Advertencias:

-Este fic es la continuación (o el segundo libro) de "El reino desvanecido".

-Cosas darks y otras exageraciones. Desarrollo de personajes. Divergencias respecto al canon. Mezclas raras y experimentos con las situaciones y personajes. No mucho porno. De todos los fics que conformarán el compendio sobre Tabris y Amell, y pese al ominoso título, esta parte es la más relajada y feliz (?

-Para quienes me acompañan desde "El reino desvanecido" decir que en este pretendo capítulos más pequeños, narrados en presente (tercera persona), tratando de economizar en palabras en beneficio de la máxima claridad.

-La temática de cada parte que compone el fic viene de cierto fanficker de la Edad Media xD. Sucedió que mis notas para una historia en el fandom de Fullmetal Alchemist se revolvieron un día con mis notas sobre fics de Dragon Age y dije "¡Ea, de aquí soy!".


Exoneración: Personajes, lugares y todo lo que suene familiar es propiedad de BioWare y entes similares.


Música: "Guren no Yumiya", Linked Horizon.


Primera parte

- Limbo -

Mi guía, con la faz amortajada,
dijo: «Bajemos a ese mundo ciego:
primero yo: tú, sigue mi pisada.»
Yo, que su palidez vi desde luego,
respondí: «Si el bajar a ti te espanta,
¿Quién a mi pecho infundirá sosiego?»
«Es la angustia,» dijo él, «por pena tanta,
y la piedad pintada en mi semblante;
no pienses que es temor que me quebranta.»

—La Divina Comedia, Infierno, IV.


- Preludio -

Alza su escudo frente al mago, justo a tiempo. En los ojos que le agradecen la intervención, también hay sorpresa y terror. Varias flechas se han incrustado en la madera, resulta obvio que el joven mago está pensando en el dolor y la sangre que le ha ahorrado. Parpadea y deja escapar el aire.

—¿Estaría exigiendo demasiado si te pido que vayas un poco más rápido? —Inquiere el muchacho, hablando sobre su hombro a la otra recluta. Incapaz de girar y darle la espalda a la batalla para dirigirse a ella, se concentra en el enemigo y pronuncia las palabras de un hechizo.

En respuesta, un cosquilleo familiar se instala en la piel del guarda. Su sangre y su carne distinguen la naturaleza entrópica de la magia; desde que lo conoció, Theodore Amell le pareció esa clase de mago. Los monstruos ralentizan el paso, otros entran en pánico. Su siguiente hechizo, sospechosamente veloz, los hace arder, llenando el ambiente de un olor desagradable. No ha habido manera de que, a través de los últimos meses, se acostumbre al hedor de la carne corrupta consumida por el fuego.

Desvía su atención un segundo. La joven, agachada sobre el mecanismo de la trampa, no ha dado más réplica que un levísimo ceño fruncido que denota su concentración. A tientas busca el mecanismo de activación. Si bien su cara no delata el temor que alberga, el temblor de su muñeca habla volúmenes. La ve retirarse el cabello de la frente y bufar una maldición que él no llega a oír en realidad.

Alistair regresa su vista al frente. Un pinchazo en la parte posterior de la cabeza anuncia el arribo de una nueva oleada de engendros tenebrosos. Levanta la espada un poco más y da un paso al frente, preparado para el choque contra un genlock.

La emboscada los atrapó entre un par de montículos y numerosas trampas. La patrulla encomendada a ellos tres se ha convertido en más que un ejercicio sencillo de adecuación.

—Está hecho —pronuncia la recluta de pronto, con la simplicidad de quien está dando los buenos días.

La mujer le dedica una rápida mirada a su compañero y Alistair, por enésima vez desde que abandonaron el campamento de los guardas grises, se siente fuera de lugar. Sabe que el par de reclutas ha pasado las últimas semanas en compañía de Duncan, pero incluso así, la sinergía que ambos empiezan a demostrar es un rasgo útil que cualquiera envidiaría en el campo de batalla.

Theodore asiente. Su siguiente hechizo, obedeciendo la callada recomendación de ella, es una cortina de fuego azul, a través del estrecho pasaje, que les da tiempo de correr hasta una posición defendible. Los tres inspeccionan el área en busca de algún suministro antes de iniciar el ascenso por la colina. Una poción de vigor o lirio. Kallian, perpleja, recoge monedas de un cadáver.

—¿Los engendros tenebrosos no tendrían que estar del otro lado del valle? ¿Qué hacen aquí? —Pregunta Theodore.

—Lamento decirte que los engendros tenebrosos se invitan solos a las celebraciones.

Alistair se da un momento para voltear hacia atrás cuando han alcanzado la cumbre de la colina, e inspecciona el terreno. Los dos reclutas jadean; uno se sienta sobre la parte plana de una gran roca, y la otra se ha tumbado sobre el suelo. Sudan y están empapados de sangre negruzca. El combate ha sido inesperado, mas no extremadamente difícil; no lo suficiente para que el par haya acusado el cansancio tan rápido. No son los mejores ejemplares que se le pueden ofrecer a la orden. No todavía, en cualquier caso. Recordando la disputa de su propio reclutamiento, el joven guerrero apenas logra contener una sonrisa de nostalgia.

