Pues bueno, voy a por un fic nuevo, ahora con uno de Black Sails. Ya hace tiempo de esta serie, pero me enganché hace poco y me entusiasmó. Casi todos sus personajes me gustan mucho, el capitán Flint, Vane... pero como no, Billy Bones. Así que como en la serie no había ningún personaje femenino con el que conecte, he optado por introducir uno nuevo , seguiré la trama más o menos, cambiando algún hecho o adaptándolo a mi fic, me vaso en la serie, en algunos de sus personajes, pero no la he seguido al pie de la letra. Así que si alguien espera una reproducción exacta en este fic no la va a encontrar, aviso por si a caso ;-) Algún hecho histórico (como el comercio de té entre Inglaterra y China lo he adelantado un siglo ;-)), los nombres de alguno barcos y algunos de los hechos son verídicos y otros pura invención.

Espero que sea de vuestro interés. Yo estoy disfrutando mucho escribiéndolo, ah! y como no, decir que ni la historia de Black Sails ni sus personajes me pertenecen.


EL NÁUFRAGO

Nunca le había importado madrugar, de hecho le gustaba la sensación de tranquilidad y soledad que le brindaba el amanecer, recorrer la playa con los pies descalzos, viendo como poco a poco iba emergiendo el sol tras el horizonte, captar los mil destellos del agua y las tonalidades del océano, que iban desde el mas puro azul, pasando por el gris tempestuoso al verde esmeralda. El océano nunca se mostraba igual, y tenia el privilegio de tenerlo para ella sola, o al menos eso le gustaba pensar, pues desde su pequeña casa situada en un promontorio sobre la playa, tenia una vista única del basto océano que se abría ante ella.

Le gustaba salir al alba, con las primeras luces del sol para hacer sus ejercicios de meditación y relajación, para practicar los movimientos de lucha que había aprendido hacia ya tanto tiempo, le gustaba relajarse paseando por la playa, sentir la arena bajo sus pies, el suave oleaje contra sus tobillos, era un momento de libertad, un momento de transición, le gustaba pensar que el nuevo día daba a todos una nueva oportunidad que vencía con el ocaso.

Andaba tranquila, respirando el aire de la mañana, cuando en la playa, a lo lejos, le pareció ver algo, primero pensó que se trataba de un tronco, quizá algún palo con velamen de algún naufragio que el mar habría arrastrado hacia la orilla, pero a medida que se acercaba sus temores se confirmaron, tirado en la playa había un hombre, desde esa distancia no sabia si vivo o muerto, pues estaba de cara contra la arena y las suaves olas le movían las piernas inertes.

Su primer impulso fue correr hacia el hombre a socorrerlo, pero se detuvo a medio camino, dudando por unos segundos, llevaba una vida tranquila, sin problemas,y no quería poner en peligro esa paz, pero ella no era de esa clase de personas, así que ese recelo inicial paso por su mente como una exhalación y sus piernas de nuevo empezaron a loscorrer hacia el moribundo. Si estaba en su mano y ese hombre seguía con vida, le ayudaría.

Llegó junto al cuerpo inerte, se traba de un hombre de considerable estatura, y aunque su cuerpo estaba exhausto y menguado por el cansancio y la falta de alimento, se veía que era un cuerpo fuerte. Se arrodilló junto a él, de la camisa apenas quedaban jirones, y la piel estaba enrojecida y en muchas zonas con ampollas debido a las quemaduras del sol, su anchas espaldas mostraban signos de tortura, pues marcas de azotes la cruzaban. Los pantalones también estaban hechos jirones y en las piernas también había heridas, no había rastro de su calzado.

Con mucho cuidado dio la vuelta al cuerpo, su rostro estaba enrojecido y con quemaduras, una barba sucia y despeinada cubría su mentón, era imposible saber su edad. Por la parte delantera no había rastro de ropa, y la piel del torso también estaba enrojecida. Miró con atención su pecho esperando ver algún atisbo de movimiento que delatara que respiraba, pero si lo había era imperceptible. Acercó el oído a los labios resecos del hombre, esperando, deseando que viviera y al mismo tiempo que estuviese muerto, pues así se ahorraría complicaciones.

Pasaron unos segundos que le parecieron una eternidad, pero notó un hálito de aliento en su oído, entonces se fijó bien y pudo ver como el pecho del hombre subía y bajaba con movimientos demasiado lentos, pero con vida.

Tan rápido como pudo corrió hacia su casa y cogió una botella con agua y un par de mantas y volvió a la playa dispuesta a ayudar a aquel desconocido náufrago.

Cuando consiguió llegar a su casa arrastrando aquel pesado fardo, el sol ya calentaba en lo alto del cielo y gruesas gotas de sudor resbalaban por su cuello. Desde que había humedecido los labios al desconocido y con gran esfuerzo lo había tumbado sobre las mantas, arrastrándolo penosamente por la arena hasta llegar a su casa el tiempo había pasado sin que ella se diese cuenta, solo pensaba en llegar lo antes posible para poder ayudarle.

