¡Hola, fandom! He regresado después los dos one-shot que he hecho ahora con una historia un poco más larga, serán pocos capítulos pero sustanciosos. Me da placer decirles que esta historia está completamente terminada, así que no habrá nada de historias incompletas, abandonos ni publicaciones cada medio año.

Esta historia la actualizaré cada semana, específicamente cada sábado. He de comentarles que los personajes pueden ser algo OoC aunque siguen conservando la esencia principal del personaje. Aquí me centré un poco más en Akane. No sé ustedes pero es algo aburrido leer historias de una Akane, débil, infantil y virginal que soporta los desplantes de su super musculoso y sexy prometido.

He decidido crear una Akane más independiente y con ganas de hacer lo que se le dé la gana.

Espero que sea de su agrado y al final de cada capítulo dejen algún comentario. Bueno, me dejo de mis chorradas.

¡A leer!

Ranma ½ y sus personajes no me pertenecen, esta historia la hago por entretenimiento y sin ánimo de lucro.

Capítulo primero.

Dejó las llaves sobre el tazón de vidrio que estaba junto a la puerta de entrada, se quitó el saco negro y lo aventó al sillón sin cuidado, rápidamente se metió a su habitación para ducharse en diez minutos y arreglarse para salir de nuevo. Hoy era noche de Bunker.

Hace dos semanas que no ve a Nabiki, hace seis meses que no ve a Kasumi. Hace cuatro años y medio que no ve a su papá, y hace siete años que no sabe de él. El tiempo se le ha ido lento, demasiado para su gusto pero nada podía hacer más que seguir con su vida. O lo que quedaba de ella.

Salió del baño aún goteando agua de sus finos cabellos azules y plateados. Había decidido pintarse una parte del cabello sólo para cambiar un poco su imagen, siempre había tenido ese color aburrido y el mismo corte de ñoña. Tal vez cuatro o cinco centímetros más largo que de antaño, el corte asimétrico le daba el toque juvenil y despreocupado. El color falso se desvanecía en la mitad de su cabello, idea de Nabiki.

Se vistió con pantalones negros ajustados, playera de tirantes blanca algo holgada que tenía estampada en letras negras la palabra soul. Se paró frente al espejo, encendió la secadora para quitarse el exceso de humedad mientras silbaba una cancioncilla cualquiera. Le gustaba su cabello liso, no había necesidad de dedicar horas en un peinado.

Delineó sus ojos de negro y pintó sus carnosos labios de un rojo muy sensual. Se puso encima un blazer negro remangado y sus botines altos negros. Vio su -muy- delgado cuerpo en el espejo, torció el gesto con desagrado. Tomó su cartera.

Lo bueno es que casi no había visto a Kasumi, no es que no quisiera verla pero cada que se veían eran los sermones de siempre sobre la vida tan "libertina" que llevaba, según su hermana. Por favor, ya tenía 26 años, ¿no estaba ya grandecita para saber lo que hacía?

Casi no tomaba, a excepción de cada viernes por la noche su copa de vino tinto que no puede faltar, sólo uno para relajarse de la pesada semana. Tampoco fumaba. En cuanto a se refiere al género masculino, era otra cosa.

—Akane, deberías ir a esos centros de charla. Akane, cuida tu salud, cada vez estás más delgada. Akane, deberías iniciar una relación formal y dejar de "salir" con tantos muchachos. Akane, Akane, Akane. Bah. — Resopló después de su perorata haciendo una barata imitación de la voz suave de su hermana.

¿Por qué la insistencia en querer que ella tenga una relación más falsa que un billete de 20 yenes? No compromisos era su lema y además se sentía libre. Aunado, ella no creía en tonterías de amor.

—Amor, ja—. se mofó amarga. Hace tanto que dejó de creer en esas cosas. Se acercó al baño y del botiquín que estaba tras el espejo sacó un frasco de píldoras, sólo le quedaban dos. Tenía que ir a comprar otro frasco, si no fuera por el maldito dolor —Estúpidas pastillas—. gruñó echándose una píldora a la boca.

Ya preparada, salió de su casa y subió a su Audi. Quería relajarse. Probablemente una buena sesión de sexo casual ayudaría.

-oOo-

—Maldición—. Masculló. Le urgía llegar de una buena vez a Tokio y el vuelo se había retrasado. Recién había colgado el teléfono para avisarle a su madre que llegaría más tarde de lo previsto.

Cruzó los brazos y cruzó las piernas apoyando su tobillo en la otra rodilla, moviendo el pie en gesto impaciente, clavó la mirada en el piso y de pronto le golpeó la nostalgia. Extrañaba el calor de hogar, fueron bastantes más años de los planeados, rezagado en templos, bosques y pueblos en los que no entendía el idioma. El hecho de haber permanecido más tiempo del necesario era porque no podía llegar con las manos vacías, tenía que trabajar y hacer dinero para tener algo que ofrecerle a ella.

