Hola a todos!!

Este es el primer fic que publico. No es lo primero que escribo, tengo dos capítulos y medio escritos de otro fic, sólo que la musa se fue de vacaciones y estoy un poco atascada. Hace pocos días me vino esta idea a la cabeza y me puse a escribirla. Será un minific de tres capítulos.

Soy principiante en esto, pero espero estar a la altura.

Se lo quiero dedicar a mi querida Suyi, la primera amiga que he hecho en ff. Suyi, he tomado tu nombre prestado para un personaje, espero que no te importe.

Espero sus reviews y comentarios. Se acepta todo lo malo y bueno que tengan que decirme.

Sólo decir que los personajes no me pertenecen, son propiedad de Naoko Takeuchi. Excepto los que yo pueda inventar, esos son míos.

Os dejo con el primer chap. Espero que lo disfrutéis.


Capítulo 1. Mi vida

Muchas veces me he preguntado por qué sigo vivo. Qué es lo que tengo de especial para que Dios no quisiera llevarme con él.

¿Por qué tuvo que ser mi hermana?, ¿por qué tuvo que morir ella?, ella que apenas estaba comenzando a vivir…

Ojalá pudiera regresar el tiempo hacia atrás, hacia aquella trágica tarde que hizo cambiar mi vida para siempre.

Gustosamente habría cambiado mi lugar por el de Rei. Yo no tenía a nadie que me esperara, que me dijera que me amaba y que me había extrañado. En cambio Rei, sí.

Estaba enamorada por primera vez y era correspondida. Nunca olvidaré cómo le brillaban los ojos y sus labios se curvaban en una hermosa sonrisa cuando hablaba de él. Estaba tan feliz que contagiaba su alegría a todo el mundo. Nunca más volveré a oír su voz, ni escuchar su cálida risa o su tono de reproche cuando me regañaba.

Soy un miserable.

He destrozado a mi familia.

Papá parece llevarlo bien. Después del accidente estuvo un mes de baja y luego volvió al trabajo. Se hace el fuerte para no preocupar a mamá, pero cuando ella no lo ve se derrumba. Mi hermana Setsuna me ha contado que todas las noches cuando mamá está dormida, papá entra en la habitación de Rei y llora, llora desconsoladamente. Y eso me parte el alma porque yo soy el culpable de ese sufrimiento.

Mamá es quien peor lo lleva. Está inmersa en una depresión de la que, a pesar de los años que han pasado desde que Rei nos dejo, no logra escapar. Tengo mucho miedo por ella. Me preocupa que intente hacer alguna tontería, papá no podría soportarlo y yo tampoco. Su psicólogo no tiene ninguna esperanza por ella, dice que él no puede hacer nada si mamá no pone de su parte. Lo único que puede hacer es recetarle pastillas para ayudarle a pasar bien la noche y que pueda descansar. Yo pienso que esa no es la solución, en su situación quién sabe que uso podría darle a esas pastillas. Por eso es Setsuna quien las guarda y se encarga de dárselas cada noche.

Pobre Setsuna, he cargado sobre sus hombros una responsabilidad demasiado grande. Se ha visto apartada de su vida para cuidar a mamá. Ha tenido que volver a casa y dejar abandonado a su novio. El accidente trucó sus planes de matrimonio. Si no hubiera sido por mi estupidez ahora estaría felizmente casada y quien sabe, seguramente tendría algún sobrinito al que consentir. Siempre me está repitiendo que no me sienta culpable, que Kevin es muy comprensivo y entiende todo lo que está pasando y lo más importante de todo, va a esperar todo el tiempo que sea necesario hasta que mamá se ponga bien y ya no tenga que cuidarla. Es afortunada por tener a alguien que la ame tanto como para sacrificarse.

Ella es la que más entera está y la única que no me culpa por lo sucedido.

Setsuna y Rei eran cómplices en todo, inseparables, más que hermanas, amigas. Ella fue la primera de nuestra familia en saber que nuestra querida Rei tenía novio. Después nos enteramos mamá, yo y por último papá.

Papá fue un hueso duro de roer, todavía veía a Rei como una nenita y tenía demasiado miedo de que la lastimaran. Pero al final terminó cediendo y eso hizo infinitamente feliz a mi hermana.

