Sentía aquella necesidad tan particular que ya hace mucho conocía, sabía que sólo escribir podría calmar lo que pasaba por su mente.

Y es que era lógico, decíase a sí mismo el ojimiel, luego de una tarde como aquella con un personaje como aquel, cualquier mente que se pudiese mantener en calma era inhumana.

Y mientras pensaba todo aquello, fue hasta su escritorio en donde guardaba el cuaderno en el cual le gustaba escribir, y el lápiz con que disfrutaba hacerlo.

Se sentó en su escritorio y comenzó...

"Sonreía mientras veía la sonrisa en tu rostro. Encantábame ver como esa sonrisa te adornaba, otorgándote un brillo especial.

Caminábamos por la acera con nuestras manos entrelazadas, nuestros pasos acompasados al ritmo que habíamos autoimpuesto y nuestros ojos mirándose de reojo intentando no ser descubiertos.

Unos cuantos mechones de cabello caían sobre nuestros rostros debido a la lluvia que derramaban las nubes aquella tarde. Y un rubor cubría tus pálidas mejillas que se habían teñido a causa del frío.

Intentabas cubrirnos con tu paraguas, pero no era suficiente, el agua aún así nos mojó, el paraguas que era sostenido por tu mano libre no fue suficiente para impedir al agua el caer sobre nosotros.

Aún así, no podría haber imaginado un paisaje más bello que el que se extendía en aquel minuto frente a mis ojos. Por una parte estabas tú, el chico más lindo que yo podría haber nunca imaginado. Y por la otra, todos los colores que la naturaleza nos ofrecía aquel día en aquella época del año.

Un rojo vivo como el del infierno estaba adornando las hojas de los árboles. Un marrón como el de los granos de café junto al amarillo del sol, adornaba cada centímetro del césped. Y, el viento, hacía lo suyo moviendo cada partícula que a él le correspondiese mover.

Además estaban los destellos que ocurrían cada cierto tiempo, acompañados de ruidos ensordecedores. ¿Truenos, relámpagos? Bueno, así es como suelen llamarles.

A pesar de todo seguimos caminando, avanzando sin rumbo, siguiéndonos mutuamente sin saber que ninguno tenía rumbo alguno. Que confiábamos tan plenamente el uno en el otro que no importaba a donde fuésemos, nos seguiríamos de igual manera sin preguntar.

Porque así era todo, así siempre había sido, no habían preguntas, sólo respuestas a interrogantes que jamás fueron planteadas."

Terminó y lo leyó, sintiéndose satisfecho con el resultado, y yendo a guardar nuevamente su cuaderno a donde pertenecía.

Se recostó de espalda en su cama mirando al techo, dejando a su mente divagar.

Sólo despertó de su sueño, que mantuvo despierto, al ver frente a sí dos orbes azules junto a la magnífica sonrisa de perlas de su novio.

-Kurt...

Lo besó.


N.A: Si lo leyó: Gracias, totales.

Es un algo pequeño que quería compartir por quien sabe qué razón, y espero que si alguien lo lee por alguna razón, lo disfrute. Y si me lo comunicase, me haría muy, realmente muy feliz.

Sin nada más que decir,

au revoir.