Hola, amables lectores y escritores de FF. Con mucho gusto presento el primer capítulo del fic correspondiente al nuevo reto del foro Mortal Kombat: Who's Next?, titulado: San Valentín Sangriento.
Mi participación consiste en un minific de tres capítulos, en el que hace su debut un OC de nombre Cristal, de la que se puede saber un poco más en esta historia (y cuando digo un poco, es un POCO, LOL).
Como todo buen fic de San Valentín (?), está cargado de romance (bueno, tal vez no muy exagerado, o no sé como lo sienta el lector), drama, etc. En está ocasión, prometí ponerle más empeño, así que espero que sea un poco mejor que el fic navideño que hice en el reto anterior, del que reniego con todas mis fuerzas.
La historia al principio esta narrada en tercera persona, pero después Jade es la narradora, al estar contando una anécdota, recuerdo o lo que sea. Aclaro esto para que el lector no piense que es un self-insert o algo así XD
Espero que sea de su agrado :)
Disclaimer: Mortal Kombat y sus personajes pertenecen a Netherrealm Studios, WarnerBros y a sus respectivos creadores.
Traición.
Una tranquila y silenciosa noche en Edenia, se encontraba la hermosa guerrera Jade, peinando el largo y sedoso cabello negro de una joven de piel oscura, quien se hallaba sentada frente a un tocador de elegante diseño. Ambas tenían puestas unas batas de brillante satén, ya que estaban por irse a dormir.
En sus ojos se veía que la adolescente tenía sueño. En cambio Jade la miraba con dulzura, conservando una sonrisa que tenía desde que comenzó a peinarla.
—Ya estás lista —dijo a la muchacha, después de haberle trenzado el cabello, como acostumbraba a hacerlo cada noche, para evitar que se enredara mientras dormía.
—Gracias, mamá —contestó, llevando su trenza al frente, haciendo que cayera sobre su pecho, y pasó las manos suavemente por ella, comprobando su firmeza.
—Qué descanses, Cristal —tomó su rostro delicadamente y le dio un tierno beso en la cabeza.
Cristal era hija de Jade. Siempre usando una vestimenta de lucha color blanco, con diseño similar al de su madre, la joven estaba siendo entrenada para pelear como ella, para servir a Edenia cuando estuviera lista.
No se sabía quién era su padre, pues Jade le pidió que guardara el secreto de su identidad celosamente, por lo tanto, sólo ellas dos sabían quién era.
La acompaño hasta su cama y le puso unas hermosas cobijas blancas encima, del mismo color y tela que su bata. De pronto se quedó inmóvil, causando que la joven la mirara con extrañeza.
— ¿Pasa algo?
—Olvidé darte algo —dijo Jade después de sonreír y salió de la habitación, un tanto apresurada.
Cristal no tenía idea de qué iba a darle su madre; sin embargo aguardó pacientemente a que regresara, mientras ella misma se acomodaba las cobijas. Después de algunos instantes, volvió. Entre sus manos sostenía una caja roja en forma de corazón con un lindo moño decorativo en el centro. Cristal se sorprendió, pues nunca había visto algo así.
—Ten —Jade le ofreció la caja y la observó esperando su reacción—. ¡Feliz día de San Valentín!
—¡Muchas gracias, madre! —con entusiasmo tomó el obsequio y la abrazó—, pero… ¿qué es esto?, ¿qué es San Valentín?
—En el Earthrealm, ese mundo tan maravilloso del que te he hablado tantas veces, hay un día de 365, en el que se celebra el sentimiento más bello que cualquiera puede sentir: el amor.
Cristal se sentó sobre su cama, interesada en saber más acerca de lo que su madre le hablaba.
—Pero no sólo celebran el amor —continuó—, también celebran la amistad. Ese día, en la Tierra, puedes ver flores por todos lados, gente dando obsequios como muestra de amor o de amistad sincera. Esto que te doy, es lo que más se regalan unos a otros en San Valentín. ¡Ábrelo y descubre qué es!
Con una sonrisa, Cristal se apresuró a abrir la caja. Vio que en su interior había unos extraños bocadillos de exquisito aroma y linda forma.
—¡Huelen delicioso! —exclamó después de acercar la caja a su nariz y aspirar profundamente—. ¿Qué son?
—Los llaman chocolates —tomó una pieza y se la puso gentilmente en la boca a la joven—. Prueba uno.
Era la primera vez que saboreaba un chocolate. Le gustó tanto que no pudo evitar tomar otro.