Nicholas, el novio de Rei, es un buen muchacho. Su aspecto, algo desaliñado, podía hacerte pensar otra cosa. Eso fue lo que hizo dudar a papá al principio, cuando lo conoció un día que, por casualidad, se encontró con Rei y con él en la calle. No le pareció una buena influencia para su hija, pero Rei le convenció de que le diera una oportunidad.

Y yo ayudé mucho en eso, fue una de las pocas cosas buenas que hice por Rei. Conocía a Nicholas y mi buena opinión sobre él fue lo que terminó de convencerle.

Le había pedido a Rei que viniera un día con él a mi apartamento. Como su hermano mayor que era, quería saber cómo era su novio, sus intereses, su intención con ella. Nada fuera de lo normal.

Aprovechando que Rei estaba en la cocina, se había empeñado en hacer la cena, conversé con Nicholas.

El pobre estaba realmente asustado. Después de nuestra pequeña charla, me confesó que pensaba que me iba a comportar como el típico hermano mayor, matón, posesivo y celoso con la vida de Rei. Nada más lejos de la realidad. Nunca hubiera sido capaz de hacerle eso a Rei, y así se lo hice saber. Sólo quería conocerle mejor, lo único que quería es que Rei fuera feliz.

Todo lo que Nicholas me contó, me agradó de suma manera. Resultó ser un chico con la cabeza bien amueblada, perteneciente a una buena familia, estudioso y con un expediente académico impecable. Y sobre todo sentía un inmenso amor por mi hermana y unas ganas enormes de hacerla feliz.

Nunca le haré daño, me dijo, te lo prometo.

Qué irónico.

Yo fui el que terminó haciéndole daño a él. Se la quité, le arrebaté lo más preciado que tenía, maté a Rei.

Nicholas era fuerte, pero de la noche a la mañana se quedó sin el amor de su vida, vacío y solo. Y no lo pudo soportar, intentó atentar contra su vida para reunirse con Rei por el método más rápido.

Menos mal que no lo consiguió, si no ahora tendría que cargar con otra muerte sobre mi conciencia y saber que había destrozado a otra familia, por si no fuera suficiente con la mía.

Le costó salir del bache. Recibió ayuda psicológica durante una buena temporada y su familia le brindó apoyo y comprensión.

Hoy ya está completamente recuperado y vuelve a ser feliz. El amor ha vuelto a visitarle. Lleva saliendo un tiempo con Hotaru, una buena chica que conoció en la universidad y se ve muy bien.

Esto lo sé por Setsuna que me mantiene informado de todo lo que ocurre. No he vuelto a tener contacto con Nicholas desde el accidente. Él ha querido visitarme varias veces, pero me he negado. No hubiera soportado escuchar la tristeza en su voz y encontrar el reproche en ella.

Setsuna me dijo que Nicholas no guardaba ningún rencor hacia mí. También mamá me dice que yo no tengo culpa de nada, pero su voz la desmiente, en el fondo sé que ella me culpa por haber cogido el coche aquel día y haberle hecho caso a Rei. Nunca me lo ha dicho, soy su hijo, me quiere y no quiere perderme, por eso se lo guarda para ella. Y eso le hace más daño.

Quizá piense que ya tengo bastante castigo con mi ceguera como para reprocharme algo más.

Papá fue mucho más claro al respecto…

-Flashback-

Había despertado, desorientado y sin saber dónde estaba. Al recuperar la conciencia me asusté, todo estaba negro y mis recuerdos muy confusos.

- ¿Dónde estoy? – es todo lo que pude decir.

- Tranquilo cariño, estás en el hospital – oí la voz de mamá y suspiré aliviado, no estaba solo.

- Mamá, ¿qué ha pasado?, ¿por qué no puedo ver?

- Darien, ¿no recuerdas nada?

Esas fueron las palabras mágicas. De repente todo estuvo claro como el agua. Cientos de imágenes inundaron mi cabeza: la lluvia, el coche, Rei, yo, el escalofriante grito de mi hermana, ¡Darien cuidado!, una fuerte sacudida y después nada.

Se me hizo un nudo en la garganta, pensé en Rei.

- Mamá, ¿dónde está Rei?, ¿cómo está ella?

No obtuve ninguna respuesta. Oí el llanto de mi madre y después el sonido de una puerta al cerrarse.

Mamá se había ido, me había dejado solo.

No podía hacer nada. Intenté incorporarme pero me mareé. Me palpé el rostro, una venda cubría mis ojos y tuve miedo.

