Una pequeña historia de no más de tres capítulos, que trata de nuestra pareja icono. Ambientada unos años antes de la Segunda Gran Guerra, nuestra historia gira en torno una familia con secretos y dificultades. Y a un amor, con sabores amargos de familia.
Disclaimer: Hetalia y sus personajes no me corresponde, es de Hima-papa (¿O Hima-mama? Busquen esa teoría, es la vida).
En un ambiente sepia, tranquilo y a punto de obtener la sana alegría, vivía una familia compuesta con dos personas, una mujer que tendría unos 30 años y una chiquilla, que tenía apenas 18 primaveras. La mayor no era su madre, ni siquiera tenía edad de serlo, sino que era su hermana mayor, su nombre: Katyusha. Alta, de cabello no demasiado largo, que amarraba con unas pequeñas trenzas, tez muy pálida y de grandes y fuertes senos. Su hermana, llamada Anastasia, aunque para todos conocida como Anya, era un poco más baja, dulce y radiante como un girasol. Las dos no podían concebir su vida sin estar juntas, ya que a causa de la Gran Guerra se habían quedado completamente solas. El país presentaba demasiados cambios y ellas se habían mantenido unidas, luego de que su padre no volviera, y que su madre, siendo enfermera tampoco lo hiciera. No eran más que ellas dos.
Todo cambiaría un buen día, cuando, Katyusha decidiera contratar a alguien para cuidar la casa, ya que se estaba sintiendo temerosa últimamente. No buscaba un empleado, ni un sirviente, sino un compañero, capaz de cuidarlas a ella y a su hermana, ayudar en las tareas de la casa y poder ser una persona confiable. Recordó que tenía buenos amigos que podían conocer a alguien con estas características, y fue así como encontró a Wang Yao, un chino que era conocido de la mejor amiga de Katyusha, y que le presentó en cuanto ella fue a buscar su ayuda. Yao tenía 35 años, era un hombre bastante reservado, que aceptó el trabajo porque además estaba solo en un país extraño luego de demasiados desordenes bélicos. Al llegar a la granja de las hermanas Braginskaya, pudo sentirse en un lugar donde sería aceptado, y estaba muy entusiasmado de poder ayudar a las chicas, a cocinar, y hacer bastantes cosas. Se reconocía a sí mismo como un gran administrador de dineros y esas cosas, y comenzó a hacer un gran trabajo. Con lo que él no contaba, es que llamaría la atención de una de las hermanas, y no, no estoy hablando de Katyusha por los alcances de edad. Yao llamó completamente la atención de la pequeña Anya, quien lo observaba mientras trabajaba con toda la detención posible.
─¿Qué ocurre, joven Anya? ─preguntó él una vez, mientras hacía pan.─
─Veo que trabajas con gran detenimiento y orden, eso me agrada muchísimo Yao. Desde que llegaste he mejorado mucho mi dieta, cocinas de maravilla, no comía nada mejor desde que mi madre estaba aquí. No se lo digas a Katyusha pero ella si bien cocina muy bien, lo hace con algo de tristeza, y al probar su comida siempre termino muy triste… ¿Eres feliz, Yao? ─preguntó la muchacha luego de una pausa, observando los movimientos del chino.─
─Nunca podemos ser completamente felices, joven Anya. Pero, por el contrario, siempre podemos buscar esas pequeñas cosas que nos den un poco de alegría de vez en cuando. ¿Por qué lo preguntas?
─Desde que somos sólo ella y yo, no he visto una sonrisa en su rostro. Y yo, siempre he intentado recuperar esa alegría. Nuestra alegría. Yo te veo y puedo notar una gran felicidad, tus ojos son muy oscuros y brillan con demasiada fuerza… Tu rostro es tan dulce y muestra una alegría que a mí me gustaría tener ─dijo ella, provocando un tenue nerviosismo en el castaño, que prosiguió sus deberes, aunque antes de hacerlo sólo le sonrió a la muchacha que se retiró conforme con esa conversación.─
Anya a su edad, poseía una madurez un poco más alta que cualquiera de las chicas que podía conocer, de hecho, a veces sentía que superaba un poco a su hermana Katyusha. Luego de unos meses en la compañía de Yao pudo sentir que era alguien así lo que ella necesitaba, pero no sabía cómo se lo iba a tomar su querida hermana mayor. Y decírselo sería difícil, luego de tantos problemas para ella sería un colapso muy grande.