—¡Saben muy bien!, ¡son tan dulces!
A Jade le dio gusto que le haya agradado su obsequio. Emitió una risilla al verla tomando una tercera pieza, que se comió de un bocado.
—Ahora ya es muy tarde —le quitó lentamente la caja y la cerró—. Mañana podrás comer más.
Cristal respondió con un quejido, mientras seguía masticando el último chocolate que logró tomar, pues ella, con gusto, se acabaría la caja en ese instante. Sin embargo, resignada, acató la orden de su madre.
—En el día de San Valentín, la gente le obsequia estos deliciosos chocolates a las personas que más quieren. Me encanta ir al Earthrealm ese día. El amor se siente en cada esquina, en cada, obsequio, en cada flor. Muchas personas que no se atreven a expresar sus sentimientos, eligen esta fecha para armarse de valor y decir lo que callaron por tanto tiempo —recordó las bellas escenas románticas y los hermosos momentos que presenció cuando tuvo la suerte de estar en el Earthrealm en esa fecha. Tenía una amplia sonrisa que contagió a Cristal. Sin embargo, su rostro se tornó triste de pronto.
—¿Qué te pasa? —cuestionó, confundida por su repentina tristeza.
Tras unos instantes de guardar silencio, Jade cerró los ojos y suspiró. Trató de contenerse, pues no le gustaba llorar frente a ella.
—No todas mis memorias de San Valentín son… gratas —dijo, y miró a Cristal, con los ojos húmedos por lágrimas de dolor que se estaban formando.
Cristal se quitó las cobijas de encima, se sentó sobre la cama en posición de "flor de loto" y con su mirada le pidió que le contara esa amarga historia.
—Ha pasado tanto tiempo desde que ocurrió... y esos recuerdos están tan frescos en mi memoria, como si los hubiera vivido ayer.
Y entonces Jade comenzó a contar la triste historia de la que fue testigo, abriendo una vieja herida.
Hace muchos años, el misterioso guerrero de fuego, Liu Kang, fue nombrado por Raiden como protector supremo de la Tierra, al haber demostrado su superioridad en muchos torneos de Mortal Kombat, y por haber salvado el reino de la peor de las invasiones, junto a un honorable y poderoso grupo de guerreros.
Liu Kang se estableció en un enorme y hermoso palacio oculto en las profundidades de un bosque ubicado en su lugar de origen: Henan, China.
Kitana, su mujer y antes princesa de nuestra casa, Edenia, viviá con él. Ella era mi mejor amiga desde que éramos niñas… compartimos tantas cosas juntas. Aunque yo era edeniana, y por lo tanto no tenía ninguna obligación de servir al ejército del Earthrealm, Kitana me pidió que me fuera con ella, argumentando que necesitaba una consejera, alguien más que pudiera apoyarlos en dificultades contra los enemigos, y, sobre todo, necesitaba mi compañía. No pude decirle que no. Me fui a vivir al Earthrealm por mucho tiempo.
Liu Kang se encargó de seleccionar a los mejores guerreros de la Tierra, que tendrían el honor de servirle en tiempos de guerra. Entonces se formó un poderoso ejército conformado por temibles y valientes luchadores. Esos guerreros vivían en el enorme palacio, siempre esperando sus órdenes, al estar la Tierra en constante amenaza por el mal.
Si las amenazas eran mayores, se convocaban a luchadores de poder excepcional para encabezar el ejército. Sub zero, Sonya Blade, Johnny Cage, Jackson Briggs, Smoke, Nightwolf… son sólo algunos nombres de esos luchadores. Tendrás que recordarlos, porque muy pronto te hablaré de ellos.
Entre todos los guerreros, había uno que figuraba. Su nombre era Kung Lao, valiente y audaz monje Shaolin, quien además era un gran amigo y confidente de Liu Kang, desde mucho tiempo atrás.
El guerrero de fuego lo nombró capitán del ejército, gracias a la confianza que sentía por él, además de que creía en sus capacidades. Desde entonces la cercanía entre ambos guerreros fue aún mayor que antes. Kung Lao siempre estaba a un lado de él, esperando a recibir sus órdenes.
Aunque Kung Lao estaba con él en cumplimiento de su deber, Liu Kang le tenía muchas consideraciones, y lo veía más como su amigo que como el capitán del ejército. Por ejemplo, al momento de tomar alimentos, siempre lo invitaba a comer los deliciosos manjares que él y su mujer, Kitana, consumían. Era el único guerrero, de todos los que vivían en el palacio, que tenía dicho privilegio. Además, le otorgó la habitación con mayores comodidades, entre otras cosas que evidenciaban la gran estima que sentía por Kung Lao.
