Vacío, oscuridad, sangre. Los tres elementos de los cuales siempre buscó
escapar esta vez estaban presentes. La brisa que rozaba sus cabellos y
hacía que cubrieran sus ojos se llevaba inmisericordemente las últimas
exhalaciones de los hombres, mujeres y niños que estaban en el piso regados
y amontonados sin orden alguno y ocupando más espacio del que había. Era
como una alfombra de muerte y desesperación.
Ojos violetas llenos de terror observaban el panorama. La mano de aquella persona aún cargaba una katana y la otra todavía sostenía su funda. La posición era una de ataque. El Amakakeru Ryu no Hirameki había sido usado una vez más pero esta vez no sirvió para defender a nadie, todo lo contrario, sino que para asesinar. Sí, aquella palabra a la cual le rehuía siempre estaba presente ahora en él, teniendo como símbolo toda aquella sangre regada en el piso y encima de él mismo. El hedor que desprendían los cuerpos inertes empezaba a sofocarlo y a provocarle ganas de vomitar. Todo era un mar de cuerpos ensangrentados. Pequeños que murieron al mismo tiempo que sus madres al haber sido escindidos por el mismo corte certero, cruel y terriblemente siniestro. Hombres jóvenes, otros maduros y también seniles. Todos muertos por su espada, por sus manos.
La única figura viviente daba vueltas encontrando el mismo paisaje por todos lados. Todo estaba plagado de muerte y sangre casi coagulándose. El cielo estaba más negro de lo habitual y el horizonte no era más que muerte y más muerte. En esta ocasión no podía rehuir a su destino. Era un asesino. Había matado sin piedad a mujeres y niños que un segundo antes de ser ajusticiados gimieron y suplicaron por sus vidas. Madres que rogaban por lo más sagrado que él pudiera tener en la vida para que sus hijos no fueran asesinados. Ellas dispuestas a morir a cambio de la vida de sus pequeños. Una sonrisa malévola y asesina cubrió su rostro al oír las plegarias. Ya casi eran letanías, todas repetían lo mismo antes de morir. Nunca podría olvidar aquella satisfacción indescriptible al deslizar su espada lentamente por sus cuerpos, en un intento para que el dolor de la agonía durara más. Una risa macabra y unos ojos dorados, que hoy brillaban más que nunca, se hacían visibles en un rincón de aquel lugar.
El hombre de ojos violetas no podía soportar aquella vista. ¿ Realmente élhabía hecho esto? Su mente no le daba respuestas coherentes, solo podía gritar con toda la fuerza que tenía: ¡No más sangre por favor!- Esto era lo que pedía mientras se agarraba la cabeza con las manos y jalaba su cabello en un intento de evadir la realidad. Cambiar un dolor físico por uno espiritual nunca fue una buena opción. ¿ Por qué haces eso?- preguntó suavemente a la figura que ahora caminaba hacia donde él estaba. El sonido era suficiente para darse cuenta de que estaba llorando. ¿ Por qué haces eso?- repitió sin poder oír respuesta por unos instantes hasta que la figura que siempre había estado ahí, escondido dentro de él, respondiera:
Es hora de tu castigo divino- Se pudo oír aquella voz que solo pertenecía a la de un Hitokiri. Un escalofrío recorrió el cuerpo del receptor del mensaje. Esto era lo que se sentía saber que se está indefenso y a la merced de la muerte encarnada.
Ambos eran idénticos. Tenían el pelo color rojo y tenían la misma cicatriz en la mejilla izquierda. Solo los ojos y la indumentaria los diferenciaban. El último en hablar tenía los ojos color ambar y la mirada más penetrante que había existido jamás. Aquella mirada deseosa de sangre y muerte. El otro tenía los ojos violetas llenos aflicción y tortura, y estaba vestido con un desgastado gi color magenta y una hakama blanca. Mientras que el primer descrito usaba un gi de color azul y una halama gris. Su cabello recogido en una cola muy alta y la del otro hombre era una baja.
