ATENCIÓN: Los personajes de Naruto no me pertenecen, sino al genio de Masashi Kishimoto… sólo incluyo en este fanfic algunos de mi errática imaginación :3
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"Nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurrirá en el futuro de nuestras vidas, pero de una cosa estamos seguros: de que las decisiones que tomemos hoy, determinarán lo que seremos mañana"
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LA HISTORIA DE UN SHINOBI ABSOLUTAMENTE AUDAZ
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¿Qué es exactamente una profecía? Es lo que me pregunté un día cuando estaba en medio de una gran depresión. ¿Acaso es una adivinación? ¿Un razonamiento? ¿O simplemente se trata de invenciones que se crean para engañar a las personas? Ni yo lo entendía, a pesar de que, hasta ese entonces, todos me habían considerado un gran genio. Ni siquiera mi más grande maestro supo explicármelo con exactitud…
"Un gran cambio en el mundo"… "Conseguir la paz"…
No fue sino hasta que tomé la decisión más importante de mi vida cuando finalmente comprendí de qué se trataba todo.
Una profecía no es una simple adivinación. Una profecía es mirar más allá de lo que puede verse. Es la aspiración y el deseo manifestados en algo más que simples ideas… ¿y el chico de la profecía? Una vez fui llamado de esa forma. Ése no es más que el primer peldaño de la escalera… El chico de la profecía es el sendero a seguir…
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EXTRAÑOS EN KONOHA
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Lunes en la Academia Ninja. Tres de la tarde. Nos encontramos en el patio de la escuela, recibiendo clases de Ninjutsu básico.
—Recuerden muy bien las posiciones de manos. Es algo fundamental para la realización de cualquier jutsu —nos dice el sensei una y otra vez—. Así, miren —y de pronto hace varias posiciones de manos, lo suficientemente lento para que todos las veamos—. ¡Jutsu de clones! —grita y de pronto aparecen cinco copias de él mismo.
Los murmullos de asombro no tardan en surgir de todos los rincones; son tantos que hacen que el sensei sonría y se ruborice levemente.
—Muy bien, ahora, ¿alguien quiere hacer una demostración del jutsu que hemos estado practicado desde la semana pasada? —pregunta.
Meto las manos en mis bolsillos y retrocedo lentamente.
—Mmm… veamos… ¡Minato! —dice el sensei.
Me detengo en seco al escuchar mi nombre. Mis compañeros se abren al mismo tiempo para dejarme a la vista del maestro. Él me sonríe.
—Vamos, no te escondas, hijo. Anda, ¿por qué no nos haces una demostración?
—Eh… Claro, pero… yo… no soy el único que puede hacerlo, sensei. También hay compañeros muy talentosos que podrían hacerlo incluso mejor que yo y…
—Vamos, no seas tan modesto. Tú tienes un talento nato y tu deber es explorarlo. Anda. Hazlo.
Me río de manera nerviosa y me toco el cabello mientras avanzo al frente. Me volteo hacia mis compañeros, cierro los ojos y hago las posiciones de manos correspondientes:
—¡Jutsu de transformación!
Una lluvia de plausos y vitoreos se levanta sobre mí cuando el humo se dispersa.
—Muy bien, Minato, o debería decir, Lord Hokage —se ríe el sensei palmeándome el hombro.
Deshago el jutsu y les sonrío a mis compañeros. Varias niñas saltan en sus lugares gritando mi nombre como locas. Levanto la mano y la agito suavemente; los gritos aumentan. Me sonrojo.
No sé por qué reaccionan así. Una vez le pregunté a mi tío Haunko sobre ello, pero todo lo que puedo decirme fue: "¿Tan pronto les llegó el alboroto de hormonas?... Bien hecho, Minato". E incluso se lo conté a mi madre, pero se puso un poco más que histérica y me hizo jurarle que esperaría a tener más edad antes de fijarme en alguna chica. Lo hice, por supuesto, pero lo cierto es que sus extrañas reacciones me dejaron mucho más confundido que al principio.