El desconocido seguía inconsciente, lo arrastró hasta el establo,de momento no lo quería tener en su casa, y sin perder tiempo, quitó la poca ropa que aún cubría las piernas del hombre y lo mojó con agua fresca acabada de sacar del pozo. Como no podía cargar con él ni pedir ayuda a nadie ya que vivía bastante alejada del pueblo, lo dejó sobre las mantas húmedas y empezó a curarlo.

Los dotes por lo que era apreciada y respetada en el pueblo serían lo que seguramente podrían salvar la vida a aquel náufrago. Por suerte para él, había ido a parar a la playa de la única "curandera" de la zona. Así que puso todo su esmero en su arte y tras lavar el cuerpo magullado, unto sus llagas y quemaduras con pomadas, vendó heridas, suturó cortes y vertió con cuidado entre sus agrietados labios algo de alimento en forma de caldo, esperando que su cuerpo reaccionase. Luego lo cubrió con una manta y continuó con sus quehaceres, vigilando, atenta a cualquier cambio.

El cambio se produjo al segundo día. Era media tarde y estaba sentada ante una mesa preparando cataplasmas y remedios que vendía a los habitantes del pequeño pueblo , cuando oyó que el desconocido empezaba a toser, salió de la casa y fue hacia el establo, éste se removía inquieto y deliraba, tocó su frente y vio que tenia fiebre, sin perder tiempo humedeció una pequeña toalla y la puso sobre la frente del náufrago, luego se dirigió de nuevo hacia la vivienda principal y de una de las estanterías repletas de tarros con hierbas, aceites minerales y jarras,cogió unas hierbas y le preparó una infusión que le administró poco a poco con una cucharilla. Al cabo de un rato éste pareció calmarse y sumirse de nuevo en un inquieto sueño.

Era cuestión de tiempo, si superaba la fiebre tenia posibilidades de salvarse. Y eso fue lo que sucedió, cuando por fin abrió los ojos habían pasado 5 días desde que lo encontrara en la playa.

Estaba poniendo paja nueva al caballo cuando le pareció oír un murmullo, tirando la horquilla salió del cercado de su montura y se acercó rápidamente al hombre.

- Agua...- Pidió con un hilo de voz.

Por lo que sin perder tiempo le acercó un vaso que el hombre cogió con avidez derramando casi todo su contenido sobre su pecho desnudo.

- Mas... - Pidió de nuevo.

- Con calma.- Le dijo ella acercándole de nuevo el vaso lleno y ayudándolo a beber mientras le levantaba levemente la cabeza.

El hombre asintió, sus ojos apenas dos ranuras azules que la miraban. El esfuerzo debió de ser monumental pues cayó desmayado al momento.

La fiebre había pasado, respondía al tratamiento, era cuestión de tiempo que se recuperase, solo necesitaba descanso y alimento.

Por la tarde mientras mojaba su frente con agua fresca, el hombre abrió los ojos de nuevo, sus ojos eran de un azul intenso, lo cogió por los hombros para ayudarlo a incorporarse, el hombre estaba muy débil.

- ¿Donde estoy?.- Su voz salió ronca de su garganta

- No hables, tienes la laringe inflamada por la falta de agua.- Le contestó ella y en ese momento fue consciente de que tenía a un perfecto desconocido en su casa, alguien de quien no sabia nada y del que no estaba muy segura querer saber.

- Quien...- Intentó una nueva pregunta.

- Me llamo Elda, estas en una pequeña isla llamada Gunahani, te encontré medio muerto en la playa.

El hombre asintió

- ¿Recuerdas que te pasó? ¿Tu barco naufragó?.- Preguntó Elda, éste asintió y con dificultad volvió a tumbarse en el suelo.-Voy a buscar algo de comida, a ver si tu estomago aguanta el alimento, ¿de acuerdo?

Sin esperar respuesta, salió de la cuadra y fue hacia la casa. Volvió al poco rato con un cuenco con humeante caldo. Ayudó al hombre a incorporarse apoyándolo contra la pared y con una cuchara empezó a darle de comer. Al tragar el liquido caliente, el hombre empezó a toser, por lo que ella dejó el cuenco en el suelo, pero una vez pasado el ataque de tos, le indicó que quería continuar, así que lentamente, el hombre fue tragando cucharada tras cucharada.

- Bueno, creo que por hoy has cumplido.- Le dijo ella satisfecha.

El hombre sonrió cansado, sus ojos empezaban a cerrarse. Elda lo ayudó de nuevo a echarse y se dirigió hacia la puerta para dejarle descansar , antes de salir oyó que éste le decía:

- William, me llamo William, pero todos me llaman Billy.

Elda se giró y asintió, luego cerró la puerta tras de si.

CONTINUARÁ...