Su vida parecía normal. Estuvieron libres de peligro por mucho tiempo. Pero, por desgracia, la relación entre Kitana y Liu Kang era cada vez más inestable.
Con la falda de su bata extendida a su alrededor, Kitana estaba sentada en la orilla de un lago que estaba a algunos metros de distancia del palacio. Se abanicaba suavemente con su letal, pero elegante abanico, contemplando una bella flor de color rosa, que flotaba en el agua.
Desde el palacio, Liu Kang la miró y sonrió ligeramente, atándose una cinta en su cintura, para ceñir su prenda de dormir.
—¿Qué haces aquí? —se acercó a ella. Antes había ido a su habitación a buscarla, y se extrañó de no encontrarla descansando.
Kitana volteó hacia atrás, sorprendida de escuchar su voz. Cerró su abanico y se levantó para saludarlo.
—Llegaste. No esperaba que volvieras a esta hora —comentó, pues Liu Kang casi siempre llegaba cuando la luna de la media noche brillaba con todo su esplendor. Esa vez llegó una hora antes.
Se paró frente a ella, le dio un dulce beso en la frente, y la abrazó para que el calor de su cuerpo la cubriera del frío de la intemperie.
—¿Por qué no estás en la cama? —preguntó, mientras ambos permanecían abrazados.
—Siempre, a estas horas, me gusta salir y contemplar el lago, con la ilusión de que regreses antes de que me pierda en mis sueños.
Ella rompió suavemente el abrazo y se agachó, para sumergir su mano en la fría agua del lago.
—Hoy me pasó algo muy curioso —comentó—: le hablé a esta bella flor de cerezo, que flotaba en las aguas, sobre lo mucho que te extraño cuando te vas. ¿Y sabes qué pasó después? ¡llegaste!
Kitana observó la flor, recordando ese lindo momento que ocurrió breves instantes atrás. La acarició con delicada dulzura y se la ofreció.
Él la recibió con una pequeña sonrisa, que intentaba ocultar su remordimiento. Se sentía culpable de no pasar mucho tiempo con ella, al estar tan ocupado atendiendo las indicaciones de Raiden y de los Dioses Antiguos, entre otros asuntos que, como protector supremo de la Tierra, ameritaban toda su atención.
—Cuando me siento sola, converso con las flores. A menudo salgo al jardín y me paro frente al cerezo para hablar con ellas. Les cuento secretos que sólo ellas y yo sabemos. Puedo sentir que me escuchan atentas, pero tengo la seguridad de que guardarán mis secretos con su eterno silencio.
Clavó su mirada en la de su amado, y él le respondió con una sonrisa. La jaló con lentitud para darle otro abrazo, y emitió una risilla, enternecido por sus dulces palabras.
—Kitana… —dijo después de suspirar, acariciando su cabeza, mientras ella estaba aferrada a su pecho—. Entremos al palacio, ¿sí?
Ambos caminaron abrazados hacia el recinto. En el corto trayecto, Liu Kang se veía triste, pues cayó en la cuenta de que su amada necesitaba más atención, más amor. Consideró que no era justo que no se diera un tiempo para estar con ella.
Al llegar a la habitación, Kitana se acostó, y miró a Liu Kang quitándose los zapatos, sentado en el borde de la cama.
—Ya lo pensé bien —se metió a la cama, sin acostarse totalmente, pues quería contarle un plan —: le diré a los guerreros que tomen unas vacaciones. Hace mucho tiempo que han estado aquí y nunca se han quejado de no tener descanso.
Kitana estaba mirando al techo; sin embargo, al escuchar esa noticia, se giró para verlo con una sonrisa.
—¿De verdad? —se emocionó, pues sabía que eso significaba que Liu Kang estaría con ella.
—Hace un par de días Kung Lao me comentó sobre lo mucho que le gustaría visitar el templo Shaolin. Sentí que indirectamente me estaba pidiendo que le diera la oportunidad de hacerlo.
—Estoy de acuerdo en que proteger la Tierra es muy importante; sin embargo, no lo es todo —dijo y tomó su mano—. Los guerreros están orgullosos de servir al reino; pero recuerda que todos tienen una vida que va más allá de la lucha. Necesitan tiempo para ellos mismos y… para sus seres queridos.