A pesar de eso, un día, mientras cenaban comenzó a divagar, y esperó a que Yao terminara su comida y se fuera a dormir para conversar con ella.
─¿Qué piensas de Yao? ─preguntó Anya animada.─
─No deberías llamarlo por su nombre, mi pequeña ─dijo y luego hizo una pequeña pausa─, pero si quieres saber, lo considero una persona muy buena en lo que hace. Fue una gran decisión traerlo aquí.
─A mí me gusta ─dijo Anya─, y no exageres con eso. Él es sólo un poco mayor que tú y yo no te tengo que tratar de "usted", ¿o sí, hermana? ─dijo la muchacha sonriendo un poco.─
─¿Qué quieres decir con que "te gusta", Anastasia? ─dijo ella con una severidad y sin enseñar una mínima sonrisa, ni mueca de enfado siquiera.─
─Lo que escuchas, hermana. Me parece una persona maravillosa, un hombre precioso… Es servicial, dulce y bastante agradable. Cocina de maravilla, ¿cómo podríamos seguir en pie en esta casa sin él? Hace mucho tiempo que no sentía la verdadera alegría, como la que siento cada vez que miro sus ojos… ─la pequeña rusa se sonrojó mientras hablaba, con sus ojos violáceos ardiendo de anhelo.─
─No puedo creer lo que estás diciendo. Eres una niña, y él, es un hombre. ¿En qué atrocidad quieres involucrarte, eh? ¡No permitiré que vuelvas a repetir una estupidez así! Cuando nuestra madre era joven pensaba que era horrible casarse con mayores, aún más si no los amabas… ¡No puedo creerlo! Anastasia Braginskaya, no. Ni hablar. No permitiría algo así jamás. Debes asimilar que crees que te gusta porque es una de las pocas personas que te ha brindado cariño, pero él podría ser tu hermano.
─Pero no lo es… Y no entiendo porqué lo ves de esa manera… ¡Dame alguna maldita razón para que esto sea un capricho! Ni siquiera sabes cómo me siento, sabes muy pocas cosas de mí, Katyusha. Yo no estoy diciéndote esto porque sí, lo he pensado y analizado demasiado en mi cabeza. ¿Qué importancia tendría la diferencia en nuestras edades?
─Esas historias no terminar bien, Anastasia.
─¡Deja de llamarme Anastasia! Te he pedido siempre que me llames Anya.
─Anya, Anastasia, cómo sea. No quiero que te pase lo mismo que… ─y se detuvo, sus ojos se humedecieron, su boca comenzó a temblar─. No vas a lograr que cambie de opinión. Ahora, vete a dormir que voy a apagar las luces.
Intrigada, la pequeña se puso de pie y llevó su plato a la cocina, lo lavó y dejó secar, luego de todo eso se fue a su habitación, tomó uno de sus libros y lo leyó un momento, avanzó algunas páginas, pero no podía dejar de pensar en todo lo que había escuchado de la boca de su hermana, en especial esa última frase… ¿A qué se refería? ¿Qué había ocurrido que ella no supiera? Su nivel de curiosidad era demasiado, tomó una de las lámparas de su habitación y salió, para buscar alguna explicación, se dirigió a una de las habitaciones a las que no se entraba desde que sus padres habían desaparecido. Se adentró, evitando caerse, y evitando las telarañas que ahí había.
