No sabes cuanto quieres a alguien hasta que lo pierdes.
Yo lo he perdido todo. Sé que él también.
El gran Aquiles ha perdido la única cosa que amaba mas que su inmortalidad.
Pero eso no es problema mio.
Yo tengo mis propios problemas. No puedo dormir. Llevo tanto tiempo sin dormir bien que ya no recuerdo esa sensación.
Un buen sueño. No puedo soñar. Sólo tengo pesadillas.
Lo único que puedo ver es a ellos muriendo. Mis padres, toda mi familia. Mi ciudad ardiendo. Grandes llamas cubriéndolo todo: casas, calles, personas... Ese escalofriante caballo de madera parecía reirse en nuestras caras mientras ardía igualmente.
Los caballos de verdad y otros animales intentaban huir al igual que los hombres, mujeres y niños pero los altos e infranqueables muros de la ciudad hacían de ratonera para nosotros, los propios ciudadanos.
Veo a mis padres morir una y otra vez en mis pesadillas. Mi padre tratando de protegernos, con su armadura, su escudo y su espada. Era un guerrero, murió como tal. No, murió como un hombre mas, como todos en Troya.
Ellos, los grandes guerreros griegos, le cortaron la cabeza. La vi caer al suelo con un ruido sordo y espantoso. La sangre llenaba todo el suelo. Sus ojos parecían mirarme pero ya no podían ver nada.
Y mataron a mi hermano pequeño, igual que hizo Aquiles con mi príncipe Hector, el hermano de Paris. Pero el mio tenía solo cuatro años.
Aun puedo oir sus potentes gritos, lloraba porque estaba asustado por los ruidos y las llamas. Yo lloraba porque sabía que el único destino para los niños y bebés era la muerte.
Deseé estar muerta pero tenían otros planes para mi.
Mi madre intentó ayudarme igual que intentó también ayudar a mi hermano, al igual que mi padre intentó ayudarnos a nosotros...todos fracasaron.
Los guerreros asesinaron a mi madre y me hicieron prisionera.
Yo deseé de nuevo haber muerto con mis seres queridos.
Siempre tengo la misma pesadilla, cada noche, pero lo peor es saber que no es solo una pesadilla sino la realidad.
Tal y como dije yo le he visto llorar también, como yo, pero nadie mas lo sabe. Él intenta no mostrar sus sentimientos.
El gran guerrero Aquiles ni me mira. Creo que es porque le recuerdo a ella al ser también una troyana. Pero ella fue asesinada y él no pudo impedirlo.
Yo misma vi el cuerpo de la chica cayendo desde las murallas del palacio, estaba muerta cuando dio contra el suelo.
Creo que Aquiles no pudo despedirse de ella antes de que fuera demasiado tarde.
Yo no pude decir a mis padres cuanto les quería.
Ahora tengo 16 años y soy una esclava.
Debo servir a aquellos que asesinaron a mi familia.
Yo no pude huír a tiempo pero sé que otros tuvieron esa oportunidad y se salvaron.
Me han dicho que Andrómaca, la mujer del príncipe Héctor logró escapar con su hijo y también el príncipe Paris y Helena.
Días atrás mantuve la esperanza de que regresaran a salvarnos, a rescatar a los únicos supervivientes de su pueblo.
Ahora ya no espero nada de ellos. Nos dejaron y les odio tanto como Aquiles odia a quienes acabaron con la vida de su amada.
Oí a los guerreros hablar sobre eso, oí que íbamos a regresar a Grecia en unos dias, tan pronto como amainara la tormenta y los barcos estuvieran preparados.
Creo que seremos vendidos pero de lo que podéis estar seguros es de que si encuentro a mi príncipe o a Helena los mataré.
He decidido dejar de comer, quiero morir. Pero ellos me obligan. No podrían venderme ni usarme si muriera.
Yo me he enfrentado a ellos, les planto cara cada noche cuando intentan tomarme a la fuerza. Tengo el cuerpo lleno de golpes que lo prueban. Me golpean hasta que no puedo moverme pero se cuidan de amordazarme y hacerlo donde nadie pueda oirles ni verles.