Liu Kang miró sus manos entrelazadas. Sabía que eso era verdad. Estaba cegado por la necesidad de garantizar la seguridad del reino, sin pensar que estaba descuidando cosas aún más valiosas para él.
—Tienes razón —dijo, con remordimiento—. Ocuparé el resto de esta semana para dejar todo en orden, y la semana entrante le permitiré a los guerreros atender sus asuntos personales.
Kitana se emocionó. Le dio un abrazo, expresando su alegría.
—Descansa —dijo Liu Kang, después de darse un tierno beso en la boca, y apagó la lámpara, dejando la cámara oscura, y así poder conciliar el sueño.
Al día siguiente, Kitana y Liu Kang estaban en la mesa, listos para desayunar. Kitana se sentía dichosa de que su amado había decidido desayunar con ella.
—Buen día —saludé—. Ya le indiqué a Lina que prepare el té verde. Enseguida lo traerá.
Kitana se levantó de la mesa y caminó hacia la cocina.
—No hay problema. Yo serviré el té por esta ocasión —estaba entusiasmada de tener a Liu Kang en la mesa, así que ella quería tener la dicha de servirlo.
Liu Kang, mientras tanto, revisaba un pergamino con algunos reportes que Kung Lao le había entregado el día anterior. Me aclaré la garganta, y busqué la manera de invitarlo a que guardara ese papel.
—Lamento entrometerme en tus asuntos, pero tu mujer no estará contenta si ve que estás leyendo ese documento en este momento.
—Lo siento, pero esto es importante —contestó, sin siquiera voltearme a ver.
Después llegó Kitana, con una bandeja que contenía una tetera y dos vasos. Tenía una sonrisa, que se esfumó en cuanto vio a Liu Kang leyendo el documento. Se apresuró a poner la bandeja sobre la mesa, y gentilmente le quitó el pergamino de las manos, y me lo entregó a mí.
—Ya tendrás tiempo para atender tu trabajo —sonrió tratando de disimular su disgusto—. Ahora sólo concéntrate en disfrutar de este delicioso té. Es té verde, tu favorito —tomó un vaso y comenzó a servirlo cuidadosamente.
Él, al principio, se veía molesto, pero de inmediato recapacitó y pensó que tenía razón. Sonriendo, tomó el vaso y lo miró por un momento.
—Lo lamento, no había tenido tiempo de revisar ese reporte —se disculpó y amablemente le quitó la tetera, para servirle él mismo el té a Kitana.
Me miró. Pude leer en sus ojos la frase "tenías razón". Después ambos tomaron sus vasos llenos de té caliente, y se miraron con cariño por algunos segundos. Cuando iban a dar el primer sorbo, un mensajero entró de súbito, interrumpiendo el momento. Se paró a unos metros de distancia de Liu Kang y le ofreció una reverencia.
—Señor, Raiden lo necesita urgentemente. Está afuera, esperando.
Kitana, con el vaso en la mano, miró tristemente al mensajero, y después a Liu Kang.
—¿Raiden? Pero… quedó de venir en la tarde —dijo, confundido.
—Ha ocurrido un imprevisto. Le sugiero que no lo haga esperar mucho. Con su permiso —el hombre se reverenció nuevamente y abandonó el lugar.
Liu Kang miró tristemente el vaso entre sus manos, pensando en lo decepcionada que se sentiría Kitana por tener que dejarla. A él le hubiera encantado disfrutar del desayuno junto a ella, sin embargo, no esperaba recibir a Raiden tan temprano.
—Yo… —iba a decir, pero fue interrumpido.
—No digas nada —trató de disimular su amargura con una falsa sonrisa, y dejó su vaso sobre la mesa—. Entiendo que es urgente. Vete ya.
Le dio una suave caricia en la mejilla, para demostrarle que no estaba molesta; aunque en su interior la realidad era otra.
—No tardaré, lo prometo —tomó y besó su mano, agradecido por su comprensión.
Se levantó, y, apresurado, caminó hacia la salida para encontrarse con el dios del trueno. Kitana observó el vaso de Liu Kang. Lo agarró y lo contempló un momento, mientras una lágrima se resbalaba por su mejilla, hasta que cayó adentro del vaso, mezclándose con el té verde.
Molesta, se puso de pie y colocó en la bandeja todo lo que había sobre la mesa.
—Permíteme decirle a Lina que venga a recoger la mesa —le dije, tratando de detenerla.
—No es necesario, gracias —respondió irritada, sin mirarme, y continuó.