Ansiaba ver la cara de su madre al verlo hecho todo un hombre y aunque extraño le parezca también extrañaba al avaro de su padre. Quería pelear de nuevo con Ryoga, comer los okonomiyakis de Ukyo, extrañaba la familia de locos que eran los Tendo. La extrañaba a ella.

Tenía tantas preguntas, quería saber qué fue de ella, si estudió la universidad como tantas veces le había dicho, si se dedicaría al dojo, si es que seguía teniendo tantos babosos detrás de ella, si es que se había puesto más hermosa.

En realidad nunca se había puesto a pensar en el efecto que tenía ella sobre él. Hasta que tuvo tanto tiempo en soledad y no tenía nada más que hacer salvo pensar en su sonrisa. Aunque no podía negar el miedo que sentía al imaginarse de qué manera sería recibido.

La culpa seguía instalada en su pecho y su memoria.

Cerraba los ojos y aún podía sentir sus carnosos y suaves labios sobre los suyos, tan cálidos y dulces como miel. Sus delgados brazos rodeándolo, el único te amo que le dedicó y que no fue escuchado por ella. Abrió de nuevo sus orbes azules y el golpe de la despedida llegó a su cerebro, teniéndolo al filo de una inmisericorde lluvia de sentimientos encontrados.

Obviamente no fue la mejor despedida del mundo, -de hecho ni se despidieron- no dejaba de pensar en su estupidez, arrepintiéndose cada cinco minutos de lo mal que empleó las cosas ese día. De vez en cuando pensaba que había sido obra de su inmadurez producto de la adolescencia. Luego se daba golpes mentales diciendo que esa era una excusa por demás barata y trillada.

El motivo de su viaje no fue otro más que curar su maldición, inútilmente pensó que eso ayudaría a elevar su felicidad. Curiosamente no fue así. El día de su cura lo primero que hizo fue aventarse agua helada sobre la cabeza, palpó su pecho aún plano y duro como roca. Pensó que gritaría eufórico de pura alegría. Pues no.

Se sintió raro, igual de vacío tal vez. Supo que tenía que volver pero, ¿cómo? No tenía ni en qué caerse muerto. No la había tenido a su lado para apoyarlo, no lo vio dejar de convertirse en mujer, no lo alentó, no nada. No era como lo había imaginado.

Salió de su monólogo interior para escuchar que por fin estaba listo el vuelo a Tokio. Tomó su única maleta y con prisa presentó su boleto para abordar el avión. Faltaba poco, faltaba menos. Por fin la vería.

O eso pensaba.

-oOo-

En el tejado como cada noche, disfrutaba de la brisa nocturna que calmaba el calor veraniego. Su mirada se posó al firmamento brilloso de estrellas, no quería sonar cursi ni meloso, pero las estrellas le recordaban a un par de enormes ojos ámbar.

A los minutos, llegó la dueña de ese par de ojos, la vio subir con cuidado al tejado, sentándose junto a él sin pronunciar palabra. Ella alzó la vista al cielo y él la imitó, el cómodo silencio se extendió por más de cinco minutos hasta que ella habló.

Ranma—. lo llamó con voz suave.—¿Te has sentido bien viviendo aquí?— le preguntó.

Claro—. respondió. Ya casi eran dos años. —Todos aquí están un poco locos pero son buenos a su manera.

Me alegra— la chica de enormes ojos ámbar sonrió. —Por un momento temí que no te agradara vivir aquí.

El joven de ojos mar la miró de vuelta. No la recordaba tan hermosa, siendo bañada por la lúgubre luz de luna. Le gustaba el diminuto destello de las estrellas siendo reflejada en los ojos de ella. Sus pulsaciones aceleraron y la sangre le calentó el rostro. Por inercia, habló.

Me gusta ver el cielo en tus ojos—. le dijo sin dejar de verla.

Lo miró sorprendida, sus mejillas también sonrojaron, se dejó envolver por la magia de la noche y los ojos azules que la miraban embelesados.

Me gustan tus ojos de cielo.

Él puso su mano sobre la pequeña de ella y entrelazaron sus dedos. Acercándose sin prisa, se dieron su primer y único beso. Suave, dulce, tierno y torpe a la vez.

-oOo-

Akane, ¿cuándo vendrás a visitarnos? Tus sobrinos te extrañan.

—Ah…— Akane suspiró. Sabía que en cualquier momento Kasumi le llamaría para reclamarle su ausencia. —No sé muy bien, la revista y la universidad me están absorbiendo—. Acomodó el teléfono inalámbrico entre su oreja y el hombro para seguir lavando los vegetales.

Deberías dejar de trabajar tanto, te vas a enfermar. ¿Has comido bien? ¿Has seguido tu tratamiento?

—Sí, mamá—. Rodó los ojos. Nabiki, quien había llegado al departamento de su hermana menor para comer juntas, negó divertida.

