibilidades de sobrevivir eran realmente nulas, si Inoue Sora moría. Estaban a cuando menos un mes de la villa de los Quincy. Isshin solo había contemplado su escape, sus probabilidades de llegar a su destino eran pésimas. Comprendió muy bien, que alguien debió de haberlos traicionado desde dentro. Ya que justo tres días después de que la tropa principal del Clan fue requerida por la familia Kuchiki, eran atacados cuando sus defensas estaban en lo más bajo. ¿Cómo era posible que esa banda de asesinos que los hostigaban, supiesen algo solo del dominio de los Generales de la Corte de los Espíritus Puros?

Por lo tanto, el hecho de que atacasen al ashiragu en ese preciso instante es que uno de los hombres que estaba con su marido, los había delatado. Los arqueros habían atacado, las tropas a pie no tardarían en darles alcance. Necesitaban correr para sobrevivir, pero seguramente el resto de los asesinos esperaban que se colocaran de pie para atacarlos sin tregua alguna de esta manera.

—¿Mamá...? —Exclamó el niño.

—Los amo mis niños… Nunca olvides eso, Ichigo —le sonrió tristemente y surcó con amor su pequeña y delicada mejilla— ¡Díselo siempre a tus hermanas!Orihime-chan —llamó a la niña que se acercó a la señora del Castillo— sostenla por favor —le entregó a Yuzu—. Ichigo —le deposito a Karin—, así —les mostró como debía cargar a Karin—, no las suelten —le ordenó a los niños— quédense aquí hasta que yo les diga que es seguro que vengan.

Fue presurosa hacia el herido. La sangre ya había empapado gran parte de su uniforme, jadeaba por el aire. Poco a poco parecía que dejaba de llover. Masaki no podía retirar la flecha, o él seguramente se desangraría. Sora, sabía muy bien lo que ella haría. Así, que cerró sus ojos y apretó con fuerza sus dientes. Ella cortó lo más que pudo parte de la flecha. Rasgo su vestimenta y la coloco de tal forma que logro contener un el sangrado.

—¡Mi señora! —Se quejó el oficial.

—¡Vayan por el paraje, y toma el camino hacia Ashitaka —miro a lo lejos, como la espesura se movía— es mucho más seguro y llegaran a la aldea Sekki, al cabo de una hora de marcha! —le informo rápidamente—. ¡Estas tropas no tomarán ese camino, si creen que realmente hemos tomado la barcaza! —Las pupilas de Sora se dilataron, al comprender las verdaderas intenciones de su señora. Iba a contradecir sus palabras, no obstante, esta la silenció con su mirada—. ¡Sabes tan bien como yo, que es la única manera de cumplir con la voluntad de mi marido!

—Señora… ¡El shujin, dijo que todos debían escapar…! — Intento contradecirla, pero cerró sus ojos aquejado por el fuerte dolor—, yo soy prescindible, solo le suplico que cuide de mi hermana.

Los enemigos ya estaban a solo metros de ellos.

—¡El amo y mí Señor ya está muerto…! —Acentúo amargamente y eran ciertas sus palabras— ¡Ahora —lo miro con decisión— yo soy tu shufu! (). ¡Irás por donde te he ordenado y protegerás a los niños! —Declaró con firmeza—. La esperanza de dar con el culpable de la tragedia del Clan Kurosaki y todos aquellos que han caído, están en los hombros de mi hijo. Él debe vivir, para que se haga justicia.

—Si, shufu.

Masaki volteó hacia los asustados niños, ahora, no había momento para dudar en lo absoluto. Tomo toda la fuerza que pudo, para dirigirse a ellos, una última vez —. ¡Aquí mis preciosos niños! —Abrió sus brazos para que estos corriesen hacia ella.

Los críos llegaron de inmediato. A pesar del espantoso clima de esa noche, milagrosamente las mellizas nuevamente habían conciliado el sueño, cuando menos de esa manera, sus llantos no alertarían a las tropas enemigas. Con sumo cuidado, se retiró el bello kimono rojo y se quedó únicamente con el nagajuban (5) con la pesada tela decorada cubrió dos grandes piedras cercanas a ella. Una triste sonrisa como despedida le dedicó a los niños.

—¡Lo lamento tanto, shufu! —Como pudo, Sora llevó su frente hacia el suelo, reverenciando a la mujer que se disponía a morir por ellos.

—¡Vivan! —Suplicó al momento de levantarse y correr hacia el enorme ciruelo.