Duncan aprecia aquello que otros tildan como causa perdida y recoge lo que la sociedad parece no querer o necesitar, y es, para sorpresa de muchos, capaz de convertirlo en algo útil.

«Si logran sobrevivir a la Iniciación», una ominosa voz le recuerda.

—Luce como alguna clase de avanzadilla —especula, torciendo un poco el gesto. Se da cuenta, al instante, de que ha sonado demasiado lúgubre, de nuevo. No es la bienvenida a la orden que a él le habría gustado recibir. Se apresura a corregir este pesimista estado de ánimo—. Eso significa que nuestro día de campo se pospone —suspira teatralmente.

—¿Eso es posible? —Pregunta la taciturna recluta.

—¿Qué? ¿Un día de campo? —Interviene Theodore—. Pues no sé, pero un rato de solaz nos vendría de maravilla.

Kallian Tabris no le concede ninguna respuesta y la sonrisa que bailaba en los labios del mago detona. Disfruta de sacar de quicio a su compañera, lo cual le ha valido más de un buen puntapié. Alistair se cuida, no queriendo que el gesto se le contagie mientras la recluta elfa aguarda por una respuesta.

—Céntrate, Amell —solicita con más paciencia de la que cabría esperar de ella—. Estoy hablando de los engendros tenebrosos.

—Ellos también se merecen un descanso.

La mujer suspira, rendida.

—¿Se supone que esos monstruos puedan hacer cosas como estas? Grupos de exploración, emboscadas… Creí que eran criaturas sin inteligencia.

—Los engendros tenebrosos… vienen en muchas presentaciones.

—¿Recuerdas a Su Majestad El Más Monstruoso?

—Te pedí que dejaras de nombrarlos, Amell.

—Usaba magia y no era como el resto —apunta él, sin que el comentario de Tabris tenga efecto alguno—. Por supuesto, no lo supiste porque lo viste, entraste en pánico, le lanzaste una bomba de ácido y el pobrecillo se cayó por el acantilado.

—No tuve tiempo de detenerme y preguntarle si se sentía especialmente inteligente.

En cuanto se da cuenta de que le está siguiendo el juego al mago, Kallian guarda silencio y se enfoca en Alistair.

—¿Cuál es el plan?

No son solo los ojos grises de ella los que le observan a la expectativa. Amell espera órdenes suyas también, aunque con mucha menos disposición; Alistair casi siente que se está burlando de él con aquella sonrisa de suficiencia. El guarda recuerda por qué pensó en protestar cuando Duncan le encomendó la introducción de los dos jóvenes a la orden. Las cosas se ponen raras cuando él está a cargo.

—Es terreno alto —medita en voz alta, girando el cuerpo—. Pero hay demasiados árboles…. Esto, Kallian, ¿verdad? ¿Puedo llamarte Kallian? —Pregunta, tratando de enmascarar su inseguridad. Ella asiente, dando un paso al frente. La presteza de la acción aviva el pánico en él. Detesta verse en esa posición, nadie debería seguir sus órdenes—. ¿Sabes usar el arco? —Pregunta al descolgarse el arma y el carcaj que recogió en su carrera desde el fondo del barranco.

No imaginaba recibir esa expresión de alarma. Esta vez, los nervios no se manifiestan únicamente en el temblor de sus extremidades. Lo mira con los ojos bien abiertos, casi horrorizada, mientras sostiene el arco por inercia.

Detrás, la risa de Theodore completa el cuadro de irrealidad: Kallian Tabris, que hasta ese día había demostrado ser imperturbable, tiene esa cara aterrada; él está al frente del grupo impartiendo órdenes; los engendros tenebrosos aguardan en algún sitio detrás de la arboleda. Theodore para de reír para erguirse con aire afectado.

—No podemos quedarnos quietos, esperando la muerte, ¿no? —Dice, burlándose de la parálisis que Alistair y Tabris sufren—. Kallian, haz el truco de las sombras que te enseñó Duncan. Si puedes evitar las bombas de ácido te lo vamos a agradecer mucho —se mofa. Luego, pone su atención sobre el guarda—. En el Círculo solía jugar todo tipo de juegos de naipes —aclara, ante la asombrada (y, sí, aliviada) expresión de Alistair—. Si lo piensas, todos somos cartas. —El muchacho ladea la cabeza sobre su hombro derecho; echa un rápido vistazo más allá de él. Alistair lo siente a sus espaldas, como un cosquilleo, se trata de un engendro—. Me da un poco de curiosidad... ¿Cuál eres tú?

Alistair no lo sabe.


N/A: Se trata de una tontería, pero me gustó escribir el desastre que es este trío actualmente.
Alguien debe decirle a Al que es absolutamente capaz de ser un brillante líder aljsdfksjdf. Ya aprenderá, ya aprenderá c':

Y bueno, que Alistair no quiere impartir órdenes, Kallian no quiere quedar como una inepta y todo es un chiste para Amell. A pesar de ser un desastre justo ahora, no son unos inútiles (porque bueno, si bien Duncan es un cuqui, no va por allí recogiendo gente solo por caridad). Ya se verá luego.

Oh dios, esto fue divertido. No recuerdo la última vez que me divertí tanto escribiendo.

Esta es mi última actualización rápida, es probable que la próxima no llegue hasta finales de enero.

En fin, ¡felices fiestas a todos! Beban en mi honor (?

¡Muchas gracias por leer!