Fe.
"La certeza en lo incierto"
"Es la expectativa segura de las cosas que se esperan, la demostración evidente de realidades aunque no se contemplen"
Volviendo a creer
Ahora las noches eran odiosas, si antes John pensaba que sus noches eran malas, con todas esas pesadillas sobre la guerra, se equivocaba. Las noches que sufría John desde hace casi un año sí que lo eran.
Apenas lograba dormirse y cuando lo hacía nuevas pesadillas acudían a su cabeza, aunque a veces no era así, a veces tan solo eran sueños felices donde Sherlock aun estaba junto a él, y eso posiblemente era lo peor de todo, no era agradable despertarse y recordar que estaba solo.
A veces le costaba recordar que Sherlock se había suicidado, a veces tardaba unos segundos, en otras ocasiones unos minutos y en raras ocasiones hasta horas.
Por eso cuando John se despertó aquella mañana, pronto, demasiado pronto teniendo encuentra a qué hora había conseguido dormirse, no le extraño oler esa dulce esencia a la que tan acostumbrado estaba antes.
John se estiro sintiéndose igual o peor que cuando se fue a la cama aquella noche. Se restregó los ojos con ambas manos y se quedo tumbado en la cama hasta sentirse un poco más despierto.
Sin ser consciente de lo que hacía aspiro llenando completamente sus pulmones y disfrutando del olor que había en su habitación.
Sherlock debía haber entrado en su habitación, se dijo sin darse cuenta, se levanto de la cama y sin acordarse aun bajo las escaleras para ir al baño.
-¿Sherlock…? –pregunto John con voz ronca, y nada más hacerlo John se acordó – Mierda…
John sintió su corazón encogerse, sus ojos volvieron a escocerle como era costumbre, se llevo una mano a la cabeza y cerró los ojos tratando de tranquilizarse.
-Está en mi cabeza, tan solo está en mi cabeza. Él está muerto… -murmuro John aun con los ojos cerrados.
Los volvió a abrir, suspiro y se dio media vuelta en dirección al baño. Tenía que ir trabajar en la clínica, no podía llegar tarde.
Olvidando el nuevo incidente de esa mañana John se dirigió de nuevo a su habitación para otra horrible noche.
Nada más que cuatro horas después se despertó, esta vez John lo hizo recordando a Sherlock y a su maldito suicidio. Por eso esta vez John se sintió perturbado al volver a reconocer el olor que indudablemente era de Sherlock, ayer ni siquiera le había dado vueltas al asunto, le había echado las culpas a su cabeza y lo había dejado pasar.
Pero ahora, totalmente dueño de su mente John sabía que no se lo estaba imaginando, el olor de Sherlock, no la colonia sino su esencia, estaba en el ambiente.
El corazón de John comenzó a ir rápido, ¿podría ser posible?
-¡Sherlock! –grito bajando las escaleras.
Llego al salón pero este estaba vacío, al igual que la cocina. Pero el olor aun estaba allí, John no podía estar imaginándoselo.
John jadeo intentando recuperar el aliento, había bajado demasiado deprisa las escaleras. John contemplo el salón una última vez antes de girarse hacia su evidente objetivo. La habitación de Sherlock, donde en solo ocasiones de absoluto dolor y duelo se había permitido entrar.
Esta estaba vacía, cosa que decepciono a la vez que no sorprendió a John, la verdad es que no sabía que se había esperado, ¿Qué Sherlock hubiera aparecido de la nada diciéndole que no estaba muerto? Bah, definitivamente debería empezar a plantearse su vida de nuevo e huir de aquella maldita casa llena de recuerdos.
John volvió a cerrar los ojos y prepararse de nuevo mentalmente. Se dio media vuelta y con los hombros hundidos y a un paso deprimente John volvió a subir a su habitación.
No paso más allá del marco de la puerta, John se quedo quieto observando la rosa roja que estaba en su almohada, la rosa roja que hace unos minutos no estaba.
John abrió fuertemente los ojos, de repente respirar costaba horrores, ni siquiera sus piernas o sus brazos parecían responderle.
Era imposible. No, imposible no, era improbable. Muy improbable.
Las rodillas de John empezaron a temblar y con un esfuerzo sobrehumano John consiguió dar un paso hacia su cama.
La rosa roja en su mano parecía demasiada perfecta para estar allí, demasiado irreal. Era fresca, de un rojo intenso y con sus pétalos perfectamente colocados, en perfecta armonía.
John se llevo la rosa a su nariz para aspirar su aroma, sus ojos se cerraron en el proceso llenándole de satisfacción. Cuando alejo la rosa de su cara pareció volver al mundo real.
