Aún podía saborear la amarga sensación en su boca, en medio de ese inmundo pasillo lleno de puertas indiferentes y un terco pensamiento altruista. Ese atisbo de su moral ya pérdida lo obligó a abrir las puertas de su departamento a una completa extraña, siempre la consideró una, a pesar de esas pequeñas pláticas afuera de su pequeña habitación en las que uno que otro secreto salía a la luz, nada de importancia, nada que pudiese ligarlo a su trabajo.
Un acuerdo no hablado; eran meros conocidos, los cuales por razones misteriosas vivían en departamentos contiguos y que durante los dos meses que llevaban siendo vecinos sólo se veían cada mañana por mera casualidad.
Y nada cambiaría.
Se hacía llamar Lily, pero a Lincoln se le antojaba a nombre inventando por el hecho de ser muy simple, de diez u once años, era la hija menor de sus ruidosos vecinos; una niña alegre y ciega ante los problemas de drogas que afrontaba su propia familia. No era sorpresa que sus pensamientos inocentes y alegres la obligaran a deambular sola por el edificio a buscarse formas variadas para entretenerse, ni que apareciera uno que otro día con un ojo morado y un diente flojo tras la última recaída de su padre. Para Lily aquello se debía a simple ira ebria, pero la verdad es que para a su tía ella era un recordatorio constante de sus fracasos amorosos.
El día que llegaron los cobradores hubo un pequeño tiroteo en el departamento de esa pequeña niña. No les hizo mucha gracia descubrir que su polvo había sido rebajado. Fue por pura suerte que la pequeña estuviera afuera haciendo las compras, mientras los matones acribillaban a su familia, Lincoln creyó que la nena saldría bien librada del asunto, regresaría cuando todo hubiera terminado y entonces los de Servicios de Protección Infantil la cuidarían y se encargarían de conseguirle una buena familia, al menos una funcional.
Pero el mundo es cruel y justo cuando el último de los matones salía del departamento, la pequeña Lily regresó cantando y cargando una bolsa de mercado.
Lincoln pudo haberla dejado a su suerte, no era su problema y no tenía por qué serlo, apenas era una conocida cuyo destino le era indiferente.
A pesar de ello intervino; con calma y seguridad apuntó el cañón al desconocido que la había visto y tomó su vida en un abrir y cerrar de ojos, una certera descarga centelleante desde un extremo del pasillo, tomar una vida sólo le tomo un abrir y cerrar de ojos.
El tiempo empleado en preparar el desayuno por la mañana tuvo más impacto para él que tomar la vida de esa persona.
-Lo mataste… Lincoln lo mataste.
Lily, quien estaba muy asustada y acurrucada contra la pared dentro del departamento de Lincoln, esperaba sentirse enferma por ver a su familia muerta y por presenciar a su apuesto vecino cometer un crimen tan grave, esperaba que él sintiera culpa por el crimen y de un momento a otro marcara a la policía para entregarse, pero nada de eso ocurrió.
La niña se sintió contagiada por la tranquilidad de su vecino y una ola de curiosidad la recorrió ¿Qué historia verían los policías en la escena? ¿Trabajarían igual que en las películas? Quizás uno que otro policía menos experimentado pensaría que todo eso fue una pequeña reunión entre un Cartel que salió mal. No sería tan extraño por esa zona y seguro pasaría desapercibido como todos los casos anteriores. Nadie salvo ellos dos sabrían la verdad; nadie relacionaría a una niña pequeña y al nuevo y tranquilo vecino de al lado, con el crimen.
Lincoln, con algo de resentimiento por haber arruinado sus planes de todo el mes siguiente, volteó a ver el rostro absorto y cansado de Lily, era una niña preciosa, cabello rubio brillante y claro recogido en una pequeña coleta, una nariz redonda y pequeña y unos hermosos ojos azules descansaban sobre sus regordetes cachetes, era extraño, su carita le recordaba a alguien, pero no sabía a quién.
Su resentimiento, si es que le quedaba algo de eso, se desvaneció al pensar en el destino que le esperaba a la pequeña de no haber estado él en el lugar y momento correcto, bastaba con que hubiera salido por uno de sus 'trabajos' para haberla perdido para siempre. Un escalofrío recorrió la espalda de Lincoln, igualmente en la de Lily: la muerte del sujeto y de su propia familia no parecían tener peso en los hombros de Lincoln, y vaya que se veía muy bien con ese aire misterioso y serio; pero lo que la aterraba era su falta de remordimiento. "¿Qué tan bajo ha caído, para que esto no le importe?"