—Hola, Kasumi—. Intercedió la mediana acercándose al teléfono.

¿Estás ahí, Nabiki? No es justo, ustedes siempre se ven seguido y yo aquí, ni siquiera puedo saber dónde vives, Akane.

—Kasumi, ya habíamos hablado de esto. En cuanto tenga un tiempo libre iré, lo prometo.

Ya son dos meses desde que me dijiste eso, tampoco has venido a visitar a papá.

El pinchazo de culpabilidad incomodó a Akane y tensó a Nabiki. Cuando quería, Kasumi sabía ser cruel. A veces pensaba que era más manipuladora que Nabiki.

—Está bien, está bien. El fin de semana voy.

¿Lo prometes?

—Sí, lo prometo. Ahora pásame a esos diablillos.

Después de charlar un poco más con su hermana y sus sobrinos, cortó la llamada con el pretexto de estar haciendo la comida, se dispuso a ayudar a su hermana mediana con lo último y ponerse a comer, hablando de todo y de nada. En un momento de mutismo, a Nabiki se le ocurrió la genial idea de sacar a la luz la última noticia.

—Tía Nodoka últimamente anda muy feliz—. soltó sin dejar de prestar atención a su comida.

Akane dejó de masticar por tres segundos, después continuó pinchando su comida con el tenedor como si nada. Nabiki entendió que no había nada más que decir, su hermanita la entendió a la perfección y no tendría que aclarar asuntos.

—Mmm—. Fue la escueta respuesta de Akane, quien entretenida en otras cosas, siguió recogiendo pedacitos de carne y verdura para llevarlas a su boca. No preguntó, no comentó nada, sabía perfectamente por qué Nodoka estaba tan contenta. Dejó el tenedor a un lado de su plato, de pronto desapareció el apetito dejando media ración de comida aun caliente sobre el plato. Nabiki la miró ceñuda.

—Akane, come. — la aludida sólo tomó un trago de agua —Es en serio, Akane, estás más delgada que un palo de escoba.

—Por favor, Nabiki, sólo bajé unos cuántos.

— ¿15 te parecen unos cuántos? —La mediana Tendo endureció la mirada con cara de advertencia. —Y aún te hace falta subir 10.

—Así estoy bien, no hace falta que…

—No empieces con lo mismo. O comes, o te meto un embudo por la boca para hacerte pasar la comida—. Nabiki le apuntó con su tenedor y la frente arrugada

—Creo que no estás en posición de darme órdenes—. Akane comenzaba a molestarse— ¿Por qué estás aquí, Nabiki? ¿Por gusto o por culpa?

La mediana relajó el gesto, terminó rápidamente lo que quedaba en su plato, se levantó dejando sus trastes en el lavabo.

—Luego… luego te llamo. —Tomó su bolso para salir del departamento de su hermana.

Akane exhaló pesadamente después de que su hermana cerrara la puerta, dejó caer la vista a la comida haciendo un gesto de desagrado. Definitivamente el hambre se le había ido, dejó el plato en la mesa y se levantó para irse a su habitación.

-oOo-

— ¡Estoy en casa!— Exclamó Ranma extremadamente feliz de su regreso. Escuchó unos pasos presurosos que dedujo eran de su madre, venía corriendo desde el pasillo de las habitaciones a la sala para recibirlo.

— ¡Oh, Ranma! —La mujer se arrojó a los brazos abiertos de su hijo, quien la alzó para dar vueltas con ella. —Por Dios, hijo estás más guapo y… más alto—. Echó prácticamente la cabeza hacia atrás para verlo a la cara.

—Uno noventa — sonrió Ranma orgulloso. De nuevo su madre se arrojó a sus brazos, llenándole el rostro de besos— Jajaja. Mamá, basta—. Reprochó aunque en realidad extrañaba los mimos de su madre.

—Mi niño, te extrañé tanto. ¡Oh! Ven, pasa al comedor, la comida está casi lista. Te preparé lo que más te gusta.

—Gracias, mamá—. Giró la cabeza varias veces buscando algo que no había visto. — ¿Y el viejo?— Nodoka se tensó, para su fortuna Ranma no lo notó.

—Fue a hacer unas visitas… pero ya no tarda. Mejor cuéntame qué tanto hiciste en China.

Prefirió desviar la conversación y no decir el tipo de "visita" que estaba haciendo su padre. Escuchó atenta todo lo vivido en territorio chino, su estadía en templos budistas, competiciones, la cura de su maldición, su trabajo como entrenador profesional que proliferó en una fortuna considerable para su cuenta bancaria. Aunque eso no lo diría enfrente de su padre.

La conversación se extendió por un tiempo indefinido hasta la llegada de Genma Saotome, quien con gesto melancólico vio a su vástago sentado en la mesa del comedor, sólo en ese pequeño momento se permitió ocultar la tristeza que lo embargaba. Todo para mostrarse fuerte frente a Ranma.

