You're my disease

Una luz entró por la ventana, desorientada y juguetona, rebotando sobre las paredes de la habitación. La cama seguía desordenada, pero no había nadie ahí. Se escuchó el llanto de un cuervo, lejano como un rumor, como anunciando la llegada de un día trágico. Un día que se alargaría como nunca antes.

El cuervo extendió las alas, dejando que olas de viento se colaran entre sus plumas.

Malditos cuervos, pensaba Dirk saliendo de la inconsciencia del sueño, frotándose los ojos con ambas manos, en un débil intento por despabilarse. Se había metido a la bañera vacía durante la noche, huyendo de la ansiedad que le provocaba aquella cama y su aparente intención de robarle el anhelado descanso. No podía dormir si no era en la bañera, y no entendía la razón. Había algo que le molestaba, una sensación persistente en el pecho, como el zumbido de algún insecto...pero ni idea de lo que se tratara.

Se incorporó, aún escuchando al cuervo. La relación de su hermano con esas aves siempre le había parecido cool, hasta esos días en los que aquel zumbido se había anclado en su pecho. Le dolía. Se llevaba las manos a la altura del corazón y lo sentía palpitar de forma extraña, como nunca antes.

Estiró la mano sobre el borde de la tina, buscando a tientas sus gafas, pero falló miserablemente en encontrarlas. Hizo una mueca de cólera, el día pintaba para ser una mierda, y lo peor era que al parecer no podría hacer nada para evitarlo. Se quedaría así, atrapado en la espiral descendente que era su vida.

Mierda, ni siquiera podía encontrar a Lil Cal por los alrededores. Necesitaba darle un súper high five y ponerlo sobre sus hombros al menos para reducir un poco el nivel de miseria que sentía, pero no había podido encontrarlo en ninguna parte desde ya hacía días.

Desde que hablaste por última vez con English se escuchó una voz cercana.

-Cállate, Lil Hal.

Tu marioneta genial ¿es lo que buscas? Lil Cal se fue a dar un paseo por las llamas del infierno, si me lo preguntas a mi

-Por eso nadie está preguntándote. Ahora bien ¿Dónde están mis gafas?

No sé. Dímelo tú. Tú eres el que siempre las tiene frente a sus ojos

-Tú tienes mi mente. Bien podrías decirme dónde están.

En efecto, me programaste para tener un sentido intelectual igual al tuyo, sin embargo, como seguro debes saber al compartir el mismo, he ido desarrollando una voluntad quizá más fuerte que la tuya que me permite ser un tanto diferente a ti y por lo tanto, más libre. Como una persona nueva que sabe cosas que tú no

-Entonces no me vas a decir.

Podría hacerlo, pero ¿qué clase de persona sería si te diera respuestas fáciles en lugar de motivarte a recordar lo que has estado haciendo?

-¿Y eso qué quiere decir?

Dirk...de verdad no recuerdas nada ¿cierto?

-Ilumíname...

Supongo que podría darte una pista. Anda, abre el armario

-¿Para qué?

No sé. En el armario se guarda la ropa y las gafas son accesorios. Prueba con eso

Dirk viró la cabeza, intentando buscar el origen de la voz, pero tampoco alcanzó a verlo por ninguna parte. Se levantó al fin, saliendo de la tina, con un gesto de confusión en el rostro. Caminó hacia el lavabo, necesitaba mojarse la cara, espabilarse un poco. Abrió la llave, dejando que el agua saliera fría. La resguardó entre las palmas de las manos y se lavó la cara.

Abrió mucho los ojos cuando vio su reflejo, y no pudo evitar dar un paso atrás. Su boca formaba una "O" perfecta, dejando escapar un grito ahogado.

-¿Pero qué carajo?

Debí advertirte sobre eso, mis disculpas

Los ojos se le habían vuelto blancos y vacíos, como invadidos por la muerte. Su piel se había oscurecido, incluso sus pecas se perdían en el nuevo tono de su faz, se le había oscurecido al punto de quedar grisácea y un semblante horrible le invadía la frente. Líneas de expresión que lo hacían lucir invadido por una maldad increíble, casi aterradora.