Escuché la puerta abrirse.

- Mamá has vuelto – dije.

- No soy mamá. Ya veo que has despertado – la voz de papá era demasiado seria, no había alivio en ella.

- ¿Cómo esta Rei? – le pregunté – mamá no me lo ha dicho.

- Rei está muerta.

- No puede ser – susurré. Mis ojos se llenaron de lágrimas que escocían.

- Tú la has matado. Eres un inconsciente, ¿cómo se te ocurrió coger el coche con el aguacero que estaba cayendo?

- Yo no pensé que esto fuera a ocurrir – hice un intento por defenderme.

- Has destrozado nuestra familia – su voz estaba cargada de rabia – No quiero volver a verte. Eres el culpable de que Rei ya no esté con nosotros. Eres un mal hijo.

- Papá… - mi voz estaba rota por el llanto.

- Ya no soy tu padre. Sólo me queda una hija, Setsuna.

No supe que decir.

Papá salió de la habitación dando un portazo y en ese instante me quise morir.

-Fin flashback-

Hoy está lloviendo, igual que aquel día.

Si estiro mis brazos, puedo notar cómo las gotas de agua resbalan por mis manos.

Pero eso no me reconforta. Hace que me ponga aún más triste, y es que echo muchísimo de menos a Rei.

Le encantaban los días de lluvia. En verano, solía salir al jardín y dejaba que el agua la empapara.

Mamá luego la regañaba, te vas a poner enferma, le decía, y no pienses que luego voy a cuidarte.

Un día me obligó a salir con ella al jardín.

-Flashback-

- Vamos Darien, ven conmigo, ya verás que divertido es.

- Pero Rei…

Antes de que pudiera seguir hablando, me cogió de la mano y tiró de mí hasta que la seguí.

Al principio me quedé en el porche y la observé a ella, jugando con la lluvia, cerrando los ojos y dando vueltas sobre si misma.

Su pelo estaba chorreando y su ropa empapada, cuando vino a por mí. Me dejé llevar y salí al jardín con ella. El césped estaba mojado y olía a tierra húmeda.

El agua no estaba muy fría y era una sensación agradable sentir las gotas de lluvia sobre la cara.

- Cierra los ojos y no pienses en nada, sólo siente.

Así lo hice.

- ¿A que es una sensación maravillosa?

- Sí, Rei. Se siente uno tan bien…

Me tomó las manos y juntos dimos vueltas y nos reímos como niños.

-Fin flashback-

El sonido de mi móvil me trajo de vuelta a la realidad.

Localicé el bolsillo de mi chaqueta y lo saqué con mucho cuidado. Por la melodía sabía que era mamá quien me estaba llamando.

Me tomó unos segundos encontrar las muescas sobre el número cinco. Puse el dedo sobre esa tecla y luego lo deslicé una vez hacia la izquierda y dos hacia arriba hasta encontrar la tecla para contestar.

- Hola mamá – mi voz no sonó muy alegre.

- Darien, cariño, no estarás en la calle con lo que está lloviendo - Mamá siempre preocupándose por mí.

- Tranquila mamá, estoy en casa – se oyó un suspiro de alivio al otro lado del teléfono.

- Te he estado llamando al fijo y no contestabas.

- Es que estoy en la terraza y no lo he oído. Estoy escuchando llover. Me recuerda tanto a Rei…

- Sí, a mí también. ¿Vendrás mañana?

- Sí mamá, no te preocupes. Allí estaré como todos los años. No faltaré ni a misa ni al cementerio.

- ¿Te sentarás con nosotros? – había un tono de súplica en su pregunta.

- No mamá. Ya sabes que papá no soporta verme. Seguramente armaría un escándalo y no quiero que tú y Setsuna os disgustéis. Estaré en mi sitio de siempre y luego iré al cementerio.

- Cielo, lo siento tanto.

- Mamá por favor, no hagas eso. Mejor dime como has estado.

- Ya sabes, voy tirando. El psicólogo dice que estoy mejorando y me siento lo suficientemente fuerte como para dejar las pastillas.

- Eso es una buena noticia, me alegro mucho.

- Cariño te tengo que dejar. Tu hermana me ha convencido para que vaya con ella de compras. Cuídate mucho y come bien.

- Sí mamá, siempre lo hago. Diviértete.

- Te quiero Darien.

- Yo también mamá.