Un fuerte abrazo y sonoras palmadas en la espalda de los hombres Saotome fueron los gestos de bienvenida y saludo.

—Los años te han sentado bien, Ranma.

—Lamento no decir lo mismo—. Dijo Ranma señalando la prominencia abdominal de su osuno padre.

La tarde pasó y la noche llegó. Ranma subía a su recámara previamente arreglada por su madre. Añoraba el ambiente hogareño de una comida casera caliente y las atenciones de su mamá, y para qué negarlo si también extrañaba que su padre le quitara la comida durante los desayunos. De hecho se le hizo un poco extraño que no lo hiciera durante la cena.

Acomodaba la ropa hasta que sintió la presencia de su madre a sus espaldas, volteó un la encontró recargada en el umbral de la puerta. Sonrieron.

— ¿Sabes, hijo? Siempre traté de imaginarme cómo serías y qué tan apuesto te habrías puesto cuando regresaras, pero creo que me quedé corta. Estoy tan orgullosa de ti, Ranma.

—Mamá…— se acercó a ella dejándole un beso en la frente mientras le limpiaba una lágrima rebelde.

— ¿Te harás de unas vacaciones, hijo?

—Sí, aunque también tengo muchos planes—. dijo mientras se giraba para volver a acomodar su ropa en el armario.

— ¿Ah, sí? ¿Cómo cuáles? —Nodoka entró a la habitación para después sentarse en la cama.

—Primero, quiero que hagan algunos arreglos a tu casa.

—Ranma, pero…

—Nada de peros, quiero que tengas una casa más bonita de la que ya tienes—. le dijo a su madre con una sonrisa. La señora Saotome sólo se llevó una mano al pecho y sonrió con los ojos cristalinos.

—Luego, quiero empezar a hacer las cosas bien—. continuó con su labor de acomodar ropa.

— ¿Qué cosas?

—Mañana iré al dojo Tendo, aunque –rió–, me dan unas ganas horribles de ir ahora. Pero estoy cansado.

Nodoka no supo qué decir, en cuanto escuchó las palabras 'iré al dojo Tendo' se quedó petrificada.

—Quiero saludarlos a todos, ver cómo están, si es que ya tienen en funcionamiento el dojo…

—Ranma.

—…ver a Akane, no sabes cuántas ganas tengo de volver a verla, sé que al principio me odiará y tal vez me mande a la estratósfera pero…

—Ranma…

—…sé que será cuestión de tiempo para estar juntos como tuvo que haber sido, seré paciente y no la presionaré. ¡Dios, mamá! No sabes cuánto la extrañé…

— ¡Ranma!— El aludido se sobresaltó por el grito de su madre.

— ¿Sí?— la miró confundido.

—El dojo lo vendieron— soltó a quemarropa.

— ¿Qué? —Ranma la miró como si fuera una broma de mal gusto. Ese dojo era la vida de Akane, era imposible que lo vendieran.

—Y hace más de cuatro años que no sabemos nada de Akane.

Su ropa quedó olvidada en la cama.

-oOo-

El sol no calentaba, quemaba.

A pesar del tremendo calor del demonio que estaba haciendo, llevaba una blusa de algodón blanca y de mangas largas y jeans ajustados. No quería quemarse con el sol, su piel mortecina se dañaba con facilidad.

Con paso tranquilo fue a la florería para comprar un ramo de crisantemos blancos. De nuevo caminó con mezcla de nostalgia y amargura por las calles de su natal Nerima, viendo los negocios de siempre, los que visitaba con frecuencia y los nuevos que tal vez no tenían ni un año de estar abiertos.

Se ajustó sus gafas ahumadas de aviador para que el sol no lastimara tanto su vista. Tan distraída iba que no se dio cuenta que había llegado a su destino. La lucha interna de entrar o darse la vuelta siempre se daba cada vez que iba a ese lugar. La culpabilidad le caía como cien toneladas sobre sus hombros. Respirando profundo, decidió entrar y no quedarse retraída parada en la entrada.

Caminó entre las lápidas limpias y bien cuidadas junto a unas cuantas que estaban abandonadas. Llegó a la que visitaba. La miró con tristeza y un tanto de incomodidad, no podía dejar la vista plasmada en ese nombre por más de dos minutos porque sentía que no tenía derecho si quiera a su presencia. No había necesidad de limpiar la lápida, el día anterior la habían arreglado.

Con mucho cuidado se puso en cuclillas para acomodar el ramo que había comprado, en su mente pensó un "hola" aunque no lo exteriorizó. Prefirió ahorrarse la palabras, a decir verdad no tenía remota idea de qué decir. Una vez arregladas, se volvió a levantar apoyándose del árbol que tenía sus espaldas. Hizo un ligero gesto de dolor.

Permaneció poco más de diez minutos intercalando miradas entre la lápida y el que se encontraba junto. Alzaba la mirada al cielo viendo los rayos del sol que se colaban entre las ramas del árbol. Carraspeó. Ese molesto nudo en la garganta empezaba a formarse. Era hora de irse.