¿ Quién diablos eres ? - preguntó el hombre de ojos violetas, manteniéndose en pie y mirando directamente a su acompañante. Ya sabía la respuesta pero aún tenía la esperanza de haber errado.
¿Acaso no lo sabes Shinta?- preguntó con sarcasmo en su voz el de mirada amenazante- ¿ o prefieres que te llame Kenshin? o ¿cómo es que te llamas ahora?
Tú... - contestó casi murmurando e impedido de decir otra palabra por la interrupción del otro hombre.
Ahora ya lo sabes... sí soy tú mismo... sí... ¿ Cómo es que nos llamaban en el Bakumatsu? ¿ Battousai quizá? Exacto. Somos él...- dijo esta vez dando vueltas alrededor del otro hombre. Sus ojos lo examinaban de palmo a palmo. Ávido de encontrar algo que provocara su burla. No tenía que buscar mucho.
Yo ya no soy aquel....- no pudo terminar. La misma risa macabra de cuando se burlaba de sus víctimas salió a flote...
¿ Ahora me vas a decir que ya no eres él? O quizá deba decir ¿ Quién te dijo que dejaste de ser yo?¿Quién te hizo creer eso?... ¿ Quizá aquella estúpida perra a la cual defiendes con mi vida?... Déjame decirte que debes ordenar tus prioridades... quizá eso esté bien para ti, pero para mí es distinto...
Kaoru no es eso que dices y no permitiré que...
¿ Qué vas a hacer Battousai? ¿ Vas a usar de nuevo el Amakakeru Ryu no Hirameki por ella? ¿ Vas a matarte a ti mismo por ella? ¿ o quizá asesinaras nuevamente como momentos atrás?
Yo no...
Oh claro que sí... ¡ admítelo! Te divertiste al pasar tu espada por sus cuellos, por su pecho... comprendiste lo que realmente quieres en esta vida...
¡No!-gritó tapándose las orejas con sus manos...
¡Sí! ¡Recordaste el placer de matar a alguien!
¡Yo nunca obtuve placer con eso! ¡ Yo lo hacía por un ideal!
¿ Por la paz? ¡Mentira! Esa era la mascarada para hacer lo que más te gustaba... matar, oír súplicas, sentirte todopoderoso...
¡ No es así!
Así no evitarás la verdad... ¡no te mientas! Tú eres esto... - dijo señalando alrededor- tú eres y fuiste sinónimo de muerte... - Kenshin movía espasmódicamente su cabeza- ¿ a no? - preguntó esbozando una sonrisa- no me hagas reír... un Hitokiri es un Hitokiri hasta el final... y tú, por más que quieras ocultarlo sabes que es cierto... ¿ por qué negar lo inminente?... si no puedes cambiar lo que hiciste, diviértete con ello... siente el placer de ser el terror de la gente... el placer de tener el poder de dominar a través del miedo...
No es así... tú no eres parte de mí... - gritó el hombre de ojos violetas
¿ Debo recordarte cuántas veces salí a la luz merced a tu debilidad ante las situaciones? Sí yo soy aquel que maneja lo más difícil... no tienes porque evadirme... somos uno... soy tu verdadera esencia... soy tu verdadero yo...
¡No!
Pues bien... parece que no quieres hacer las cosas de manera racional... parece que la estúpida de tu mujer - ¿o he de decir nuestra?- ha calado en ti profundamente... ¿ la amas verdad? ¿ al igual que a la otra perra que asesinaste?
To...moe...- repitió Kenshin sintiendo que el recuerdo de su muerte lo destrozaba una vez más.
¿Sientes su sangre en tus manos? ¿ Sientes cómo la calidez de su cuerpo se extingue como una fogata sin leña?
To... moe...
Pero aquella perra fue más audaz que yo- dijo mirando al piso y empuñando sus manos- lo reconozco... con su muerte no me dio placer a mí sino que hizo de ti otro... un hombre nuevo casi imposible de franquear... y luego tuvo que parecer aquella otra ramera que hizo todo aún más difícil... ¿ La amas, verdad? haber cuándo me das la oportunidad de saber cuán realmente buena es - dijo él relamiéndose los labios - debe serlo para que dejes de llorar como el cobarde que eres y quieras defenderla de ti mismo...
