Marinette se encontraba sola atendiendo la panadería perteneciente a su familia.
Era un día Domingo, y aparentemente no había muchas personas en París. Por lo que tenía el lugar para ella sola.
Podría aprovechar el tiempo haciendo tareas, pero no tenía ninguna pendiente. También podría diseñar algo, pero había dejado su cuaderno de bocetos arriba. Y no quería subir para buscarlo.
—Quizás podrías cocinar algo —le aconsejó Tikki.
—No veo sentido, no hay mucho movimiento en las calles hoy —respondió Marinette —. ¿Crees que debamos vigilar las calles? Ya sabes, patrullar siendo Ladybug.
—Creo que mereces descansar.
Marinette se quedó detrás del mostrador pensando. Alya tenía que cuidar a sus hermanitas hoy. Nino tenía un evento como DJ y de Adrien no sabía nada.
Sin tener alguna otra idea, comenzó a cantar. Estaba muy concentrada en ello, ya que le gustaba y al mismo tiempo le resultaba realmente relajante.
—Vaya, sí que tienes una linda voz.
Se sobresalto al escuchar una voz proveniente de la nada. Terminó en el suelo, aunque de un salto se levantó y vio a un joven de cabello celeste.
—Lo siento, no quise asustarte —él se disculpó rápidamente.
—No es nada. Solo estaba concentrada, lo siento. Se supone que debería estar atendiendo la panaderia, pero como te darás cuenta... ¡no hay nadie! —se golpeó en la frente al darse cuenta de su error —, mejor dicho: no había nadie. Ahora estás tú. Y bueno, también yo. Pero como soy la dueña... creo que no cuento. ¡Oh, no! Los dueños son mis padres y...
Las risas del joven hicieron que ella se detuviera. Se sonrojo un poco. Siempre que se ponía nerviosa hablaba excesivamente, como en ese momento.
—La verdad es que estaba buscando la panaderia Dupain-Cheng y me sorprende que todos los Parisinos conozcan éste lugar —dijo él chico sonriente —. Es muy linda, muy llamativa.
Marinette se sintió un poco menos torpe. Aunque al observar atentamente al muchacho se dio cuenta de que no lo conocía. Eso era raro, normalmente ella conocía a la mayoría de los Parisinos, ya que la panadería era una de las mejores de todo París.
Él observaba todo. Cada dulce se veía más delicioso que el anterior, cada pan tenía un aspecto muy lindo y todo estaba tan ordenado. Era un lugar muy bonito, con razón era tan conocido.
—Nunca antes te había visto por aquí, y normalmente conozco a la mayoría de los Parisinos.
—Sucede que nací aquí, pero cuando era pequeño me fui a vivir a Italia. Desde que cumplí los dieciocho años he estado recorriendo algunos lugares del mundo —respondió él.
—Eso explica porque no te conocía —Marinette sonrió. Él chico sonaba como alguien realmente interesante —. Como eres nuevo aquí, te daré una demostración del pastel más rico de París. Justamente hoy en la tarde preparé uno de manjar. Es para la familia, pero no se enojaran porque comamos un poco.
—No quiero causar molestias.
—Para nada.
Marinette se dirigió a la cocina del restaurante, estando a solas Tikki salió de su bolso.
—Te dije que mereces relajarte —la felicitó —. Es bueno que hagas nuevos amigos.
Marinette sacó algunas galletas y se las entregó a Tikki. Dejándolas sobre la mesa. Ella se sentó y comenzó a comer poco a poco.
—Si quieres puedes quedarte aquí y después subir a mi habitación a dormir un rato, si sucede algún problema te iré a buscar. Los kwamis también merecen descansar —la azabache acarició la cabeza de su amiga, la cual solo rió.
Cortó dos pedazos de pastel, y aparte de eso llevó un té. Todo en una bandeja.
Apenas salió de la cocina, él chico la ayudó y ambos se sentaron en una mesa.
—No era necesario que hicieras todo esto.
—¿Es broma? La verdad es que me gustaría escuchar un poco sobre tus viajes por el mundo.
Él chico sonrió, normalmente nadie le preguntaba sobre sus experiencias. Hablar de ello le encantaba.
—El primer lugar al cual viajé fue a Italia, de pequeño. Me fui junto a mi abuela. Ella me ayudó con mi pasión, la música. He estado tomando clases desde muy niño. Gracias a eso, ahora he podido viajar —comentó —. No es que sea conocido. Pero creo que la música es algo que puede abrir muchas oportunidades, o ayudarte a conocer nuevas amistades. Ya que si hay algo que todos tenemos en común es eso: la música.
—Eres muy profundo.
—Supongo que es parte de mi esencia. Gracias —él tomó un poco de su té —. Durante un tiempo visité Suiza. La verdad es que algún día quisiera poder llegar a Estados Unidos con mi música.
—Estoy segura de que podrás hacerlo.
Él río un poco.
—No me conoces y ya me estas adulando, vaya, muchas gracias.
—Solo lo hago porque se nota que eres un chico que persigue sus sueños, eso es importante. Si sigues siendo tan constante, algún día lo lograrás.
—Tú sí que eres toda una melodía. Te imaginó con altos y bajos, y un poco de graves. Melodías que cambian cada vez más —con sus manos tocó un tipo de melodía que variaba a cada secuencia. Ella solo observó en silencio —. Analizó a las personas en pase a la música.
—Y yo en base a los ojos —Marinette lo observó fijamente, se centró en su iris celestina. Entonces, sonrió —. Veo unos ojos que buscan algo, brillan en búsqueda de algo especial. Pero al mismo tiempo, tienen una mancha, algo que los frena.
Él aplaudió y la aduló.
—Dijiste que antes vivías aquí en Francia. ¿Por eso volviste? ¿vienes a ver a tus familiares?
—No. Vine porque reuní suficiente dinero como para realizar un viaje, y porque quería volver a mis raíces. Dicen que el mejor lugar para crear, es volver a tus orígenes.
Cuando probó el pastel, la felicitó por lo delicioso que era. Esa tierna chica realmente tenía mucho talento.
—¿Recuerdas algún lugar en específico?
—No. Era muy pequeño cuando vivía aquí. Aunque... muchas personas me dijeron que hay lugares inimaginables. Hermosos, majestuosos y mágicos. Que aquí podré encontrar mucha inspiración.
—Y con la guía correcta lo harás —ella extendió su mano, él la tomó con confusión y diversión —. Hola, soy Marinette y seré tu guía turística mientras te encuentres en París. He vivido durante catorce años en Francia y conozco muchos lugares lindos, otros emblemáticos y algunos aburridos.
Él rió, pero de todas formas estrechó la mano de Marinette.
—Yo soy Luka. Tengo diecinueve años, y estoy dispuesto a conocer París junto a ti, Marinette.
De ese modo ambos sellaron el trato. Y continuaron comiendo pastel, estaban felices y no podían dejar de sonreír.
Marinette le pidió su número de celular. Pero Luka no tenía uno, como viajaba tanto, tenía que cambiar constantemente de celular. Solo le dijo dónde se estaba hospedando.
—Es algo tarde, creo que debería irme.
—¿Volverás mañana para comenzar con el recorrido?
—Claro. Vendré a la hora que tú me digas.
—Después de las cuatro estaría bien, porque mañana tengo clases.
—Es una promesa —Luka guiño el ojo y se fue. Marinette solo lo observó sonriente.
Después de todo, aquél no fue un Domingo aburrido como ella pensaba.
