Disclaimer: Los personajes de Percy Jackson y los dioses del Olimpo® no son míos, son propiedad e Rick Riordan, así como los lugares y situaciones que en ellos ocurren. La canción Hijo de la Luna, es propiedad de Mecano®.

Prólogo

Tonto el que no entienda.

cuenta una leyenda

que una hembra gitana

conjuró a la luna

hasta el amanecer.

llorando pedía

al llegar el día

desposar un calé.

"tendrás a tu hombre,

piel morena,"

desde el cielo

habló la luna llena.

"pero a cambio quiero

el hijo primero

que le engendres a él.

que quien su hijo inmola

para no estar sola

poco le iba a querer."

Luna quieres ser madre

y no encuentras querer

que te haga mujer.

dime, luna de plata,

qué pretendes hacer

con un niño de piel.

a-ha-ha, a-ha-ha,

hijo de la luna.

de padre canela

nació un niño

blanco como el lomo

de un armiño,

con los ojos grises

en vez de aceituna -

niño albino de luna.

"¡maldita su estampa!

este hijo es de un payo

y yo no me lo callo."

Luna quieres ser madre

y no encuentras querer

que te haga mujer.

dime, luna de plata,

qué pretendes hacer

con un niño de piel.

a-ha-ha, a-ha-ha,

hijo de la luna.

Gitano al creerse deshonrado,

se fue a su mujer,

cuchillo en mano.

"¿de quién es el hijo?

me has engañado fijo."

y de muerte la hirió.

luego se hizo al monte

con el niño en brazos

y allí le abandonó.

Luna quieres ser madre

y no encuentras querer

que te haga mujer.

dime, luna de plata,

qué pretendes hacer

con un niño de piel.

a-ha-ha, a-ha-ha,

hijo de la luna.

Y en las noches

que haya luna llena

será porque el niño

esté de buenas.

y si el niño llora

menguará la luna

para hacerle una cuna.

y si el niño llora

menguará la luna

para hacerle una cuna.

En algún lugar de Georgia, ese bonito estado pintoresco y boscoso de Estados Unidos, vivía una mujer llamada Rebecca, aunque todo el mundo solía llamarla Becky. Se desconocía la procedencia de esta mujer, ya que había llegado a Abbeville sola, sin trabajo y sin estudios, aunque nadie podía ignorar su belleza: tez clara como de porcelana, ojos azules y vidriosos, cabellos de oro pálido. Algunos decían que venía de Alaska, debido a la blancura de su piel. Otros, que era una bruja que poseía encantamientos para ser bella y joven, aunque nadie lo creía.

A los pocos meses de su llegada a Abbeville, se casó con Oliver Barfield y se mudaron a una casita desvencijada y vieja a las afueras del pueblo, para huir de la gente que conspiraba contra su matrimonio. Lo que Becky más deseaba en el mundo era tener una hija, hecho que no se pudo cumplir, ya que los doctores aseguraban que ella no podía tener hijos. Así, trataron por muchos años que Becky concibiera, aunque sin resultados.

Ya era un poco mayor cuando su esposo Oliver, que era profesor de mitología clásica en la escuela del pueblo, le propuso una idea descabellada. Oliver era creyente de los mitos griegos, de esos de Poseidón y Zeus, y el inframundo. Así que sugirió a su mujer que oraran a alguno de los dioses griegos para ver si les cumplían su más ansiado deseo. Para Becky no supuso ninguna emoción, ella no creía que ningún dios ni diosa de cualquier mitología antigua les contestara, así que hizo lo que su marido le había propuesto.

En una clara noche de luna llena.