¡Yo no soy tú!- dijo Kenshin con una mirada desafiante y acercándose al hombre que seguía con su perorata...
¡Tranquilo! ¿ Te molesta que la llame ramera? Oh.. disculpa mi estupidez... ¿cómo he de llamarla? ¿ arrastrada quizá?- el otro hombre escuchaba con asco aquellas palabras. Pero no se movía. No podía perder los estribos, eso era lo que el otro quería- Ja! pero ¿ te amaría ella si es que viera lo que hiciste? Mira nada más a tu alrededor. Mira la sangre y la muerte que has causado... pero no te preocupes, no hay necesidad de que vivas el rechazo de aquella perra...
Deja de referirte a ella así... ella no es...
¿ No tienes curiosidad de saber cuál será tu castigo divino?... - el hombre de gi color magenta no respondió - Muy bien, aún así te lo diré... pero presta atención...
De la nada todo el lugar en el que estaban antes se volvió la calle que daba al dojo Kamiya. Los cuerpos estaban regados de la misma forma pero esta vez en pleno camino. La oscuridad de la noche cubría los alrededores excepto la puerta del dojo que estaba totalmente iluminada. El hombre de gi color azul abrió la puerta del dojo y sacó violentamente a una mujer causando que esta cayera sobre los muertos, tiñéndose en sangre. Aquella mujer tenía los ojos azules, que tan característicos le eran, llenos de horror. Subió ligeramente la cabeza y vio directamente a los ojos al hombre de gi magenta. Al parecer no se había dado cuenta del otro hombre.
¿ Kenshin qué es esto? - preguntó mientras lloraba a cántaros...
Kaoru-dono seesha...
¿Tú lo hiciste? ¿ Tú causaste estás muertes? Oh Kenshin... ¿Cómo pudiste?
Kaoru-dono seesha no...
Es hora de tu castigo divino...
¿A qué te refieres?- preguntó Kenshin temiendo lo peor...
¿ acaso no lo adivinas? Pues ella morirá ante tus ojos y no solo eso...
No ella no puede...
Ja! ¡Otra vez protegiéndola! Esta vez será inútil... tú debes morir para que no interfieras en mis planes y por fin volvamos a ser uno, pero para que tú desaparezcas por completo ella debe hacerlo primero... el estúpido rurouni no puede vivir sin ella ¿verdad?... no puede... - su mirada cambió hacia Kaoru- Creo que tendré que agradecerte antes por el favor - dijo acercándose a ella con ojos llenos de lujuria...
¡No te le acerques!- gritó Kenshin...
¡¿ qué vas a hacer?!- gritó Battousai - no puedes evitarlo... no puedes moverte...
Era verdad. Kenshin no podía moverse. Trató en vano muchas veces de soltarse de sus cadenas invisibles pero su desesperación crecía al no poder hacerlo y al observar cómo Kaoru ponía resistencia frente al acoso de Battousai. Pero no pudo detener lo inminente. Frente a sus ojos vio cómo este hacía suya a la fuerza a la joven de cabellos negros. Lágrimas corrían por sus ojos. Kaoru solo repetía
Kenshin ¿ por qué me haces esto?
¡¡¡¡¡¡ Kaoru !!!!!!!
La culpabilidad comenzó a corroerlo cada vez que la escuchaba repetir lo mismo. Es mi culpa... Es mi culpa...yo le hice esto... yo le hice esto- era lo único que podía pensar.
Battousai la dejó en el suelo después de saciarse y con una sonrisa en el rostro le dijo a Kenshin...
¿ Con que no la habías tocado nunca verdad? ¡¡¡Qué desperdicio!!!... la mujer de verdad vale una vida...aunque siempre es bueno saber que eres el primero... ¡pobre! Le debe haber dolido mucho ¿ no crees? ... pero ahora... ¿ cómo quedará ella?- preguntó fingiendo un gesto de pena- ¿ Cómo pudiste hacerle eso Kenshin? - Kenshin no respondía, seguía inmerso en su mar de auto-culpabilidad.
