Nota de la autora: Holis. Sí, si me estás leyendo y dices, "guau, esta historia la tenía otra chica, maldita ratera", la robé. De mi otra cuenta. Quería un fresh start. La otra cuenta sigue ahí, con mis otras historias (para no perderlas). Las revisé todas (muy malas... en redacción y tal. Las historias me siguen gustando), pero he decidido empezar con ésta. Pensé en empezar con una nueva, pero quiero terminar ésta.

Empiezo en una nueva cuenta porque no quiero que viejos conocidos me lea. No porque no los quiera más (si les enseñé mi cuenta pasada, es porque los quiero), simplemente quiero empezar un poco anónima.

Estos capítulos, los primeros tres, ya estaban publicados, así que los corrijo y los vuelvo a publicar en esta cuenta. Espero terminar esta historia.

Y ya sin más, empiezo de nuevo, con mi OTP original (después de Fred/yo y Cedric/yo). Amo esta historia como si fuera la mía. Y en parte lo es (pero nadie murió) (spoiler alert, jejeje), tal vez si me animo, al final les cuento un poco de mi historia.

Si sabes mi nombre, no lo digas. Sólo lee y critícame.

-m.

p.d. Si vuelvo a poner una nota, será al final. Ya no me gusta cómo se ven al final de cada capítulo. Se me hace más limpio así.


Capítulo 1. Suspirar


Encontrarse pensando en él no la sorprendía. Al menos no del todo. A veces simplemente la tomaba desprevenida. Y era sorprendente, inclusive la asustaba, la tranquilidad con la que se hallaba pensando en él. Había tantas cosas que cambiaron en tan poco tiempo, y ella jamás se había sentido tan vieja. Se sentía, de muchos modos, vacía. Hueca. Como si hubiera algo malo en ella. Se sentía muerta, desesperada buscando dentro de ella algo que le faltaba, seca ya sin más lágrimas que llorar.

Se detuvo un momento. No podía seguir caminando. Usualmente caminaba para disimular su desesperación, tal y como hacía antes con su nerviosismo. Sin embargo, esta vez se tuvo que detener. No era como si ella lo quisiera, simplemente sus piernas no le respondían. Había silencio, mucho silencio, y ello la sacaba de quicio. Lentamente se sentó, consciente que no podría seguir por ahora y despreocupada de ello pues no había nadie ahí que le preguntará cómo estaba.

Realmente, ¿cómo estaba? Seguía en ese estado anímico, en aquel letargo eterno, perdida sin saberlo y a sabiendas. Era gris. No había otra forma de describirlo.

Suspiró. Era un suspiro triste, tantas veces reincidido en su corazón, mensajero de un sufrimiento inhumano. El saber que lo perdiste y que no lo puedes dejar ir.

Cerró los ojos por unos segundos y se controló. No controló sus pensamientos, esos siempre estarían ahí, recordándole, simplemente se controló a ella misma.

Abrió los ojos y, casi enseguida, se dio cuenta del lugar donde su corazón había hecho que se detuviera. Y sonrió, si se podía decir así a la expresión que apareció en su cara, cruelmente. De todos los lugares en ese castillo, tenía que llegar a ese lugar. Y maldijo. Y volvió a suspirar.