-¿Sherlock? –pregunto en voz alta con el corazón en la garganta.
John recorrió su habitación con el corazón latiéndole a mil, pero Sherlock, si había sido él y si había estado en su habitación ya no estaba. Con un suspiro de resignación John abandono con rapidez su habitación sin soltar la rosa.
-¡Señora Hudson! –grito bajando las escaleras hasta el piso de su casera.
La puerta de la mujer se abrió justo cuando John llego a ella.
-John, querido, buenos días –le saludo la señora Hudson, aun estaba en su bata pero parecía que se había despertado desde hacía ya un tiempo - ¿Qué puedo hacer por ti?
John le mostro la rosa sin decir una palabra. El rostro de la señora Hudson se ilumino con una radiante sonrisa.
-Me la han dejado en la cama –comento John rápidamente, no quería malentendidos.
-¡Oh, suertudo! –exclamo sin abandonar su sonrisa – veo que alguien se ha acordado de ti en estas fechas, más le vale que a mi Marx no se le olvid…
-¿Estas fechas? –pregunto John interrumpiéndola, la quería mucho y por eso especialmente no le hacía mucha gracia saber de sus amores, además de que estaba impaciente, muy impaciente.
-Catorce de febrero, querido, San Valentín –le respondió ella sin sentirse ofendida por haber sido cortada – el día de los enamorados.
-Bien, si…correcto –murmuro John tragando saliva - ¿Por casualidad no habrá oído a alguien subir?
La señora Hudson negó con la cabeza.
-Lo siento querido, pero no he oído a nadie –le dijo pasándole una mano por el brazo - ¿No sabes quién es tu admiradora secreta? O admirador, por supuesto–rio ella.
John negó con la cabeza bajándola en el proceso. Su mirada se poso en la rosa, en una rosa que había aparecido en su cama después de que él creyese haber olido a Sherlock y hubiera salido corriendo de su habitación, y ahora encima se enteraba que era 14 de febrero.
No eran más de las siete de la mañana y su cabeza ya le iba a explotar.
-Bueno, gracias señora Hudson – le sonrió John débilmente – feliz día – susurro dejándole un beso en la mejilla.
La señora Hudson se despidió de él con otro beso y se metió en su casa. John se quedo frente a las escaleras aun sosteniendo la rosa en sus manos.
No sabía si creerse su propia teoría, al fin y al cabo era absurda. Pero si fuera verdad, si de verdad Sherlock estuviera vivo, ¿a qué fin le dejaba una rosa roja en ese día?
John sacudió la cabeza alejando sus pensamientos, tratando de mantener a raya a los sentimientos.
Subió las escaleras con calma, se haría el desayuno, vería un poco la tele y cuando fuera la hora se iría al trabajo.
Pero una vez más sus planes se vieron chafados al cruzar el marco de la puerta y entrar en el salón. A primera vista John no noto nada, es más ni siquiera noto nada raro al ver a la calavera en la repisa de la chimenea.
Y justo cuando iba a entrar en la cocina John recordó que la calavera había esto en el sofá en vez que en la chimenea antes de bajar a ver a la señora Hudson. Y allí había estado toda la noche.
John se dio la vuelta lentamente sin atrever siquiera a parpadear.
Cuando has eliminado lo imposible, lo que queda, aunque improbable, tiene que ser verdad. La voz de Sherlock apareció en su cabeza, clara como el primer día poniéndole la piel de gallina.
Una prueba, Sherlock le había dado una prueba, sabía que John dudaría con una simple rosa, y le había dado lo que necesitaba para creer que vivía.
Era absurdo, y quizás tiempo atrás John se hubiera sentido ridículo, pero desde que se había ido a vivir con Sherlock el cambio de posición de una calavera, añadido a la rosa, era una prueba lo suficientemente solida para que John creyera en él, que creyera que estaba vivo. Le había devuelto la fe en él, porque aunque nunca había dejado de creer en él ahora tenia fe de que estaba en algún lado y de que volvería.
John sonrió ampliamente como hacía meses que no lo hacía.
-Te esperare, pedazo de idiota –murmuro.
Espero que os haya gustado, mañana subiré la segunda parte :3
Hay muchas definiciones de fe, pero yo he elegido esta :/ no quería meterme en temas religiosos ni nada por el estilo, y la mayoría de definiciones de fe hace referencia a la religión xd.
Ñañañañañañaña en el próximo aparecerá Sherlock.
Sentimiento siguiente: ¡ALEGRIA!