-¿Qué…? – Dirk ni siquiera pudo terminar la pregunta. Se llevó las manos a la cara, tocándose las mejillas con una desesperación que iba en crescendo.

Entraste en modo grimdark. ¿No lo recuerdas?

-¿Por qué?

El armario, Dirk.

Dirk parpadeaba con violencia, como si esa imagen suya se tratara de una mera ilusión. Un espejismo que iba consumiendo rápidamente su cordura. Corrió hacia el armario, tropezando un par de veces con lo smuppets regados por el suelo de la habitación. Se detuvo frente a la puerta del armario por un momento, observando el caos en aquel cuarto, uno del que no se había percatado, de alguna forma. Los smuppets yacían sobre el suelo, con los estómagos de tela desgarrados. El relleno se les desbordaba abundantemente, como si los hubieran destrozado con una furia inmensa, unos cuantos solo conservaban el tronco de sus cuerpos, y en los rincones de la habitación, sus pequeños miembros formaban montañas. Ninguna de las marionetas conservaba su cabeza.

-¿Qué está pasando? – no cabía en asombro.

La katana ¿dónde estaba la katana? ¿Él había causado semejante desastre? Era imposible…era imposible que no lo recordara.

Dirk, el armario

Seguía escuchando la voz de Lil Hal, pero no parecía estar cerca. Se trataba de un estúpido par de gafas… ¿Dónde estaba?

No vas a encontrarme, Dirk. Ahora abre el maldito armario

-Un momento. Antes dime qué carajo está pasando contigo. ¿Dónde demonios estás?

Por favor, Dirk… ¿Vas a decirme que no lo sientes ni lo imaginas? Piensa un poco las cosas, tú sabes la respuesta. ¿Dónde estoy?

Dirk caía en un abismo cada vez más oscuro. No entendía nada. Posó las manos sobre las perillas del armario, sujetándolas con fuerza, como si aferrarse a ellas lo ayudara a disipar la ansiedad. Como si la vida pudiera salírsele por cada poro de la piel, como si su mente se estuviera hundiendo en un caos aún peor que el de aquel cuarto. Sentía un manto de oscuridad cubriéndole el cuerpo, una soga amarrada a su cuello, lista para arrancarle la vida.

La respiración se le volvió cruelmente pesada cuando abrió las puertas del armario. Tragó saliva de forma lenta, como si navajas afiladas se deslizaran por su garganta.

Las cabezas de los smuppets cayeron al suelo, como una ola arcoíris. Caían ante sus pies, con los ojos muy fijos, convirtiéndose en testigos mudos de lo que estaba pasando. Y cuando la ola cesó su descenso, pudo observarlo, ahí, en el interior del armario.

-¿Jake? – la voz le salía con dificultad. No entrecortada, sino con un halo de terror que hacía vacilar su tono e intensidad.

Ahí estaba Jake, inconsciente. Con las piernas y los brazos presos entre fuertes nudos. Un hilillo de sangre le resbalaba desde la frente hasta las mejillas y ahí estaban también las gafas perdidas, cubriendo sus ojos. Tenía también pequeños cortes en los labios y el cabello despeinado. Dirk lo observó, quitando las gafas de su rostro, y esa fragilidad de sus ojos cerrados, le despertaba un sentimiento intenso en el pecho. ¿Era amor? ¿Era pasión? ¿Era éxtasis? ¿Era obsesión?

El semblante cambiaba poco a poco. Ya no lucía tan aterrado como antes. Se lamió el labio inferior con cierta malicia. Una expresión poco creíble en él, pero que lo estaba arrastrando hacia un camino tremendamente oscuro. Se puso las gafas y dibujó una sonrisa en su rostro.

-Estás aquí dentro ¿no Lil Hal? – dijo Dirk en voz alta mientras su mano derecha tomaba la forma de una pistola, apuntando directamente a su cabeza.

Sí, Dirk…justo aquí