Recordó la tarde que Lincoln se mudó al departamento, sólo llevaba dos maletas y una pequeña planta, en ese momento pensó que el resto de las pertenencias llegarían después, una rápida mirada por el recibidor le confirmó que nunca tuvo otras pertenencias pues la sala estaba vacía, salvo los escasos muebles que el casero distribuyó por todo el lugar para poder anunciarlo como "amueblado"; no le fue muy difícil imaginar que las otras habitaciones estuvieran en igualdad de condiciones.
-Lily, lamento lo de tu familia… –Lincoln no pudo terminar pues la niña entre lágrimas lo interrumpió.
-No, no eran mi familia, sólo esa mujer lo era… ¡esa maldita cerda!
-oh… oye no insultes a los cerdos. Generalmente son más agradables que la gente.
-Aun así huelen a mierda.
-¡Eso no es verdad! –Estalló Lincoln-, de hecho, justo ahora tengo uno en mi cocina.
-No, no puedes tener un maldito cerdo en la cocina.
-No te muevas, iré por él –Con destreza casi militar se levantó de un salto y fue rápido hacía la cocina.
-¿Porky? ¿Dónde estás? –Lily oía cajones abrirse y cerrarse y otros sonidos varios que indicaba que Lincoln realmente estaba buscando algo "seguro que se trata de un juego estúpido" pensó la niña.
-Ah, ¡Ahí estas travieso!
De repente por el marco de la puerta se asomó un títere de puerco, Lily se imaginó a su vecino: un tipo poco más alto que el metro con noventa… con un cuerpo magnifico, hombros enormes, torso macizo, piernas y brazos largos y fuertes; jugando inocentemente con un cerdo de felpa, la imagen le arrancó una buena carcajada que pudo disimular al ver que el tipo regresaba de la cocina con dos vasos de jugo de naranja y su títere. Al poder verlo de cerca descubrió que se trataba de un viejo guante para cocina.
–Hola Lily –Lincoln sentía que debía mejorar el ánimo de la pequeña y no desistiría hasta lograrlo-, ¿cómo estas hoy?
–Pues… he estado mejor, supongo -Apenado, soltó al instante su guante.
–Ahora si la fregué -soltó en un susurro.
La niña no le prestó atención al comentario, por su mente rondaba una vieja duda.
–Lincoln, ¿de verdad es ese tu nombre?
–Ya sé que realmente es un apellido, pero si, es mi nombre, me lo pusieron mis padres antes de abandonarme en un orfanato.
–Es un nombre hermoso
La mirada intensa que de pronto le dirigía la niña lo puso nervioso, esa cara de interés era una constante en su vida, no importa que tan discreto fuera en los lugares en los que se mudaba, siempre llamaba la atención de una forma u otra, incluso había llegado al extremo de dejar pasar algunos días sin bañarse, algo que siempre le desagradó; para alejar a la gente. Estaba tan inmerso en sus pensamientos que termino por ahogarse con su jugo.
La niña soltó una risita tímida; después de todo si logró distraer a la pequeña, el pensamiento lo hizo sentir satisfecho, ahora sólo quedaba un asunto por resolver.
–Niña, ¿Tienes un lugar al que ir? ¿Algún pariente que ande por ahí?
–Sí, algunas de mis hermanas viven en Michigan.
El rostro de Lincoln se iluminó con una sonrisa, quizá sólo necesitaría entregar a la niña a los policías cuando ellos llegaran a realizar el peritaje, ellos se la llevarían y en cuestión de horas estaría reunida con su familia; esa noticia necesitaba festejarse con un vaso de jugo bien frio. Sin pensar se dirigió a la cocina.
Claro que aún tendría que inventar una mentira del por qué tenía un arma cargada para que Lily no se asustara, además de tener que ensayar una historia juntos acerca de cómo la pequeña se había salvado milagrosamente sin ser necesaria la intervención armada de Lincoln, pero esos eran detalles menores, pudo haber sido mucho peor, estaba la posibilidad de que la niña tuviera a nadie que la quisiera y terminaría quedándose bajo su cuidado ¿entonces qué, tendría que enseñarle a la pequeña los gajes se su 'oficio' a cambio de su silencio o que le enseñara a hacer algo tan básico como leer? Ni en las malas películas se atrevían a tanto.
Aprovechando el pequeño momento de paz, Lincoln había tomado un pequeño descanso en la cocina, tener a alguien en su departamento siempre lo ponía nervioso, no podía imaginarse a él mismo compartiendo una casa con más personas. De un trago apuró su vaso de jugo, como siempre el dulce sabor lo relajó. Sabía a inocencia. Al terminar el segundo vaso tomó el cartón y sin pena bebió directamente de él justo como lo hacía tras conseguir este trabajo por primera vez
-Oh ¡CARAJO!
