Bueno, pues os presento mi nuevo fic Hiccstrid. La idea llevaba rondándome por la cabeza bastante tiempo pero no tenía ni la más pajolera idea de cómo empezarla, ni de cómo desarrollarla, pero en una de mis comunes idas de inspiración mientras escribía el otro fic se me apareció la Virgen y ¡Tachan! Este es el resultado. Tampoco os quiero adelantar mucho de la trama para no estropearos la sorpresa, pero puedo decir que la historia es un poco arriesgada xD Espero que os guste y me dejéis muchas reviews con vuestras opiniones.
Todos los personajes que aparecen, así como la historia original pertenecen a Dreamworks. La imagen de portada pertenece al tumblr de cinnamonplayground.
Capitulo 1
Como cada mañana desde que empezó el verano, el despertador sonó a las 8 en punto. Astrid lo apagó aun en sueños y se dio la vuelta para seguir durmiendo, pues sabía que en diez minutos volvería a sonar. Odiaba madrugar en verano, pero era la única hora a la que podía salir a correr antes de que su odioso padrastro Aidan se levantase y le ordenase cuidar de sus hijas. Cuando el despertador volvió a sonar, la chica al final se levantó y descorrió las cortinas, esperando que no volviese a llover y tuviera que quedarse otra vez en casa. Pero gracias a Dios hacia un día bastante soleado, sin rastro de las nubes y el viento que habían acompañado a su pueblo durante una semana, y que la había obligado a permanecer encerrada con su padrastro y sus hermanastras. Astrid intentó borrar el recuerdo de esa espantosa semana y mantenerse positiva; el mal tiempo se había ido, podía salir a correr y mañana tendría la casa para ella sola por diez días. ¿Por qué iba a estar triste? Así que se enfundó en sus mayas, se trenzó la melena rubia, puso en su iPod su colección de discos de AC/DC y salió por la puerta trasera sin hacer mucho ruido, dispuesta a una relajante sesión de running.
Cuando, dos horas después, Astrid llegó a casa sudada y sin aliento, su padrastro ya la esperaba despierto y de muy mal humor.
-¿Dónde estabas niña estúpida? ¡En un cuarto de hora tengo una reunión y no puedo dejar a Greta y Sansa solas!
-¿Una reunión? ¿Desde cuándo se le llama "reunión" a gastarte en cervezas la herencia de mama con los insufribles de tus amigos?
-¿¡Pero tu quien te crees que eres, mocosa insolente!?
-La única en esta casa que amaba a mi madre-Y antes de que pudiera contestar se fue a su habitación, cerrando la puerta de portazo.
Odiaba profundamente a Aidan. Para ella era evidente que se había acercado a su madre por el dinero que la familia poseía, pero Alayne, cegada por la soledad no se había dado cuenta de las intenciones del joven guapo y elegante que conquistó su corazón. Si embargo con lo que no contaba el galán era con que poco después de comenzar la relación la mujer sufrió un ictus del que no se recuperó. Inmediatamente Aidan solicitó la custodia de la aun menor de edad Astrid, y esta ultima sabia de sobras que no lo hacía por cariño, si no para seguir chupando del bote. Ahora tenía 20 años, y la única razón por la que no echaba al cretino de su padrastro de casa era por las pequeñas Greta y Sansa, d años, a las que les había cogido cariño y era incapaz de dejar en la calle. De repente unos suaves toques en su puerta la sacaron de su ensimismamiento.
-Astrid…-escuchó a través de la puerta. Era Greta.- Papá se ha ido ya, y se ha olvidado de darnos de desayunar…-dijo tímidamente. Astrid corrió a abrirle la puerta y abrazarla. Era imposible no querer a la niñita, al fin y al cabo las había criado ella ya que su padre nunca se había preocupado por su bienestar. Con la muchacha aun en brazos bajó hasta la cocina y les preparó unos tazones de leche con cacao.
-Por cierto-comentó la mayor con la boca llena de cereales.- Papa me dijo que te dijera que nos tenías que preparar la maleta a Sansa y a mí.
Inevitablemente, Astrid puso la mirada en blanco y lanzó un suspiro. Ya contaba con ello, pero aun así le fastidiaba que su padre ni siquiera fuera capaz de hacer eso. Decidió empezar lo antes posible, y así quitarse la tarea enseguida, por lo que les puso los dibujos animados a las niñas para que estuvieran entretenidas y se encaminó a sus habitaciones.
Tardó bastante en terminar, al fin y al cabo se iban por diez días e iban a necesitar mucha ropa. Además, el pueblo de sus abuelos, que era donde pensaban pasar las vacaciones, estaba en plena montaña, necesitarían bastante ropa de abrigo. Cuando por fin tuvo las cuatro maletas preparadas ya era casi de noche. Las bajó hasta el recibidor de varios viajes, y la mala suerte quiso que en uno de ellos coincidiera con la llegada de su padrastro a casa, borracho para variar.
-Tu niñata, acuesta a tus hermanastras.
-¡Acuéstalas tu, que son tus hijas!-saltó Astrid sin pensar.
-¡A mí no me hables así!
-¡Te hablo como quiero, que para eso es mi casa!-gritó ya harta-¡Así que más te vale tenerme un poco mas de respeto si no quieres irte a la calle con lo puesto! ¿Me has entendido?
La cara de Aidan pasó de la sorpresa inicial al odio más profundo, pero sabía que la chica tenía razón y se fue a por sus hijas sin decir ni una palabra.
Mientras tanto Astrid, con el corazón a mil por el enfado, trató de calmarse respirando hondo varias veces, pero toda la furia contenida que había ido guardando durante todos estos años luchaba por salir y abalanzarse sobre el hombre que había arruinado su vida y la de su madre. Aun así, no quería montar el espectáculo delante de las niñas, así que cogió las llaves de casa y salió a la calle a dar un paseo, quizá el aire fresco de la noche consiguiera que volviera en sí.
Después de varias vueltas por el pueblo la coherencia volvió a ella, pero el enfado dejo lugar a una sensación extraña que invadió su cuerpo haciéndola temblar. Era como si alguien la estuviera… observando. Miró por encima de su hombro disimuladamente, pero lo único que vio fue el balanceo de los arboles que se mecían con la suave brisa nocturna. Siguió moviéndose a paso rápido hacia su casa, incapaz de quitarse de encima ese sentimiento. Cuando apenas le quedaban dos minutos para llegar a su casa, la sensación aumentó considerablemente, y Astrid pudo notar como una mano le apretaba la boca, impidiéndole gritar.