Ahí se encontraba un viejo librero, con demasiados pocos libros para lo que tenían en el otro salón, comenzó a buscar algo interesante y un libro cayó, golpeando su pie. Trató de no gritar, pero le había dolido bastante, tomó el libro y lo revisó, bastante antiguo, parecía manuscrito. Ahí encontró una foto, o eso parecía, demasiado viejo todo. Al lado de la foto había una nota.
"Me voy, he decidido luchar
por lo que creo justo.
Disculpa todo el dolor que te causé,
pero ambos sabíamos que sería difícil.
Te adoro, mi pequeña.
Siempre tuyo, W.B."
¿Qué podía significar semejante nota, eh? Vio la foto, y en ella había una mujer, era idéntica a Katyusha, pero claramente no era ella. Esto se llamó furiosamente la atención, revisó detrás de la foto y decía "Wladimir & Katya B., diciembre de 1903". Mientras seguía revisando manuscritos de dicho libro, encontró que todos pertenecían a los escritos de su abuela Katya, que aparentemente se había casado con un hombre mucho mayor, su abuelo Wladimir, que obviamente fue el dueño del apellido que ahora ella posee. Pasmada, tomó el libro, las fotos, y se los llevó a su habitación. Estaba dispuesta a que Katyusha le diera unas cuantas explicaciones, y el porqué no le había dicho nada de esta historia.
Amanecía, el sol llegó al rostro de Anya, quien miró a su alrededor y el libro estaba justamente donde ella lo había dejado. Para asegurarse, tomó todo eso y lo guardó bajo llave, donde tenía todas sus cosas personales. Se dirigió a la cocina, y ahí, estaba Yao, quien preparaba el café para el desayuno.
─Buenos días, señorita Anya ─dijo él, con una sonrisa.─
─Privet, Yao… ¿Cómo dormiste? ─preguntó ella, con una dulce sonrisa.─
─Bastante bien, como casi todas las noches. Aunque escuché ruidos, ¿pasó algo?
─Te lo diré, si no se lo dices a mi hermana, ¿hecho? ─dijo ella, muy cerquita del oído del chino, quien asintió bastante convencido.─
─Por supuesto que sí, Anya. Puedes confiar en mí, te tengo mucho cariño ─sonrió él, generando una luz en el rostro de ella.─
─Creo que encontré un secreto familiar, que ella no me quiso decir. Anoche estuvo a punto de hacerlo, pero no lo hizo ─dijo la rusa, bastante molesta.─
─¿Cuándo le dijo que gustaba de mí, señorita Anya? ─dijo Yao bastante nervioso, tratando de mirar hacia otro lado cuando se dio cuenta de lo que había dicho.─
─¿Escuchaste todo lo que dije, Yao? ─preguntó ella, asombrada.─
─¿Realmente pensaba que no iba a hacerlo? Habla un poco alto, mi querida Anya. Por lo mismo me quedó bastante claro que a usted no le gusta que le digan Anastasia, así que mis labios jamás escuchará ese nombre. Pero no se preocupe por la opinión de su hermana, en el fondo ella tiene razón… ─al decir esto, se puso de pie porque el café estaba listo.─
─Pero… A mí no me interesa eso realmente, y si lo que pienso es verdad, la historia que leí de mi abuela… A ella le da miedo que sufra como ella lo hizo. Tal vez mi abuelo era muchos años mayor que Katya Braginskaya, y por eso pasaron algún dolor… Pero, ¿por qué tendría que ocurrir conmigo? ─Anya tomó un sorbo del café y unas lágrimas comenzaron a caer por sus ojos.─
─No culpes a Katyusha, pequeña. ─Yao secó las lágrimas de la rusa y la miró con una sonrisa.─
Anya, se puso de pie y tomó el rostro de Yao entre sus manos, para brindarle un suave y sincero beso. Él correspondió, pero en ese momento entró Katyusha a la cocina y pegó un grito agudo, furibundo, y luego de mucho tiempo, una mueca de rabia y desesperación se dibujó en su rostro.
¡ESPERO QUE TE HAYA GUSTADO!
¡Nos vemos pronto!