Por fin una buena noticia entre tanto caos. No sé qué es lo que ha pasado, pero mamá se oye más contenta y va a salir de compras con Setsuna. ¿Cuánto tiempo hacía que no salía de casa? Si hasta el psicólogo tiene que ir a visitarla. No sé cómo lo ha logrado Setsuna, pero se lo agradezco infinitamente.

Parece que está dejando de llover, ya no se escucha caer tan fuerte el agua.

Devolví el móvil a su bolsillo y consulté el reloj. Una voz fría e impersonal me informó de la hora, "son las dieciocho horas y treinta minutos".

- Está refrescando, será mejor que entre.

Mi apartamento no tiene muchos muebles, sólo lo necesario.

Así es mejor, tengo pocas cosas que memorizar y bastante espacio para poder moverme sin tropezar con nada.

En seguida llegué a mi sillón favorito, desde la puerta de la terraza son cinco pasos hacia delante y dos hacia la derecha. Dentro de casa no utilizo el bastón, sé donde está exactamente cada cosa y me siento libre dentro de mi propia cárcel.

No me gusta depender de nada ni nadie, aunque a veces no tenga más remedio. Mi hermana se empeñó en contratar a una mujer que haga la limpieza de mi casa y hasta quiso pagarla ella, pero me negué.

No es que gane mucho dinero con mi trabajo, pero me da para vivir sin caprichos ni lujos y no quiero que nadie pague mis gastos.

Me gusta mi trabajo. No es lo que hubiera deseado hacer, pero ayudar a niños que están en mi situación es muy gratificante.

Me senté y tomé de la mesita que está a un lado del sillón el último libro que he podido conseguir en braille. La mayoría de los que leo los tomo prestados. Un libro en braille es bastante caro y sólo me puedo permitir comprar uno de vez en cuando.

La lectura es uno de mis placeres favoritos. No fue sencillo aprender a leer de nuevo y más cuando al principio me negué a realizar cualquier actividad que me proporcionara algo de felicidad.

¿Por qué tenía que ser feliz cuando Rei ya no iba a poder serlo?

No era justo.

Pero ahí estaba una vez más Setsuna luchando contra mis demonios. Me obligó literalmente a ir a un centro para personas discapacitadas. Sí suena horrible, "persona discapacitada", pero eso es lo que soy yo desde hace tres años.

Allí me enseñaron a leer y a aprender a convivir con mi ceguera. Todo lo que sé ahora se lo debo a ellos.

La verdad es que no resultó fácil. La noticia de la muerte de Rei me afectó muchísimo, fue muy brusca la manera en la que me enteré, pero eso sólo fue una parte.

Poco después de que papá me diera la noticia, el médico vino a examinarme.

-Flashback-

- Buenas tardes Darien.

- No sé qué tienen de buenas – le contesté fríamente.

- Hijo, no seas maleducado. No le hables así al médico – mamá estaba de nuevo conmigo, había venido con Setsuna.

- Sí bueno, tienes razón. Siento mucho lo de tu hermana.

- Gracias – respondí ahora más amable para no disgustar a mamá.

- ¿Cómo has pasado la mañana Darien?

- Mareado, con frío y mucha sed.

- Es normal.

El médico me tomó el pulso, la tensión y la temperatura.

- No tienes fiebre, eso es una buena señal. Lo demás esta todo bien. Una enfermera vendrá a hacerte las curas.

- Y sus ojos doctor, ¿cómo están? – preguntó Setsuna y noté la angustia en su voz.

- A eso no le puedo responder. El oftalmólogo no tarda en venir, él les dará el diagnóstico.

- ¿Qué le pasa a mis ojos?, ¿por qué los tengo vendados? – tuve un mal presentimiento.

- Yo responderé a eso – alguien más había entrado en la habitación, estaba tan angustiado que no lo escuché entrar – Gracias por todo doctor Tanaka, yo me encargo.

- Muy bien doctor Tsukino. Espero que sigas bien Darien.

El doctor Tanaka se marchó dejándome con la intriga sobre mi situación. Noté que alguien me tomaba de la mano para darme fuerza, pero no sabía si era mamá o Setsuna.

- Bien Darien – el oftalmólogo comenzó a explicarme – en el choque, la luna delantera del coche se rompió y algunos cristales penetraron en tus ojos. Cuando llegaste al hospital estabas inconsciente pero no tenías muchos daños, lamentablemente tu hermana se llevó la peor parte. Extrajimos los cristales, pero los ojos estaban muy dañados.

