Corregido y resubido.
Pareja: Mi máxima OTP de Reborn, D18 bitches~!
Advertencias: Aquí dentro encontraréis lemon del bueno(?). La cuestión es que será la primera vez de Kyôya, pero se supone que él y Dino ya son algo así como "pareja"... aunque con Kyô-chan no puede haber nada así de estable y todos lo sabemos. (?)
Disclaimer:Los personajes son propiedad de Akira Amano~
¡Go D18 Go! (?)
Tsuna se estremece al notar un fuerte escalofrío recorriéndole toda la espina dorsal. No es de frío, tampoco de terror; ha sido un mal presentimiento. Pero ¿qué se puede esperar de una visita a los baños públicos con Reborn, Dino y Fuuta?
La tortuga de Dino, Enzo, rompió de nuevo la bañera de casa de los Sawada y por eso ahora tienen que ir a los baños públicos. Todos -menos Tsuna- parecen muy emocionados, sobretodo Dino, ya que nunca ha ido a uno antes.
Pero al llegar se dan cuenta de que hay alguien allí. Sólo una persona y la que menos esperaban.
—¡Kyôya! —Dino le sonríe feliz.— ¿Qué haces aquí tan... solo?
No es de extrañar que Hibari Kyôya, jefe del comité disciplinario del instituto Namimori, esté solo; ya todos saben que odia cualquier tipo de compañía. Aun así su maestro le sigue preguntando cada vez que lo ve.
—¿Qué hacen unos molestos herbívoros en mi baño personal? —El Guardián de la Nube estrecha los ojos y saca una tonfa de debajo del agua, dispuesto a atacar.
—Y-ya nos íbamos; de todas formas no necesitamos tanto un baño, ¿verdad? —Tartamudea Tsuna, mirando a los que le acompañan para buscar su apoyo.
Pero Dino no parece pensar lo mismo, pues ya camina hacia la bañera de humeante agua caliente con una toalla atada a la cintura y el pelo recogido en una corta coleta.
"¡Se quiere suicidar, realmente se quiere suicidar!", piensa el décimo Vongola, alterado, mientras ve cómo el jefe mafioso se mete en la bañera con lentitud, dejando que el cuerpo se le acostumbre a la alta temperatura del agua.
Tsuna ladea la cabeza con desconcierto cuando ve cómo Hibari vuelve a guardar la tonfa bajo el agua y parece relajarse. Entonces los fríos ojos del jefe del comité disciplinario se clavan en él, causándole un escalofrío de puro terror. Reborn sonríe par si mismo y, con un salto, logra darle una fuerte patada en la mejilla a su pupilo.
—Estúpido Tsuna, ahora mismo nos vamos a entrenar.—Dicho esto, el Arcobaleno saca al castaño de los baños y Fuuta cierra la puerta corredera con una pequeña reverencia.
Cuando el silencio vuelve a inundar la estancia mezclándose con el vapor, Kyôya se permite mirar a Dino, atravesándole con sus ojos grises.
—¿Me has echado de menos, Kyôya? —Le sonríe de nuevo Dino, inclinándose hacia él.— ¿Puedo acercarme ahora sin que me ataques?
—...Hmph. —Suelta él, mirando hacia un lado.
Siempre es igual. El italiano le pide permiso para cosas que, aunque no tuviera el consentimiento del menor, hará de todas formas. Siguiendo esta regla, el capo pasa un brazo por encima de los hombros pálidos de Kyôya, acariciándole la mejilla derecha con suavidad y atrayéndolo hacia si.
Cuando la mano izquierda del rubio empieza a subir por su muslo debajo del agua, Kyôya se empieza a alarmar. Mira de reojo a su tutor y ve en su expresión que esta vez no va a parar.
—Deja de tocarme así, Cavallone... —Le advierte sin mucha autoridad el pelinegro, intentando ocultar las sensaciones que le provocan las manos del mayor.
—No creo que realmente quieras que deje de tocarte, Kyôya. —Se permite sonreír con una pizca de soberbia.— Sino esto no estaría tan duro.
Dino acaricia con suavidad el miembro del menor, rozándole tan sólo con la yema de los dedos. Éste jadea cada vez que siente la piel ajena contra la suya y se muerde el labio, maldiciéndose por dejarse llevar de esa forma.
—¡He dicho que me dejes! —El menor se revuelve entre los brazos del rubio y consigue alejarse de él. Le mira jadeando y sofocado; había estado a punto de llegar al clímax sólo con esas suaves caricias.
Molesto por todo aquello, saca una tonfa de debajo del agua de nuevo, como por arte de magia. Dino siente el acero tibio en el cuello y traga saliva.
—Pe-pero Kyôya... —Sin su látigo a mano y sus subordinados cerca, el rubio realmente teme a su pupilo.— ¿Por qué nunca me dejas hacerte sentir bien?
—¿Hacerme... sentir bien? —Repite el más pequeño, alzando una único que siente con las caricias del italiano son cosas raras y desconocidas que le encienden por dentro. Eso no puede ser bueno de ninguna forma... ¿pero de verdad se siente así? Se ruboriza al pensar que algo como eso le puede gustar y baja la cabeza, apretando más la tonfa contra el cuello de Dino.— Eres un pervertido y un pedófilo.
—¿Ah?—Olvidándose de lo peligroso que puede ser el joven del que es maestro, Dino sonríe y dice:— ¿Entonces admites ser un niño pequeño?
Un golpe. Un solo golpe; seco, limpio y preciso. Un golpe que va a parar al mentón del líder de los Cavallone y que en realidad no ha sido tan fuerte como podría haber sido viniendo de quien viene.
Después hay unos segundos de silencio mientras Dino se palpa el lugar del golpe, dolorido. Kyôya le mira con el ceño fruncido y con un rubor inevitable.
—No soy un niño. —Escupe con rabia.
—Demuéstralo.—Le dice el italiano, sonriendo desafiante.