Ahora que ya pude agradecerle; es el momento en que venga el real castigo para ti... no te preocupes no la voy a matar... ¿cómo crees?- preguntó levantando la cabeza de Kenshin jalando de sus cabellos - si ese es tu deber...
Los ojos de Kenshin se abrieron con pánico. Sin poder evitarlo su cuerpo se movía contra su voluntad. Su brazo izquierdo se dirigía directo a su katana que estaba ubicado en el lado derecho. La sacó y caminó lentamente hacia donde yacía una Kaoru desnuda que lo miraba con miedo y repetía la misma letanía casi como una grabación: por qué me hiciste esto... por qué lo hiciste... Kenshin yo te amaba y tú lo has destruido... Más lágrimas corrían por su rostro mientas veía cómo su propia mano la levantó del piso bruscamente y la colocó frente a él. Sin merced le clavó una y otra vez la espada. Él ya no soportaba más esto... no podía... era imposible... quería morir y la risa de aquel mounstro ocupaba sus oídos y en su mente estaba la imagen de una Kaoru que asesinada por sus propias manos. Sus ojos no tenían más el brillo de siempre ni el azul oscuro que tanto amaba él. Ahora eran grises y sombríos. Ella estaba muerta pero el seguía incrustándole la katana.
No quería esto... no ya no más... no podía soportarlo... Kaoru asesinada por sus propias manos... Él había destruido lo único bueno que tenía su vida y con eso se había destruido él mismo. Para siempre.
.....
El duelo entre conciencia y realidad había comenzado y esta vez Kenshin Himura no ganaría fácilmente.
.....
Continuará....
Notas de una Shiomei cada vez más loca y estresada:
Hola Minna-san! Esta idea vino a mí de la nada. Ahora me he vuelto sanguinaria!!! Que será la próximo que haga!!! Me doy miedo a mí misma!!!
Espero sus reviews y sus sugerencias.
Ya saben que:
¡¡¡MÁS REVIEWS equivalen a ACTUALIZACIONES MÁS RÁPIDAS!!!
Ja ne!
Shiomei
Ojos violetas llenos de terror observaban el panorama. La mano de aquella persona aún cargaba una katana y la otra todavía sostenía su funda. La posición era una de ataque. El Amakakeru Ryu no Hirameki había sido usado una vez más pero esta vez no sirvió para defender a nadie, todo lo contrario, sino que para asesinar. Sí, aquella palabra a la cual le rehuía siempre estaba presente ahora en él, teniendo como símbolo toda aquella sangre regada en el piso y encima de él mismo. El hedor que desprendían los cuerpos inertes empezaba a sofocarlo y a provocarle ganas de vomitar. Todo era un mar de cuerpos ensangrentados. Pequeños que murieron al mismo tiempo que sus madres al haber sido escindidos por el mismo corte certero, cruel y terriblemente siniestro. Hombres jóvenes, otros maduros y también seniles. Todos muertos por su espada, por sus manos.
La única figura viviente daba vueltas encontrando el mismo paisaje por todos lados. Todo estaba plagado de muerte y sangre casi coagulándose. El cielo estaba más negro de lo habitual y el horizonte no era más que muerte y más muerte. En esta ocasión no podía rehuir a su destino. Era un asesino. Había matado sin piedad a mujeres y niños que un segundo antes de ser ajusticiados gimieron y suplicaron por sus vidas. Madres que rogaban por lo más sagrado que él pudiera tener en la vida para que sus hijos no fueran asesinados. Ellas dispuestas a morir a cambio de la vida de sus pequeños. Una sonrisa malévola y asesina cubrió su rostro al oír las plegarias. Ya casi eran letanías, todas repetían lo mismo antes de morir. Nunca podría olvidar aquella satisfacción indescriptible al deslizar su espada lentamente por sus cuerpos, en un intento para que el dolor de la agonía durara más. Una risa macabra y unos ojos dorados, que hoy brillaban más que nunca, se hacían visibles en un rincón de aquel lugar.
