Prefacio

La obscuridad era abrumadora y el frio me tenía entumecida, sabía que una gran tormenta se avecinaba, que debía moverme de ahí, que debía seguir caminando en busca del poblado más cercano; pero no lo hice, estaba agotada, había caminado todo el día por el bosque, dando vueltas en círculos, siempre regresando al mismo lugar y es que debía admitir que no era buena senderista, ni siquiera era buena ubicándome con los puntos cardinales.

Pero nunca lo pensé, nunca pensé en eso cuando me escape de esa cabaña, creí que podría encontrar rápido el camino al pueblo, que pronto estaría en un carruaje que me llevara de vuelta a Forks, me equivoque.

Debo admitir que en estos dos últimos años había pensado más de una vez en como moriría. Se podría decir que la había llamado más de una vez en los últimos meses, rogándole que me llevara con ella a su obscura morada. Estaba cansada de luchar, de ser fuerte, de contener mis lágrimas, de extrañarlos, de sentir un vacio en el alma.

Pero estaba más cansada de luchar contra mí.

Le sonreí a la inconsciencia cuando comenzaba a deslizarme en sus brazos y solo un pensamiento se quedaba conmigo, su rostro duro y perfecto, su sonrisa torcida que casi nunca veía pero que tanto había llegado a añorar…era lo único que me pesaba abandonar, pero en este mundo todo tiene un precio que pagar y siempre es el más injusto y desastroso.