—Muy bien, eso es todo por hoy. Pueden irse —anuncia el sensei y todos salen corriendo por sus mochilas.
—Minato, vamos a entrenar hoy—me dice Hiashi en cuanto salimos del aula.
—Sí, vamos —me alienta Fugaku, cosa que me extraña debido a que, por lo regular, él es una persona de pocas palabras.
—Lo siento —digo con una tímida sonrisa—, pero ya le prometí a mi madre que estudiaría toda la tarde.
Ambos fruncen el ceño al mismo tiempo. Los observo sonriendo a modo de disculpa. Hiashi, del clan Hyuga, y Fugaku, del clan Uchiha, son mis dos mejores amigos en la escuela. Ambos descienden de las dos más grandes y extraordinarias ramas familiares de la aldea. A veces llego a sentirme un poco inferior a ellos, ya que yo no pertenezco a ninguna familia importante; incluso nuestra forma de vestir es muy diferente. Mi sencillo suéter blanco y mis holgados pantalones grises son bastante básicos, a comparación, por ejemplo, de la elegante sudadera azul marino que usa Fugaku, en donde porta con orgullo en su espalda el símbolo de su clan.
El clan Namikaze se ha reducido considerablemente después de la Segunda Guerra Ninja pero, aun así, sé que debo sentirme orgulloso de quien soy.
—Vamos, Minato —me dice Hiashi medio exasperado—. No todo es teoría y libros.
—Necesitas también práctica física —añade Fugaku acercándose a mí y tomándome del brazo—. Necesitas hacer ejercicio. Estás un poco debilucho —frunce los labios mientras aprieta mi bíceps con su mano.
Me suelto de su agarre, ruborizado. Ya sé que estoy flaquito, no necesito que me lo recuerden.
—Sabes que tiene razón —comenta Hiashi leyendo mi expresión.
Le doy vueltas al asunto una y otra vez hasta que al final suspiro, rindiéndome.
—De acuerdo —acepto—, pero primero tendré que avisarle a mi madre.
—Bien —concluye mi amigo Hyuga—. Te esperamos en veinte minutos en el lugar de siempre.
—Está bien —respondo despidiéndome.
Me dirijo rápidamente a mi casa. Abro la puerta y voy directamente a la sala.
—¡Ya llegué! —digo en voz alta mientras deposito mi mochila en el sillón más cercano.
La cabeza de mi madre aparece por la puerta de la cocina y me sonríe.
—Bienvenido a casa, hijo —me dice.
Corro hacia a ella y le doy un abrazo en cuanto deja una enorme charola en la mesa.
—¿Tienes hambre? Estaba horneando galletas de chocolate para ti, pero la comida ya está lista —añade quitándose su delantal rosa.
Sonrío.
—La verdad es que sólo vine a dejar mi mochila. Hiashi y Fugaku me dijeron que fuera a entrenar con ellos hoy… ¿puedo ir?
—¿Ahora? —pregunta haciendo una mueca— Acabas de llegar de la escuela… ¿No te parece un poco temprano? Además, me prometiste que hoy estudiarías.
—Sí, lo sé, y no pienso romper mi promesa, pero…
—… Quiero ir… —imita a la perfección la voz dulce e inocente que utilizo cuando quiero pedir algo.
—¿Eso es un sí? —pregunto lleno de esperanza.
Ella vacila, no del todo convencida.
—¿Sí? —suplico.
—Bien, ve, pero cómete una galleta al menos —responde tomando su guante—. No quiero que te quedes allí hasta tarde, ¿de acuerdo?
—Claro —le digo tomando una galleta de la charola, y corro en dirección a la puerta—. Vuelvo en un rato. ¡Te quiero, mamá!
Me voy por los tejados para ahorrar tiempo y comienzo a saltar en dirección a la salida principal de la aldea.