Rogaba porque ella fuese seguida por toda la tropa que los perseguía. Ichigo estuvo a punto de gritar, para llamarla. Sin embargo, Sora lo silencio con su mano llena de sangre y acurruco a los niños contra su pecho.

Masaki iba a morir, para que ellos pudieran vivir…

Los soldados percibieron como una figura se levantaba del suelo y emprendía una huida. Ella corría tambaleándose, tal y como él informante, les había dicho. La vieron andar sostenido algo contra su pecho, que lo protegía tan celosamente. No dudaron en que llevaba en sus brazos a los niños. Lo más probable es que los arqueros hubiesen matado a más de uno y ahora desesperada la mujer corría hacia donde su marido le había ordenado. Que tonta era.

Ichigo observo cuando esos soldados cambiaron su marcha y en su defecto se concentraron en rodear a su indefensa madre. Esos hombres no tardaron en darle alcance a la pobre mujer, la cual estaba a tan solo tres metros ya de la barcaza. Como si Masaki estuviese realmente protegiendo a los infantes, se aferró con fuerza a su kimono. Era fuego lo que veían en su mirada.

—Amble y gentil señora —zamarroneó el oficial al mando—, lo único que deseamos es que nos entregue la reliquia familiar del Clan Kurosaki —hablo lacónicamente, mientras le mostraba su peligrosamente su katana como muestra de su poder frente a ella.

—¡Lo único que tengo en mis brazos es a unos indefensos niños, no sé de qué me habla! —Hizo un movimiento de protección hacia las pesadas rocas—. ¡Lo que quiera debe estar en el Castillo!

La lluvia dejo de caer.

—No me crea un tonto, señora —siseo—. Lo que mi amo me ordeno llevarle, lo vio en las manos de su hijo —la señalo—. ¡Así que lo repetiré, entrégueme la reliquia del Clan Kurosaki! —gritó.

Los soldados se le acercaban poco a poco, con sus armas en lo alto. Si deseaba que ellos realmente creyesen que ella tenía a los niños, solo le quedaba una opción. Tomo aire, tenía que tomar ese camino, para que Sora pudiese escapar y tomar el camino hacia Ashitaka.

—¡Es solo una joya! —Alzó su voz por entre los alaridos de los hombres, que al parecer se excitaban ante la proclamación de poder que su jefe exhibía ante ella—. ¡Hay muchas más en el castillo que seguramente superan su valor! —Solo por un instante, su mirada fue a dar a la barcaza y el hecho no pasó desapercibido para su captor— ¡Señor...!

—Gran Fisher —dijo su ejecutor.

Masaki sujeto con fuerza su kimono, paso la saliva de su boca pesadamente. Era una locura, pero debía intentarlo. Tal vez los dioses finalmente se pusiesen de su lado, y lograría despistar a sus asesinos o todo habría sido en balde. Corrió a un costado del hombre, que la había amenazado con la clara intención de abordar la barcaza.

«Solo un poco más» Se dijo a ella misma.

Por sus acciones la tropa entera se abalanzo contra Masaki. Justo al pasar junto a Grand Fisher, este se ladeo y le propino una estocada, la cual le perforo el costado izquierdo. La hizo tambalear peligrosamente, más esto no detuvo su paso. Llena de adrenalina recorrió agonizante esos últimos tres metros que la separaban de la barcaza. Cuando los soldados le iban a dar alcance, con su mano el oficial al mando los detuvo. La dejo abordar su escape y la vio colocar con sumo cuidado lo que creyó que eran los niños. La sangre ya había manchado casi el nagajuban. La miraron tomar el remo y alejarse por el río, la corriente era muy lenta. En menos de un segundo su cuerpo cedió ante el dolor que recibía, por inercia las piedras la apresaron contra la barcaza, aunque desde fuera parecía que la abrazaban. Y ella sonrió, al mirar como por un diminuto hueco pudo ver en el cielo el manto de las estrellas y la suave caricia de la luz de la luna. Solo una última sonrisa, una palabra perdida en el aire y luego simplemente… ella murió.

—¡Un arco y flecha! —Demando y de inmediato uno de sus subordinados le entrego su pedido—. ¡Prende la punta! —Exigió áspero y luego sonrió con maldad— es una pena, señora Kurosaki le habría dado un final a usted y los niños más humano si me hubiese entregado la reliquia.

El pequeño bote se alejaba cubierto por las llamas, en la negrura de la noche. Disfrutando el momento, Grand Fisher se deleitó al ver como la barcaza poco a poco era consumida, seguida muy de cerca por el fuego que comenzaba a devorar al imponente Castillo del Clan Kurosaki.