- ¿Cómo es de grave doctor? – preguntó mamá.

- Voy a ser completamente sincero. Darien, hay muchas probabilidades de que no puedas volver a ver – mamá comenzó a llorar de nuevo, otra vez – Dentro de dos días retiraremos las vendas definitivamente y confirmaremos el diagnóstico. Haremos pruebas y veremos si hay alguna solución.

-Fin flashback-

Tuve tiempo durante la segunda noche que pasé en el hospital para pensar en todo lo que había pasado y las palabras de papá me golpearon sin piedad. Lo peor de todo es que tenía razón.

¿Cómo pude ser tan irresponsable?

Si nunca hubiera cogido el coche aquella tarde, Rei seguiría viva.

Asumí que estar ciego era mi castigo por la muerte de Rei y tendría que cargar con ello para siempre.

Nunca me hice las pruebas.

El oftalmólogo hizo lo imposible por convencerme, pero ya había tomado la decisión y no había vuelta atrás. Lo único que le pedí fue que no le dijera nada a mamá y a Setsuna. Si lo hubieran sabido me habrían obligado a someterme a los exámenes y eso habría hecho las cosas más difíciles.

Si hubiera existido una posibilidad de cura habría tenido que operarme, no podría haberle negado eso a mamá, pero no quería. No poder ver era el recordatorio de que todas las malas acciones tienen sus consecuencias y tenía que asumirlas.

Los primeros meses desde que salí del hospital fueron un auténtico infierno, tanto para mí, que tuve que adaptarme a una situación completamente nueva, como para mi tía que tuvo que cuidarme.

Papá no quería verme ni en pintura, así que la tía Suyi, la hermana de mamá, se ofreció para cuidarme y me mudé a su casa.

La verdad es que no le puse las cosas nada fáciles, me comporté como un chiquillo malcriado. Estaba de un humor de mil demonios, siempre refunfuñando y protestando por todo. Pero la tía Suyi tiene más paciencia que el santo Job. La paciencia es una virtud de las mujeres de mi familia, mamá, Setsuna y Rei siempre tuvieron una paciencia infinita.

Al final terminé recluyéndome en mi habitación, era el único sitio donde no tropezaba con nada y podía descargar mi frustración sin lastimar a nadie.

Me volví muy irascible y a la mínima saltaba. No permití que nadie me ayudara. Siempre he sido una persona muy independiente, excepto con mamá a la que permitía que me mimara todo lo que quisiera.

En el centro para discapacitados templaron mi carácter y me enseñaron lo básico para poder sobrevivir. Michiru Kaioh fue mi tabla de salvación, ella era la encargada del grupo al que me asignaron.

Pasé tres meses muy duros, pero todo lo que aprendí me sirvió para que pudiera volver a mi apartamento y dejar de molestar a mi tía.

La tía y Setsuna se encargaron de prepararlo para mi regreso. Michiru les había dado una serie de instrucciones que siguieron al pie de la letra, incluso ella misma vino a supervisarlo.

Me dejaron los muebles necesarios, colocándolos estratégicamente y adaptaron las habitaciones a mi situación, quedando la casa perfectamente adecuada para un ciego.

No tardé mucho en adaptarme y memoricé rápidamente todo, siempre he tenido muy buena memoria.

Veo a Michiru todos los días pues trabajo en el mismo centro al que asistí, ayudando a los niños que han quedado ciegos como yo a familiarizarse con su nueva vida.

- Veamos dónde me quedé.

Busqué el marca páginas con mis manos y abrí el libro por el sitio marcado. Con mi mano izquierda lo sujeté sobre mis rodillas y empecé a deslizar los dedos de la otra mano sobre los puntitos en relieve que llenaban la página…

París. Verano de 1791.

- Oh, merde. Merde! – se exasperó Jacques Louis David. Presa de un frenesí de frustración, arrojó al suelo su pincel de marta cebellina hecho a mano y se puso en pie de un salto – Os dije que no os movierais. ¡Que no os movierais! Se ha deshecho el drapeado. ¡Se ha estropeado!

Miró furibundo a Valentine y Mireille, situadas en una alta tarima montada en un extremo del taller. Estaban casi desnudas, cubiertas tan sólo con gasas translúcidas, primorosamente acomodadas y atadas bajo sus pechos para representar los usos de la antigua Grecia, a la sazón tan de moda en París.