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Corro y me escondo detrás de un enorme árbol. Respiro entrecortadamente a causa del cansancio. Miro hacia un lado y hacia el otro y me subo rápidamente por el tronco hasta llegar a las ramas. El bosque que rodea Konoha es bastante extenso, pero sé que él va a encontrarme. Llevamos casi una hora así, pero Hiashi sigue buscándonos, negándose rotundamente a darse por vencido. ¿Cómo puede aguantar tanto?
—Oye —una voz suena a mi espalda y me hace gritar y dar un salto.
—¡No te aparezcas así! —me quejo quitando las gotas de sudor de mi frente.
—Perdón —se disculpa Fugaku.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto— Nos encontrará a los dos más fácilmente si permanecemos juntos… ¡Busca tu propio escondite!
—No exageres —musita indiferente—. No va a encontrarnos. Lo vi buscando varios kilómetros hacia el norte, y conseguí escaparme antes de que se diera cuenta de que andaba cerca.
—¿No puedes usar tu Sharingan y ver en dónde está?
Fugaku me mira con escepticismo.
—Por algo es "Sharingan", no "Byakugan". No son iguales… No seas tarado.
—De acuerdo, perdón —me disculpo—, pero debemos movernos o si no…
—¡Hola! —Hiashi aparece entre nosotros dos, dándonos un susto de muerte— ¡Los encontré! —grita y se abalanza sobre ambos, tirándonos del árbol.
Fugaku y yo nos venimos abajo, pero yo logro poner las manos en el suelo antes de golpearme.
—Bien, ahora… —Hiashi se acerca con los brazos sobre las caderas y con una sonrisa malévola adornando su rostro—… ¿quién recibirá primero la paliza?
—No me está gustando este juego —murmura Fugaku haciendo un gesto de dolor.
—No se vale —me quejo—. Tú tienes mucha ventaja.
Él se encoge de hombros.
—Habilidades con las que nace uno —explica mi amigo Hyuga—. Ésas son las reglas —nos recuerda—. Si los encontraba recibirían un castigo.
—Nos encontraste a los dos al mismo tiempo —dice Fugaku—. No puedes golpearnos a ambos.
—¿En serio? —Hiashi sonríe mientras las venas alrededor de sus ojos comienzan a resaltar— ¿Quieren probar?
Fugaku se pone en guardia.
—Vamos, Minato —me llama—. Podemos contra él.
Me pongo de pie y también sonrío, ubicándome al lado de Fugaku. No podrá contra dos, definitivamente.
Hiashi nos mira con el ceño fruncido, hasta que sus ojos se desvían ligeramente a la derecha.
—¿Qué es eso? —murmura con sorpresa.
—No trates de distraernos —advierte Fugaku—. No funcionará.
—No digas idioteces —escupe Hiashi—. Hay un chakra bastante enorme que se dirige a la aldea —y sale disparado en dirección a la entrada principal.
—No parecía bromear —digo.
—No, no lo hacía —responde el Uchiha—. Vamos.
Seguimos a Hiashi a través del bosque, atentos a cualquier cosa anormal. Un chakra enorme, dijo él. ¿Qué será?
Pronto divisamos su silueta entre los arbustos. Nos detenemos y vamos a su lado. Me agacho y abro un espacio entre las hojas para poder ver.
—¿Qué es? —pregunta Fugaku.
Hiashi levanta una mano y señala al frente.
—Ahí vienen.
Miro fijamente el lugar indicado hasta que veo aparecer un ninja del cuerpo secreto de los ANBU. Detrás de él, siguiéndolo muy de cerca, camina media docena de personas, la gran mayoría con el cabello pelirrojo.
—¿Quiénes son? —pregunto.
—No sé —responde Hiashi—, pero, por sus características físicas, parecen del país del Remolino.
—¿Remolino, dijiste? —Fugaku enarca una ceja.
—Sí. Gran parte de ellos son personas comunes… Los dos pelirrojos del frente —nos explica— tienen un chakra bastante grande. Más grande que el de cualquiera en la aldea. Y hasta hace poco había visto otro aún más gigantesco, pero no sé en dónde ha quedado.