De repente dejó de recoger las cosas. Se quedó inmóvil por unos segundos. Sabía que algo andaba mal con ella. Me acerqué para acariciar su espalda, y entonces rompió en llanto.
—¡Ya no aguanto más, Jade! —me dijo, desesperada.
La vi tan mal, que la llevé a un sillón que estaba cerca, para que se sentara e intentara tranquilizarse. Se dejó caer y lloró como nunca antes la había visto.
—Kitana, cálmate… —le dije sujetando sus temblorosas manos, viendo sus ojos inundados en lágrimas.
—¡Yo esperaba otra cosa! Esto no es lo que tenía en mente…, pareciera que no le importo. Sólo viene en las noches a dormir, y al día siguiente ni siquiera alcanzo a despedirme de él, porque ya no está.
Me dolía ver a Kitana sufriendo de esa forma. No pude evitar derramar algunas lágrimas con ella, escuchando su voz llena de ira y decepción. Lina vino hacia nosotros, asustada por su lastimero llanto; sin embargo, con una seña, le pedí que se retirara.
—Todo esto pasará. Ya lo verás. Sólo espera a que el reino tenga un poco de estabilidad.
—Llevo años esperando a que eso pase. Pero sólo veo a Liu Kang cada vez más… lejos de mí.
Agachó la mirada y cerró los ojos. Su llanto comenzaba a cesar. Todo ese dolor que tuvo atrapado por mucho tiempo en su interior, fue liberado a través de sus lágrimas. Después de unos instantes, estaba más calmada. Se recostó en el amplio sofá, con un rostro triste, pero tranquilo. Decidí dejarla sola, para que reflexione y descanse. Le indiqué a la servidumbre no molestarla, a menos que necesitara algo.
Después de un par de horas, ella seguía ahí, inerte, perdida en sus caóticos pensamientos. De repente, se escuchó que tocaron los portones del palacio. Lina, la sirvienta, salió de su habitación con recelo, pues no sabía si podía importunar a Kitana después de su crisis.
—¿Recibo la visita, señora? —preguntó, esperando no ser imprudente.
Una segunda vez se escucharon los golpes a los portones. Kitana suspiró y cerró los ojos.
—No —contestó indiferente, cruzando los brazos, aún recostada en el sofá.
Lina hizo una expresión de desconcierto, sin embargo, se limitó a acatar su orden y regresó a su habitación. Kitana no tenía intenciones de recibir a nadie. Estaba harta de mensajeros que sólo ocasionaban que Liu Kang se alejara de ella.
No obstante; la insistencia de los golpes estaba comenzando a impacientarla. Se levantó del sofá con desgano y decidió recibir la visita ella misma. Al abrir uno de los portones vio que se trataba de Kung Lao.
—Buen día, Kitana —saludó cortésmente—. ¿Está Liu Kang?
Ella se acomodó su bata, que aún tenía puesta, pues desde que despertó no se había cambiado la ropa, y se cubrió los ojos, a causa de la intensa luz del sol.
—No, no está. Salió con Raiden hace un par de horas.
Kung Lao hizo un gesto de molestia y miró un pergamino que tenía en la mano.
—Necesitaba verlo urgentemente. Le tengo noticias muy importantes. ¿Sabes si iba a tardarse?
—Me dijo que no tardaría. Aunque no sé si creerle. ¿Por qué no entras y lo esperas? Con suerte, quizá ya esté en camino.
Se mostró pensativo; pero debido a la urgencia de la notificación, finalmente aceptó su sugerencia.
—Creo que será lo mejor. Gracias, Kitana.
Ella se hizo a un lado y le hizo una seña con la mano, invitándolo a pasar. Tenía la esperanza de que en verdad Liu Kang volviera pronto a casa, como lo prometió; a pesar de que su interior le decía lo contrario.
Kung Lao no entraba a menudo a las cámaras de Liu Kang y Kitana, si no era al comedor, o por petición del propio Liu Kang, de tal modo que se sentía un poco incómodo de estar ahí.
—Por favor, toma asiento —indicó Kitana, señalando el sofá en el que estaba recostada anteriormente—. ¿Deseas tomar algo? Tenemos té verde.
—Estoy bien, gracias —contestó, haciendo una ligera reverencia por su gesto.
—Adelante, acepta un vaso. Mandé preparar mucho y todo se ha quedado —recordó el amargo recuerdo de Liu Kang dejándola sola con la infusión, que con tanto cariño había pedido para él.
