Capítulo 1. ''El Reencuentro''.
(Punto de vista de Pepa)
Recuerdo la primera vez que vi a Silvia. Fue en la boda de Paco y Lola. Se que suena raro que no conociera a la hermana de la que iba a ser la mujer de mi hermano por muchos años hasta el día de la boda. Pero por aquel entonces, yo había vivido toda mi vida en Sevilla con mis padres, y Paco se había mudado a Madrid con Lola y su familia política.
Bueno, como iba contando, yo conocí a Silvia el 10 de mayo de 1987. Recuerdo llegar a Madrid y ver como llovía ese día. Mis padres y yo bajamos del coche y rápidamente corrimos a refugiarnos bajo el toldo de un bar, para no mojarnos mientras esperábamos a Paco. Yo corría lo más rápido que podía, mientras mi madre me gritaba ''Pepa hija, no corras tan rápido que te vas a dejar los zapatos nuevos destrozadicos perdidos''. Aunque a mi no me importaba, me gustaba correr y saltar en los charcos. Pero aquella vez le hice caso a mi madre. No quería arruinarle la boda a Paco poniendo a mi madre de mala leche, además de la torta que me iba a ahorrar.
*Flashback*
-Mamá, ¿Cuándo va a llegar Paco a recogernos? ¡Qué me estoy helando!.
Mi madre iba atacada de los nervios, y ni se molestó en contestarme.
-Cariño, deja a tu madre tranquila, que Paco llegara en cualquier momento.- dijo mi padre mientras ponía su mano en mi mejilla y me acariciaba.
Recuerdo en ese momento mientras esperábamos a mi hermano, quedarme mirando a las parejas, que bajo sus paraguas iban paseando juntos por las calles de Madrid y pensar ''¿Por qué leche quiere la gente complicarse la vida comprometiéndose?''. Ahí estaba yo, una niña de casi nueve años muy autoritaria, a la que no le gustaban las órdenes, ni las reglas, aunque cuando se me daban las cumplía. Que desde el momento que empecé a andar corría de acá para allá sin seguir a nadie, sin rumbo fijo, como la cabra loca que era y que sigo siendo.
Y no lo entendía. Para mi comprometerse era sinónimo de depender de alguien, y eso era algo que yo odiaba desde siempre.
Un coche negro paro delante de nosotros a los 15 minutos de que llegáramos. De repente se empezó a abrir la ventanilla que daba al asiento del conductor, y de dentro se oyó una voz grave que decía. ''¡Venga familia, subid al coche!''.
Mi padre se sentó con mi madre en los asientos de atrás, ya que ella iba un poco mareada. Por lo que yo me senté en el asiento
de al lado del conductor. Al abrir la puerta, lo primero que ví fué a mi hermano mirándome con los ojos bien abiertos, como si estuviera sorprendido. Yo lo entendía. No lo veía desde hace un año y medio, y a la medida en la que yo crecía, parecía que tuviera 12 años en vez de 8 y medio. Crecía tanto y tan rápido, que a los 14 años ya media 1.80m, y así me quede.
-¡Hermano!- dije regalándole una gran sonrisa.
-Pepa...- respondió mi hermano devolviéndome la sonrisa con los ojos húmedos.
Salte dentro del coche y le di un gran beso y el abrazo más ''apretaó'' que había dado nunca.
-¡Como me alegro de verte hermano!- exclame con la sonrisa aún en mi cara como de costumbre.
-Y yo cariño, y yo...- dijo el limpiándose alguna que otra lagrima con la manga, frotando mi mejilla con una mano y acto seguido arrancando el coche.