Pero hay otros como yo no tan afortunados. Puedo escuchar los gritos, gemidos y ruegos de mis hermanos y hermanas troyanos. Ellos también quieren morir. Quieren reunirse con Hades en el inframundo, cualquier cosa es mejor que esto.
Sólo somos unos sesenta, creo. Algunos aun podemos luchar, otros han perdido todas las fuerzas y sus esperanzas. Temo perder las mias también...
Hoy me obligaron ir a servir la cena.
Afortunadamente los guerreros no son todos unos seres despreciables y ruines pero éstos son una gran parte de ellos.
Algunos habían entrado a sacar de las ruinas de la ciudad cualquier cosa que pudieran aprovechas. Otros preparaban los botes o cogían los nuestros.
Yo salí de mi tienda, si es que puede llamarse así, y fui a prepararles la comida. Han matado a algunos de nuestros apreciados caballos y yo tuve que servirlos.
Ya sabéis por qué me niego a comer.
Cuando llegué junto a las mesas algunos se rieron de mi, estaban borrachos y me dijeron toda clase de cosas que una persona nunca debería oir.
Yo intenté no mirarles ni prestarles atención y me alegré de que hubiera algunos que aun conservaran algo de cerebro y buenos modales.
Aquiles no estaba junto a los demás y había también un hombre que solía mirarme con la tristeza reflejada en sus ojos. Creo que le llaman Ulises.
Esa noche tropecé y caí al suelo esparciendo toda la comida sobre él. Un hombre bajo pero corpulento me agarró y me golpeó con fuerza. Ulises fue el único que le plantó cara.
- No vuelvas a ponerle una mano encima- le ordenó mientras se ponía entre nosotros.
El hombre lo miró furioso:
- ¡Ha echado a perder nuestra comida!- protestó.
- Si no quieres que eso suceda quizás deberías ocuparte de tú comida tú mismo.- le sugirió en un tono suave pero firme.
El borracho se apartó.- Informaré sobre tus malas maneras- dijo- ayudando a prisioneros de guerra...
Ulises le miró arqueando una ceja.
- ¿Informar? Soy el rey de Itaca, no permitiré que me des órdenes ni me amenaces, Flavio, ya has hecho suficiente. Y quizás sean prisioneros pero no son animales.- respondió.
- ¿Te crees Aquiles? ¿Te estás tirando a esa puta troyana o algo así?
- No es una puta y sólo es una muchacha, yo...
Ulises no pudo terminar la frase porque en ese instante el borracho al que había llamado Flavio recibió una puñalada.
Pude ver su sangre caer sobre su pecho desde su boca entreabierta, parecía sorprendido. En unos segundos cayó sobre la tierra. Aquiles estaba junto a él.
- Os advertí que no dijerais una palabra sobre mi, ya es suficiente- dijo con una mirada furiosa y llena de ira.
Me miró y di un paso hacia atrás alejándome de él. Aquiles sonrió ante mi reacción pero era una sonrisa fría.
- Hay personas aquí de las que tendrías que estar mas asustada que de mi. Estamos rodeados de serpientes- comentó.
- Pues yo creo que todos sois el mismo tipo de alimaña, no serpientes sino ratas.- espeté.
Sé que debí haberme callado pero no pude evitarlo. Aquiles me dio una bofetada y caí al suelo.
Sentí el amargo sabor de la sangre en mi lengua, me la había mordido. Pero permanecí mirándole fijamente sin decir nada más.
Él me mantuvo la mirada unos instantes y luego se giró hacia Ulises.
- Cuida de ella y mantenla fuera de mi vista o...- me miró de nuevo pero esa vez no vi odio en sus ojos, sólo una profunda tristeza. Dio media vuelta y se alejó.
Ulises tomó mi mano y me ayudó a levantarme.
- ¿Estás bien?- me preguntó amablemente. Yo asentí.
Los demás habían seguido comiendo pero los otros esclavos, mis amigos, nos miraban atentamente.
- Está bien Arish, id y descansad.
Yo me sorprendí de que supiera mi nombre pero no dije nada limitándome a asentir de nuevo.
- Gracias.
- Un placer...- sonrió y yo regresé a mi tienda.