No consideró apropiado que ella le insistiera, así que accedió a beber un poco de té.
—Si no es molestia, entonces aceptaré un vaso.
Kitana de inmediato le habló a Lina y le indicó que calentara la infusión. Después de un par de minutos, llegó sosteniendo la bandeja con dos vasos y la tetera. La guerrera le pidió a Kung Lao que pasara a la mesa, en donde ella lo acompañaría.
Tomaron asiento. Mientras tanto, Lina les servía el té. Al ver que Kung Lao le dio un sorbo, Kitana ya no se sentía tan frustrada de que la aromática bebida había estado en el olvido, tras el abandono de Liu Kang.
—¿Te gusta? Mandé traerlo de un poblado cercano. Me dijeron que no hay mejores hierbas que las de ahí.
—Sí, sabe muy bien —contestó, y le dio otro sorbo—. Yo siempre empiezo el día con un vaso de té verde.
Kitana también le dio un trago a su infusión, contenta de que le haya agradado.
—Es la infusión predilecta de Liu Kang…, pero, por desgracia, casi nunca puede tomarla. Siempre está fuera del palacio —de nuevo estaba comenzando a sentir ira y dolor; pero no quiso hacer un drama como el anterior frente a Kung Lao, así que decidió cambiar de tema—. ¿Cómo haces para soportar estar lejos de tu hogar y para no sentirte agobiado de que tu vida se consuma en estar siempre al pendiente de la Tierra?
Después de pasar el sorbo de té que Kung Lao tenía en la boca, guardó silencio unos instantes, reflexionando en la cuestión.
—¿Recuerdas cuando eras princesa de Edenia? —preguntó, sin siquiera mirarla, con el rostro serio y casi inexpresivo que lo caracterizaba—. ¿No estabas dispuesta a dar la vida por tu reino? Entiendo que la Tierra no es tu verdadera casa, y no sientes ese fuerte impulso de protegerla a cualquier costo; pero si te pones en mi lugar, sabrías la respuesta.
Ella recordó sus tiempos de gloria. Sin duda hubiese dado la propia vida por Edenia de ser necesario; pero, hubo una cosa aún más fuerte que el amor por su reino.
—Sí, lo sé, pero, ¿la seguridad de la Tierra es lo máximo para ti?, ¿no hay algo lo suficientemente valioso como para sacrificar tu lugar como protector del reino?
—Aún no hay nada más valioso para mí que proteger la Tierra. No sé si en el futuro cambie de parecer; no sé si mi destino es este, o si esto es sólo un camino más para llegar a mi verdadero destino.
Mientras Kung Lao hablaba, Kitana, inconscientemente, fijó su mirada en él. Nunca había tenido la oportunidad de estar tan cerca de él. Estaba acostumbrada a que Liu Kang siempre estuviese en medio de ellos. Cuando cayó en la cuenta de que lo estaba viendo más de lo normal, desvió la mirada. Le pareció un poco extraño que de repente estaba más atenta en observarlo que en escucharlo; sin embargo, creyó que sólo había sido por la curiosidad de que era la primera vez que estaba tan cerca.
Los minutos pasaron, y Kung Lao seguía hablando, respondiendo cuestiones que Kitana le hacía. Ella, sin darse cuenta, constantemente fijaba su mirada en su rostro; no obstante, el monje pensó que se debía a que le prestaba atención, sin imaginar que, en realidad, ignoraba sus palabras.
Haciendo una pausa, Lao tomó su vaso de té y le dio un sorbo. A pesar de que ya no estaba hablando, Kitana no apartaba su vista de él. Parecía estar hipnotizada, viéndolo beber una y otra vez la infusión.
Pero, después de unos instantes, mientras tenía el borde del vaso entre sus labios, Kung Lao presintió su mirada, y giró los ojos hacia ella. Por fin se dio cuenta de que lo observaba de manera extraña.
Kitana, al notar esto, se aclaró la garganta y volteó a otro lado, severamente avergonzada. Trató de disimular, pero fue demasiado tarde. "Qué tonta", se dijo a sí misma en su mente, y comenzó a peinar sus largos cabellos, con algo de nerviosismo.
Kung Lao se sintió un poco incómodo; a pesar de que no consideró que lo estaba mirando de manera inapropiada. Se apresuró a darle el último sorbo a su té y se levantó de la silla.
—Muchas gracias, Kitana. Al parecer, Liu Kang tardará más en llegar, y yo aún tengo algunos asuntos pendientes. Así que, por favor, cuando llegue, dile que me busque.