Salió un poco más presurosa en comparación a su llegada. Akane Tendo volvió a carraspear. Ese jodido nudo le quemaba como ácido en la tráquea.

-oOo-

Nodoka Saotome no era de las personas que lastimara a sus seres queridos, siempre había velado y cuidado de ellos con tanto amor y cariño, todo ese amor que no dio cuando Ranma le fue arrancado de sus brazos. Era atenta, servicial y afectuosa, no por obligación sino por gusto propio. Pero había cosas para las cuales por más crueles que fueran habría que decirlas y hacerlas con corazón de hielo.

Siendo ahora el pilar de la familia Saotome, tenía que ser el bastón de apoyo para sus dos hombres. Su esposo Genma con su muy común tristeza arrastrada desde hace años y la muy reciente desesperanza que se instaló en su hijo Ranma.

La conversación de hace unos días la había dejado mentalmente agotada y con una continua opresión en su pecho. Sólo deseaba una temporada de felicidad y dicha, por más pequeña que fuera.

-oOo-

Las cuatro de la mañana y era la quinta noche que Ranma no podía dormir.

A veces dormitaba, otras sólo tenía la mente en blanco, unas más -las más dolorosas- aparecía Akane en su mente, tan jovial, tan risueña y tan hermosa como aún la recordaba. Las palabras de su madre taladraban su cabeza como mil martillos.

"El dojo lo vendieron."

¿Lo vendieron? ¡¿Lo vendieron?! ¡No! ¡No podía haber sido vendido! El dojo debería seguir teniendo el tablero con el nombre Tendo, debería tener a Akane ahí dando clases a chicos y grandes. Debería… debería…

"Un mes después de que tú te fuiste, la familia Tendo desapareció por meses."

¿Por qué abandonaron su casa por tanto tiempo? Quería pensar que era para olvidar y sanar heridas frescas, tal vez por ayudar a Akane o para desahogarse de las tensiones de Nerima, quizá unas vacaciones a cualquier lugar. Pero todo pensamiento lo llevaba a un solo presentimiento no muy agradable.

"Soun falleció."

Ranma estrujó las sábanas entre sus dedos, apretó la mandíbula y su respiración se tornó más pesada. Trataba de aguantar, pero no lo lograba. Su vista fija en el techo y acostado en toda su extensión sobre su cama.

Las lágrimas cayeron de sus ojos zafiros bajando por sus sienes y perdiéndose en su cabello. Lloró en silencio. Lloró por su tío que le abrió las puertas de su casa y aguantó todos sus destrozos. Lloró por Kasumi y su ternura. Por Nabiki y su frialdad. Lloró por todos sus recuerdos desperdigados en ese dojo ahora ajeno. Por las mañanas ajetreadas entre el desayuno y la carrera al Furinkan.

Lloró por ella. Por Akane. Por no estar ahí compartiendo ese momento y aminorando su dolor. Lamentó no ser su apoyo, lamentó no estar con ella ofreciendo su hombro y sus brazos como refugio.

— ¿Dónde estás, mi amor? —Susurró. Como si la brisa nocturna llevara su pregunta a oídos de su pequeña.

Entre sus lágrimas, logró dormir un par de horas.

-oOo-

Lunes por la mañana.

Comenzando otra semana más de entrevistas, ediciones, reportajes, sesiones fotográficas y demás cosas que ponían a Akane Tendo a trabajar a mil por hora. No podía quejarse, ella eligió su carrera en comunicaciones y el haber entrado a tan reconocida revista fue un trampolín a una vida que sería mejor. O eso pensaba.

Su remuneración económica era sumamente buena, claro, no nadaba en dinero pero podía darse sus buenos lujos. Participar directamente en la edición de la revista Elle en Japón ha significado uno de sus mayores triunfos en su vida. En las prácticas profesionales -cuando estaba a punto de graduarse- demostró ser una mente brillante en cuanto a marketing.

No hubo inconveniente alguno en dejarla prácticamente trabajar mano a mano con la editora. Los ligeros toques bohemios y de frescura tuvieron buena aceptación entre las lectoras asiduas de la revista. Las ventas aumentaron. Y las ganancias de Akane también.

—Buenos días, muñequita.

—Buenos días, Tori.

— ¿Cuál te voy a servir?

—Latte con avellana.

— ¿Cómo tus ojos? —Akane levantó la comisura derecha. — ¡Va saliendo!

Tori, el chico barista dueño de la cafetería a la que tanto le encantaba a Akane ir, era un lugar muy coqueto, con sus plantas colgantes, sus sillas y mesas de madera tallada y las lamparitas de quinqué tan divinas que colgaban del techo y reposaban al centro de las mesas le daba un toque romántico al lugar.

Desde que un día pasó más rápida que un rayo por un expreso para terminar de despertarse, no dejó de ir. Ese chico preparaba el mejor café en kilómetros a la redonda. Desde hace tiempo había notado que le gustaba al chico.