Al final de la caravana, con la cabeza gacha y los hombros caídos, entra en mi campo de visión una niña pequeña. Parece de nuestra edad. Su cabello es del color del Fuego, y es muy largo. A su lado, muy cerca de ella, va un ANBU más.
—Su aldea fue destruida, ¿cierto? —musita Fugaku.
Volteo a verlo, sorprendido. ¿Destruida? Hiashi asiente.
—Sí… eso es lo que dicen los rumores.
Mi corazón se oprime de pesar cuando contemplo los rostros jóvenes, en especial el de la chica del cabello hermoso, todos llenos de sufrimiento y miedo. Perder a tu aldea, tus pertenencias, a tus amigos, a tu familia… perderlo todo y de un jalón.
—¿Por qué no le preguntas a tu mamá? —me dice Hiashi—. Tal vez nos digan algo. Yo preguntaré también.
Asiento, incapaz de pronunciar palabra. Un nudo se ha formado en mi garganta, un nudo imposible de tragar.
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Estoy en la sala de mi casa con un libro en el regazo. Mi mamá está al otro lado de la habitación, limpiando con la escoba. Llevo media hora sentado en el sillón sin poder leer o comprender ni una sola palabra de lo que dice el manuscrito. No puedo estudiar cuando mi mente se está en otro lado. Respiro profundo y cierro el libro.
—¿Mamá? —ella levanta la cabeza en cuanto escucha mi voz.
—¿Sí, Minato? ¿Tienes alguna duda?
—No… no es eso… —respondo—… Es que… esta tarde, cuando estaba en el bosque con Fugaku y Hiashi… vimos una caravana que se dirigía a la aldea.
—¿Caravana?
—Sí… Habían seis personas, casi todas con el cabello rojo… —explico—… Hiashi dijo que eran del Remolino… y que su aldea había sido destruida.
Mi mamá me escucha con atención y luego suspira.
—Sí, de hecho, eso fue lo que pasó —me contesta con un aire de tristeza—. Seguramente Konoha los ha acogido como ninjas y ciudadanos suyos ahora que ya no tienen país. Las relaciones entre lanación del Fuego y del Remolino han sido muy estrechas desde los tiempos del Primer Hokage. Fue él quien hizo una alianza de paz con ellos y, a partir de eso, la Hoja se convirtió en su principal apoyo. Tal vez por eso están aquí… ¿Cuántos dijiste que viste?
—Seis.
—Seis —repite pasándose la mano por la cara. Su expresión es indescifrable—. Eran miles… —se lamenta en silencio—. Sigue estudiando —me ordena antes de dejar la escoba a un lado e irse a su cuarto.
Vuelvo al libro y trato de concentrarme, pero nuevamente me es imposible. Mi mente no está para ninjutsu en este momento. Cierro los ojos, dejándome llevar por el cansancio producto del ejercicio de hoy, y pronto me quedo dormido en el sofá, mientras sueño con grandes remolinos hipnóticos y cabellos rojos.
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Holaa! Aquí Mina reportándose con una nueva historia n.n … la verdad es que ya la había comenzado a escribir desde hace unos meses, pero no me animaba a compartirla por miedo a que no gustara u.u … Sobre el título… Jiraiya-sensei me lo prestó xD. Sé que ya hay varios autores talentosos que han hecho proyectos parecidos, pero procuraré que el mío sea diferente xD … Aviso que este fic va a estar lo más apegado posible a lo que sucede y se ve en el anime n.n pero sé que no muestran muchas cosas, por lo que ocuparé mi imaginación para llenar los espacios en blanco… Además, es muy diferente verlo en anime a leerlo n.n y a veces leído gusta más :3
Espero que me apoyen con esta historia al igual que con "Princesa Perdida", y que me dejen un review con sus impresiones o comentarios xD
Bye, bye n.n y nos leemos pronto :3
Mina-Hai