El hombre de ojos violetas no podía soportar aquella vista. ¿ Realmente élhabía hecho esto? Su mente no le daba respuestas coherentes, solo podía gritar con toda la fuerza que tenía: ¡No más sangre por favor!- Esto era lo que pedía mientras se agarraba la cabeza con las manos y jalaba su cabello en un intento de evadir la realidad. Cambiar un dolor físico por uno espiritual nunca fue una buena opción. ¿ Por qué haces eso?- preguntó suavemente a la figura que ahora caminaba hacia donde él estaba. El sonido era suficiente para darse cuenta de que estaba llorando. ¿ Por qué haces eso?- repitió sin poder oír respuesta por unos instantes hasta que la figura que siempre había estado ahí, escondido dentro de él, respondiera:
Es hora de tu castigo divino- Se pudo oír aquella voz que solo pertenecía a la de un Hitokiri. Un escalofrío recorrió el cuerpo del receptor del mensaje. Esto era lo que se sentía saber que se está indefenso y a la merced de la muerte encarnada.
Ambos eran idénticos. Tenían el pelo color rojo y tenían la misma cicatriz en la mejilla izquierda. Solo los ojos y la indumentaria los diferenciaban. El último en hablar tenía los ojos color ambar y la mirada más penetrante que había existido jamás. Aquella mirada deseosa de sangre y muerte. El otro tenía los ojos violetas llenos aflicción y tortura, y estaba vestido con un desgastado gi color magenta y una hakama blanca. Mientras que el primer descrito usaba un gi de color azul y una halama gris. Su cabello recogido en una cola muy alta y la del otro hombre era una baja.
¿ Quién diablos eres ? - preguntó el hombre de ojos violetas, manteniéndose en pie y mirando directamente a su acompañante. Ya sabía la respuesta pero aún tenía la esperanza de haber errado.
¿Acaso no lo sabes Shinta?- preguntó con sarcasmo en su voz el de mirada amenazante- ¿ o prefieres que te llame Kenshin? o ¿cómo es que te llamas ahora?
Tú... - contestó casi murmurando e impedido de decir otra palabra por la interrupción del otro hombre.
Ahora ya lo sabes... sí soy tú mismo... sí... ¿ Cómo es que nos llamaban en el Bakumatsu? ¿ Battousai quizá? Exacto. Somos él...- dijo esta vez dando vueltas alrededor del otro hombre. Sus ojos lo examinaban de palmo a palmo. Ávido de encontrar algo que provocara su burla. No tenía que buscar mucho.
Yo ya no soy aquel....- no pudo terminar. La misma risa macabra de cuando se burlaba de sus víctimas salió a flote...
¿ Ahora me vas a decir que ya no eres él? O quizá deba decir ¿ Quién te dijo que dejaste de ser yo?¿Quién te hizo creer eso?... ¿ Quizá aquella estúpida perra a la cual defiendes con mi vida?... Déjame decirte que debes ordenar tus prioridades... quizá eso esté bien para ti, pero para mí es distinto...
Kaoru no es eso que dices y no permitiré que...
¿ Qué vas a hacer Battousai? ¿ Vas a usar de nuevo el Amakakeru Ryu no Hirameki por ella? ¿ Vas a matarte a ti mismo por ella? ¿ o quizá asesinaras nuevamente como momentos atrás?
Yo no...
Oh claro que sí... ¡ admítelo! Te divertiste al pasar tu espada por sus cuellos, por su pecho... comprendiste lo que realmente quieres en esta vida...
¡No!-gritó tapándose las orejas con sus manos...
¡Sí! ¡Recordaste el placer de matar a alguien!
¡Yo nunca obtuve placer con eso! ¡ Yo lo hacía por un ideal!
¿ Por la paz? ¡Mentira! Esa era la mascarada para hacer lo que más te gustaba... matar, oír súplicas, sentirte todopoderoso...
¡ No es así!