No logré concentrarme en la lectura. Los recuerdos de Rei venían a mi memoria una y otra vez. Mañana era el aniversario de su muerte.

Coloqué el marca páginas en su sitio y devolví el libro a la mesita.

- Necesito despejarme. Si sigo así mi cabeza va a explotar.

Inexplicablemente una bombilla se encendió en mi mente y sentí la urgente necesidad de ir a ver a mi amigo Andrew.

El único amigo que me queda.

Al resto, yo mismo me encargué de espantarlos. Me compadecían y yo no quiero la lástima de nadie. Además me recordaban mi vida anterior y lo que ya no iba a poder ser.

Los traté de muy malos modos y me fui distanciando de ellos hasta que me quedé solo.

Con excepción de Andrew.

Él sigue al pie del cañón y siempre está muy pendiente de mí, a pesar de que nunca se lo agradezco.

No le veo mucho. Prefiero estar solo, así no tengo la oportunidad de volver a dañar a alguien.

Pero él me llama todos los días, aunque hay veces que no respondo al teléfono. Prefiero estar con mi soledad, muchos días no tengo ánimos de hablar con nadie.

Me levanté del sillón y unos segundos después estaba sacando mis zapatos del armario que había en el hall. Me quité las pantuflas y examiné los zapatos hasta diferenciar el derecho del izquierdo. Una vez puestos me coloqué el abrigo, tomé un paraguas y mi bastón. Cogí las llaves del cenicero que está encima del taquillón y salí.

Ya en la calle, desplegué mi bastón y abrí el paraguas. Todavía caía una fina lluvia.

El otoño había llegado demasiado deprisa este año. El aire olía distinto, a madera y tierra mojada, y podía sentir bajo mis pies, mientras caminaba, un manto de hojas mojadas y aplastadas por la lluvia.

Andrew vivía y trabajaba muy cerca de mi casa.

Poseía un edificio que había heredado de su abuela. En la planta baja había montado una especie de cafetería que era frecuentada por todo tipo de personas, pero principalmente por estudiantes desde secundaria hasta universitarios. La parte de arriba era un enorme loft, que Andrew junto con su novia Lita habían transformado en su casa.

Andrew y Lita llevan tres años de novios y dos viviendo juntos.

Mi relación con Lita no es muy fluida, ya que desde el accidente vengo muy poco a visitar a Andrew, ni si quiera he subido a su casa. Pero Lita siempre me trata muy bien, como si fuera un amigo de toda la vida y me agrada mucho, así que siempre soy amable con ella aunque no esté de humor.

No merece ser presa de mi frustración y tampoco quiero lastimar a mi amigo, puesto que Lita es lo que más quiere en este mundo y le dolería mucho que yo la tratara mal.

Lita y Andrew serán padres en tres meses, pero aún no tienen planes de boda. Lita me ha pedido que sea el padrino de su hija. No me hice de rogar, acepté enseguida, y más cuando me dijo que a Andrew le hacía mucha ilusión pero no se atrevía a decírmelo.

Ya casi estoy llegando al Crown, la cafetería de Andrew. Solamente tengo que cruzar la calle y dar unos cuantos pasos hasta doblar la esquina.

Pulsé el botón del semáforo y tenía que esperar hasta oír a los pajarillos piar, señal de que el semáforo está verde para los peatones.

- Disculpe, ¿quiere que le ayude a cruzar? – una voz de mujer dulce y cantarina me sobresaltó.

- No, gracias. Puedo yo solo – le contesté un poco arrogante.

- No me gustaría ser pesada, pero este cruce se ha vuelto un poco peligroso. Los conductores ya no respetan nada, ayer atropellaron a un hombre aquí mismo.

- No quiero molestarla – quería ser educado pues la mujer estaba siendo muy amable conmigo. Pero lo único que me provocaba era decirle que se metiera en sus asuntos, ya le había dicho que no quería su ayuda, así que ¿Por qué no me dejaba en paz?

- Oh, no es ninguna molestia de verdad.

Antes de que pudiera reaccionar, el semáforo se abrió y la mujer me tomó del bazo. Al hacerlo su mano rozó la mía. El fugaz contacto fue agradable, su mano era suave y cálida.

- Vamos – me dijo – conmigo no le va a pasar nada, tengo muy buenos reflejos.