El tetra pak estuvo a punto de caérsele a causa del grito proveniente de la sala. Se giró con miedo pues su plan recién ideado se caía a pedazos.
–Por favor, no toques eso -Con un manotazo cerró la maleta en las narices de Lily. La pequeña no se fijó en el rostro serio de Lincoln pues sujetaba entre sus manos un revolver niquelado de seis disparos.
–Verás pequeña, me apasiona mucho el tiro deportivo y…
La joven mente de Lily fue rápida al atar los cabos, la casa lista para mudarse lejos, el casi anonimato entre los vecinos, sin mencionar esa mirada fría y segura con la que la salvó, sin duda era un tema que sería mejor tocar con mucha delicadeza.
–¡ERES UN SICARIO! -gritó la pequeña señalándolo con el dedo índice-. ¡Oh por dios, que genial!
Ciertamente la reacción se la imaginó diferente "¿Qué te enseñaron en la escuela?" pensó Lincoln.
–Nena escucha, por nada en el mundo puedes decírselo a nadie, prefiero que me digan "limpiador" ¿de acuerdo?
–Y dime ¿Ya haz "limpiado a alguien? ¿"Limpiarías" a cualquiera?
–Pues sí, ya tengo practica en mi trabajo y no, no me meto con niños ni con mujeres.
–¿Cuánto cobras para hacer tu trabajo?
–Generalmente son seis mil por cabeza, pero hay excepciones, algunos valen mucho más… escucha, hablar así de mi trabajo me incomoda -con cuidado de no asustarla se sentó del otro lado de la pequeña mesa y tomó las manos de la niña entre las suyas-. Además tenemos otros temas más importantes que discutir en este momento.
-o-
Habían ensayado la historia varias veces, esperando que la policía tocara a su puerta en cualquier momento, por recomendación de Lincoln salieron un par de veces junto con otros vecinos a ver la escena del crimen para no verse sospechosos, en una de esas incursiones la pequeña fue capaz de colarse dentro de su antigua casa y sacar una pequeña maleta llena de ropa y un conejo de peluche, Lily le explicó que era para la buena suerte.
Cuando el cielo empezó a oscurecer se hizo claro que nadie se presentaría ese día "Quizá están muy ocupados como para enviar a alguien a investigar" pensó Lincoln, cuya ansiedad empezaba a dominarlo ¿y si los detectives no se creían la historia que habían preparado? Su situación sería crítica si basados en el caso de la niña, decidieran indagar un poco más en sus antecedentes y descubrieran que él… no, lo mejor era zanjar todos sus problemas de golpe. Su mente paranoica sólo vio una salida.
–Bueno pequeña, parece que nadie vendrá hoy ¿Por qué no duermes en mi cama por esta noche?
Emocionada por pensar que ambos compartirían cama se dirigió corriendo al dormitorio, donde se puso su pijama y se recostó con la cara encendida. El cansancio no tardo en vencerla.
En la otra habitación Lincoln se había quedado quieto como sólo él sabía, todo su cuerpo tensado mientras fingía descansar en una silla, cuando creyó que la niña por fin se había dormido, tomó con su guante de cocina uno de sus revólveres, por coincidencia era el mismo que había tomado Lily, revisó y vació el tambor, sólo necesitaría un tiro.
Sabía que no había silenciador que fuera compatible con un revolver, por lo que no se molestó, tan pronto como alguno de los vecinos descubriera el cadáver él estaría en otro Estado, el departamento lo pagaba en efectivo y dio un nombre falso al registrarse, nada lo ataba, ya había hecho esta acción muchas veces antes, no podía arrepentirse ahora.
–Gracias por salvarme Linc, sé que le caerás bien a mis hermanas -la niña habló medio dormida, sin abrir los ojos-. Te prometo no decirle nada de tu trabajo a nadie.
Abrió los ojos por un instante, Lincoln alcanzó a esconder detrás de su espalda el arma, Lily sólo vio a su salvador acomodando en su cuello, justo al lado del conejo de felpa, su guante con forma de cerdo, olía a canela y manzana. Arrullada por el agradable olor volvió a dormirse.
Sintiéndose horrible Lincoln le dio un beso en la frente. Todo lo que tenía que hacer era mentir un poco y la niña estaría a salvo. En el peor de los casos donde descubrieran quien era él, quizá le dieran una condena reducida, acompañada por el agradecimiento de su familia y tendría la consciencia y manos limpias… parcialmente.