Así no evitarás la verdad... ¡no te mientas! Tú eres esto... - dijo señalando alrededor- tú eres y fuiste sinónimo de muerte... - Kenshin movía espasmódicamente su cabeza- ¿ a no? - preguntó esbozando una sonrisa- no me hagas reír... un Hitokiri es un Hitokiri hasta el final... y tú, por más que quieras ocultarlo sabes que es cierto... ¿ por qué negar lo inminente?... si no puedes cambiar lo que hiciste, diviértete con ello... siente el placer de ser el terror de la gente... el placer de tener el poder de dominar a través del miedo...
No es así... tú no eres parte de mí... - gritó el hombre de ojos violetas
¿ Debo recordarte cuántas veces salí a la luz merced a tu debilidad ante las situaciones? Sí yo soy aquel que maneja lo más difícil... no tienes porque evadirme... somos uno... soy tu verdadera esencia... soy tu verdadero yo...
¡No!
Pues bien... parece que no quieres hacer las cosas de manera racional... parece que la estúpida de tu mujer - ¿o he de decir nuestra?- ha calado en ti profundamente... ¿ la amas verdad? ¿ al igual que a la otra perra que asesinaste?
To...moe...- repitió Kenshin sintiendo que el recuerdo de su muerte lo destrozaba una vez más.
¿Sientes su sangre en tus manos? ¿ Sientes cómo la calidez de su cuerpo se extingue como una fogata sin leña?
To... moe...
Pero aquella perra fue más audaz que yo- dijo mirando al piso y empuñando sus manos- lo reconozco... con su muerte no me dio placer a mí sino que hizo de ti otro... un hombre nuevo casi imposible de franquear... y luego tuvo que parecer aquella otra ramera que hizo todo aún más difícil... ¿ La amas, verdad? haber cuándo me das la oportunidad de saber cuán realmente buena es - dijo él relamiéndose los labios - debe serlo para que dejes de llorar como el cobarde que eres y quieras defenderla de ti mismo...
¡Yo no soy tú!- dijo Kenshin con una mirada desafiante y acercándose al hombre que seguía con su perorata...
¡Tranquilo! ¿ Te molesta que la llame ramera? Oh.. disculpa mi estupidez... ¿cómo he de llamarla? ¿ arrastrada quizá?- el otro hombre escuchaba con asco aquellas palabras. Pero no se movía. No podía perder los estribos, eso era lo que el otro quería- Ja! pero ¿ te amaría ella si es que viera lo que hiciste? Mira nada más a tu alrededor. Mira la sangre y la muerte que has causado... pero no te preocupes, no hay necesidad de que vivas el rechazo de aquella perra...
Deja de referirte a ella así... ella no es...
¿ No tienes curiosidad de saber cuál será tu castigo divino?... - el hombre de gi color magenta no respondió - Muy bien, aún así te lo diré... pero presta atención...
De la nada todo el lugar en el que estaban antes se volvió la calle que daba al dojo Kamiya. Los cuerpos estaban regados de la misma forma pero esta vez en pleno camino. La oscuridad de la noche cubría los alrededores excepto la puerta del dojo que estaba totalmente iluminada. El hombre de gi color azul abrió la puerta del dojo y sacó violentamente a una mujer causando que esta cayera sobre los muertos, tiñéndose en sangre. Aquella mujer tenía los ojos azules, que tan característicos le eran, llenos de horror. Subió ligeramente la cabeza y vio directamente a los ojos al hombre de gi magenta. Al parecer no se había dado cuenta del otro hombre.
¿ Kenshin qué es esto? - preguntó mientras lloraba a cántaros...
Kaoru-dono seesha...
¿Tú lo hiciste? ¿ Tú causaste estás muertes? Oh Kenshin... ¿Cómo pudiste?
Kaoru-dono seesha no...
Es hora de tu castigo divino...
¿A qué te refieres?- preguntó Kenshin temiendo lo peor...
¿ acaso no lo adivinas? Pues ella morirá ante tus ojos y no solo eso...
No ella no puede...