Era muy simpático. Con su complexión delgada pero fuerte como roca, ese cabello castaño que siempre llevaba desordenado y sus grandes ojos miel y brillantes ocultos bajo sus anteojos de pasta dura transparentes, le daban un look desenfadado e intelectual a la vez. No lo negaba, el chico era guapo.

—Eh… Akane. ¿Para llevar o tomar aquí? —Aunque a veces era distraído. Ella miró su Armani marcando las 7:27.

—Aún tengo media hora, para tomar aquí, Tori.

— ¡Sale! —Salió dando media vuelta para volver tras la barra. Ese chico siempre era enérgico y parecía que no se cansaba nunca.

Akane tomó asiento en una mesa cercana, sacó la portátil de su funda y la encendió, leyó, archivó y eliminó algunos correos que ni siquiera leyó. Esa agencia siempre le enviaba esa propaganda de un viaje de vacaciones a las Bahamas, lo veía por un rato añorando estar ahí y después lo eliminaba recordando que tenía kilos de trabajo por hacer.

Tori regresaba para dejar el café en una taza ancha con un bonito diseño de corazón sobre la espuma. Akane agradeció la bebida. Terminada su ración de cafeína, se enlistó al su precioso Audi A7 gris y recorrió las tres cuadras que le faltaban para llegar a su trabajo. Al llegar a su oficina, se encontró con Souta, el fotógrafo de las portadas.

—Buenos días, hermosa.

—Buenos días, galán.

La atracción se notaba, todos en la redacción comentaban -e incluso apostaban- que terminarían juntos. Souta lo pensaba así. Akane no.

Souta sabía perfectamente la situación que había vivido Akane en su tiempo en Nerima, la escuchó, la apoyó y le aconsejó. Fue pañuelo y bufón. Sabía de sus aventurillas con otros chicos y de su rechazo a las relaciones serias. Pero eso no le importaba, tarde o temprano abriría ese duro y helado corazón que se cargaba.

Por otro lado, a Akane le incomodaba su propio rechazo hacia él. Claro que le atraía pero de una forma más carnal que sentimental. Dos o tres veces habían compartido las sábanas pero no había ocurrido nada más allá porque ella lo impedía. Sabía que él se merecía una mujer mucho mejor que ella. Guapa, atenta, cariñosa y no ese guiñapo maltrecho con muchas más heridas de las que había contado.

Por supuesto que era guapo, alto y fornido, uno que otro tatuaje adornando su brazo izquierdo y la espalda. Voz ronca y sensual, ojos verde esmeralda que arrancaban suspiros, labios carnosos y sexys y un cuerpo de infarto. Su cabello oscuro y rebelde daba la cerecita al pastel. Sin problemas podría ser uno de esos modelos de los bóxers caros.

El problema era ella. Por más confianza que le tuviera a Souta, Akane no se la tenía a ella misma. Perdió cosas y personas muy queridas para ella, incluso su amor propio. Claro que no se la pasaba llorando como magdalena pero al menos el 70% del día la pasaba malhumorada y huraña. Trataba de alejar lo más posible a los chicos que se acercaban a ella y al que elegía, sólo era un rato de desfogue y nada más.

— ¡Mucho trabajo el día de hoy! Tenemos que hacer la edición del reportaje de Katya y debemos reacomodar las fotografías de la pasarela de Kenzo. ¡Vamos! —Pasaba Mika, la editora en jefe corriendo a todo lo que daban sus tacones. —Ah… ¡y buenos días!

—Hoy invito la comida, hermosa.

—Souta, ayer la pagaste tú.

—Oh, vamos, sabes que no me cuesta, quiero invitarte. —Los ojos de cachorro abandonado que ponía la mataban.

—Sinceramente, odio cuando me pones esos ojos, tú ganas—. dijo Akane fingiendo molestia.

—Nunca me fallas, hermosa—. terminó dándole un sonoro beso a Akane en la mejilla, dándole gracia la cara de asco que ponía.

Y de esta manera pasó el día, como cualquier otro tan común y corriente que le daba pereza su propia vida.

-oOo-

Ya casi llevaba la mitad del dedo de tanto mordisquearse por los nervios.

Ranma Saotome aparcó su Corolla frente al enorme portón de madera. Después de casi una semana de insomnio y una pesadilla que casi lo mataba al soñar a Akane muerta en sus brazos, decidió ir a la casa Tendo para ver a la única que seguía viviendo ahí. Kasumi.

Empujó el portón y al entrar, los recuerdos llegaron de golpe. Podría verse a sí mismo de adolescente, pelando con Ryoga y Mousse, quitándose de encima a Shampoo, esquivando los golpes de Ukyo, tratando de no inhalar las flores de Kodachi y luchando contra el aura mortal de Akane.