- Es bueno saberlo – me asombré de mi propia contestación.

Comenzamos a caminar. La mujer sabía lo que hacía, su guía era muy segura.

- ¿Sabe? Debería tener un perro guía.

- No lo creo, estoy mejor solo.

- Un perro guía es de mucha utilidad y además hace compañía. Pienso que no es bueno estar solo.

- Simplemente tenemos opiniones diferentes.

- Sí, eso parece.

De repente nos paramos y oí unas ruedas chirriar, demasiado parecido a un frenazo en seco.

- ¿Qué le pasa? ¿No ha visto que el semáforo esta en rojo o es que está ciego? – me sorprendió que esa voz tan dulce pudiera emitir tantos decibelios, casi me dejó sordo.

- Supongo que un coche ha estado a punto de atropellarnos – le dije.

- Sí, ha faltado poco – habló con la voz un poco entrecortada, supongo que por el susto – Oh, lo siento mucho – me dijo mientras reanudábamos la marcha – no era mi intención, lo de ciego lo dije sin pensar. ¿Le he ofendido?

- No, no se preocupe – y era verdad, contrariamente a lo que hubiera ocurrido en cualquier otra situación, no me molestó en lo más mínimo – es una expresión muy común.

- Bueno, ya llegamos al otro lado sanos y salvos.

- Eso se lo debo a sus reflejos. Muchas gracias – le dije en respuesta.

- No hay de que. Por cierto, puede cerrar el paraguas, ya no llueve.

- Gracias.

- Si sigue dándome las gracias me voy a poner colorada. Espero que le vaya bien – me soltó el brazo – Adiós.

- Adiós.

La mujer se fue y yo continué mi camino hacia el Crown.

Cerré el paraguas y mis pensamientos volaron hacia ella, hacia esa dulce niña que me había obligado a dejarme ayudar. Era una desconocida, que sin conocerme había llegado hasta mí, y lo más extraño de todo era que yo se lo había permitido.

En este mismo momento no me reconocía, me sentí raro.

Ja! Me había gustado y ahora la extrañaba. No podía ser, ese no era yo.

No podía dejar de recordar su olor, a cítricos, el contacto de su cuerpo junto al mío, su hermosa voz,…

« ¿Qué me has hecho?»

«Olvídalo Darien, tú no necesitas a nadie a tu lado. Seguramente no volverás a cruzarte con ella nunca más»

«Es mejor así»

Cuando quise darme cuenta había llegado a mi destino.

Tanteé la puerta con mi mano libre hasta encontrar el pomo y luego empujé. Podía haberla empujado directamente, pero no quería dejar mis huellas en el cristal. A Lita le daba mucha rabia eso, ya que era ella la encargada de limpiar los cristales.

Al entrar, un conglomerado de voces me envolvió. El olor era delicioso, café, chocolate, plátano, y eso es… fresa.

Inmediatamente me acordé de Lita. Andrew me había contado que su novia tenía unos antojos terribles de batido de fresas, incluso a veces tenía que levantarse de madrugada a preparárselos.

Me encaminé hacia la barra, pero la voz de mi amigo me detuvo.

- Darien, quédate ahí. Desde que no vienes esto ha cambiado un poco. Voy a buscarte.

Si pensaba que eso me iba a detener, iba listo.

- Andrew, creo que yo solo puedo encontrar el camino. ¿Recuerdas? Me acompaña mi inseparable y maravilloso amigo Luigi.

- ¿Luigi?

- Es que le he puesto un nombre a mi bastón – le respondí mientras barría con él el suelo, salteando las mesas y sillas que antes no estaban ahí – Un día estaba demasiado aburrido y me dije, ya que estamos predestinados a estar juntos será mejor que le busque un nombre. Y… voila, Luigi.

En seguida el mobiliario desapareció y un momento después Luigi hacía contacto con una pared. Supuse que era la barra.

- He llegado. ¿Ves cómo no me he perdido por el camino?

- Dichosos los ojos amigo. Me alegra mucho que hayas venido a verme – noté como sus brazos me rodeaban y me envolvían en un fuerte abrazo, por lo que supe que Andrew no estaba detrás de la barra.

- Ja, ja, ja.

- ¿De qué te ríes?

- Es curioso, pero eres la segunda persona en esta tarde que dice una palabra relacionada con mi condición.

- Lo siento, no me di cuenta.