Ja! ¡Otra vez protegiéndola! Esta vez será inútil... tú debes morir para que no interfieras en mis planes y por fin volvamos a ser uno, pero para que tú desaparezcas por completo ella debe hacerlo primero... el estúpido rurouni no puede vivir sin ella ¿verdad?... no puede... - su mirada cambió hacia Kaoru- Creo que tendré que agradecerte antes por el favor - dijo acercándose a ella con ojos llenos de lujuria...
¡No te le acerques!- gritó Kenshin...
¡¿ qué vas a hacer?!- gritó Battousai - no puedes evitarlo... no puedes moverte...
Era verdad. Kenshin no podía moverse. Trató en vano muchas veces de soltarse de sus cadenas invisibles pero su desesperación crecía al no poder hacerlo y al observar cómo Kaoru ponía resistencia frente al acoso de Battousai. Pero no pudo detener lo inminente. Frente a sus ojos vio cómo este hacía suya a la fuerza a la joven de cabellos negros. Lágrimas corrían por sus ojos. Kaoru solo repetía
Kenshin ¿ por qué me haces esto?
¡¡¡¡¡¡ Kaoru !!!!!!!
La culpabilidad comenzó a corroerlo cada vez que la escuchaba repetir lo mismo. Es mi culpa... Es mi culpa...yo le hice esto... yo le hice esto- era lo único que podía pensar.
Battousai la dejó en el suelo después de saciarse y con una sonrisa en el rostro le dijo a Kenshin...
¿ Con que no la habías tocado nunca verdad? ¡¡¡Qué desperdicio!!!... la mujer de verdad vale una vida...aunque siempre es bueno saber que eres el primero... ¡pobre! Le debe haber dolido mucho ¿ no crees? ... pero ahora... ¿ cómo quedará ella?- preguntó fingiendo un gesto de pena- ¿ Cómo pudiste hacerle eso Kenshin? - Kenshin no respondía, seguía inmerso en su mar de auto-culpabilidad.
Ahora que ya pude agradecerle; es el momento en que venga el real castigo para ti... no te preocupes no la voy a matar... ¿cómo crees?- preguntó levantando la cabeza de Kenshin jalando de sus cabellos - si ese es tu deber...
Los ojos de Kenshin se abrieron con pánico. Sin poder evitarlo su cuerpo se movía contra su voluntad. Su brazo izquierdo se dirigía directo a su katana que estaba ubicado en el lado derecho. La sacó y caminó lentamente hacia donde yacía una Kaoru desnuda que lo miraba con miedo y repetía la misma letanía casi como una grabación: por qué me hiciste esto... por qué lo hiciste... Kenshin yo te amaba y tú lo has destruido... Más lágrimas corrían por su rostro mientas veía cómo su propia mano la levantó del piso bruscamente y la colocó frente a él. Sin merced le clavó una y otra vez la espada. Él ya no soportaba más esto... no podía... era imposible... quería morir y la risa de aquel mounstro ocupaba sus oídos y en su mente estaba la imagen de una Kaoru que asesinada por sus propias manos. Sus ojos no tenían más el brillo de siempre ni el azul oscuro que tanto amaba él. Ahora eran grises y sombríos. Ella estaba muerta pero el seguía incrustándole la katana.
No quería esto... no ya no más... no podía soportarlo... Kaoru asesinada por sus propias manos... Él había destruido lo único bueno que tenía su vida y con eso se había destruido él mismo. Para siempre.
.....
El duelo entre conciencia y realidad había comenzado y esta vez Kenshin Himura no ganaría fácilmente.
.....
Continuará....
Notas de una Shiomei cada vez más loca y estresada:
Hola Minna-san! Esta idea vino a mí de la nada. Ahora me he vuelto sanguinaria!!! Que será la próximo que haga!!! Me doy miedo a mí misma!!!
Espero sus reviews y sus sugerencias.
Ya saben que:
¡¡¡MÁS REVIEWS equivalen a ACTUALIZACIONES MÁS RÁPIDAS!!!
Ja ne!
Shiomei