—¿Señor —llego un soldado proveniente del Castillo—, qué hay de los sobrevivientes que han sido capturados? —Espero las órdenes—. ¿Se convertirán en nuestros esclavos?

—¿Sobrevivientes...? —Limpio la espada y luego la guardo— El reporte de nuestro señor, sostendrá que todos fueron masacrados…

—Entiendo —El hombre se alejó y desde la distancia, indicó de cómo debían proceder con todos aquellos que fueron encontrados en la bodega de estiércol y los pocos supervivientes de la emboscada.

—«La joya debía ser destruida, para que nuestro señor pudiese lograr su objetivo» —se repitió la orden recibida—. Así que es lo mismo que esta se queme con esa mujer y los niños… ¡pobres infelices! —Surcó una desfachatada sonrisa—. ¡Retiren rápido a las tropas, antes de que el Ejército Imperial llegue!, para ese momento ya debemos estar en el Rukongai.

Otro subordinado de los que estaban entre su guardia personal se hinco cuando solicitó la orden—. ¿Vamos hacia el oficial que acompañaba a la mujer?

—Lanzaron varias flechas, debe de estar muerto junto con su hermana —espetó duramente el sujeto al mando—. Por eso esta estúpida perra se alejó con sus hijos —escupió hacia el suelo—. ¡Esta noche celebraremos la muerte del Clan kurosaki y beberemos alcohol y dormiremos con prostitutas! —Exclamó a viva voz para animar a sus tropas.

Los hombres rugieron de alegría.

Poco a poco se alejaban y desde la distancia donde Masaki los había dejado a salvo Ichigo, Sora y Orihime habían visto la muerte de la señora de la familia. El oficial, mantenía sus manos por sobre la boca de los niños y los sujetaba con fuerza contra sí. Los tres lloraban desconsolados. Fue una auténtica bendición que las mellizas continuasen dormidas, de lo contrario habrían alertado a las tropas. Solos en la oscuridad, los silenciosos gemidos competían contra el canto de los grillos que había ya comenzado luego de que la lluvia parase. Todos habían abandonado su inocencia de la peor manera posible.

—Esperaremos un poco antes de irnos… —lentamente retiraba sus manos— Tienes que hacerte fuerte… muy fuerte… —la costaba mantener apacible su voz— Para que puedas cuidar de tus hermanas, como ordeno tu madre, todos en el Castillo, han muerto para que algún día se les haga justicia… Esta noche, te has convertido en el Señor del Clan Kurosaki.

Ichigo estaba inmóvil, viendo como la barcaza donde estaba el cuerpo de su madre, ardía en llamas. Llego un momento en que esta se alejó por completo de la vista del trío. Fue engullida por la oscuridad de la noche. Tan solo podían sentir ahora, el calor que llegaba de las ruinas del Castillo. Luego de un tiempo que Sora considero prudente, emprendieron su marcha hacia donde Masaki le había ordenado al oficial. Esa ruta se oponía por completo a las intenciones del difunto shujin. Pero, la shufu estaba en lo cierto… habían sido traicionados desde dentro…

Sora cargaba con mucho cuidado a las mellizas y pese al gran dolor que sentía, le había ordenado a Ichigo el llevar de la mano a Orihime y que caminasen justo detrás de él. Inclusive, a pesar de necesitar andar hacia Ashitaka no tomo el camino principal, sino que más bien caminaban por alternadas y pesadas rutas auxiliares que les harían tardar más en llegar. Pero que sin lugar a duda, les proporcionarían una mayor protección.

Habían llegado a un área bordeada por enormes árboles muertos durante la helada del año anterior, el aspecto que ese sitió ofrecía era aterrador para los niños y el joven oficial al mando que no contaba con más de quince años, en ese entonces. Justo en ese instante, escucharon ruidos a su alrededor y las ramas secas comenzaron a moverse. Eso alerto a Sora, seguramente alguien los había visto y seguido. De entre las sombras, vio salir a varios hombres que alzaban sus afiladas armas y se dirigían hacia ellos, en una formación circular los comenzaron a rodear. No tenían probabilidad alguna de huir. Blasfemó con vergüenza de sí mismo, tantas muertes por permitirles escapar y ahora ellos… estaban a escasos segundos de acompañarlos.

—Es un soldado inexperto —le hablo el líder a Sora—, debería de saber que siempre, la ruta más segura para huir en esas situaciones es el camino principal, aunque no lo parezca —exhalo pesadamente—. Ya que las tropas de ayuda siempre viajan por esta —se rió de él, por su inexperiencia—, todo buen soldado sabe que para encontrar a sujetos como ustedes hay que marchar por estas rutas —mostró su Zanpakutō — este es el final de su camino.