Todo era tan vívido y lejano al mismo tiempo, la melancolía volvió a atacarlo, observó el jardín, igual que antes excepto por un pequeño pino que parecía no tener mucho de haber sido plantado. Caminó por el empedrado y saludó para que alguien le escuchara, oyó pasos livianos e inmediatamente supo que era Kasumi.

—Bienvenido. ¿En qué le puedo ayu…dar? —terminó en un susurro.

Se quedaron viendo segundos que parecieron horas, a Kasumi se le cristalizó la mirada, apretó los labios para no soltar un chillido de emoción y sorpresa. Al final no soportó y se arrojó a los brazos de Ranma, llorando desconsolda.

—Oh, Ranma, volviste, volviste…— Ranma la encerró en sus brazos para calmar su angustia, le daba un poco de paz ver a una de las hermanas Tendo.

—Sí, Kasumi, estoy de vuelta.

Después de una resumida explicación de lo que han sido sus vidas, Ranma se enteró de que Kasumi por fin se había casado con Tofu y tenía con él dos hermosos niños que le daban vida al hogar.

—Ranma, deja de girar la taza, sé que quieres preguntar por Akane.

—Sabes que sí—. Había dado un respingo después de escuchar el nombre de Akane. La verdad es que desde que entró a la casa deseó preguntar por ella, pero dejó que Kasumi le relatara su vida.

—Bueno, supongo que la tía Nodoka te explicó lo que había pasado.

—Sí, lamento mucho lo del tío Soun—. dijo con voz suave.

—No te preocupes, Ranma, aún duele pero sabemos que ya está descansando. Unos cuantos años después de la muerte de mamá él ya tenía miocardiopatía, pero no le dijo a nadie porque no quería preocuparnos—. Sonrió, aunque se notaban las terribles ganas de ponerse a llorar. Ranma tragó saliva.

—Me gustaría ir a verlo.

—Claro, está junto a la tumba de mamá. —Otro par de minutos en silencio y volvió a hablar— Akane está bien, casi no la veo pero está bien, estuvo aquí hace un mes. ¿Sabes? Es co-editora de una revista internacional—, dijo con emoción —y ahora está estudiando su maestría en letras.

A Ranma se le infló el pecho de orgullo, cualquier desgracia que llegara a pasar, Akane saldría bien parada. Kasumi se levantó de su asiento hasta un mueble de cajones, abrió una gaveta sacando de allí una revista, la abrió en las primeras páginas y se la mostró a Ranma.

Le brillaron los ojos de impresión. Una fotografía, ni tan grande ni tan pequeña donde ella aparecía bajo el título de Nueva colaboradora Elle. En ella, Akane estaba parada en un gesto desenfadado, con pantalón de mezclilla oscuro y una blusa muy coqueta de transparencias negras y mangas largas. Su cabello con un corte diferente y sus labios de un rojo muy sensual resaltando la blancura de su piel, con sonrisa torcida y mirando la cámara. Estaba guapísima. Aunque demasiado delgada para su gusto.

Ranma suspiró, estaba muy cambiada, se volvió a enamorar de ella.

—Está hermosa, ¿no? —Ranma sólo asintió atontado. —No sé dónde vive, Nabiki no me deja saberlo y Akane tampoco me lo dice—. dijo ella con pesar. En cuanto Kasumi dijo aquello, el ceño de Ranma de frunce y baja la revista casi de golpe.

— ¿De verdad no sabes dónde? ¿Por lo menos algún rumbo? —Kasumi negó.

—Sólo sé que para venir aquí debe tomar avión. Lo que quiere decir que está lo suficientemente lejos de aquí.

Ranma endureció el gesto y un mar de depresión casi lo arrasa, encontrar a Akane sería mucho más complicado de lo que parece.

— ¿Aún la amas, Ranma?– El moreno la miró sin pestañear por unos segundos, reflejando en su mirada una seguridad que nunca tuvo en su adolescencia.

—Hasta los huesos—. respondió sin titubear.

— ¿La encontrarás? —Kasumi estaba al borde del llanto, suplicaba con la mirada que trajera de vuelta a su hermana.

—Sabes que para mi nada es imposible—. colocó su mano grande sobre la delicada de ella. Tenía mirada decida.

—Ranma, si la llegas a encontrar, no te dejes llevar por las palabras de Akane.

Le pareció extraño el comentario.

-oOo-

El viernes llegó.

Ranma tuvo antojo de ir a una cafetería para tomar un tentempié después de haber recorrido medio Tokio toda la mañana, habló con vecinos sorprendidos por verlo en Nerima y otros más alegres de ver al tan enérgico muchacho de nuevo en los alrededores preguntando por el paradero de Akane sin obtener la respuesta deseada.

Agotado y desilusionado, decidió hacer una parada en una cafetería sencilla para calmar su hambre. Satisfecho por la comida y ahora leyendo el periódico local se desconectó por un momento de la gente a su alrededor…

—Vaya, vaya. Pero miren a quién tenemos aquí.