Ella se puso de pie y lo acompañó hasta la salida.
—No te preocupes. En cuanto regrese, se lo diré —abrió uno de los portones, para permitir que Kung Lao saliera.
—Hasta luego —él se despidió, después de ofrecerle una reverencia y se dirigió a su cámara.
Se quedó parada en el marco de la puerta, viéndolo alejarse lentamente, hasta que desapareció de su vista. Cerró el portón con suavidad, y se recargó sobre él, colocándose la mano sobre la frente. Estaba preocupada, pues no estaba segura si Kung Lao había decidido irse a causa de ese pequeño y penoso incidente. Nunca fue su intención incomodarlo. Aunque a la vez confiaba que no haya sido notorio, y en realidad sí tenía la urgencia de retirarse.
"¿Por qué lo miré con insistencia"?, se preguntó a sí misma, sin tener idea del motivo que la orilló a cometer esa tontería. Soltó una carcajada cuando pensó que quizá se sintió atraída por él. "¿Atraerme?, ¡qué disparate!", pensó, y optó por olvidar ese asunto, creyendo que le estaba dando la importancia que no tenía.
El sol había cumplido su misión del día, y se ocultó, cediéndole su lugar a la luna.
—Una noche más —me dijo, tristemente, sentada, viendo al agua del lago, en donde acostumbraba a derramar sus lágrimas—. No debí atreverme a creerle.
Kitana sabía que sería una amarga noche como todas. Aunque había tenido la ilusión de ver a Liu Kang de regreso, con la luz del sol lastimando sus ojos. Sin embargo, como siempre, fue el resplandor de la luna el que le indicó que su llegada estaba próxima.
La miré con tristeza, en silencio, al no tener palabras que pudieran consolarla, pues no las había. De pronto, se escuchó una voz detrás de nosotros, llamando su nombre a lo lejos.
—¡Ya llegó! —dije, con una sonrisa, después de voltear y ver a Liu Kang, pensando que se alegraría.
No obstante, se quedó quieta, sin responder nada. Siguió mirando el lago como si no hubiera hablado nadie.
—¡Liu Kang está aquí! —insistí, creyendo que no me había prestado atención.
Únicamente obtuve un suspiro lleno de indiferencia como respuesta. Entonces comprendí que estaba molesta. El guerrero caminó hacia nosotros; parecía estar preocupado.
—Kitana, lo siento tanto… —dijo cuando estaba cerca, arrodillándose para mirarle el rostro.
—Estoy tan acostumbrada a escuchar tus falsas promesas, como este lago está acostumbrado a escuchar mis lamentos —giró su cabeza, evitando mirarlo.
Esas palabras lo apenaron mucho. Él nunca la había visto tan molesta como en esa ocasión.
—Tienes que comprender que es mi deber hacer esto…
—Lo comprendo —interrumpió bruscamente y se levantó—. Me alegra que hayas llegado. Con tu permiso.
Al ver que se retiraba, la seguí. Me impresionó esa displicencia, que nunca antes le había manifestado a Liu Kang. Se quedó arrodillado, mirándonos mientras nos alejábamos lentamente. Cuando ya íbamos a entrar al recinto, volteé a verlo. Estaba cabizbajo e inerte. Seguramente ya se había dado cuenta de que algo no estaba bien con su amada.
La acompañé hasta la entrada de su cámara. Antes de que cerrara la puerta, conversamos por algunos minutos. Noté que tenía una mirada de arrepentimiento. Probablemente se sintió culpable por haber sido tan descortés con Liu Kang. La situación era difícil, pues él no podría cambiar, por mucho que quisiera, para complacer a Kitana, pues su labor era muy importante. Tuve un mal presentimiento con respecto al futuro de ellos; aunque deseaba que encontraran una pronta solución a sus problemas.
Posteriormente, me dirigí a mi habitación. En el camino, me llamó la atención cierta conversación entre dos hombres.
—Por favor, que Kitana no sepa de esto. No quiero que se preocupe —dijo Liu Kang.
Me oculté detrás de una pared para no ser vista. Me causaron curiosidad esas palabras, así que me quedé para tratar de escuchar más.
—Así será. Mientras tanto, me encargaré de averiguar quiénes están planeando esto —pude reconocer la voz de Kung Lao.