Ichigo, hizo algo que le helo la sangre a Sora en solo un momento. Soltó la mano de Orihime y se colocó frente al él y las niñas. Los estaba protegiendo con su pequeño cuerpo, había comprendido por primera, que esa noche morirían.

El hombre que había hablado hacia escasos segundos, miro sorprendido la valentía del niño. Sonrió gustoso, por su enorme determinación de proteger a las personas detrás de él. Por lo que debido a esa muestra de bravura guardo su Zanpakutō. Camino hacia Ichigo tan solo para hincarse y quedar a su altura. Quería mirarlo a los ojos y contemplar esa rabia contenida. Presa de un profundo sentimiento que Ichigo no pudo interpretar, intentó golpear el rostro del hombre que tan inquisitivamente lo miraba. Algo demasiado imprudente, para un niño de tan solo cuatro años; este individuo detuvo el lastimero golpe y solo puedo escuchar el grito de cólera del crio. Algo más en ese chiquillo lo asustó. Su golpe había sido excepcionalmente fuerte para alguien de su edad. Sin embargo, lo que lo hizo tomar esa decisión —la misma que lo llevaría a su muerte en unos años más—, fueron esos ojos carentes de sentimiento alguno. Sí, definitivamente esa noche, él había muerto.

—¿Quieres ser más fuerte? —Preguntó el desconocido hombre.

—¡Debo ser más fuerte! —Soltó con dureza el crío—. ¡No planeo perder nunca más jamás, yo soy...! —le grito al desconocido.

—¡Basta, Ichigo! —Aterrado Sora le grito.

La intranquilidad de la noche hizo que el letargo de las niñas fuese interrumpido, por lo de inmediato lloraron una vez más. El niño se volteó para observar el pánico de Sora mientras cargaba a sus hermanas, luego observo a Orihime que también había comenzado su sollozo. Apretó sus puños con fuerza, ante la impotencia que el infante sentía en esa situación.

—Ichigo… —susurro misteriosamente el hombre y se puso de pie— "Ángel protector…" —les sonrió amablemente a todos frente a él— Están a salvo ahora, niños —hablo por todos los que huían en la noche— el Clan Shiba los mantendrá a salvo.

—¿Sh… Shiba?... —Abrumado Sora balbuceo—. ¿Usted es...?

—Shiba Kaien —Se presentó el hombre con bastante orgullo.

De inmediato sus soldados guardaron sus armas y se acercaron para auxiliar al resto de la comitiva que logró escapar del Clan Kurosaki. Kaien por otra parte le extendió su mano a Ichigo y espero que la tomase. Quien dubitativo la tomo, luego de que Sora dejase que le ayudasen con las niñas. El niño comenzó a llorar una vez más.

—Gracias —mascullo el oficial herido, entregando a una de las mellizas a un hombre.

—Te haré fuerte, él más fuerte de todos, Ichigo… —camino con él y miraron hacia la distancia, donde el Castillo ardía en llamas—. No debes llorar, nunca más. Mira bien hacia el frente, ve con orgullo a todos aquellos que han muerto. Recuerda bien este día... Hoy, has nacido nuevamente —el niño limpió sus lágrimas, con la manga de su yukata—. Nunca dudes… Nunca temas… Y nunca te arrepientas, Ichigo. ¡Vive, para que un día puedas morir como todos ellos…!


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Capitulo II

"La dama de las flores"

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Notas de la autora:

+ Antes de que alguien pregunte, tanto Masaki como Isshin están muertos.

+ No existen las habilidades sobrenaturales, así que deberán imaginarse a Grand Fisher lo más humano posible. Aun así, haré adaptaciones para las destrezas de cada personaje. De la manera más pertinente.


Glosario:

+ (1) Fudai daimyō, fue una clase de daimyō, vasallos del shogunato Tokugawa durante el periodo Edo en Japón. Eran los fudai los que generalmente ocupaban los altos puestos de la administración Tokugawa.

+ (2) Shujin, amo en japonés.

+ (3) Ashiragu, "pies ligeros" eran soldados rasos milicianos en el Japón medieval

+ (4) Kōtei, emperador en japonés.

+ (5) Shufu, ama en japonés.

+ (6) Nagajuban, kimono interior que cubre la ropa interior. El kimono de vivos colores se coloca sobre este.


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Derramamos un millón de lágrimas para luego renacer.

Un-go

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