…hasta que una voz para su desgracia, muy conocida para él, le había llamado por su nombre.

—El gran Ranma Saotome. —Ranma apretó las manos arrugando el periódico, cerró los ojos y respiró profundo buscando paciencia. Cerró el periódico de mala gana dejándolo de cualquier manera sobre la mesa. Alzó la vista y la vio ahí parada, con una mano en la cintura y su maldito gesto de regocijo al ver un negocio nuevo. Siempre odió su sonrisa arrogante.

Estaba exactamente igual. Tal vez el cabello un poco más largo pero sus ropas ejecutivas daban a entender un cargo con sueldo sustancioso en una empresa grande. Siempre tuvo cayo para eso.

—Qué sorpresa verte, 'ex-cuñadito'.

—Lamento no decir lo mismo.

—Uy, ¿andamos enojados? ¿Qué haces aquí? Seguro la pasabas de lo lindo en China.

—A ti qué más te da, tal vez regresé por mi madre—. Ranma aumentaba una décima su exasperación, le daban ganas de aventarle la mitad del café que aun tenía en la taza.

—Ah, tienes razón, la amorosa tía Nodoka. Bueno, le mandas mis saludos. — empezaba a darse media vuelta para salir.

—Alto ahí—. La profunda y grave voz de Ranma erizó la piel de Nabiki. —Me vas a decir ahora dónde está Akane—. Nabiki chasqueó la lengua mientras movía el dedo en gesto negativo.

—Suelo ser una cabrona vendiendo información privada de los demás, pero mi hermanita es otro asunto.

—Ja, ese cuento ni tú te lo tragas. ¿Desde cuándo tan protectora con Akane?

—Desde el día en que tú le rompiste el corazón.

Ranma se trago el espectáculo de maldiciones e insultos que tenía preparado. Esa maldita Nabiki tenía razón.

—Y qué bueno que sacas a relucir el tema de Akane—. Se acercó a la mesa recargándose sobre las palmas y acercando el rostro al de Ranma— Más te vale no buscarla porque no la vas a encontrar—, disminuyó aún más su voz para que sólo Ranma la escuchara— ella ahora está bien, no como antes pero estable y lo que menos necesita es un cabrón que la haga sentir peor que mierda. Y te puedo asegurar, querido Ranma, que ya estás casi fuera de su vida, ahora tiene a alguien que la hace sentir como la maravillosa mujer que es.

Ranma sentía su sangre bullir de ira. Apretando la mandíbula y respirando como toro, observó a Nabiki salir del local y caminar hacia una camioneta Toyota. Escuchar que Akane ya tenía a alguien con ella le retorcía los intestinos de rabia pura, lo peor de todo es que no lo dudaba.

Akane siempre fue una chica de la que era fácil enamorarse, no por nada tantos idiotas desde tiempos del Furinkan la perseguían. Su carácter dulce y rudo era simplemente encantador. El temor de que las palabras de Nabiki fueran ciertas y que no la encontrara jamás le hacían temblar las piernas, pero él iría así fuera a la Patagonia con tal de buscarla. Y para eso tenía que ponerse en acción ya.

Dejando una considerable cantidad de dinero sobre la mesa, salió disparado para subir a su auto y seguir a Nabiki. La siguió por no más de 20 minutos y casi la pierde en un semáforo en rojo que lo tomó por sorpresa. Llegó a un complejo de departamentos bastante costosos en el corazón de Tokio. Se notaba que la mediana Tendo vivía más que bien.

Así pasaron dos largas semanas de idas y venidas por todo Tokio, empresas y demás. Pero ni rastro de Akane, y eso lo ponía de nervios y ansioso.

Hasta que un fin de semana, Nabiki salió de su departamento sin su inseparable camioneta pero con una gran maleta. Subió a un taxi. Con sus lentes oscuros, la gorra puesta de su sudadera y sumando que iba más acostado que sentado sobre el asiento, parecía más bien prófugo de la justicia que una persona común y corriente en su auto.

Llegaron al aeropuerto. A Ranma lo empezó a invadir la emoción, probablemente se iría a ver a Akane. Siguiendo a Nabiki a distancia prudente y camuflajeándose entre la gente, la vio esperando en la sala leyendo una revista. Cincuenta minutos después escuchó que el vuelo con destino a Osaka estaba listo. Observó a la mediana Tendo levantarse y abordar por la puerta que había anunciado el altavoz. Sonrió.

Parecía que Akane estaba en Osaka.

Chicos, gracias por haberme acompañado en este capítulo, espero que les haya agradado esta primera entrega y como ya saben, el próximo sábado tendrán una nueva actualización. Como han visto, en el transcurso de los capítulos habrá flashbacks para que se entienda poco a poco lo que ha pasado en los años anteriores a la época actual que se relata.

Espero contar con su presencia la próxima ocasión. Besitos en sus cachetitos. ¡Sayonara!