Cuando miraba dentro de aquellos rubíes se sentía completo. Cuando sus pálidas y delicadas manos se paseaban por la tostada piel su siempre predominante razón se adormecía. Cuando escuchaba su nombre susurrado por los labios rojos algo en su pecho se oprimía. El ratón no recordaba cómo todo empezó, y él sabía que eso no debía ser. Estaba prohibido por un Dios celoso. De cualquier manera, él no podía evitarlo. Aunque la imposible unión entre el fuego y la nieve lo destruyera él se quedaría al lado del gato. Aunque el mundo estuviera en contra el ratón amaba al gato.