–Descansa linda -susurró al volver a su silla a tratar de dormir.
A la mañana siguiente, Lily despertó abrazando su conejo y un guante de cocina, el sonido de agua cayendo le dejó claro que Lincoln se estaba bañando. Lanzó una rápida mirada por la alcoba para comprobar que nadie la veía. Se puso de pie y con cuidado buscó en el pequeño closet, tomó una de las dos camisas que había ahí colgadas y discretamente hundió su nariz en el cuello de la misma, un gesto ridículo que rogaba por no ser descubierto. "Tal vez pueda vivir así con él… juntos… como una pareja" dejó la prenda en la cama mientras repetía ese pensamiento como un mantra.
Mientras tejía otra fantasía no tan inocente como la primera, fue hacía la cocina y hurgó en la alacena, no tenía experiencia cocinando y en el departamento sólo había una estufa eléctrica pero se propuso hacer algo decente para él, al menos algo de café. "A los adultos les gusta el café que preparan sus esposas".
Sacudiendo la cabeza para deshacerse de sus ensoñaciones abrió el minúsculo refrigerador, una mirada bastó para saber todo lo que ahí había: algunos huevos, una lata de frijoles a medio comer, dos litros de jugo de naranja y un solitario sándwich. La boca se le hizo agua, sin preguntar le dio una mordida.
-¡QUE ASCO! –El grito resonó por todo el lugar-. ¿¡Esto es mantequilla de maní y… chucrut!?
Se alejó del refrigerador hacía el fregadero donde escupió el bocado, buscando aire fresco abrió una ventana.
–Sólo le di una mordida… es… ¡ES ASQUEROSO!
Lincoln apareció por la puerta solo vistiendo pantalones, el gritó lo apresuró a salir del baño, en la mano llevaba la camisa que Lily había tomado. La niña se quedó embobada al ver por primera vez esos abdominales con los que había soñado hace tanto: ni un solo gramo de grasa, los músculos estaban en el límite exacto de lo deseable. Al sentir la mirada de la pequeña, Lincoln se apresuró a cubrirse el torso.
–¡Oye! Sé que no es un platillo común, pero me gusta, en realidad me gusta.
–¡Es lo más repugnante que he probado! -rio Lily, fallando miserablemente en disimular sus mejillas rojas.
Lincoln fingió estar ofendido, se acabó el emparedado de 3 mordidas y con la boca llena dijo –Y yo que te iba a ceder esta exquisitez –al ver a Lily lista para vomitar se rio de buena gana.
Al terminar la sesión de carcajadas ambos quedaron en silencio, mirándose fijamente
–Así se debe iniciar el día –murmuró Lincoln pasando junto a la pequeña y sacando un empaque de jugo del refrigerador. Antes que pudiera servirse un vaso la niña se lo arrebató y empujándolo lo hizo sentarse a la mesa. Entonces Lily empezó a caminar de un lado a otro, preparando el desayuno para ambos, tuvo que conceder el mérito a la pequeña, fue un buen intento, aunque los huevos estaban quemados por fuera y crudos y fríos por dentro y el café... bueno, ese estaba excelente, lástima que nunca le terminó de gustar. La niña sólo desayunó un par de tostadas medio quemadas. Al terminar de comer, Lily caminó hasta quedar enfrente de él, parándose de puntitas le dio un abrazo, casi colgándose de su cuello.
–Gracias por todo Lincoln –dijo-. Ya no te molestaré más.
–Escucha niña, será mejor que te bañes ahora, debes estar presentable cuando vengan a recogerte –sintió el pequeño cuerpo tensarse cuando dijo lo último-, pero cuando termines podemos jugar un poco más, cuando acabes.
La pequeña asintió y se separó de él, dirigiéndose al baño. Con una rapidez que reflejaba la extensa práctica empacó todas sus pertenencias en sus dos maletas; las colocó al lado de la puerta junto a su planta. Lincoln vio el departamento, de repente en silencio, el silencio le desagradó por primera vez. Sacudió la cabeza violentamente, no debía acostumbrarse, al fin y al cabo no la volvería a ver, y esa idea le dolía.
Un fuerte golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos, sin mucho ánimo abrió.
– ¿Es el señor 'Jefferson Gutierritos'?
–... Si...
–Somos los detectives Eliot Stabler y Santiago de la comisaría de distrito ¿Sabe algo acerca del ataque de ayer? –lo encaró de forma desafiante una mujer joven, de rostro agradable, su piel tenía el color del pan perfectamente tostado.