—Mañana debo ir nuevamente con Raiden, así que te pido que estés muy atento a este problema y me mantengas al tanto de todo lo que sepas —respiró profundamente—. De por sí, las cosas se están poniendo difíciles, ¿y ahora esto?
—No hay problema. Mañana mismo movilizaré a nuestros hombres, e iremos a buscar a los miserables que están detrás de esta conspiración.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar a Kung Lao decir la última palabra. Cubrí mi boca involuntariamente, y un gran miedo me invadió. "¿A qué se refiere con conspiración?", pensé. Los guerreros se estaban despidiendo, así que me apresuré a irme, antes de ser descubierta.
Me acosté en mi cama, muy preocupada. Ni siquiera pude dormir al estar pensando toda la noche en esa conversación.
Al día siguiente, lo primero que hice fue ir a buscar a Kitana a su cámara para decirle lo que escuché.
—¿Conspiración? —me preguntó, dejando de cepillar su pelo repentinamente. Puso el peine en el tocador y me volteó a ver con el ceño fruncido.
—No escuché más —bajé la voz, temerosa de que Liu Kang pudiera oírnos—. Cuando llegué fue demasiado tarde. Cuidado con decirle algo al respecto; puedo salir perjudicada. Claramente pidió que no lo supieras.
Se puso de pie y caminó hacia mí, tocando mi hombro, para darme confianza.
—Mientras yo esté aquí, no tienes nada de qué preocuparte.
Se escuchó la voz de Liu Kang aproximándose. Con la mirada le supliqué a Kitana que guardara silencio; y así lo hizo. Les ofrecí una reverencia y me retiré rápidamente. Él se preparaba para irse junto al dios del trueno. Después de unos instantes, Kitana lo estaba ayudando a vestirse, con un rostro serio.
—Estaré fuera del reino por un par de días —dijo, mientras ella le ataba unas cintas de sus ropas. Sin embargo, no recibió respuesta.
—Una de las sirvientas —mintió para protegerme, restándole importancia a lo anterior— escuchó una conversación que tú y Kung Lao sostuvieron anoche. ¿Es cierto que hay problemas?
Liu Kang sintió una sacudida en su pecho, pues ocurrió lo que más temía: Kitana estaba enterada de la peligrosa situación en la que estaba envuelto. No obstante, prefirió fingir, y tratar de convencerla de que no pasaba nada.
—¿Qué va a saber una sirvienta de nuestros asuntos? —dijo, después de soltar una risilla burlona, evadiendo inconscientemente su mirada—. ¿Cómo puedes creerle?
Kitana lo veía fijamente, con una expresión ligeramente triste. Deseaba creerle, pero no podía. Estaba segura de que en verdad algo andaba mal, sin embargo, sabía que él no le diría la verdad.
—Tienes razón. Tal vez… malinterpretó las cosas, ¿cierto? —esbozó una falsa sonrisa, resignada a seguirle el juego.
Liu Kang respiró profundamente y le dio un fuerte abrazo, con un poco de culpa al tener que engañarla, por su bienestar.
—No tienes nada de que preocuparte —la abrazó con más fuerza y después clavó su mirada en la de ella—. Estaré ausente unos cuantos días, y, cuando regrese, haré lo que te prometí, ¿recuerdas?
Hizo referencia al descanso que tomarían, para poder pasar tiempo juntos. Ella sonrió, aunque no fue una sonrisa sincera.
—Está bien —le dio un fuerte abrazo y después lo miró de arriba a abajo, para asegurarse que su ropa estaba bien puesta.
Liu Kang le dio un beso en la frente y se dirigió apresurado a la salida del palacio.
Cuando Kitana supo que Liu Kang ya se había ido, me pidió que buscara a Kung Lao. Me dirigí a la zona en donde estaban las cámaras de los guerreros. Muchos se hallaban afuera, en el amplio patio. Con la mirada, lo busqué entre la multitud. Después de unos instantes logré divisarlo. Estaba de espaldas, conversando con uno de los soldados. Enseguida caminé hacia él.
El soldado le ofreció una reverencia y se alejó. Cuando Kung Lao se dio la vuelta para irse, se sorprendió al verme, pues nunca iba a ese lugar.
—La señora quiere verte —dije, causando que me viera con extrañeza.
—¿A mí? —cuestionó, mirándome con el ceño fruncido—. ¿A razón de qué?
—Te espera en el palacio —ignoré su pregunta, ya que Kitana me pidió no dar mayor información. Me di la vuelta y me fui de regreso a su cámara, para decirle que había cumplido con lo que me encomendó.