- Sí, ella dijo lo mismo.

- ¿Ella?

- Es una larga historia. Un día de estos te la contaré – plegué mi bastón y me senté en una de las banquetas – Ahora haz el favor de ponerme un capuchino. Hace siglos que no tomo uno y los tuyos son los mejores.

- No es para tanto – respondió Andrew.

- No te quites mérito, amor. Darien tiene razón. ¿Me preparas a mí un batido de fresa?

- Marchando un capuchino para mi amigo y un batido de fresa para mi rayito de sol. Enseguida vuelvo con el pedido.

Por un instante no habló ninguno de los dos, así que me imaginé lo que estaban haciendo.

- Por mí no os cortéis ¿eh? Al fin y al cabo no puedo veros, pero me gustaría disfrutar pronto de mi café.

- Ya voy Darien, no seas impaciente. Sólo estaba mimando un poco a Lita.

- Sí, Darien – habló ella – en mi estado necesito muuuuchos mimos. Me alegro mucho de verte.

Me abrazó y depositó un tierno beso en mi mejilla. Sus labios eran suaves y blanditos.

- ¡Vaya! – le dije poniendo mis manos en su abultado vientre – La pequeña ha crecido desde la última vez que nos vimos.

- Ajá. Y creo que será futbolista, no veas que patadas me da. Ven vamos a una mesa. Las banquetas son incómodas y no me hace bien estar mucho tiempo de pie.

Me levanté y le ofrecí mi mano a Lita para que me guiara. La tomó con cuidado como si me fuera a romper y el calor de su mano me hizo recordarla a "ella".

- ¿Vas a dejar que yo te lleve y ni si quiera sacas a Luigi? ¿Eres tú Darien? – me preguntó mientras yo me dejaba guiar para llegar a la mesa.

- Mamá dice que hay que hacer caso a las mujeres embarazadas y no contradecirlas. Yo sólo estoy poniendo en práctica su consejo.

- Tu mamá tiene mucha razón. Tenemos las hormonas tan desquiciadas que nunca se sabe por dónde vamos a salir. Hemos llegado. Espera un momento – me soltó la mano y oí que corría una silla – Siéntate.

- Eso lo debería haber hecho yo contigo – protesté suavemente mientras me sentaba

- Tendrías que sentirte halagado de que una mujer te acerque la silla, así que deja de quejarte.

Un rato después llegó Andrew con las bebidas y se sentó con nosotros. Dijo que la cosa estaba tranquila y todos los clientes servidos, así que se podía tomar un descanso. Según el teníamos muchas cosas de que hablar.

O-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-O

Hola Rei, hermana.

Aquí estoy como todos los años. Siento no venir a verte tan a menudo, pero sabes lo que me cuesta.

Aún no puedo creer que hayan pasado tres años ya. Cuánto lo siento, terminé con tu vida cuando apenas estabas empezando a vivirla. Sólo espero que puedas perdonarme algún día.

Yo sigo igual que siempre, con mi monótona y aburrida vida, sabes que no puedo aspirar a nada más. El trabajo con los niños es lo único que le da algo de sentido.

Papá y Setsuna están bien y mamá cada día va mejorando. Ayer fue con Setsuna de compras.

Nicholas está muy feliz y eso es gracias a Hotaru. Te hablé de ella la última vez que vine. Setsuna dice que es una chica encantadora y que a ti te gustaría muchísimo.

Ayer por la tarde estuve visitando a Andrew y Lita. Serán padres muy pronto y yo voy a ser el padrino de esa niña.

Mientras iba hacia el Crown una mujer me ayudó a cruzar la calle y ¿sabes qué? Me encantaría volver a tener contacto con ella. Apenas cruzamos unas pocas palabras, pero creo que algo se rompió dentro de mí.

Mañana mamá y Setsuna van a venir a mi casa a comer y estoy muy nervioso. Ya sé qué menú voy a preparar. Espero que todo salga muy bien y que mamá esté orgullosa de mí.

Me agaché y deposité sobre la tumba un ramo de margaritas naranjas, las favoritas de Rei. Pasé mi mano sobre la lápida sintiendo el frío granito y el relieve de las letras.

Unas cuantas lágrimas escaparon de mis ojos, pero las dejé correr, no quise limpiarlas.

- Te quiero mucho Rei. Intentaré volver pronto.

Me alejé de a tumba lo más rápido que mis piernas me permitieron.